The Project Gutenberg EBook of Teatro selecto, tomo 3 de 4, by Pedro Calderón de la Barca This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org/license Title: Teatro selecto, tomo 3 de 4 Author: Pedro Calderón de la Barca Editor: Marcelino Menéndez Pelayo Release Date: January 7, 2019 [EBook #58643] Language: Spanish Character set encoding: UTF-8 *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK TEATRO SELECTO, TOMO 3 DE 4 *** Produced by Ramon Pajares Box, Josep Cols Canals and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries) NOTA DE TRANSCRIPCIÓN * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han convertido a MAYÚSCULAS. * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar. Para su detección se han tenido en cuenta otras ediciones de estos dramas. * Se ha respetado la ortografía original. También se han respetado las inconsistencias en la acentuación, aunque se han añadido algunas tildes a las mayúsculas para deshacer ambigüedades. * Se han reparado los emparejamientos de los signos de admiración e interrogación. * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado tras el párrafo o la estrofa en que se encuentra la llamada. * En el original impreso, las indicaciones o acotaciones escénicas se distinguen del texto principal por su menor tamaño. En esta transcripción se presentan en cursiva. TEATRO SELECTO DE CALDERÓN DE LA BARCA. ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO «SUCESORES DE RIVADENEYRA», Paseo de San Vicente, 20. TEATRO SELECTO DE CALDERÓN DE LA BARCA PRECEDIDO DE UN ESTUDIO CRÍTICO DE D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO TOMO III COMEDIAS DE CAPA Y ESPADA CASA CON DOS PUERTAS MALA ES DE GUARDAR. LA DAMA DUENDE. NO HAY BURLAS CON EL AMOR. MAÑANAS DE ABRIL Y MAYO. MADRID LIBRERÍA DE LA VIUDA DE HERNANDO Y C.ª CALLE DEL ARENAL, NÚM. 11 1887 CASA CON DOS PUERTAS MALA ES DE GUARDAR. PERSONAS. D. FÉLIX, _galan_. LISARDO, _galan_. FABIO, _viejo_. CALABAZAS, _lacayo_. HERRERA, _escudero_. LAURA, _dama_. MARCELA, _dama_. SILVIA, _criada_. CELIA, _criada_. LELIO, _criado_. _Criados._ La escena pasa en Ocaña. JORNADA PRIMERA. Campo á la entrada de la villa. ESCENA PRIMERA. MARCELA Y SILVIA, _con mantos, como recelándose; detras_ LISARDO, CALABAZAS. MARCELA. ¿Vienen tras nosotras? SILVIA. Sí. MARCELA. Pues párate.—Caballeros, Desde aquí habeis de volveros, No habeis de pasar de aquí; Porque si intentais así Saber quién soy, intentais Que no vuelva donde estais Otra vez; y si esto no Basta, volveos porque yo Os suplico que os volvais. LISARDO. Difícilmente pudiera Conseguir, señora, el sol Que la flor del girasol Su resplandor no siguiera: Difícilmente quisiera El norte, fija luz clara, Que el iman no le mirara; Y el iman difícilmente Intentara que obediente El acero le dejara. Si sol es vuestro esplendor, Girasol la dicha mia; Si norte vuestra porfía, Piedra iman es mi dolor; Si es iman vuestro rigor, Acero mi ardor severo; Pues ¿cómo quedarme espero, Cuando veo que se van Mi sol, mi norte y mi iman, Siendo flor, piedra y acero? MARCELA. A esa flor hermosa y bella Términos el dia concede, Bien como á esa piedra puede Concederlos una estrella: Y pues él se ausenta y ella, No culpeis la ausencia mia; Decid á vuestra porfía, Piedra, acero ó girasol, Que es de noche para el sol, Para la estrella de dia. Y quedaos aquí, porqué Si este secreto apurais, Y á saber quién soy llegais. Nunca á veros volveré A aqueste sitio, que fué Campaña de nuestro duelo; Y puesto que mi desvelo Me trae á veros aquí, Crêd de mí que importa así. LISARDO. De vuestro recato apelo, Señora, á mi voluntad; Y supuesto que sería No seguiros cortesía, Tambien será necedad. Necio ó descortés, mirad Cuál mayor defecto es; Vereis que el de necio, pues No se enmienda; y así, á precio De no ser, señora, necio, Tengo de ser descortés. Seis auroras esta aurora Hace que en este camino Ciego el amor os previno, Para ser mi salteadora: Tantas há que á aquella hora Os hallo á la luz primera, Oculto sol de su esfera, De su campo rebozada Ninfa, deidad ignorada De su hermosa primavera. Vos me llamasteis, primero Que á hablaros llegara yo; Que no me atreviera, no, Tan de paso y forastero. Con estilo lisonjero, Aspid ya de sus verdores, No deidad de sus primores, Desde entónces fuisteis; pues Aspid, que no deidad, es Quien da muerte entre las flores. Dijísteisme que volviera Otra mañana á este prado, Y puntual mi cuidado Me trajo como á mi esfera. No adelanté la primera Ocasion; porque bastante No fué mi ruego constante A que corriese la fe (Que adora lo que no ve) Ese velo de delante. Viendo, pues, que siempre es nuevo El riesgo, y el favor no, Quiero á mí deberme yo Lo que á vuestra luz no debo; Y así á seguiros me atrevo, Que hoy he de veros ó ver Quién sois. MARCELA. Hoy no puede ser, Y así dejadme por hoy; Que yo mi palabra os doy De que muy presto saber Podais mi casa, y entrar A verme en ella. CALAB. _(A Silvia.)_ ¿Y á ella, Doncella de esa doncella (La verdad en su lugar, Que yo no quiero infernar Mi alma), hay cosa que la obligue A taparse? SILVIA. Y si me sigue, Tenga por muy cierto... CALAB. ¿Qué? SILVIA. Que me persigue; porqué Quien me sigue, me persigue. CALAB. ¡Ya sé el caso, vive Dios! SILVIA. ¿Qué va que no le declaras? CALAB. Muy malditísimas caras Debeis de tener las dos. SILVIA. Mucho mejores que vos. CALAB. Y está bien encarecido, Porque yo soy un Cupido. SILVIA. Cupido somos yo y tú. CALAB. ¿Cómo? SILVIA. Yo el pido y tú el cu. CALAB. No me está bien el partido. MARCELA. _(A Lisardo.)_ Esto os vuelvo á asegurar Otra vez. LISARDO. Pues ¿qué fianza Le dejais á mi esperanza De las dos que he de lograr? MARCELA. _(Descúbrese.)_ La de dejarme mirar. LISARDO. Usar de esa alevosía, Para turbar mi osadía, Ha sido traicion, pues ya Viéndôs, ¿cómo os dejará, Quien sin veros os seguia? MARCELA. Quedad, pues, de mí seguro Que en breve tiempo sabreis Mi casa, y entendereis Cuánto serviros procuro. Esto otra vez aseguro. LISARDO. Ya en seguiros soy de hielo. MARCELA. Y yo sin algun recelo, De que agradecida estoy, Por esta calle me voy. LISARDO. Id con Dios. MARCELA. Guárdeos el cielo. _(Vanse las dos.)_ ESCENA II. LISARDO, CALABAZAS. CALAB. ¡Linda tramoya, señor! Sigámosla, hasta saber Quién ha sido una mujer Tan embustera. LISARDO. Es error, Calabazas, si en rigor Ella se recata así, Seguirla. CALAB. ¿Eso dices? LISARDO. Sí. CALAB. Vive Dios, que la siguiera Yo, aunque hasta el infierno fuera. LISARDO. ¿Qué me debe, necio, dí, De haber cuatro dias hablado Conmigo en este lugar, Para darla yo un pesar, De quien ella se ha guardado? CALAB. Debe el haber madrugado Estos dias. LISARDO. Ya que estamos Solos, y que así quedamos, Sobre lo que podrá ser Tan recatada mujer, Discurramos. CALAB. Discurramos. Díme tú, ¿qué has presumido, De lo que has visto y notado? LISARDO. De estilo tan bien hablado, De traje tan bien vestido, Lo que he pensado y creido Es, que esta debe de ser Alguna noble mujer, Que, donde no es conocida, Disimulada y fingida Gusta de hablar y de ver, Y por forastero á mí Para este efecto eligió. CALAB. Mucho mejor pienso yo. LISARDO. Pues no te detengas, dí. CALAB. Mujer que se viene así A hablar con quien no la vea, Donde ostentarse desea Bachillera é importuna, Que me maten si no es una Muy discretísima fea, Que por el pico ha querido Pescarnos. LISARDO. ¿Y si la hubiera Visto yo, y un ángel fuera? CALAB. ¡Vive Dios, que me has cogido! La Dama Duende habrá sido, Que volver á vivir quiere. LISARDO. Aun bien, sea lo que fuere, Que mañana se sabrá. CALAB. ¿Luego crees que vendrá Mañana? LISARDO. Si no viniere, Poco ó nada habrá perdido La necia esperanza mia. CALAB. El madrugar otro dia ¿Poca pérdida habrá sido? LISARDO. El negocio á que he venido A madrugar me ha obligado; No lo debo á este cuidado. _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Don Félix. ESCENA III. LISARDO, CALABAZAS; _y luego_ DON FÉLIX, HERRERA. CALAB. Cerca de casa vivió, Pues de vista se perdió Cuando á casa hemos llegado. LISARDO. Y tarde debe de ser. CALAB. Sí, pues vistiéndose sale Quien á los dos nos mantiene, Sin ser los dos justas reales. _(Salen Don Félix y Herrera.)_ LISARDO. Don Félix, bésôs las manos. D. FÉLIX. El cielo, Lisardo, os guarde. LISARDO. ¿Tan de mañana vestido? D. FÉLIX. Un cuidado, que me trae Desvelado, no permite Que sosiegue ni descanse. Pero vos, que os admirais De que á esta hora me levante, ¿No me dijisteis anoche Que á dar unos memoriales Habiais de ir á Aranjuez? ¿Pues cómo á Ocaña os tornasteis Desde el camino? LISARDO. Si bien Me acuerdo, regla es del arte Que la pregunta y respuesta Siempre un mismo caso guarden; Y puesto que á mi pregunta Fué la respuesta más fácil Un cuidado, de la vuestra Otro cuidado me saque, Que es quien á Ocaña me vuelve. D. FÉLIX. ¿Apénas ayer llegasteis, Y hoy teneis cuidado? LISARDO. Sí. D. FÉLIX. Pues por obligaros ántes Que me obligueis á decirle, Este es el mio: escuchadme. CALAB. En tanto que ellos se pegan Dos grandísimos romances ¿Tendreis, Herrera, algo que Se atreva á desayunarme? HERRER. Vamos hácia mi aposento, Calabazas; que al instante Que hayais vos entrado en él, No faltará algo fiambre. _(Vanse.)_ ESCENA IV. DON FÉLIX, LISARDO. D. FÉLIX. Bien os acordais de aquellas Felicísimas edades Nuestras, cuando los dos fuimos En Salamanca estudiantes. Bien os acordais tambien Del libre, el glorioso ultraje Con que de Vénus y Amor Traté las vanas deidades, De su hermosura y sus flechas Tan á su pesar triunfante, Que de rayos y de plumas Coroné mis libertades. ¡Oh nunca hubieran, Lisardo, Luchado tan desiguales Fuerzas, porque nunca hubieran Podido los dos vengarse, O hubiera sido su golpe, Puesto que á todos alcance, Por costumbre solamente, Flecha disparada al aire, Y no por venganza flecha Bañada en venenos tales, Que salió del arco pluma, Corrió por el viento ave, Llegó rayo al corazon, Donde se alimenta áspid! La primer vez que sentí Este golpe penetrante, Que sabe herir sin matar (Y áun esto es lo más que sabe), En la juventud del año, Una tarde fué agradable Del abril; pero mal dije, Al alba fué. No os espante Ser por la tarde y al alba; Que con prestados celajes, Si bien me acuerdo, aquel dia Amaneció por la tarde. Este, pues, como otros muchos, Por divertirme y holgarme Salí á caza, y empeñado Llegué de un lance á otro lance Al real sitio de Aranjuez, Que, como poco distante Está de Ocaña, él es siempre Nuestro prado y nuestro parque. Quise entrar á sus jardines, Sin saber qué me llevase A ver lo que tantas veces Habia visto; que esto es fácil Todo el tiempo que no asisten Al sitio sus Majestades. En el de la Isla entré... ¡Oh cómo, Lisardo, sabe La desdicha prevenirse, El daño facilitarse! Pues como la mariposa, Que halagüeñamente hace Tornos á su muerte, cuando Sobre la llama flamante Las alas de vidrio mueve, Las hojas de carmin bate; Así el infeliz, llevado De su desdicha al exámen, Ronda el peligro, sin ver Quien al peligro le trae. Estaba en la primer fuente (Que es un peñasco agradable Donde, temiendo el diluvio De sus cruzados cristales, Parece que van viniendo A él todos los animales) Una mujer recostada En la siempre verde márgen De murta, que la guarnece Como cenefa ó engaste De esmeralda, á cuyo anillo Es toda el agua diamante. Tan divertida en mirar Su hermosura en el estanque Estaba, que puse duda Sobre si es mujer ó imágen; Porque como ninfas bellas De plata bruñida hacen Guarda á la fuente, tan vivas, Que hay quien espere que hablen; Y ella miraba tan muerta, Que no pudo esperar nadie Que se pudiese mover, La naturaleza al arte Me pareció que decia: «No blasones, no te alabes De que lo muerto desmientes Con más fuerza en esta parte Que yo desmiento lo vivo; Pues en lo contrario iguales, Sé hacer una estatua yo, Si hacer tú una mujer sabes, O mira un alma sin vida, Donde está con vida un jaspe.» Al ruido que entre las hojas Hice (¡ay de mí!), por llegarme A mirarla de más cerca, Del éxtasis agradable (¡No fuese de amor!) volvió Con algun susto á mirarme. No me acuerdo si la dije Que ufana no contemplase Tanta beldad, por el riesgo De ser de sí misma amante; Que donde hubo ninfa y fuente, No fué posible escaparme Del concepto de Narciso. Ella, honestamente grave, Sin responderme volvió La espalda, y siguió el alcance De una tropa de mujeres Que andaba más adelante Midiendo de los jardines Ya los cuadros, ya las calles, Hasta que su pié llegó A hacer á todos iguales; Porque al pequeño contacto, Flores produjo fragantes Tantas la arena, que ya No pudo determinarse Si era calles, ó era cuadros El jardin por todas partes; Pues fueron rosas despues, Las que eran veredas ántes. El traje que se vestia Era un bien mezclado traje, Ni bien de corte, ni bien De aldea, sino á mitades, De señora en el aliño, De aldeana en el donaire. En un airoso sombrero Llevaba un rizo plumaje, A quien tuvieron accion La tierra despues y el aire Por el matiz ó la pluma, Sobre si era flor ó ave. Seguíla hasta que llegó A la cuadrilla, que errante Coro tejido de ninfas, A los templados compases De hojas, pájaros y fuentes, Sonoramente süaves, Cada paso era un festin, Cada descuido era un baile. A todas las conocia, En fin, como naturales De Ocaña, y sólo ignoré Quién era de mis pesares La ocasion; que ya lo era, Porque desde el mismo instante Que la ví, sentí en el alma Todo lo que hoy siento. Nadie Diga que quiso dos veces; Que aunque aquí mire, allí hable, Aquí festeje, allí escriba, Aquí pierda y allí alcance, No ha de querer más que una; Que no pueden ser iguales En el mundo dos efectos, Si de una causa no nacen. De algunas de las que iban Con ella, pude informarme De quién era, y hallé en ella Más calidad por su sangre, Que por su beldad. La causa De no haberla visto ántes, Fué por haberse criado En la corte con su padre, Hasta que á Ocaña se vino, Porque viva donde mate. No os digo que la serví Feliz y dichoso amante, Porque dichas que se pierden Son las desdichas más grandes; Sólo digo que obligada A mis finezas constantes, A mis servicios corteses Y á mis afectos leales, Merecí que alguna noche Por una reja me hablase De un jardin, donde testigos Fueron de venturas tales La noche y jardin; que sólo A los dos quise fiarme: Porque al jardin y á la noche, Que son el vistoso alarde, Ya de flores, ya de estrellas, Hiciera mal de negarles, A las unas lo que influyen, Y á las otras lo que saben; Puesto que estrellas y flores Siempre en amorosas paces, Enlazadas unas de otras Eran terceras de amantes. Desta suerte, pues, teniendo La fortuna de mi parte, Viento en popa, del amor Corrí los inciertos mares, Hasta que el viento mudado Levantaron huracanes De una tormenta de celos, Montes de dificultades. Tormenta de celos dije: Ved, si alguna vez amasteis, ¿Qué esperanza hay del piloto? ¿Qué seguro de la nave? Bien crêréis, Lisardo, bien, Cuando así escucheis quejarme De los celos, que soy yo Quien los tiene: no os engañe El afecto de sentirlos Desta suerte; porque ántes Soy quien los he dado, y ellos Son en sus efectos tales, Que me matan dados, como Tenidos pueden matarme. ¡Oh! ¿A qué nacen los que á ser Dados ni tenidos nacen? Hay una dama en Ocaña, A quien yo rendido amante Festejé un tiempo; ésta, pues, Por darme muerte y vengarse, Se ha declarado con ella, Fingiendo finezas grandes Que á mi amor debe. ¡Ay Lisardo, Qué prontamente, qué fácil En los celos las mentiras Sientan plaza de verdades! Con esto se ha retirado Tal, que áun para disculparme No permite que la vea, No me deja que la hable. Mirad, pues, si este cuidado Consentirá que descanse, Cercado de tantas penas, Cargado de tantos males, Muerto de tantos disgustos, Lleno de tantos pesares; Y finalmente teniendo Sin culpa ofendido á un ángel, Pues el padecer sin culpa, Es la desdicha más grande. LISARDO. Don Félix, aunque los celos, De quien así os quejais, basten A dar pesadumbre dados, En no ser tenidos traen Anticipado el consuelo; Que el dolor es tan distante Desde darlos á tenerlos, Cuanto hay de ser un amante La persona que padece, O la persona que hace. Con lástima empecé á oiros Cuando los celos nombrasteis; Mas cuando dijisteis que eran Engaños y no verdades, La lástima se hizo envidia; Porque no hay gusto tan grande Cuando hay desengaño, como Hacer damas y galanes, O paces para reñir, O reñir para hacer paces. Id á ver á vuestra dama, Que yo sé, aunque más se guarde, Pues ella tiene los celos, Que ella está en aqueste instante, Más que vos desengañarla, Deseando desengañarse. ESCENA V. MARCELA Y SILVIA, _abriendo una puerta, que estará cubierta con una antepuerta, y quedándose detras de ella_. — LISARDO, DON FÉLIX. MARCELA. _(Ap. á Silvia.)_ Por esta puerta, que al cuarto De mi hermano, Silvia, sale Desde el mio, á verle vengo; Porque aunque él esté ignorante De que he salido hoy de casa, Con esto he de asegurarle. SILVIA. Detente, que está con él El tal huésped, y ya sabes Que no quiere mi señor Que llegue á verte ni hablarte. MARCELA. Y áun esa fué mi desdicha. Oigamos desde esta parte. LISARDO. Y si en tanto que este gusto Llega, quereis que yo trate De divertiros, pues fué Concierto que os escuchase Un cuidado, y que os dijese El mio, oidme, escuchadme. MARCELA. Oye. LISARDO. Despues que troqué El hábito de estudiante Al de soldado, la pluma A la espada, la süave Tranquila paz de Minerva Al sangriento horror de Marte, La escuela de Salamanca A la campaña de Flándes, Y despues, en fin, que hube (Sin valedor que me ampare) Merecido una jineta, Premio á mis servicios grande, Por haberme reformado Entre otros capitanes, Ya la campaña acabada (Que no me viniera ántes), Pedí licencia, y partí A España, por ver si honrarme Merezco el pecho con una De las cruces militares, Que sobre el oro del alma, Son el más noble realce. Con esta pretension vine, Y su Majestad, que guarde El cielo para que sea Fénix de nuestras edades, Remitió mi memorial, A tiempo que á desahogarse De molestias cortesanas Vino á Aranjuez, admirable Dosel de la primavera. Mas ¿qué mucho que se alabe De serlo, si la más bella, Las más pura, más fragante Flor, la flor de lis, la reina De las flores, tras sí trae Cuantas á envidia del sol Rayos brillan, luz esparcen? Seguí la corte, traido Más de mi afecto constante Que de mi necesidad; Porque de ministros tales Hoy el Rey se sirve, que No es al mérito importante La asistencia, porque todos Acudir á todo saben; Gracias al celo de aquel, Con quien el peso reparte De tanta máquina, bien Como Alcides con Atlante, Llegué en efecto á Aranjuez, Donde vos me visitasteis En una posada, y viendo Tan incómodo hospedaje, Como tienen en los bosques Escuderos y pleiteantes, Que me viniese con vos A Ocaña me aconsejasteis; Pues los dias de la audiencia, Dos leguas era tan fácil Andarlas por la mañana, Y volverlas por la tarde. Yo, por vuestro gusto, mas Que por mis comodidades, Obebecí. Todo esto Ya vuestra amistad lo sabe; Pero importa haberlo dicho, Para que de aquí se enlace La más extraña novela De amor, que escribió Cervantes. MARCELA. _(Ap.)_ Aquí entro yo ahora. LISARDO. Un dia, Que madrugué vigilante, Por llegar ántes que el sol Nuestro horizonte rayase, Junto á un convento, que está De Ocaña poco distante, Entre unos álamos verdes Ví una mujer de buen aire. Saludéla cortésmente, Y ella, ántes que yo pasase, Por mi nombre me llamó. Volví en oyendo nombrarme, Y diciendo á Calabazas Que con el rocin me aguarde, Llegué diciendo: «¡Dichoso El forastero, á quien saben Su nombre las damas!» Y ella, Con más cuidado en taparse, Me respondió á media voz: «Caballero de esas partes No es forastero en ninguna;» Y añadió favores tales, Que me obliga la vergüenza, Por mí mismo, á que los calle; Porque no sé cómo hay hombres Tan vanos, tan arrogantes, Que de que ha habido mujeres Que los buscaron, se alaben. SILVIA. _(Ap.)_ Él cuenta nuestro suceso. MARCELA. ¡Oh quién pudiera estorbarle, Antes que en Félix las señas Alguna malicia causen! D. FÉLIX. Proseguid. LISARDO. Ella, en efecto, Siempre embozado el semblante, Me despidió con decirme Que como no examinase Quién era, ni la siguiese, Otro dia estaria á hablarme. Seis veces, pues, corrió al sol Las cortinas orientales Sumiller el alba, y seis Tapada hallé entre unos sauces Esta mujer. Yo, enfadado De recato semejante, Determiné de seguirla Hoy cuando á Ocaña tornase; Pero no pude, porque Volviendo ella por instantes, Me vió y no quiso pasar De la vuelta desta calle. D. FÉLIX. ¿Desta calle? LISARDO. Y á la cuenta Vive hácia aquí, que al instante La perdí de vista. Aquí Me dijo que la dejase Otra vez, porque su vida Aventuraba mi exámen. D. FÉLIX. ¡Extraña mujer! MARCELA. _(Ap.)_ Ya es fuerza Que las señas me declaren. D. FÉLIX. Proseguid. LISARDO. Yo, pues... ESCENA VI. CELIA, _con manto_. — DICHOS. CELIA. Don Félix, ¿Podrá una mujer aparte Hablaros? D. FÉLIX. ¿Pues por qué no? MARCELA. _(Ap.)_ ¡Oh á qué buen tiempo llegaste, Mujer ó ángel, para mí! D. FÉLIX. Luégo irá el cuento adelante: Permitid ahora, por Dios, Que con esta mujer hable, Que es criada de la dama Que os dije. LISARDO. Pues que me maten, Si ello no es lo que yo he dicho. Ved el recado que os trae, Y adios; porque para estotro No importa que tiempo falte. _(Vase.)_ D. FÉLIX. ¿Era hora de vernos, Celia? CELIA. No te admires ni te espantes Que no me atreva á venir A verte; porque si sabe Mi señora que te he visto, No habrá duda que me mate. D. FÉLIX. ¿Tan cruel conmigo está? CELIA. Viniendo yo hácia esta parte A un recado, no he querido Dejar de verte y hablarte. D. FÉLIX. ¿Y qué hace tu hermoso dueño? CELIA. Sentir, es lo más que hace, Tu ingratitud. D. FÉLIX. ¡Plegue á Dios, Si la ofendí, que él me falte! CELIA. ¿Por qué á ella no se lo dices? D. FÉLIX. Porque no quiere escucharme. CELIA. Si tú hubieras de callar, Yo me atreviera á llevarte Donde la hablaras. D. FÉLIX. ¡Ay Celia, No habrá mármol que así calle! CELIA. Pues vente agora conmigo: Yo haré una señal si sale Mi señor, y dejaré La puerta abierta; tú entrarte Hasta su cuarto podrás. D. FÉLIX. Dasme nuevo aliento, dasme Nueva vida. CELIA. Aquesta es La hora mejor; mas no aguardes, Vénte tras mí. D. FÉLIX. Tras tí voy. CELIA. _(Ap.)_ ¡Ay bobillos, y qué fácil, A la casa de su dama, Es de llevar un amante! _(Vanse D. Félix y Celia.)_ MARCELA. ¡Yo salí de lindo susto! SILVIA. Pues ¿cómo afirmas que sales, Si luégo han de verse, luégo Proseguirá el cuento? MARCELA. Antes Lo habré remediado. SILVIA. ¿Cómo? MARCELA. Escribiéndole que calle Hasta que se vea conmigo; Y esto ha de ser esta tarde. SILVIA. ¿Declarada por quién eres? MARCELA. ¡Jesus, el cielo me guarde! SILVIA. Pues ¿qué has de hacer? MARCELA. ¿No es mi hermano De Laura, mi amiga, amante? ¿No sabe lo que es amor? Pues hoy he de declararme Con ella, y hoy has de ver, Silvia, el más extraño lance De amor, porque yo fingida... Pero no quiero contarle; Que no tendrá despues gusto El paso, contado ántes. _(Vanse.)_ * * * * * Casa de Fabio. ESCENA VII. LAURA, FABIO. FABIO. Notable es la tristeza, Que el rosicler turbó de tu belleza. ¿Qué tienes estos dias, Que entregada (¡ay de mí!) á melancolías Tales, á todas horas Triste suspiras y rendida lloras? LAURA. Si yo, señor, supiera La causa de mi mal (_Ap._ A Dios pluguiera No la supiera tanto), El consuelo mayor, menor el llanto Fuera, pues fuera entónces el sabella El primer aforismo de vencella. Pero la pena mia Es, señor, natural melancolía, Y así el efecto hace, Sin que llegue á saber de lo que nace; Que esta distancia dió naturaleza En la melancolía y la tristeza. FABIO. No sé lo que te diga, Sino que á tanto tu dolor obliga, Que rigoroso y fuerte Padeces tú el dolor, y yo la muerte; Pues ya vivir no espero, Miéntras tan triste á tí te considero. _(Vase.)_ ESCENA VIII. LAURA. ¿Qué haré yo, que rendida, A pesar de mi vida, Vivo? ¿Qué es esto, cielos? Mas bien se deja ver que estos son celos Porque una ardiente rabia Que el sentimiento agravia, Una rabiosa ira Que la razon admira, Un compuesto veneno De que el pecho está lleno, Una templada furia Que el corazon injuria; ¿Qué áspid, qué monstruo, qué animal, qué fiera, Fuera ¡ay Dios! que no fuera, Compuesta de tan varios desconsuelos La hidra de los celos? Pues ellos solos son á quien los mira, Furia, rabia, veneno, injuria y ira. ¡Oh quién ántes supiera Aquella voluntad, Félix, primera Tuya, que no empeñara Tanto la mia, que hasta el fin llegara! Pues aunque no sabía De amor, cuando tan libre (¡ay Dios!) vivia, Tampoco no ignoraba Que tarde ó nunca el que lo fué se acaba. Quiere á Nise en buen hora, Pero déjame á mí morir. ESCENA IX. CELIA. — LAURA. CELIA. Señora. LAURA. Celia, ¿qué hay? CELIA. Que he hecho Mi papel, y sospecho Que no muy mal, ¡así tu beldad viva! Entré en su casa, díjele que iba A un recado, y que acaso Pasando por su calle, aunque de paso Le quise ver. Con un suspiro entónces, Que ablandara los mármoles y bronces, Me preguntó por tí, turbado y ciego. Encarecíle luego Tu enojo, y que si acaso tú supieras Que le habia ido á ver, muerte me dieras; Y como que salia De mí, le dije: ¿por qué no venía Por instantes á darte Satisfacciones y desenojarte? Dijo, que porque estabas Tal, que no le escuchabas: Díjele, que viniera, Que yo aunque á tanto riesgo me pusiera, Hasta tu mismo cuarto lo entraria, Con tal que no dijese en algun dia Que yo le habia traido. Juró el secreto, y muy agradecido El caso se concierta, Y está esperando enfrente de la puerta La seña; voyla á hacer, pues no está en casa Mi señor. Esto es todo lo que pasa. LAURA. Llámale pues; que aunque de Nise creo Los celos que me da, tanto deseo Ver cómo se disculpa, Que quiero hacerle espaldas á la culpa: _(Vase Celia.)_ Pues la que más celosa Se muestra, más colérica y furiosa, Más entónces desea Satisfacciones, aunque no las crea; Que es dolor el de celos tan extraño, Que se deja curar áun del engaño: Pues cuando el desengaño no consiga, Conseguiré á lo ménos que él lo diga. ESCENA X. CELIA, DON FÉLIX. — LAURA. CELIA. _(Ap. á D. Félix.)_ Fuera está de casa Fabio, Mi señor; el tiempo es este Mejor para entrar á hablarla. D. FÉLIX. Vida y ventura me ofreces. CELIA. Disimula que llamado De mí á entrar aquí te atreves.— ¿Señor Don Félix, qué es esto? ¿Cómo os entrais... D. FÉLIX. Celia, tente. CELIA. Hasta aquí? D. FÉLIX. Celia, por Dios, Que calles. LAURA. ¿Qué ruido es ese? CELIA. ¿Qué ha de ser? Que hasta esta sala Se ha entrado el señor Don Félix, Sin mirar, sin advertir, Que si acaso ahora viniese Mi señor, tú... LAURA. ¿Caballero, Pues qué atrevimiento es este? ¿Cómo en mi casa, en mi cuarto, Os entrais de aquesta suerte? D. FÉLIX. Como quien morir desea Nada mira, nada teme; Y si mi muerte ha de ser Venganza de tus desdenes, Quiero morir á tus ojos, Por hacer feliz mi muerte. LAURA. _(A Celia.)_ Tú tienes la culpa desto. CELIA. ¿Yo, señora? LAURA. Si tuvieses Cerrada esa puerta tú... CELIA. Cerrada estaba. D. FÉLIX. No tienes Que reñir á Celia, que ella De mi error ¿qué culpa adquiere? Yo sólo tengo la culpa; Ríñeme á mí solamente; Castígame solo á mí, Sino es ya que á reñir llegues A Celia, por la costumbre Con que la inocencia ofendes. LAURA. Dices bien; error es mio De que me he dejado siempre Llevar, pues no habiendo tú Escrito á Nise papeles, No habiendo entrado en su casa, Y no habiendo ella ido á verte A la tuya, yo cruel, Colérica é impaciente, Inocente te persigo, Que eres tú muy inocente. Y siendo así, que yo soy Tan desigual, tan aleve, Tan injusta, tan mudable, ¿Qué me buscas? ¿qué me quieres? D. FÉLIX. Sólo quiero persuadirte Al engaño que padeces De tus celos. LAURA. ¿Quién te ha dicho Que yo tengo celos, Félix? D. FÉLIX. Tú misma te contradices. LAURA. ¿De qué suerte? D. FÉLIX. Desta suerte. O tienes celos, ó no: Si dices que no los tienes, ¿Para qué finges enojos, Laura, de lo que no sientes? Si los tienes, ¿por qué, Laura, Desengañarte no quieres, Pues ninguno al desengaño Celoso la espalda vuelve? Luego para disculparme, O para satisfacerte, Si los tienes, has de oirme, O hablarme si no los tienes. LAURA. Si fuera argumento tal, Que negarse no pudiese, Quien está enojada está Celosa, muy sutilmente Arguyeras; mas si no Se sigue precisamente, Pues puedo estar enojada Sin que á estar celosa llegue, Ni yo tengo que escucharte, Ni tú que decirme tienes. D. FÉLIX. Pues, vive Dios, que has de oirme Antes que de aquí me ausente, Celosa ó quejosa. LAURA. ¿Iráste Si te oigo? D. FÉLIX. Sí. LAURA. Pues dí, y véte. D. FÉLIX. Negarte que yo he querido, Laura, á Nise... LAURA. Oye, detente. ¿Y es estilo de obligarme, Modo de satisfacerme, Decirme, cuando aguardaba Mil rendimientos corteses, Mil finezas amorosas, Fuesen verdad ó no fuesen, Que hay duelos de amor, adonde Queda bien puesto el que miente, Decirme en mi misma cara Que á Nise has querido? Advierte Que con lo mismo que piensas Que desenojas, ofendes. D. FÉLIX. Si no me oyes hasta el fin... LAURA. ¿Desto disculparte puedes? D. FÉLIX. Sí. LAURA. _(Ap.)_ ¡Plegue á amor! D. FÉLIX. Oye pues. LAURA. ¿Iráste? D. FÉLIX. Sí. LAURA. Pues dí, y véte. D. FÉLIX. Negarte que yo he querido, Laura, á Nise, fuera error; Mas pensar tú que este amor Es como el que te he tenido, Mayor error, Laura, ha sido; Pues si á Nise un tiempo amé, No fué amor, ensayo fué De amar tu luz singular, Que, para saber amar A Laura, en Nise estudié. LAURA. A ciencias de voluntad Las hace el estudio agravio; Pues amor, para ser sabio, No va á la universidad; Porque es de tal calidad, Que tiene sus libros llenos De errores propios y ajenos; Y así en su ciencia verás Que los que la cursan más Son los que la saben ménos. D. FÉLIX. Pues explíqueme mejor Otro ejemplo: nace ciego Un hombre, y discurre luego Cómo será el resplandor Del sol, planeta mayor, Que rumbos de zafir gira; Y cuando por fe le admira, Cobra en una noche bella La vista; y es una estrella La primer cosa que mira. Admirando el tornasol De la estrella, dice: «Sí, Este es el sol; que yo así Tengo imaginado al sol;» Pero cuando su arrebol Tanta admiracion le ofrece, Sale el sol y le oscurece. Pregunto yo: ¿ofenderá Una estrella, que se va, A todo un sol que amanece? Yo así que ciego vivia De amor, cuando no te amaba, Como ciego imaginaba Cómo aquel amor sería: Adoraba lo que via, Presumiendo que era así El amor; mas ¡ay de mí! Que no ví al sol, ví una estrella, Y entretúveme con ella Hasta que el sol mismo ví. LAURA. Eso no: pues si me doy Por entendida contigo, Que Nise fué mi sol digo, Y que yo su estrella soy. Pruébolo: pues si yo estoy Contigo la noche fria, Y ella de dia te envía A llamar, y estás con ella, ¿Quién será el sol ó la estrella? ¿Cúya es la noche ó el dia? D. FÉLIX. ¡Vive Dios, Laura, que son Engaños tuyos, y plegue Al cielo, que si la he visto, Que un rayo me dé la muerte, Desde que á Ocaña viniste! ¿Qué más desengaños quieres De lo que cuenta de mí, Que escuchar que ella lo cuente; Pues es el mayor desaire Del duelo de las mujeres, Confesar sus celos, donde Lo escucha de quien los tiene? LAURA. Yo sé que han sido verdades, Y no engaños aparentes. D. FÉLIX. ¿De qué lo sabes? LAURA. De que Es mal que á mí me sucede, Y no puede ser mentira: Porque de los males suele Decirse, Félix, que fueron Astrólogos excelentes, Porque siempre adivinaron, Y dijeron verdad siempre. D. FÉLIX. Por lo ménos ya confiesas Que son celos, y los sientes. LAURA. ¿Si me estás dando tormento, Es mucho que los confiese? D. FÉLIX. Si tanto aprietan fingidos, Ciertos, ¿qué...? CELIA. Mi señor viene. LAURA. Véte por aquesta puerta De esotro cuarto; pues tiene Puerta á la calle. D. FÉLIX. Dí, ¿cómo Quedamos? LAURA. Como quisieres. D. FÉLIX. Yo querré desenojada... LAURA. A verme esta noche vuelve, Que quiero verte esta noche, Aunque de Nise me acuerde. D. FÉLIX. ¡Ay, Laura, cuánto te engañas! LAURA. ¡Ay, cuánto me agravias, Félix! CELIA. ¡Ay, cuánto no sirve una Casa que dos puertas tiene! JORNADA SEGUNDA. ESCENA PRIMERA. LAURA, CELIA _por una puerta, y por otra_ MARCELA Y SILVIA _con mantos_, HERRERA. LAURA. Tú seas muy bien venida A esta casa. MARCELA. Y tú seas, Amiga, muy bien hallada. LAURA. Con tal visita, ya es fuerza Que lo esté. MARCELA. Yo pienso ántes, Que te has de hallar mal con ella; Que vengo á darte cuidado. LAURA. Yo le tengo, hasta que sepa En qué te puedo servir.— Llega aquesas sillas, Celia, Que aquí estaremos mejor Que en el estrado. HERRER. Quisiera Saber á qué hora vendré. MARCELA. Al anochecer, Herrera, Podrá venir. HERRER. El sereno A esa hora tiene más fuerza. _(Vase.)_ MARCELA. Mi amiga eres, Laura hermosa, A quien dió naturaleza Noble sangre, claro ingenio; ¿Pues de quién con más certeza Me fiaré, que de quien es Mi amiga, noble y discreta? LAURA. Con tan grandes prevenciones La proposicion empiezas, Que ya, más que tú decirla, Estoy deseando saberla. MARCELA. ¿Estamos solas? LAURA. Sí estamos.— Celia, salte tú allá fuera. MARCELA. No importa que Celia lo oiga. LAURA. Prosigue pues. MARCELA. Oye atenta. Mi hermano Don Félix, Laura, Por amistad que profesan Él y un noble caballero Desde sus edades tiernas, Le trajo á casa estos dias, Que Aranjuez, sagrada esfera Del cuarto Felipe, cifra La luz del cuarto planeta. Este hospedaje en efecto Fué con tan vana advertencia, Que para traerle á casa, La primer cosa que ordena Es, que retirada yo A un cuarto pequeño della, Les deje á los dos el mio, Y que tal recato tenga, Que escondida siempre dél, Ni alcance, Laura, ni entienda Que vivo en casa; que así (¡Mas qué accion tan poco atenta!) Pensó sanear la malicia De que Ocaña no dijera Que traia á casa un huésped Tan mozo, teniendo en ella Una hermana por casar: Y fué aquesto de manera, Que retirada á este cuarto Que te he dicho, áun una puerta Que sale al cuarto de Félix (Porque nunca presumiera Que habia mas casa), la hizo Cubrir con una antepuerta, Y por ella á aderezarle Sola Silvia sale y entra. Dejemos, pues, á Lisardo, Que, sin que jamás entienda Que hay mujer en casa, vive Con este descuido en ella; Dejemos tambien á Félix, Que con esto sólo piensa Que curó en salud el daño De que me hable y que me vea; Y vamos á mí, que viendo La prevencion con que intenta Mi hermano ocultarme, hice De la prevencion ofensa; Porque no hay cosa que tanto Desespere á la más cuerda, Como la desconfianza. ¡Cuánto ignora, cuánto yerra En esta parte el honor! Que es como el que olvidar piensa Una cosa, que el cuidado De olvidarla es quien la acuerda; Es como el que desvelado Se quiere dormir por fuerza, Que llamando al sueño, es El sueño quien le despierta; Y es como el que halla en un libro Borradas algunas letras, Que por sólo estar borradas, Le da más gana de lêrlas. Este recato, en efecto, En Félix mi hermano, esta Curiosidad, Laura, en mí, O este destino en mi estrella, Despertaron un deseo De saber si el huésped era, Como gallardo entendido, Cosa que quizá no hiciera A no habérmelo vedado; Que en fin la culpa primera De la primera mujer, Esto nos dejó en herencia. Y para poder mejor Hablarle, sin que supiera Quién era la que le hablaba, Fuí una mañana á esas huertas, Paso de Aranjuez, por donde Habia de pasar por fuerza. Llaméle pensando, Laura, Que el hablarle no tuviera Mayor empeño que hablarle Por curiosidad ó tema. Mas ¡ay, que es fácil la entrada, Cuanto difícil la vuelta Del más hermoso peligro! Dígalo el mar desde afuera, Convidando con la paz A cuantos á verle llegan, Cuando jugando las ondas Unas con otras se encuentran; Pues el que más confiado Pisó su inconstante selva Ese lloró más perdido La saña de sus ofensas. Yo así apacible juzgué El mar de amor; pero apénas Reconocí sus halagos, Cuando sentí sus violencias. Pensarás que este cuidado Sólo alcanza, sólo llega A hallarme hoy enamorada; Pues más mal hay que el que piensas Porque de amor y de honor Estoy corriendo tormenta. Hoy, pues, Lisardo á Don Félix (Que yo detras de la puerta, Que te he dicho, lo escuchaba) De todo le daba cuenta, Si (no importa declararme) No se lo estorbara Celia. Doblada quedó la hoja, Y temo que por las señas Del rostro, que ya me vió Lisardo, ó por la cautela Con que le hablé, ó por haber Seguídome hasta tan cerca De casa, puedan en Félix Moverse algunas sospechas; Y así, ántes que el discurso A enlazarse, Laura, vuelva, Me importa hablar á Lisardo, Para cuyo efecto queda Silvia ya con un papel, En que le digo que venga A verme á esta casa, donde Yo he de estar... LAURA. Detente, espera; Que has usado neciamente, Marcela, de la licencia De la amistad: pues primero Que á ese Lisardo escribieras, Ni á mi casa le llamaras, Debieras mirar, debieras Advertir desde la tuya, Los inconvenientes desta. MARCELA. Ya, Laura, los he mirado, Sin que corran por tu cuenta. LAURA. ¿De qué manera? Si yo... MARCELA. Escucha de qué manera. Tu casa tiene dos cuartos, Y del uno cae la puerta A otra calle: á Silvia dije Que le trajese por ella; De suerte que entrando, Laura, Por donde saber no pueda, En fin, como forastero, Si es casa tuya, ¿qué arriesgas? LAURA. Arriesgo el que lo pregunte, Y lo que hoy no sabe, sepa Mañana, y piense que yo Soy la tapada. MARCELA. Que adviertas, Te pido, que yo he de estar De visita y descubierta, Como si fuera mi casa, Dentro de la tuya mesma. LAURA. Cuando el verte á tí me libre A mí con esa cautela, ¿Cómo me podré librar Del peligro de que venga Mi padre, y halle aquí un hombre? MARCELA. ¿Luego ha de venir por fuerza Hoy, y luego han de cogernos En el primer hurto? Esta Fineza has de hacer por mí, Pues es tan digna fineza De tu sangre y mi amistad. LAURA. _(Ap.)_ ¡Oh quién decirla pudiera El tercer inconveniente, Pues no es el de menor pena Que acierte á venir Don Félix, Y me halle á mi hecha tercera De su hermana y de su amigo! ESCENA II. SILVIA, _con manto_. — DICHAS. SILVIA. A Ocaña he dado mil vueltas Hasta hallarle. MARCELA. Silvia, ¿qué hay? SILVIA. Que dí tu papel, y apénas Le leyó, cuando tras mí Vino, y queda ya á la puerta Que me dijiste. MARCELA. Ya, Laura, No hay como excusarte puedas. LAURA. De mala gana te sirvo En esto. MARCELA. Quítame, Celia, Este manto: llama, Silvia, Tú á Lisardo, y tú no quieras _(Vase Silvia.)_ Verle, que eres muy hermosa Para criada. LAURA. Ya quedas Hecha dueña de mi casa, Marcela: mira por ella.— (_Ap._ ¡Oh, á qué de cosas se obliga Quien tiene una amiga necia!) _(Vase.)_ ESCENA III. SILVIA, LISARDO. — MARCELA. SILVIA. Esta es la casa, señor, De aquella dama encubierta, Que ya descubierta veis. LISARDO. ¿Quién vió dicha como esta? MARCELA. Estaríades, señor Lisardo, muy olvidado De que iria mi cuidado A buscaros. LISARDO. Mi temor Confieso, y que la esperanza Desta ventura perdí; Que siempre andar juntos ví Fortuna y desconfianza. MARCELA. Aunque es verdad que pudiera Hoy, por el gusto de hablaros, Señor Lisardo, llamaros A mi casa, no lo hiciera, A no tener que reñiros Un descuido contra mí. LISARDO. ¿Descuido contra vos? MARCELA. Sí, De que me importa advertiros. LISARDO. Si vos misma disculpais Mi ignorancia, con que ha sido Descuido mal advertido, Ya importa que le digais, Porque no vuelva á incurrir En lo que ignorante estoy. MARCELA. ¿A quién empezasteis hoy Nuestro suceso á decir, Que os estorbó una criada La relacion? LISARDO. Ya os entiendo, Y aunque pueda, no pretendo Satisfaceros en nada; Porque mujer que de mí, Donde no soy conocido, Tanta noticia ha tenido; Mujer que se guarda así De un hombre de quién yo soy Amigo; mujer que tiene Criada en su casa, que viene Con las nuevas que le doy... Harto callando la digo, Harto con irme la muestro, Porque ántes que galan vuestro Fuí de Don Félix amigo. MARCELA. Habeis sin duda pensado, Por las nuevas que yo os doy, Que dama de Félix soy; Pues estais muy engañado; Y esto me habeis de creer, Si algo crê quien dice que ama, Que no sólo soy su dama, Mas que no lo puedo ser. LISARDO. Si los principios negais, Mal argumento teneis. ¿De quién mi nombre sabeis, Y de mí informada estais? ¿De quién, pues, habeis sabido (Decir puedo en un momento) Lo que en su mismo aposento A los dos ha sucedido? MARCELA. Para que aquí se concluya Lo que á dudar os obliga, Sabed que yo soy amiga De una hermosa dama suya. Esta, hablando, pues, conmigo En Félix, nuevas me dió De vos, porque en vos habló Como de Félix amigo; Y aunque él es tan caballero, En nadie un secreto cupo Mejor, que en quien no le supo; Y así suplicaros quiero Que á Don Félix no le deis, Señor, más señas de mí, Ni le digais que yo os ví, Ni que mi casa sabeis; Porque me van en rigor, A una sospecha creida, Hoy por lo ménos la vida, Y por lo más el honor. LISARDO. Bien pensaréis que ha cesado De mis dudas la razon, Y ántes mayor confusion Es la que me habeis dejado: Porque si no sois... ESCENA IV. CELIA, _despues_ LAURA. — DICHOS. CELIA. Señora. MARCELA. ¿Qué hay, Celia? CELIA. Que mi señor Viene por el corredor. MARCELA. _(A Celia.)_ Esto me faltaba ahora. ¿Podrá salir? CELIA. No, que viene Por la puerta que él entró, Y saber que hay otra no Es posible, ni conviene. Hasta aquí entra ya. LISARDO. ¿Qué haré? CELIA. Esconderos es forzoso En esta cuadra. LISARDO. Dudoso Estoy. MARCELA. Presto, que si os ve... LISARDO. ¡Vive Dios, que estoy perdido! _(Escóndese en un aposento. — Sale Laura.)_ MARCELA. Cercada de penas muero. LAURA. ¿Ves, Marcela? En el primero Hurto al fin nos han cogido. ¡En buena ocasion me has puesto! MARCELA. ¿Quién pudiera prevenir Que ahora hubiese de venir Tu padre? ESCENA V. FABIO. — DICHOS. FABIO. Celia, ¿qué es esto? Esta puerta, ¿cuándo abierta Sueles, por dicha, tener? LAURA. Vínome Marcela á ver, Y por estar esa puerta La más cerca de una casa Adonde ella estaba, yo La hice abrir; por ella entró, Y quedóse así: esto pasa. FABIO. Perdonad, bella Marcela; Que como la luz del dia Ya se va á poner, no os via. LAURA. _(Ap.)_ ¡Gran daño el alma recela! CELIA. _(Ap.)_ ¡Qué confusion! _(Vase.)_ SILVIA. _(Ap.)_ ¡Qué temor! MARCELA. Yo, habiendo ahora sabido La tristeza que ha tenido Laura, me trajo mi amor A verla, y ver si merezco De sus penas consolar La tristeza y el pesar. LAURA. Son tantas las que padezco, Que me añade más dolor El remedio prevenido, Y ántes pienso que has venido A hacérmele tú mayor; Que crece con el remedio Este accidente. FABIO. No sé Qué te diga, ni sabré Hallar á tus males medio.— Hola, traed luces aquí. ESCENA VI. CELIA, _con luces, que pone sobre un bufete_; HERRERA. — DICHOS. CELIA. Ya aquí las luces están. HERRER. Las ocho y media serán, ¿Habemos de irnos de aquí Esta noche, pues que ya Ha anochecido, señora? ¿No es de recogernos hora? MARCELA. Pena el dejarte me da, Laura, con este cuidado; _(Ap. á ella.)_ Pero excusarle no puedo. LAURA. Yo, en fin, á pagar me quedo Las culpas que no he pecado. MARCELA. ¿Qué puedo hacer? (¡Ay de mí!) Dame licencia. FABIO. Yo iré Sirviéndôs. MARCELA. No hay para qué Me trateis, señor, así. Quedad con Dios. LAURA. _(Ap. á Marcela.)_ Mejor es Dejarle ir, para que pueda Irse este hombre que aquí queda. FABIO. Yo tengo de ir con vos. MARCELA. Pues Me honrais tanto, replicar A vuestra gran cortesía, Pareciera grosería. FABIO. La mano me habeis de dar. MARCELA. Sois tan galan, que no puedo Negaros ese favor. _(Vanse Fabio, Marcela, Herrera y Silvia.)_ LAURA. ¿Hay, Celia, pena mayor Que la pena con que quedo? ¿Quién crêrá que yo encerrado Aquí tengo un hombre que No conozco? Y si me ve, ¿Quedará desengañado De que Marcela no ha sido El dueño de aquesta casa? CELIA. Todo cuanto aquí nos pasa, Fácil enmienda ha tenido Con irse ahora mi señor. Retírate tú de aquí: Yo le sacaré de allí Sin que pueda del error En que está, desengañarse; Pues él sin veros se irá, Ni á tí ni á Marcela. LAURA. Ya Sólo falta efectuarse. La puerta abre; mas detente, Que parece que he sentido En esta sala rüido. CELIA. Ya es otro el inconveniente. ESCENA VII. DON FÉLIX. — LAURA, CELIA. D. FÉLIX. Apénas la sombra fria Tendió, Laura, el manto negro Capa de noche que viste Para disfrazarse el cielo, Cuando á tu puerta me hallaron Las estrellas; que el deseo Tanto anticipa las horas, Que á verte á estas horas vengo Haciendo el tiempo en tu calle, Porque no se pierda el tiempo. Ví que mi hermana salia De tu casa, y advirtiendo Que tu padre la acompaña, A entrar hasta aquí me atrevo; Porque las paces de hoy Me tienen con tal contento, Que no quise dilatar Sólo un instante, un momento El verte desenojada. LAURA. Pues no haces bien, si es que advierto, Que un enojo apénas quitas, Cuando otro vas disponiendo. ¿Tanto podia tardar (_Ap._ Apénas á hablarle acierto.) En recogerse la casa, Que temerario y resuelto Te entras aquí, sin mirar Que ha de volver al momento Mi padre? D. FÉLIX. Sólo he querido Que sepas, Laura, que espero En la calle á que sea hora Para hablarte; porque luégo No digas que de otra parte Vengo, cuando á verte vengo. En la calle pues estoy. LAURA. Eso sí; vuélvete presto, Que al punto que se recoja Mi padre, hablarnos podremos Más despacio. No me tengas Con tanto susto, que creo Que sospechoso (¡ay de mí!) Está ya del amor nuestro; Tanto, que á esa puerta falsa La llave ha quitado, (_Ap._ Esto Digo por asegurar El paso al que está acá dentro.) Y anda todos estos dias A casa yendo y viniendo. D. FÉLIX. Por quitarte ese temor, Me voy, y en la calle espero. FABIO. _(Dentro.)_ Hola, bajad una luz. LAURA. Él viene ya. CELIA. Dicho y hecho. _(Toma Celia una luz y vase.)_ D. FÉLIX. Si de esotra puerta dices Que quitó la llave, es cierto Que no hay por donde salir; Y así, en aqueste aposento Me esconderé. _(Va á entrar donde está Lisardo, y se pone delante Laura.)_ LAURA. Aguarda, espera; Que no has de entrar aquí dentro. D. FÉLIX. ¿Por qué? LAURA. Porque siempre aquí Está mi padre escribiendo Mucha parte de la noche. D. FÉLIX. ¡Vive Dios, que no es por eso! Porque al entreabrir la puerta He visto un bulto allá dentro. LAURA. Mira... D. FÉLIX. Aquí, ¿qué hay que mirar? LAURA. Advierte... D. FÉLIX. Ya nada temo. LAURA. Que entra ya mi padre. D. FÉLIX. ¡Ay triste, En qué gran duda estoy puesto! Si aquí hago alboroto, á Fabio De sus ofensas advierto; Si callo, sufro las mias. ESCENA VIII. FABIO. — DICHOS. FABIO. ¡Vos aquí, Félix! ¿qué es esto? LAURA. _(Ap. á Don Félix.)_ Mira, por Dios, lo que haces; Pues en quien es caballero, El honor de las mujeres Siempre ha de ser lo primero. D. FÉLIX. (_Ap._ Es verdad; disimular Tomo por mejor acuerdo, Si celos se disimulan.) Buscando á mi hermana vengo. _(A Fabio.)_ Que me dijeron que aquí Estaba. FABIO. Ya yo la dejo En su casa, y vengo ahora De servirla de escudero. LAURA. Eso es lo mismo que yo Le estaba, señor, diciendo. D. FÉLIX. Dios os guarde por la honra Que á mi hermana la habeis hecho. FABIO. Ella os espera ya en casa. D. FÉLIX. (_Ap._ No sé (¡ay Dios!) lo que hacer debo. Estarme aquí, es necedad; Irme, si aquí un hombre dejo, Es desaire; alborotar Aquesta casa, desprecio; Pues esperarle en la calle, Si hay dos puertas, ¿cómo puedo Yo solo? ¡Oh, quién á Lisardo, Que es mi amigo verdadero, Consigo hubiera traido! Mas ya he pensado el remedio.) Quedad con Dios. FABIO. Él os guarde. D. FÉLIX. (_Ap._) Hoy he de ver, ¡vive el cielo! Si es verdad que la fortuna Ayuda al atrevimiento. _(Don Félix se va muy aprisa, Fabio llega hasta la puerta con él, y Celia despues toma una luz y se va; Fabio toma otra luz.)_ FABIO. Alumbra, Celia, á Don Félix. Laura, éntrate tú acá dentro, Que tengo que hablar á solas Contigo. LAURA. _(Ap.)_ Otro susto, ¡cielos! Mi padre ¿qué me querrá? Laura, ¿en qué ha de parar esto? _(Vanse.)_ ESCENA IX. CELIA, _que vuelve con la luz; despues_ LISARDO. CELIA. Sin esperar que bajara A alumbrarle, en un momento Se me despareció Félix. Bien se deja ver su intento, Que es de dar presto la vuelta A la calle; mas primero Que él llegue, ya habrá salido Estotro; que en su aposento Está mi señor con Laura. No hay que esperar. Caballero, _(A Lisardo.)_ En gran confusion estamos Por vos. _(Sale Lisardo.)_ LISARDO. Ya sé lo que os debo; Que aunque he entendido muy poco Del caso, porque aquí dentro Llegaban muertas las voces, He entendido por lo ménos Los empeños desta casa. CELIA. Vamos de aquí. LISARDO. Vamos presto. CELIA. _(Ap.)_ Salga él una vez de casa, Y más que sucedan luégo Muertes de hombres en la calle. _(Apaga la luz y vase con él.)_ ESCENA X. DON FÉLIX; _despues_ LAURA. D. FÉLIX. En un esconce pequeño Que hace la escalera, ántes Que la luz bajara, muerto De celos y de desdichas, Pude quedarme encubierto. Poco lugar han tenido De echar á este hombre, y no creo Que, sabiendo que en la calle Estoy, se atrevan á hacerlo. El fin con que me he quedado, A mis desdichas atento, Es de sacarle conmigo Hasta la calle, fingiendo Que soy criado de casa, Y que sé todo el suceso. _(Llégase á la puerta.)_ Esta es la puerta, y está Abierta. Ce, caballero, Seguidme: seguro soy. ¿No me respondeis? ¿Qué es esto? Obligaréisme callando, ¡Vive Dios! á que éntre dentro. _(Entra.)_ _(Sale Laura con luz.)_ LAURA. Nada me queria mi padre Que fuese de más momento, Que decirme que mañana Ha de ir á un cercano pueblo, Adonde su hacienda tiene, Y yo á mis desdichas vuelvo. Celia, Celia, ¿dónde estás? Pondré que se han ido huyendo Todos, y que me han dejado En el peligro. Y es cierto; Pues nadie parece. ¡Ay triste! ¿Qué he de hacer en tanto aprieto? Félix estará en la calle, Cuando estotro está aquí dentro. Pero aunque todo lo arriesgue, Esto ha de ser; que primero Soy yo. Perdone Marcela, Esta vez. Ce, caballero, A quien necia una mujer En tanto peligro ha puesto, No os espanteis de mirarme. _(Sale Don Félix embozado.)_ D. FÉLIX. ¿Cómo puedo, cómo puedo Dejar de espantarme, Laura, De mirarte... LAURA. ¡Ay Dios! ¡qué veo! D. FÉLIX. Tan mudable... LAURA. ¡Ay infelice! D. FÉLIX. Y tan falsa? LAURA. ¡Ay Dios! ¿qué es esto? D. FÉLIX. Esto es, Laura, esto es (Si es que yo á decirlo acierto) El desengaño mayor Que á un hombre han dado los celos. Pero miento, que no son Celos, sino agravios estos. _(Paséase y ella tras él.)_ LAURA. (_Ap._ ¡Yo estoy muerta!) Félix mio, Mi bien, mi señor, mi dueño. D. FÉLIX. Mi mal, mi muerte, mi ofensa, ¿Qué me quieres? LAURA. Que te quiero; Te quiero, no más. D. FÉLIX. Y yo, Pues tú lo dices, lo creo; Porque no habiendo tenido Un hombre en este aposento; No habiendo dicho que estaba Cerrado el paso por esto; No habiendo venido tú A hablarme por él; no habiendo Visto yo... ¿Qué he de haber visto? Nada digo, nada entiendo. ¡Mal haya yo, porque estuve Antes á tu honor atento, Y no...! Adios, Laura; adios, Laura. LAURA. Detente, porque primero Que te vayas, has de oirme. D. FÉLIX. ¿Puede ser mentira esto? LAURA. Sí, bien puede ser mentira. D. FÉLIX. ¿Mentira lo que estoy viendo? LAURA. ¿Qué viste? D. FÉLIX. El bulto de un hombre Que estaba en este aposento. LAURA. Algun criado sería. ESCENA XI. CELIA, _muy alborozada_. — DICHOS. CELIA. Señora, ya por lo ménos Nada sucederá en casa, Que ya en la calle los dejo. _(Ve á Don Félix, y túrbase.)_ D. FÉLIX. Mira, si era algun criado. CELIA. ¿Pues esto agora tenemos? ¿Cómo aquí?... No puedo hablar. LAURA. ¿Ves, Félix, con cuánto aprieto Se eslabonan mis desdichas? Pues culpa ninguna tengo. D. FÉLIX. Pues yo la culpa tendré. LAURA. Tanto te estimo y te quiero, Que áun no quiero yo decirlo, Porque te está mal saberlo. D. FÉLIX. ¡Qué antiguo sagrado es ese De un culpado, en no teniendo Que responder! Esto en fin Se acabó, Laura, esto es hecho. Adios, adios. LAURA. Mira... D. FÉLIX. Suelta... LAURA. No has de irte así. D. FÉLIX. ¡Vive el cielo, Que dé voces que despierten A tu padre, al mundo entero, Diciendo quién eres! LAURA. ¡Félix! D. FÉLIX. Harás que pierda el respeto A tu hermosura, porque Nadie le tuvo con celos. _(Vase.)_ LAURA. Tenle, Celia. CELIA. ¿Yo tenerle? LAURA. Pues aunque vayas huyendo, Yo te buscaré. ¡Ay, Marcela, En qué de dudas me has puesto! _(Vanse.)_ * * * * * Cuarto de Lisardo en casa de D. Félix. ESCENA XII. LISARDO, CALABAZAS. CALAB. Señor, ¿qué es lo que tienes? ¿De dónde ó cómo á tales horas vienes? LISARDO. Ni sé de dónde vengo, Calabazas, ni sé lo que me tengo. CALAB. Despues de haberte ido Sin mí (cosa que nunca ha sucedido, Ni héchose con lacayo De bien), vuelves á casa como un rayo, Casi al amanecer, descolorido, Colérico, furioso, acontecido. Airado... LISARDO. No me mates, Ni empieces á decirme disparates, Sino pon las maletas; porque luégo Me tengo de ir, y en tanto que á esto llego, A esotra cuadra pasa, Mira si hablar á Félix puedo. CALAB. En casa Él no está; que aunque ya ha amanecido, Creo que no ha venido A acostarse hasta agora. LISARDO. ¡Feliz él, que habrá estado (¿quién lo ignora?) Celebrando las paces con su dama; Que es la felicidad del que bien ama! ¡Y yo, infeliz, á quien han sucedido Tantas cosas!... CALAB. ¿Qué han sido? LISARDO. Oye, porque me dejes, Con condicion que luégo no aconsejes. Llamóme por un papel Aquella dama tapada, A que en su casa la viese. A verla fuí, y la criada Por un jardin me guió, Hasta que llegué á una sala De estrado, donde la misma Que ví en las huertas, estaba Tan bella como entendida: Esto, que te diga, basta. Muy á los primeros lances, Me dió á entender enojada No sé bien qué quejas, cuando Su padre á la puerta llama. Métenme en un aposento, Donde, despues de pasadas Algunas conversaciones, De quien poco entendí ó nada (Porque como retirado Estaba á puerta cerrada, Llegaban á mí confusas Las voces sin las palabras), La puerta un hombre entreabrió; La capa tercié y la espada Empuñé, y al mismo instante Me volvieron á cerrarla Por defuera, sin poder Ver el talle ni la cara Del hombre. De allí á otro rato, Triste, confusa y turbada, Otra moza me sacó Hasta la calle, con várias Prevenciones de que Félix No supiera desto nada. Yo pues, cercado de dudas Y de sospechas contrarias, Estoy sin saber qué hacerme En confusion tan extraña; Porque si á Félix le callo El lance, ya acreditada La sospecha de que ha sido Dama suya, será ingrata Correspondencia, que él tenga A su enemigo en su casa; Si se lo digo, y no es Su dama, sino otra dama Que de mí se fía, el decirlo Es de mi nobleza infamia. Y así entre hablar y callar, La opinion más acertada Es, pues dos daños me embisten, Volver á los dos la espalda. Así con esto á Don Félix No ofende lo que se calla, Ni lo que se dice, ofende A la mujer. Luego trata De poner toda la ropa, Que ántes que amanezca el alba, Con ocasion de que ya Hecha mi consulta baja, De Ocaña me tengo de ir, Aunque me deje en Ocaña En un ingenio la vida, Y en una hermosura el alma. CALAB. ¡Honrada resolucion! LISARDO. Porque apruebas y no cansas, Toma aquel vestido que hice De camino, Calabazas. CALAB. Tus manos, señor, te beso De resultas de las plantas, No tanto por el vestido, Aunque es dádiva extremada, Como por dármele hecho; Y en tanto que se levanta Quien la ropa me ha de dar, Escúchame en dos palabras Lo que hecho un vestido ahorra. _(Mudando voces.)_ —Señor maestro, ¿cuántas varas De paño son menester Para mí?—Siete y tres cuartas. —Con seis y media le hace Quiñones.—Pues que le haga; Mas si él saliere cumplido, Yo me pelaré las barbas. —¿Qué tafetan?—Ocho.—Siete Han de ser.—No quite nada De siete y media.—¿Ruan? —Cuatro.—No—Si un dedo falta, No puede salir.—¿De seda? —Dos onzas, treinta de lana. —¿Bocací á los bebederos? —Media vara.—¿Angeo?—Otra tanta. —¿Botones?—Treinta docenas. —¿Treinta?—¿Habrá más de contarlas? Cintas, faltriqueras, hilo: Vamos con todo esto á casa. Junte vuesarced los piés, Ponga derecha la cara, Tienda el brazo.—¿Seor maestro, Son matachines?—¡Qué gracia Hará el calzon!—Oye usted, La ropilla ancha de espaldas, Derribadica de hombros, Y redondita de falda. —Frisa para las faldillas Haber sacado nos falta. Póngala usted.—Que me place. —¡Ah! sí; esto se me olvidaba: Entretelas.—Deste viejo Ferreruelo me las haga. —Voy á cortarlo al momento. —¿Cuándo vendrá esto?—Mañana A las nueve.—La una es: ¡Oh cuánto este sastre tarda! —Seor maestro, todo el dia Me ha tenido usted en casa. —No he podido más, que he estado Acabando unas enaguas, Que, como mil paños llevan, No fué posible acabarlas. —¡Ah! caballero, muy seca Está esta obra.—Remojarla. —Angosto vino el calzon. —De paño es, no importa nada, Que luego dará de sí. —Esta ropilla está ancha. —No importa nada, es de paño, Que ella embeberá (así basta, Que los paños dan y embeben Como el sastre se lo manda.) —El ferreruelo está corto. —Más de media liga tapa, Y ahora no se usan largos. —¿Qué se debe?—Poco ó nada: Veinte del calzon, y veinte De la ropilla y sus mangas, Diez del ferreruelo, treinta De los ojales... y tantas Impertinencias, que en fin, Que me venga ó que me vaya, Quien me da un vestido hecho, Me da la mejor alhaja. A componer voy las tuyas; Aquí gloria y despues gracia. _(Vase.)_ LISARDO. ¡Qué locuras! ¡Quién tuviera Tu alegría, y no llegara Hoy á sentir los extremos De tantas penas, de tantas Confusiones y sospechas! ¡Válgate Dios por tapada, Toda misterios y toda Prevenciones, sin que haya Nunca visto la verdad! _(Vuelve Calabazas.)_ CALAB. Ya la dije á una criada Que me sacase la ropa; Porque hoy nos vamos á Irlanda. LISARDO. En efecto, me destierran, Antes de tiempo de Ocaña, Tramoyas de una mujer. ESCENA XIII. MARCELA, _con manto_, SILVIA, _sin él, y quedan á la puerta_. — DICHOS. SILVIA. Mira á qué te atreves. MARCELA. Nada Me digas, porque no estoy Para escucharte palabra. ¿Que hoy se va, no dices? SILVIA. Sí. MARCELA. ¿Pues, Silvia, de qué le espantas Que haga locuras mi amor? Sin duda le dijo Laura Quién soy, y de mí va huyendo. SILVIA. ¿Pues si esto temes, qué tratas? MARCELA. Hablarle ya claramente; Que puesto que á esta hora falta Mi hermano, ya no vendrá, Hasta que le lleven capa Y valona, ó sea de noche. Tú, Silvia, á esa puerta aguarda. _(Vase Silvia.)_ LISARDO. Mira si ha venido Félix. CALAB. Félix no, pero la dama Tapada sí que ha venido. LISARDO. ¿Qué dices? CALAB. _Ecce quam amas._ MARCELA. Señor Lisardo, no sé Que sea accion cortesana El iros sin despediros Hoy de una mujer que os ama. LISARDO. ¿Tan presto tuvisteis nueva De mi partida? MARCELA. Las malas Vuelan mucho. CALAB. _(Ap.)_ ¡Vive Dios, Que con los demonios habla! ¿Si es Catalina de Acosta, Que anda buscando su estatua? MARCELA. En fin, ¿os vais? LISARDO. Sí, y huyendo De vos, que vos sois la causa. MARCELA. De eso infiero que sabeis Ya quién soy (¡estoy turbada!); Y si el haberlo sabido Anticipa la jornada, Id con Dios; pero advirtiendo Que fué en mí y en vos la causa Imposible de decirla, Y imposible de callarla. LISARDO. No os entiendo, pues no sé De vos (esta es verdad clara) Más de lo que sé de vos: Y ántes la desconfianza Que haceis de mí, es quien me mueve A irme. _(Mira Calabazas adentro.)_ CALAB. Ce: por la sala Entra Don Félix. MARCELA. ¡Ay triste! LISARDO. ¿Qué os turba? ¿Qué os embaraza? Conmigo estais. MARCELA. Es verdad; Mas puesto que mis desgracias Unas con otras tropiezan, Y tan en mi alcance andan, Sabed, que yo soy... No puedo, No puedo hablar más palabra, Que entra ya. Mi vida está En vuestras manos, guardadla; Que yo aquí me escondo. _(Escóndese.)_ LISARDO. ¡Cielos, Sacadme de dudas tantas! Ella es su dama sin duda. Pues que tanto dél se guarda. ESCENA XIV. DON FÉLIX. — LISARDO; MARCELA, _escondida_. D. FÉLIX. Lisardo. LISARDO. ¿Qué hay, qué traeis, Don Félix? D. FÉLIX. Traigo un pesar, Y véngole á consolar Con vos, que me aconsejeis. LISARDO. Cuando por haber faltado De casa... Véte de aquí. _(A Calabazas. Vase.)_ Toda la noche, creí Que habíades celebrado Las paces con vuestra dama, ¿Al amanecer venís Con el pesar que decís? D. FÉLIX. Sí, que un mal á otro mal llama. ¡Ay Lisardo! bien dijisteis, Cuando hablasteis de los celos, Que sus mortales desvelos, Y que sus efectos tristes, Eran tan otros tenidos Que dados, cuanto se ofrece Entre quien hace y padece; Pues padecen mis sentidos El daño que ántes hicieron. ¡Oh quién un siglo los diera, Y un punto no los tuviera! LISARDO. Pues ¿cómo ó de qué nacieron? (_Ap._ ¡Vive Dios! que él ha seguido Esta dama, y que sus celos Son de mí y della.) MARCELA. _(Ap.)_ Los cielos Den mis penas á partido. D. FÉLIX. Muy rendido ayer llegué, Donde (¡ay de mí!) satisfice Con los extremos que hice, Las lágrimas que lloré, Las mal fundadas sospechas Que de mí (¡ay cielos!) tenía La hermosa enemiga mia; Y cuando ya satisfechas Estaban, y yo esperaba De los sembrados rigores Coger el fruto en favores, De la calle en que aguardaba Entré á verla muy contento; Y porque fué fuerza así Un aposento entreabrí (Mal haya mi sufrimiento), Y en él (¡qué torpes desvelos!) El bulto de un hombre ví. LISARDO. _(Ap.)_ ¡Esto es lo que anoche á mí Me pasó, viven los cielos! D. FÉLIX. ¡Oh mal haya yo, porque, Aunque su padre viniera, Y aunque su honor se perdiera, A darle muerte no entré! Quedarme pude escondido, Con ánimo de volver A buscar el hombre, y ver Quién era. LISARDO. ¿Habeislo sabido? D. FÉLIX. No, porque ya una criada Le habia sacado de allí. Tras él al punto salí; Pero no pude hallar nada. Así hasta el mediodía Toda la mañana he estado (¡Mirad qué necio cuidado!) Pensando que volveria. Ved si habrá en el mundo quien Tenga el dolor que yo tengo, Pues hoy aquí á tener vengo Celos, sin saber de quién. LISARDO. _(Ap.)_ En este punto creí Todo cuanto imaginé; La dama esta dama fué, Y yo el encerrado fuí. Las señas son; mas supuesto Que él no sabe que fuí yo, Ni que ella aquí se ocultó, Ponga fin á todo esto Mi ausencia, puesto que así Todo el silencio lo sella; Pues no sabrá agravios della. Ni tendrá quejas de mí. D. FÉLIX. ¿Agora suspenso estais? ¿Cómo no me respondeis? LISARDO. Como admirado me habeis, Aun más de lo que pensais. D. FÉLIX. ¿Qué puedo hacer? LISARDO. Olvidar. D. FÉLIX. ¡Ay, Lisardo, quién pudiera! CALAB. _(A la puerta.)_ Señor, una dama ahí fuera Dice que te quiere hablar. D. FÉLIX. Ella es, que habrá venido A verme. Yo no he de vella. LISARDO. Mirad primero si es ella. ESCENA XV. LAURA, _tapada_. — DICHOS. D. FÉLIX. ¿No he de haberla conocido? Ella es, que en conclusion, Querrá agora que yo crea Que todo mentira sea. LISARDO. _(Ap.)_ Ya es otra mi confusion: Si esta es la que Félix ama, Y dentro en su casa vió Un hombre, y éste fuí yo, ¿Quién es, quién, estotra dama? LAURA. Lisardo, por caballero Os ruego que os ausenteis, Y con Félix me dejeis, Porque hablar con Félix quiero. D. FÉLIX. ¿Quién te ha dicho que querrá El Félix hablarte á tí? LAURA. Dejadnos solos. LISARDO. Por mí Obedecida estais ya. (_Ap._ Fuerza es dejar encerrada La otra dama hasta despues, Y estar á la vista. Nada Tengo ya que temer, pues No es su dama mi tapada.) _(Vanse Calabazas y Lisardo.)_ ESCENA XVI. LAURA Y DON FÉLIX; MARCELA, _escondida_. LAURA. Ya que estamos los dos solos, Don Félix, y que podré Decir á lo que he venido, Escúchame. D. FÉLIX. ¿Para qué? Ya sé que quieres decirme Que ilusion, que engaño fué Cuanto allí ví y cuanto oí; Y si esto en fin ha de ser, Ni tú tienes qué decir, Ni yo tengo qué saber. LAURA. ¿Y si nada de eso fuese, Sino todo eso al revés? D. FÉLIX. ¿Cómo? LAURA. Escucha, oiráslo. D. FÉLIX. ¿Iráste Si te escucho? LAURA. Sí. D. FÉLIX. Dí pues. _(Asoma Marcela.)_ LAURA. Negarte que estaba un hombre En mi aposento... D. FÉLIX. Deten. ¿Y es estilo de obligar, Modo de satisfacer, Decirme, cuando esperaba Un rendimiento cortés, Una disculpa amorosa, Confesar la ofensa? ¿Ves Cómo otra vez la repites, Porque la sienta otra vez? LAURA. Si no me oyes hasta el fin... MARCELA. _(Ap.)_ ¡Quién vió lance más cruel! D. FÉLIX. ¿Qué he de escuchar? LAURA. Mucho. D. FÉLIX. ¿Iráste Si te escucho? LAURA. Sí. D. FÉLIX. Dí pues. LAURA. Negarte que estaba un hombre En mi aposento, y tambien Que Celia le abrió la puerta, No fuera justo; porque Negarle á un hombre en su cara Lo mismo que escucha y ve, Es darle á un desesperado, Para consuelo un cordel; Mas pensar tú que fué agravio De tu amor y de mi fe, Es pensar que cupo mancha En el puro rosicler Del sol, porque con mi honor Aun es sombra todo él. D. FÉLIX. ¿Pues quién aquél hombre era? LAURA. No puedo decirte quién. MARCELA. _(Ap.)_ ¡Quién vió confusion igual! D. FÉLIX. ¿Por qué? LAURA. Porque no lo sé. D. FÉLIX. ¿Qué hacía escondido allí? LAURA. No lo sé tampoco. D. FÉLIX. ¿Pues Dónde la satisfaccion Está? LAURA. En no saberlo. D. FÉLIX. ¡Bien! No saberlo es la disculpa, La culpa el saberlo es: ¿Pues cómo quieres que venza Lo que sé á lo que no sé? Laura, Laura, no hay disculpa. LAURA. Félix, Félix, déjame; Que, aunque lo puedo decir, Tú no lo puedes saber. D. FÉLIX. Otra vez me has dicho ya (Baldon ó despecho fué) Eso mismo, y ¡vive Dios! De no escucharlo otra vez; Porque aquí me has de decir La verdad desto... MARCELA. _(Ap.)_ ¿Qué haré? ¡Que, por disculparse á sí, Me ha de echar á mí á perder! D. FÉLIX. Que nada me está peor Que el pensarlo. LAURA. Sí diré. MARCELA. (_Ap._ No dirás; porque primero, Tus voces estorbaré Con esta resolucion. Amor ventura me dé, Como me da atrevimiento.) _(Pasa por delante tapada, como jurándosela á Don Félix; él quiere seguirla, y Laura le detiene.)_ Sólo esto he querido ver. D. FÉLIX. ¿Qué mujer es esta? LAURA. Hazte De nuevas. D. FÉLIX. Déjame que La siga y la reconozca. LAURA. ¡Eso querias tú, porque Pudieras desenojarla, Diciéndola á ella despues Que me dejaste por ir Tras ella! Pues no ha de ser. D. FÉLIX. Laura mia, mi señora, El cielo me falte, amén, Si sé qué mujer es ésta. LAURA. Yo sí; yo te lo diré: Nise era, que al pasar Yo la conocí muy bien. D. FÉLIX. Ni era Nise, ni sé yo Cómo estaba aquí. LAURA. Muy bien; ¡La disculpa es no saberlo, La culpa el saberlo es! ¿Pues cómo quieres que venza Lo que sé á lo que no sé? Adios, Félix. D. FÉLIX. Si no basta El desengaño que ves, ¿Cómo quieres que yo crea Lo que tú, Laura, no crês? LAURA. Porque yo digo verdad, Y soy quién soy. D. FÉLIX. Yo tambien, Y ví en tu aposento un hombre. LAURA. Yo en el tuyo una mujer. D. FÉLIX. No sé quien fué. LAURA. Yo tampoco. D. FÉLIX. Sí supiste, Laura; pues Ya me lo ibas á decir. LAURA. Ya, sin decirlo me iré, Por no dar satisfacciones A un hombre tan descortés. D. FÉLIX. Mira, Laura... LAURA. Suelta, Félix. D. FÉLIX. Véte, que es cosa cruel, Haber de rogar quejoso. LAURA. Quédate; que es rabia haber De llevar traiciones, cuando Finezas vine á traer. D. FÉLIX. Yo bien disculpado estoy. LAURA. Si á eso vamos, yo tambien. D. FÉLIX. Pues ví en tu aposento un hombre. LAURA. Yo en el tuyo una mujer. D. FÉLIX. Si esto, cielos, es amar... LAURA. Si esto, fortuna, es querer... LOS DOS. ¡Fuego de Dios en el querer bien! Amén. Amén. JORNADA TERCERA. Cuarto de Marcela. ESCENA PRIMERA. MARCELA, SILVIA. SILVIA. Grande atrevimiento fué. MARCELA. Como perdida me ví, Cuando ya á Laura escuché, Que iba á descubrir allí Cuanto en su casa pasé, Estorbar la relacion Quise con tan loca accion; Que, ya preciso un pesar, Algo se ha de aventurar. SILVIA. Así es verdad. MARCELA. La razon Que me animó más, fué ver A Lisardo, que esperaba Más afuera, al parecer, En qué el suceso paraba De su encerrada mujer; Y como yo lo sabía, No temí la empresa mia: Pues, á no suceder bien, Ya en Lisardo al ménos quien Me defendiese tenía: Y en fin, ello sucedió Mejor que esperaba yo; Pues yo á mi cuarto pasé, Y en los celos que dejé El lance se barajó De suerte, que ni Lisardo Se empeñó por mí gallardo, Ni Laura el caso contó, Ni Félix me conoció. Ni yo mayor susto aguardo. SILVIA. Digo que fué extraño cuento, Y si escarmiento ha dejado. Será de más fundamento. MARCELA. ¿Pues cuándo dejó escarmiento, Silvia, un peligro pasado? Antes el haber salido Deste tan bien me ha movido A pensar cómo pudiera Ser que Lisardo volviera A verme. SILVIA. Oye, que hacen ruido. ESCENA II. DON FÉLIX, _por la puerta escondida_. — DICHAS. D. FÉLIX. Marcela. MARCELA. ¿Qué novedad Es entrar tú en mi aposento? D. FÉLIX. Es venir mi voluntad Por luz á tu entendimiento, Por consuelo á tu piedad. Anoche, cuando saliste De ver á Laura, yo entré En su casa (¡Ay de mí triste!) Y ví en su casa, y hallé... MARCELA. Dí, ¿qué hallaste? dí, ¿qué viste? D. FÉLIX. Un hombre. MARCELA. ¿Tal pudo ser? D. FÉLIX. Vínome á satisfacer; Una mujer, que salió De mi alcoba, lo estorbó... MARCELA. ¡Miren la mala mujer! D. FÉLIX. Que con Lisardo debia De estar. Él, cuerdo y discreto, Presumiendo que ofendia De mi casa así el respeto, Dice que tal no sabía. En fin, sea lo que fuere (Que no hay nadie que lo diga), Celosa Laura, no quiere Que desengaños consiga, Ni que disculpas espere. Yo, por no dar á torcer Tampoco mi sentimiento, No la quiero hablar ni ver; Pero quisiera saber Hasta el menor pensamiento Suyo. Para esto ha pensado Una industria mi cuidado. MARCELA. ¿Y es, si me la has de decir? D. FÉLIX. Que tú, hermana, has de fingir Que un gran disgusto, un enfado Conmigo has tenido, y que En tanto que esto se pasa, Te quieres ir á su casa: Y así una espía tendré Para el fuego que me abrasa; Pues tú á la mira estarás, Y á pocos lances verás, Quién este embozado es, Y con secreto despues De todo me avisarás. MARCELA. Aunque hay bien que replicar, Hoy me iré á su casa. D. FÉLIX. No Puede hoy ser; que por mostrar Cuán poco mi mal sintió, O por darme este pesar, Hoy de su casa ha salido, Y al mar de Antígola ha ido. MARCELA. Pues digo que iré mañana. D. FÉLIX. La vida me das, hermana; Tuya desde hoy habrá sido. _(Vase.)_ MARCELA. ¿Hay cosa, como llegar Rogándome lo que yo Puedo, Silvia, desear? Pero mira quién se entró En el cuarto sin llamar. SILVIA. Laura y Celia son, señora. ESCENA III. LAURA, CELIA. — MARCELA, SILVIA. MARCELA. Laura mia, ¡á aquesta hora! LAURA. No te espantes desto, amiga; Que á tanto una pena obliga. MARCELA. ¿Quién lo duda? ¿Quién lo ignora? LAURA. De la suerte que de mí Te fuiste ayer á valer, Vengo á valerme de tí. CELIA. Aprended, damas, de aquí, Lo que va desde hoy á ayer. LAURA. Aquel hombre que dejaste Cerrado, Marcela mia, En mi casa, vió Don Félix. MARCELA. ¡Jesus! LAURA. No importa que diga El cómo ó el cuándo, puesto Que bastaba ser desdicha, Para que ella se estuviese Desde luego sucedida. Quísele satisfacer, Y vine á tu casa, amiga, Sin mirar á los respetos A que el ser quien soy me obliga. Entré en su aposento, y cuando A representarle iba Disculpas, que no tocasen En tu opinion ni en la mia, Una mujer, que detras De su aposento tenía, Y que era sin duda Nise... MARCELA. ¿Quién duda que ella sería? LAURA. Salió á dar celos por celos. MARCELA. ¡Hay tan gran bellaquería! ¿Y qué hizo Félix á eso? LAURA. Él, aunque quiso seguirla, Yo no lo dejé. En efecto, Las dos quejas repetidas, Ni las suyas quise oir, Ni él saber quiso las mias. Por mostrar que estaba (¡ay cielos!) Gustosa y entretenida, (¡Oh cuán á costa del alma, Marcela, un triste se anima!) Al mar de Antígola hoy Salí con unas amigas, Donde, aunque debió alegrarme Su hermosa apacible vista, No pudo, que para mí Ya se murió la alegría; Tanto, que ni el ver la Reina, Que infinitos siglos viva, Para que flores de Francia Nos den el fruto en Castilla Cómo en su verde carroza, Que caballos del sol tiran, Varado bajel de tierra Llegó á abordar á la orilla: Ni el ver tan ufano entónces Ese breve mar, que imita Del Océano las ondas Encrespadas y movidas De los céfiros süaves, Cuando al mirar quien las pisa Como plata las entorcha, Y como vidrio las riza: Ni el ver que ya el bergantin, Coche del mar, pues le guian, Como caballos, los remos, A quien el freno registra De un timon, abrió el estribo De su hermosa barandilla, Para que su popa ocupe, Para que su esfera admita Un sol, á quien hizo guarda No ménos que el alba misma: Ni el ver las hermosas damas, Que como flores seguian La rosa, bien así como Tejido coro de ninfas, En las selvas de Diana Profanas fábulas pintan: Ni el ver, en fin, que tan bello Ya el bajel bogando iba El piélago de cristal, Que al acercarse á la isla Del cenador, que con tantas Flores el estanque habita, No pudo determinar Desde aparte, no, la vista, Cuál el bergantin, ó cuál Era el cenador; pues via Flores en cualquiera tantas, Que unas á otras competidas, Naval batalla de flores Se dieron muertas y vivas, Me pudo aliviar; pues toda Esta pompa hermosa y rica, En los cristales bullicio, En las flores alegría, En los vientos suavidad, En las hojas armonía, En las damas hermosura Y en todos los campos risa, Llanto fué, llanto en mis ojos Celosa de Félix. Mira, Si á quien esto no divierte, Bastantemente peligra. Yo no he de hablarle; porque Es triste cosa, es indigna Accion darle yo á torcer Mis celos; y así querria De una industria aquí valerme, Si es que mi amistad codicias; Y es, que para que yo vea Si Nise en su cuarto habita, Le he de acechar esta noche Por aquella puerta, amiga, Que dijiste, y que á su cuarto Cae y él tiene escondida. ¿Cómo faltar de mi casa Podré? es fuerza que aquí digas; Y responderéte yo Que hoy mi padre fué á una villa, Adonde su hacienda tiene, Y no vendrá en cuatro dias. Así que estas noches puedo Ser tu huéspeda, si obliga Mi amistad á esta fineza, Pues es fineza de amiga Tan principal, tan discreta, Tan noble y tan entendida. MARCELA. ¿Cómo te podré negar, Laura, lo que solicitas, Si con mi razon me arguyes, Si con mi dolor me obligas? Sólo hay un inconveniente; Mas si tú lo facilitas, Ven desde luego á mi casa; Mal dije, á la tuya misma. LAURA. ¿Cuál es el inconveniente? MARCELA. Tanto mi hermano te imita En el dolor y en la causa (No importa que te lo diga; Primero somos nosotras), Que hoy me ha pedido que finja Con él un enojo, y vaya A ser por algunos dias Tu huéspeda; porque yo Allá de adalid le sirva. Pues si no voy á tu casa Yo, porque estás tú en la mia, Dirá... LAURA. Escucha; ántes mejor Es que desde luégo finjas Tú el enojo, y que te vayas; Pues con aquesto le obligas A que él esté más seguro De que yo en su casa asista. MARCELA. Dices bien, que con mi ausencia Se sanea esta malicia. LAURA. ¿Cómo se ha de hacer? MARCELA. Así: Dame el manto, y dirás Silvia, Que fuí en casa de Laura; Que para hacer más creida La causa, quise ir de noche. _(Pónese el manto.)_ Y despues (aparte mira) Busca á Lisardo, y dirásle Como mi afecto le avisa Que á verme vaya esta noche; Y quédate donde sirvas A Laura. Tú, Celia, ven Conmigo; pues nos obliga Esto á trocar con las causas Las criadas. LAURA. ¿Tan aprisa? MARCELA. Estas cosas más se aciertan, Miéntras ménos se imaginan. LAURA. Marcela, á mi casa vas; Por ella y por mi honor mira. MARCELA. Por ella mira y mi honor, Pues te quedas tú en la mia. ¿En qué ha de parar aqueste Trueco? CELIA. ¿Quieres que lo diga? En algun lance que á todas, O nos case, ó nos aflija. _(Vanse por una parte Celia y Marcela, y por otra Silvia y Laura.)_ * * * * * Cuarto de Lisardo. ESCENA IV. LISARDO, CALABAZAS. LISARDO. ¿Qué papel es ese? CALAB. Es El que ha de ser, es y ha sido Del tiempo que te he servido, Cuenta estrecha. LISARDO. Díme pues, ¿A qué propósito agora...? CALAB. A propósito de que hoy De tu servicio me voy. LISARDO. ¿Por qué causa? CALAB. ¿Quién lo ignora? Porque andas aquestos dias Muy discreto. LISARDO. ¿Qué has querido Decir? CALAB. Que andas divertido. LISARDO. Tales son las penas mias. CALAB. Y no ha de ser tan discreto El amo, que ha de pensar Que no le puede guardar Calabazas el secreto. Tú te andas sólo contigo, Contigo solo te estás, Contigo vienes y vas, Y en fin, contigo y sin migo En cualquier parte te ven; Que parecemos, señor, El dinero y el amor: Mirad ¡con quién, y sin quién! Si alguna tapada viene A verte, _salte allá fuera_; Si vas á verla, _aquí espera,_ _Porque ir allá no conviene_. ¿Pues esto ha de ser así? ¡Pesar de quien me parió! ¿Para qué te sirvo yo? Y así quiero desde aquí Buscar amo más humano; Porque para mí, en rigor, Ninguno será peor, Aunque sea un luterano, Aunque sea un presumido De docto, siendo menguado, Con ingenio un desdichado, Sin él un entremetido, Un poeta que hace trazas De comedias, y seamos Los criados y los amos Todo en casa Calabazas, Aunque sea un lindo compuesto, Que hable melifluo y despacio, Y aunque galantee en palacio, Que es peor que todo esto. LISARDO. Las cosas que me han pasado Tan públicas han venido, Calabazas, que no ha sido Forzoso haberlas contado Para que las sepas: pues Hablar á aquella tapada En el campo, tan guardada Verla en su casa despues, Adonde me sucedió Aquel lance parecido Al de Félix, que escondido En su casa me pasó; Venir á verme á la mia. Adonde desengañado De que es otra me ha dejado. La que Don Félix queria; Salir de allí tan veloz; Irse, en fin, como se fué: Ello se dice y se ve, Sin que aquí tenga mi voz Que contar; pues aunque quiera No te puedo decir más De lo que tú viendo estás. CALAB. Ella es gentil embustera. LISARDO. En cuanto á que estoy pensando Qué es lo que me ha sucedido, Es verdad, y estoy corrido De estar creyendo y dudando, Qué mujer es esta; pues Cuando yo ser presumia Dama de Félix, vivia Sin discurrir: mas despues Que estando conmigo ella, De Félix la dama entró, Y que me desengañó De que era otra dama aquella, Mayor deseo me ha dado De saber quién es; pues puedo Perder á su honor el miedo, Que por Félix le he guardado. CALAB. Yo bien pudiera decir Quién es. LISARDO. ¿Tú? CALAB. Yo. LISARDO. Dílo pues. CALAB. ¡Vive Dios, que sé quién es! LISARDO. Pues no me hagas discurrir. CALAB. ¿Ella no es enredadora? Quien es sé. ¿No es embustera? Quien es sé. ¿No es bachillera? Quien es sé. ¿No es habladora? La misma razon lo enseña Quien es, sí, jurado á Dios. LISARDO. Dílo. CALAB. Aquí para los dos... LISARDO. Prosigue. CALAB. Es alguna dueña. LISARDO. ¡Qué disparate! ESCENA V. SILVIA. — DICHOS; _poco despues_ DON FÉLIX. SILVIA. Lisardo, Que aquí me escucheis os pido. CALAB. ¡Mujer! ¿de dónde has caido? LISARDO. Ya lo que quieres aguardo. SILVIA. Una dama, de quien vos La casa, señor, sabeis, Que á su ventana llameis Esta noche os pide. Adios. _(Vase.)_ CALAB. Tapada de las tapadas, Oye. LISARDO. Tente; ¿dónde vas? CALAB. Deja, que no quiero más De darla dos bofetadas, Que las lleve á su señora... LISARDO. ¿Hay quién tus locuras crea? CALAB. Porque otra vez no me sea Dueña engerta. LISARDO. Escucha agora: Pues que ya la noche fria, En mal distinto arrebol, Da priesa diciendo al sol Que se vaya con el dia, Y á mí esperándome están, Dame un broquel, y tú aquí Me espera. CALAB. ¿Yo esperar? LISARDO. Sí. CALAB. Espere un judío de Oran; Que á casa donde encerrado Estuviste, y áun corrido, Y hay padre de conocido Y galan de imaginado, No has de ir solo. LISARDO. Sí he de ir. _(Sale Don Félix.)_ D. FÉLIX. ¿Dónde, Lisardo? LISARDO. No sé Cómo callaros podré, Ni cómo os podré decir Lo que en Ocaña me pasa. ¿Teneis que hacer ahora? D. FÉLIX. ¿Yo? Ni en toda esta noche. LISARDO. ¿No? D. FÉLIX. No, que el fuego que me abrasa, Por acrecentar su ardor, Treguas por ahora ha dado. LISARDO. Pues yo quiero mi cuidado Fiaros ya sin temor; Que si hasta aquí he suspendido La relacion que empecé, Respeto que os tuve fué; Pero habiendo ya sabido Que nada os puede tocar Y sois quien sois en efeto, De mi amor todo el secreto Hoy os tengo de fiar. Venid conmigo, y sabreis, Porque el tiempo no perdamos, Extraños sucesos. D. FÉLIX. Vamos; Que mucha merced me hareis En divertir el dolor, De que mi pecho está lleno; Porque de amor el veneno Cure triaca de amor. CALAB. Yo ¿qué he de hacer? LISARDO. Esperar Aquí en casa á que vengamos. _(Vanse Don Félix y Lisardo.)_ ESCENA VI. CALABAZAS. ¡Buenos, paciencia, quedamos, Sin ver ni oir, á callar! Cuando no tiene el servir Otro gusto, otro placer, Que escuchar para saber, Y saber para decir, Aun deste gusto me priva El recatarse de mí. Pues no ha de pasar así; Así Calabazas viva, Que por aquel mismo caso Que aquí de mí se guardó Tengo de seguirle yo. Tras ellos, paso entre paso, Tengo de irme rebozado; Porque si yo, cual sospecho, No le murmuro y acecho, ¿Para qué soy su criado? _(Vase.)_ * * * * * Camino de Ocaña. ESCENA VII. FABIO, LELIO. LELIO. Aliéntate, que ya estás Cerca de Ocaña, señor. FABIO. Es tan notable el dolor, Lelio, que no puedo más; Que aunque yo, por descansar, De la yegua me apeé, Y quise venir á pié Este rato, por dejar Con ejercicio vencido El dolor de la caida, Te confieso que en mi vida No me he visto tan rendido. LELIO. Ello fué dicha, señor; Pues apénas una legua Andada, cayó la yegua, Porque pudieras mejor Volverte á tu casa, donde Con más cuidado podrás Curarte. FABIO. A esta pierna más Todo el dolor corresponde, Que fué la que me cogió Debajo. LELIO. Súbete, pues Irás ántes. FABIO. Mejor es Andar otro poco, y no Dejar, Lelio, resfriar La caida. LELIO. Dices bien; Mas considero tambien Que ya ha empezado á cerrar La noche, y que lo que andado En tal parte se mejora, Se llega más á deshora A tu casa, y quizás, cuando Ya recogida, no habrá Modo de curarte. FABIO. Bien Dices: la yegua preven, Que atada á ese tronco está, Y vamos, si esto restaura Mi salud; aunque yo creo Que ir á casa no deseo, Por no dar cuidado á Laura, Que me quiere de manera, Que temo que hoy ha de ser Su fin, si me ve volver Con una pena tan fiera. LELIO. Como hija, claro está Que lo sienta mi señora. FABIO. Pondré que aquesta es la hora Que está recogida ya. LELIO. ¿Quién lo duda? FABIO. ¡Oh cuánto siento Haberla de despertar! Mas no lo puedo excusar. Lo que haré será, que atento A su quietud, llamaré Por la puerta principal; Pues con prevencion igual Podrá ser, pues que se ve De su cuarto más distante, No oirme. LELIO. Dispon agora Tu salud, que mi señora Lo estimará. FABIO. No te espante Verme con tanta fineza; Que soy en mi senectud, Amante de su virtud, Como otros de su belleza. _(Vanse.)_ * * * * * Calle próxima á la casa de Fabio. ESCENA VIII. LISARDO, DON FÉLIX; _despues_ CALABAZAS. D. FÉLIX. Mucho me he holgado de oiros, Por ser la novela extraña. LISARDO. Esto es por mayor; que dejo De contar mil circunstancias, Por no cansaros, Don Félix; Y pues sabeis que me aguarda, Idos con Dios, que ya es la hora. D. FÉLIX. Decirme á mí que una dama Vais á ver, y haberme dicho Que tuvisteis en su casa Riesgo, y decir que me quede, Son dos cosas muy contrarias; Pues no soy de los amigos Yo, con quien solo se hablan Las cosas; que precio más Las obras, que las palabras. Id á lograr vuestro amor Norabuena, que hasta el alba Yo sabré estar en la calle. LISARDO. A amistad, Don Félix, tanta, Mal hiciera en resistirme. _(Sale Calabazas acechando.)_ CALAB. _(Ap.)_ Si cual veo lo que andan, Lo que hablan viera, yo viera Lo que andan y lo que hablan. Llegarme quiero. LISARDO. ¿Qué es esto? D. FÉLIX. Un hombre, si no me engaña La vista, que tras nosotros Viene. LISARDO. Pues sacad la espada. D. FÉLIX. ¿Quién va? CALAB. Nadie ya; porque No diz que va el que se pára. D. FÉLIX. ¿Quién sois? CALAB. Un hombre de bien. LISARDO. Pues pase, si acaso pasa. CALAB. No paso, que me hago hombre. D. FÉLIX. Pues jugaré yo de espadas. LISARDO. Dadle la muerte. CALAB. ¡Detente! ¡Ay, ay! Señor, que me matas; Que soy Calabazas. D. FÉLIX. ¿Quién? CALAB. Calabazas. LISARDO. Calabazas, ¿Qué es esto? CALAB. Es venir á ver Dónde vais. _(Danle los dos.)_ D. FÉLIX. ¡Por Dios...! CALAB. Ya basta. LISARDO. Dejadle; no alboroteis, Porque está cerca la casa Que buscamos. D. FÉLIX. ¿Hácia aquí Vive, Lisardo, la dama Que venís á ver? LISARDO. Sí, Félix. D. FÉLIX. ¿Y es bizarra? LISARDO. Muy bizarra. D. FÉLIX. ¿Tiene padre? LISARDO. Sí. D. FÉLIX. ¿Y aquí Os cerrasteis en la cuadra? LISARDO. Sí. D. FÉLIX. ¿Y estando ella con vos, Entró la que me buscaba? LISARDO. Sí. D. FÉLIX. Ved que como la noche Llena está de sombras pardas, Más oscura que otras veces, Pues áun la luna la falta, Podrá ser que os engañeis. LISARDO. No me engaño. A esta ventana He de llamar, y esta puerta Han de abrir. CALAB. _(Ap.)_ Ya sé la casa. D. FÉLIX. _(Ap.)_ ¿Esta ventana? ¿Esta puerta? ¡Ay de mí, el cielo me valga, Que estas las de Laura son, Para mí dos veces falsas! LISARDO. Retiraos, porque yo La seña, que es esta, haga. _(Hace la seña á la reja.)_ D. FÉLIX. Si mal no me acuerdo (¡ay triste!) En la relacion pasada Dijisteis que la mujer, Que para hablaros aguarda, Es la que hoy escondida Dentro de mi cuarto estaba. LISARDO. Es verdad. D. FÉLIX. Y que la otra Que vino... ESCENA IX. CELIA. — DICHOS. CELIA. _(En la ventana.)_ Ce. LISARDO. Ya me llaman. CELIA. ¿Es Lisardo? LISARDO. Sí, yo soy. D. FÉLIX. _(Ap.)_ Celia es ésta. CELIA. Pues aguarda, Abriré la puerta. LISARDO. Ya Conmigo habló la criada, Y dice que viene á abrirme La puerta. D. FÉLIX. Antes que la abra, Decid... _(Abre la puerta Celia.)_ LISARDO. No puede ser ántes. D. FÉLIX. Si es... LISARDO. Adios, porque me aguarda. D. FÉLIX. La dama... CELIA. Entrad presto. LISARDO. Luégo Hablarémos. _(Éntrase.)_ _(Al entrar Lisardo, quiere entrar Don Félix, y Celia cierra la puerta.)_ ESCENA X. DON FÉLIX, CALABAZAS. D. FÉLIX. ¡Y en la cara Con la puerta me dió Celia! CALAB. Con cerradura no agravia Una puerta, aunque es de palo; Que el tener hierro la salva. D. FÉLIX. _(Ap.)_ ¿Qué es lo que pasa por mí? ¿Quién vió confusiones tantas? ¿En casa de Laura, ¡cielos! Viene buscando la dama Que hoy de mi cuarto salió Cuando entró en mi cuarto Laura? Luego ella no puede ser. Mas ¿quién ser puede en su casa? ¡Oh quién no la hubiera dicho A Marcela que dejara Para mañana el venir Aquí; que ella lo apurara! Pero miéntras más discurro, Más lugar doy á mi infamia. Pues no discurramos, celos, Sino á ver la verdad clara Caminemos más aprisa; Pues ella es Laura, ó no es Laura: Si no es ella, ¿qué se pierde En desengañar mis ánsias? ¿Y qué se pierde, si es ella, En perder la vida y alma, Despues de Laura perdida? La puerta en el suelo caiga. Pero ¿cómo á esto me atrevo, Si á Lisardo la palabra Le he dado? ¿Pero qué importa La amistad, la confianza, El respeto, ni el decoro? Que donde hay celos se acaba Todo, porque no hay honor Ni amistad que tanto valga. _(Da golpes á la puerta, para derribarla, y al mismo tiempo; más léjos, dan tambien golpes dentro.)_ CALAB. ¿Qué haces, señor? D. FÉLIX. Darte muerte... CALAB. Si es posible, no lo hagas. D. FÉLIX. Mas ¿qué golpes son aquellos? CALAB. ¿De qué te admiras y espantas? Otro será en otra parte Que le habrá dado otra rabia, Y da golpes á otra puerta. FABIO. _(Dentro.)_ Abre aquí, Celia, abre, Laura. CELIA. _(Dentro.)_ Mi señor es, ¡ay de mí! D. FÉLIX. Fabio es aquel. _(Cuchilladas dentro.)_ FABIO. _(Dentro.)_ ¡Esta infamia Llego á ver! CALAB. Por Dios, que allá Ya han llegado á las espadas. D. FÉLIX. ¡Mal haya la puerta! CALAB. Amén. _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Fabio. — La escena está á oscuras. ESCENA XI. LISARDO, _con_ MARCELA _en los brazos; despues_ FÉLIX Y CALABAZAS. LISARDO. No temais, señora, nada; Que, aunque llaman á esta puerta, Seguro es quien á ella llama. MARCELA. Con vos, Lisardo, he de ir; Que como yo á vuestra casa Llegue, nada hay que temer, Si es que ella una vez me ampara. LISARDO. Venid, y no os receleis De un hombre que me acompaña. MARCELA. ¿Es Félix? LISARDO. Sí. MARCELA. Pues mirad Que es Félix... LISARDO. ¿En qué reparas? Ya no es tiempo de recatos.— _(Salen Don Félix y Calabazas.)_ ¿Félix? D. FÉLIX. ¿Quién va? LISARDO. Mis desgracias. D. FÉLIX. ¿Qué ha sido aquesto? LISARDO. Que estando Hablando con esta dama, Vino su padre de fuera, Llamó, y viendo que tardaban En abrirle, derribó La puerta y sacó la espada. Porque se apagó la luz Tuve lugar de librarla. Llevadla; que yo me quedo A guardaros las espaldas, Para que ninguno os siga; Que conmigo Calabazas Quedará. CALAB. No quedará. D. FÉLIX. Mejor es con ella vaya, Y nos quedemos los dos. LISARDO. ¿Tan sola hemos de dejarla? No es razon; pues la primera Obligacion es la dama En todo trance; así, Félix, Vos solo habeis de llevarla, Y ponerla en salvo. D. FÉLIX. Es justo. ¿En fin, has venido, Laura, _(A Marcela.)_ A mi poder? MARCELA. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! D. FÉLIX. _(Ap.)_ Yo estoy muerto. MARCELA. _(Ap.)_ Estoy turbada. D. FÉLIX. Ven conmigo; que aunque no Mereces finezas tantas, Soy quien soy, y he de librarte. MARCELA. ¡Hay mujer más desdichada! D. FÉLIX. ¡Hay hombre más infelice! _(Vanse Don Félix y Marcela.)_ ESCENA XII. FABIO, LELIO, _con luz_, Y CRIADOS _con las espadas desnudas_. — LISARDO, CALABAZAS. FABIO. Aunque las fuerzas me faltan, No las fuerzas del honor Para tomar mil venganzas. LISARDO. Deteneos, que ninguno De aquí ha de pasar. FABIO. Mi espada Hará paso por el pecho Vuestro. _(Riñen todos.)_ CALAB. ¡Infeliz Calabazas! ¿Quién te metió en acechar? LISARDO. _(Ap.)_ Pues que ya Félix se alarga, Antes que aquí me conozcan Mejor es volver la espalda; Esto es valor, no temor. _(Vase.)_ FABIO. Espera, cobarde, aguarda. CALAB. _(Ap.)_ ¿Quién creyera que Lisardo En la ocasion me dejara? LELIO. Aquí se quedó uno dellos. FABIO. Pues muera, Lelio. ¿Qué aguardas? CALAB. Deteneos, ¡por Dios! FABIO. ¿Quién sois? CALAB. Si es que el miedo no me engaña, Un curioso impertinente. FABIO. Dejad la espada. CALAB. La espada Es poca cosa; el sombrero, La daga, el broquel, la capa, La ropilla y los calzones. FABIO. ¿Sois criado del que agravia Esta casa? CALAB. Sí señor; Porque es _un agravia-casas_, Que no se puede sufrir. FABIO. ¿Quién es, y cómo se llama? CALAB. Lisardo se llama, y es Un soldado, camarada De Félix. FABIO. Porque no empiece Por la menor mi venganza, No te doy muerte. CALAB. Haces bien. FABIO. Y pues alguna luz hallan Mis desdichas, á buscar Iré á Félix. ¡Oh, mal haya Casa con dos puertas, pues Tan mal el honor se guarda! _(Vanse.)_ * * * * * Casa de Don Félix. ESCENA XIII. DON FÉLIX Y MARCELA, _á oscuras; despues_ HERRERA, LAURA Y SILVIA. D. FÉLIX. _(Dentro.)_ ¡Hola! traed aquí una luz. HERRER. _(Dentro.)_ Ya la llevo, si es que hallan Luz unos ojos dormidos. _(Salen al paño Laura y Silvia.)_ LAURA. _(A Silvia.)_ Ya dentro del cuarto andan: Escuchemos desde aquí. D. FÉLIX. Ya por lo ménos, ingrata, Ya por lo ménos no puedes Negarme... LAURA. _(Ap.)_ Con mujer habla. D. FÉLIX. En este lance, que eres Mudable, inconstante, falsa, Cruel, aleve, engañosa; Pues á nadie desengañan Más cara á cara sus celos. MARCELA. _(Ap.)_ Aquí mi vida se acaba. D. FÉLIX. ¿Para esto viniste hoy A mi casa? LAURA. _(Ap.)_ La que estaba Tapada hoy es, pues la dice Que hoy ha venido á su casa. D. FÉLIX. En mi poder estás, mira Si habrá disculpa. ¡Mal haya Cuanto tiempo te he querido, Cuantas penas, cuantas ánsias Padecí, y cuantas finezas Hizo mi amor por tu causa! LAURA. ¿No escuchas cómo confiesa Que la ha querido? ¿Qué aguarda Mi paciencia? SILVIA. ¿Dónde vas? LAURA. No sé. (¡Ay Silvia, estoy turbada!) A escucharle de más cerca. D. FÉLIX. ¡Oh cuánto con la luz tardas! HERRER. _(Dentro.)_ Ya va la luz. MARCELA. _(Ap.)_ ¿Qué he de hacer, Si la trae? D. FÉLIX. ¿No dices nada? Pero si estás convencida, ¿Qué has de decir? _(Suéltala de la mano, vase retirando Marcela; y Laura viene á ponerse en medio de las dos; él la coge la mano, entendiendo que es Marcela.)_ MARCELA. _(Ap.)_ ¡Oh si hallara Por donde irme; que á lo ménos La vida así asegurara! D. FÉLIX. Detente, no huyas, no huyas; Que no quiero más venganza De tí, que sepas que sé Esto. LAURA. _(Ap.)_ Por otra me habla, Y he de callar mis agravios Hasta que las luces traigan, Y vea que yo soy con quien Está. MARCELA. _(Ap.)_ Confusa y turbada, La puerta hallé de mi cuarto; Este sagrado me valga, Pues fué dicha estar abierta. SILVIA. ¿Eres Laura? MARCELA. No soy Laura. ¿Eres tú Silvia? SILVIA. Yo soy. ¿Qué es esto? MARCELA. Fortunas várias. Cierra esa puerta, y conmigo Ven, Silvia, aprisa. ¿Qué aguardas? _(Vanse, cerrando tras sí la puerta.)_ ESCENA XIV. DON FÉLIX, LAURA; HERRERA, _que saca luz_. HERRER. Ya están las luces aquí. D. FÉLIX. Déjalas, y afuera aguarda. _(Vase Herrera, y cierra la puerta Don Félix.)_ LAURA. _(Ap.)_ ¡Aquí es ello, cuando vuelva A verme! D. FÉLIX. En efecto, Laura, Yo soy quien solo guardó A sus celos las espaldas. LAURA. _(Ap.)_ ¿Qué es esto? ¿Cómo de verme Ni se turba ni embaraza? D. FÉLIX. Sólo yo en el mundo traje Para otro galan su dama. Dí agora que yo te ofendo. LAURA. ¡No está la deshecha mala! ¡Bien te alientas á fingir La razon con que me agravias; Pues viéndote convencido, Cuando en tus brazos me hallas, De haberme hablado por otra A quien traes á tu casa, Prosigues las quejas della Conmigo! D. FÉLIX. Sólo eso falta A mi paciencia ofendida, Que tú agora creer me hagas Que hablaba con otra yo. LAURA. ¿Pues de qué, Félix, te espantas, Si es verdad? D. FÉLIX. ¿Pues dónde está La mujer con quien yo hablaba? LAURA. Si una casa con dos puertas Mala es de guardar, repara Que peor de guardar será, Con dos puertas una sala. Ya se fué. D. FÉLIX. Laura, por Dios, Que me dejes. Véte, Laura, Que me harás perder el juicio, Si quieres que yo no haya Traídote aquí, porque Estando (la voz me falta) Tu padre fuera, Lisardo... No puedo hablar. LAURA. Tú te engañas; Que yo escondida esta noche En el cuarto de tu hermana He estado, por sólo ver Esto que á los dos nos pasa; Y ella... D. FÉLIX. Detente, que ahora Lo veré.—¡Marcela, hermana! ESCENA XV. MARCELA, SILVIA. — DON FÉLIX, LAURA. MARCELA. ¿Qué quieres? (_Ap._ Disimular Importa, pues informada Estoy de todo.) D. FÉLIX. Dí, ¿ha estado Contigo esta noche Laura? MARCELA. ¿Laura conmigo, señor. A qué efecto? Yo mañana Habia de ir á estar con ella; Pero ¡ella conmigo! LAURA. Aguarda. ¿No vine esta tarde yo A pedirte que en tu casa Me tuvieras? ¿Y á la mia Tú...? MARCELA. No prosigas, que nada De eso es verdad. D. FÉLIX. Laura, ¿ves Qué mal te salió la traza? ¿Estáse esotra en su cuarto Recogida y retirada, Y dices que estás con ella? LAURA. Pues tú, Marcela, me agravias. MARCELA. _(Ap. á Laura.)_ Sí, que soy primero yo. LAURA. Pues tanto me apuras, salgan Verdades á luz. Marcela Ha sido... _(Llaman dentro.)_ SILVIA. A la puerta llaman. LISARDO. _(Dentro.)_ Abrid, Don Félix. D. FÉLIX. Agora Verás que todo se acaba; Pues tu galan, Laura, viene. LAURA. Ahí tengo yo mi esperanza. MARCELA. _(Ap.)_ Aquí se deshace todo. ¡Quién á Lisardo avisara De mi peligro! _(Retírase á un lado.)_ ESCENA XVI. LISARDO. — DICHOS. LISARDO. Don Félix, Porque ninguno llegara A seguirme, tardé. ¿Dónde Habeis puesto aquella dama? D. FÉLIX. Veisla aquí; pero primero Que acabe con mi esperanza El verla en vuestro poder, Me habeis de sacar el alma. LISARDO. Hasta agora no creí Que caballeros engañan De vuestras obligaciones A los que dellos se amparan. La dama que os entregué, Os pido. D. FÉLIX. ¿No es esta dama La que me entregasteis? LISARDO. No. D. FÉLIX. ¡Sólo aquesto me faltaba Para acabar de perder La paciencia! MARCELA. _(Ap.)_ ¡Ay desdichada! LISARDO. Si esta suponeis, Don Félix, Porque os obliga otra causa, Hablad más claro conmigo. LAURA. Yo de confusiones tantas Os sacaré.—Dí, Lisardo, ¿Es ésta á quien buscas y amas? LISARDO. Esta es. Sí, aquí la teneis. ¿Qué os ha obligado á ocultarla? LAURA. _(A Don Félix.)_ ¡Mira si estaba en su cuarto, Recogida y retirada! Primero soy yo, Marcela. _(Ap. á ella.)_ D. FÉLIX. Corrido estoy; esta daga Dé á una vil hermana muerte. MARCELA. Lisardo, mi vida ampara. LISARDO. _(Poniéndose delante.)_ ¿Hermana de Félix sois? D. FÉLIX. Y en quien tomaré venganza. LISARDO. Sabeis quién soy, y es preciso Defenderla y ampararla Por mujer. D. FÉLIX. Tambien sabeis Quién yo soy, y que en mi casa Ménos que quien sea su esposo, No ha de atreverse á mirarla. LISARDO. Luego con serlo quedamos Bien los dos. ESCENA XVII. FABIO, CALABAZAS, CRIADOS. — DICHOS. FABIO. Esta es la casa, Entrad. D. FÉLIX. ¿Qué es esto? FABIO. Esto, Félix, Es honor. CALAB. _(Ap.)_ ¡Qué linda danza Se va urdiendo! FABIO. ¿Dónde está Un Lisardo, camarada Vuestro? LISARDO. Yo soy; porque nunca A nadie escondí la cara. CALAB. _(Ap.)_ Nunca la cara escondió, Pero volvió las espaldas. FABIO. ¡Oh traidor! D. FÉLIX. Fabio, teneos; _(Pónense los dos á un lado.)_ Que la cólera os engaña. El enojo que traeis, Si ha sido la ocasion Laura, Es conmigo, y me ha tocado Como á mi esposa guardarla. FABIO. No tengo qué responderos. Si Laura con vos se casa. D. FÉLIX. Pues para que veais si es cierto, Aquesta es mi mano, Laura. Y pues el haber tenido Dos puertas esta y tu casa, Causa fué de los engaños Que á mí y Lisardo nos pasan, De la _Casa con dos puertas_, Aquí la comedia acaba. LA DAMA DUENDE. PERSONAS. DON MANUEL. DON LUIS. DON JUAN. COSME, _gracioso_. RODRIGO, _criado_. DOÑA ÁNGELA. DOÑA BEATRIZ. CLARA, _criada_. ISABEL, _criada_. _Criados._ _Gente._ La escena pasa en Madrid. JORNADA PRIMERA. Calle. ESCENA PRIMERA. DON MANUEL, COSME, _vestidos de camino_. D. MAN. Por una hora no llegamos A tiempo de ver las fiestas, Con que Madrid generosa Hoy el bautismo celebra Del primero Baltasar[1]. COSME. Como esas cosas se aciertan, O se yerran por un hora. Por una hora que fuera Antes Píramo á la fuente, No hallara á su Tisbe muerta: Y las moras no mancharan; Porque dicen los poetas Que con arrope de moras Se escribió aquella tragedia. Por un hora, que tardara Tarquino hallara á Lucrecia Recogida; con lo cual Los autores no anduvieran, Sin ser vicarios, llevando A salas de competencias La causa, sobre saber Si hizo fuerza, ó no hizo fuerza. Por un hora que pensara Si era bien hecho ó no era, Echarse Hero de la torre, No se echara, es cosa cierta; Con que se hubiera excusado El doctor Mira de Méscua De haber dado á los teatros Tan bien escrita comedia; Y haberla representado Amarílis tan de véras, Que volatin del carnal (Si otros son de la cuaresma), Sacó más de alguna vez Las manos en la cabeza. Y puesto que hemos perdido Por un hora tan gran fiesta, No por un hora perdamos La posada; que si llega Tarde Abindarraez, es ley Que haya de quedarse afuera; Y estoy rabiando por ver Este amigo que te espera, Como si fueras galan Al uso, con cama y mesa, Sin saber cómo ó por dónde Tan grande dicha nos venga; Pues, sin ser los dos torneos, Hoy á los dos nos sustenta. [1] El príncipe Don Baltasar Cárlos, hijo de Felipe IV, nació á 17 de Octubre de 1629. D. MAN. Don Juan de Toledo es, Cosme, El hombre que más profesa Mi amistad, siendo los dos Envidia, ya que no afrenta De cuantos la antigüedad Por tantos siglos celebra. Los dos estudiamos juntos, Y pasando de las letras A las armas, los dos fuimos Camaradas en la guerra. En las de Piamonte, cuando El señor duque de Feria Con la jineta me honró, Le dí, Cosme, mi bandera. Fué mi alférez; y despues, Sacando de una refriega Una penetrante herida, Le curé en mi cama mesma. La vida, despues de Dios, Me debe: dejo otras deudas De menores intereses, Que entre nobles es bajeza Referirlas; pues por eso Pintó la docta academia Al galardon, una dama Rica, y las espaldas vueltas; Dando á entender, que, en haciendo El beneficio, es discreta Accion olvidarse dél; Que no le hace el que le acuerda. En fin, Don Juan obligado De amistades y finezas, Viendo que su Majestad Con este gobierno premia Mis servicios, y que vengo De paso á la corte, intenta Hoy hospedarme en su casa Por pagarme con las mesmas; Y aunque á Búrgos me escribió De casa y calle las señas, No quise andar preguntando A caballo dónde era; Y así dejé en la posada Las mulas y las maletas, Yendo hácia donde me dice. Ví las galas y libreas, E informado de la causa, Quise, aunque de paso, verlas. Llegamos tarde en efecto, Porque... ESCENA II. DOÑA ÁNGELA, ISABEL, _tapadas_. — DICHOS. D.ª ÁNG. Si, como lo muestra El traje, sois caballero De obligaciones y prendas, Amparad á una mujer Que á valerse de vos llega. Honor y vida me importa Que aquel hidalgo no sepa Quién soy, y que no me siga. Estorbad, por vida vuestra, A una mujer principal Una desdicha, una afrenta; Que podrá ser que algun dia... ¡Adios, adios, que voy muerta! _(Vanse las dos muy aprisa.)_ COSME. ¿Es dama, ó es torbellino? D. MAN. ¡Hay tal suceso! COSME. ¿Qué piensas Hacer? D. MAN. ¿Eso me preguntas? ¿Cómo puede mi nobleza Excusarse de estorbar Una desdicha, una afrenta? Que, segun muestra, sin duda En su marido. COSME. ¿Y qué intentas? D. MAN. Detenerle con alguna Industria; mas, si con ella No puedo, será forzoso El valerme de la fuerza, Sin que él entienda la causa. COSME. Si industria buscas, espera, Que á mí se me ofrece una. Esta carta, que encomienda Es de un amigo, me valga. ESCENA III. DON LUIS, RODRIGO. — DON MANUEL, COSME. D. LUIS. Yo tengo de conocerla, No más de por el cuidado Con que de mí se recela. RODRIGO. Síguela, y sabrás quién es. _(Llega Cosme, y retírase Don Manuel.)_ COSME. Señor, aunque con vergüenza Llego: vuesarced me haga Tan gran merced, que me lea A quién esta carta dice. D. LUIS. No voy agora con flema. _(Detiénele Cosme.)_ COSME. Pues si flema sólo os falta, Yo tengo cantidad de ella, Y podré partir con vos. D. LUIS. Apartad. D. MAN. _(Ap.)_ ¡Oh qué derecha Es la calle! Aun no se pierden De vista. COSME. Por vida vuestra... D. LUIS. ¡Vive Dios, que sois pesado, Y os romperé la cabeza, Si mucho me haceis...! COSME. Por eso Os haré poco. D. LUIS. Paciencia Me falta para sufriros. ¡Apartad de aquí! _(Empújale.)_ D. MAN. (_Ap._ Ya es fuerza Llegar. Acabe el valor Lo que empezó la cautela.) Caballero, ese criado _(Llega.)_ Es mio, y no sé que pueda Haberos hoy ofendido, Para que de esa manera Le atropelleis. D. LUIS. No respondo A la duda ó á la queja, Porque nunca satisfice A nadie. Adios. D. MAN. Si tuviera Necesidad mi valor De satisfacciones, crea Vuestra arrogancia de mí, Que no me fuera sin ella. Preguntar en qué os ofende, En qué os agravia ó molesta, Merece más cortesía: Y pues la corte la enseña, No la pongais el mal nombre, De que un forastero venga A enseñarla á los que tienen Obligacion de saberla. D. LUIS. Quien pensare que no puedo Enseñarla yo... D. MAN. La lengua Suspended, y hable el acero. D. LUIS. Decís bien. _(Sacan las espadas, y riñen.)_ COSME. ¡Oh quién tuviera Gana de reñir! RODRIGO. Sacad La espada vos. COSME. Es doncella, Y sin cédula ó palabra, No puedo sacarla. ESCENA IV. DOÑA BEATRIZ, CLARA, _con mantos_. — DON JUAN Y GENTE. — DICHOS. D. JUAN. Suelta, Beatriz. D.ª BEAT. No has de ir. D. JUAN. Mira que es Con mi hermano la pendencia. D.ª BEAT. ¡Ay de mí triste! D. JUAN. A tu lado _(A Don Luis.)_ Estoy. D. LUIS. Don Juan, tente, espera; Que, más que á darme valor, A hacerme cobarde llegas. Caballero forastero, Quien no excusó la pendencia Solo, estando acompañado, Bien se ve que no la deja De cobarde. Idos con Dios; Que no sabe mi nobleza Reñir mal, y más con quien Tanto brío y valor muestra. Idos con Dios. D. MAN. Yo os estimo Bizarría y gentileza; Pero si de mí, por dicha, Algun escrúpulo os queda, Me hallareis donde quisiereis. D. LUIS. Norabuena. D. MAN. Norabuena. D. JUAN. ¡Qué es lo que miro y escucho! ¡Don Manuel! D. MAN. ¡Don Juan! D. JUAN. Suspensa El alma no determina Qué hacer, cuando considera Un hermano y un amigo (Que es lo mismo) en diferencia Tal, y hasta saber la causa, Dudaré. D. LUIS. La causa es esta: Volver por ese criado Este caballero intenta, Que necio me ocasionó A hablarle mal. Todo cesa Con esto. D. JUAN. Pues siendo así, Cortés me darás licencia, Para que llegue á abrazarle. El noble huésped, que espera Nuestra casa, es el señor Don Manuel. Hermano, llega; Que dos, que han reñido iguales, Desde aquel instante quedan Más amigos; pues ya hicieron De su valor experiencia. Dadme los brazos. D. MAN. Primero Que á vos os los dé, me lleva El valor que he visto en él, A que al servicio me ofrezca Del señor Don Luis. D. LUIS. Yo soy Vuestro amigo, y ya me pesa De no haberos conocido, Pues vuestro valor pudiera Haberme informado. D. MAN. El vuestro Escarmentado me deja. Una herida en esta mano He sacado. D. LUIS. Más quisiera Tenerla mil veces yo. COSME. ¡Qué cortesana pendencia! D. JUAN. Venid al punto á curaros. Tú, Don Luis, aquí te queda Hasta que tome su coche Doña Beatriz, que me espera; Y desta descortesía Me disculparás con ella.— Venid, señor, á mi casa, Mejor dijera á la vuestra, Donde os cureis. D. MAN. Que no es nada. D. JUAN. Venid presto. D. MAN. _(Ap.)_ ¡Qué tristeza Me ha dado que me reciba Con sangre Madrid! D. LUIS. _(Ap.)_ ¡Qué pena Tengo de no haber podido Saber qué dama era aquella! COSME. _(Ap.)_ ¡Qué bien merecido tiene Mi amo lo que se lleva, Porque no se meta á ser Don Quijote de la legua! _(Vanse Don Manuel, Don Juan y Cosme.)_ ESCENA V. DON LUIS, DOÑA BEATRIZ, CLARA, RODRIGO. D. LUIS. Ya la tormenta pasó. Otra vez, señora, vuelva A restituir las flores, Que agora marchita y seca, De vuestra hermosura el hielo De un desmayo. D.ª BEAT. ¿Dónde queda Don Juan? D. LUIS. Que le perdoneis Os pide; porque le llevan Forzosas obligaciones, Y el cuidar con diligencia De la salud de un amigo Que va herido. D.ª BEAT. ¡Ay de mí! ¡Muerta Estoy! ¿Es Don Juan? D. LUIS. Señora, No es Don Juan; que no estuviera, Estando herido mi hermano, Yo con tan grande paciencia. No os asusteis; que no es justo Que sin que él la herida tenga, Tengamos entre los dos, Yo el dolor y vos la pena: Digo dolor, el de veros Tan postrada, tan sujeta A un pesar imaginado, Que hiere con mayor fuerza. D.ª BEAT. Señor Don Luis, ya sabeis Que estimo vuestras finezas, Supuesto que lo merecen Por amorosas y vuestras; Pero no puedo pagarlas; Que esto han de hacer las estrellas Y no hay de lo que no hacen, Quien las tome residencia. Si lo que ménos se halla, Es hoy lo que más se precia En la corte, agradeced El desengaño, siquiera Por ser cosa que se halla Con dificultad en ella. Quedad con Dios. _(Vanse Doña Beatriz y Clara.)_ ESCENA VI. DON LUIS, RODRIGO. D. LUIS. Id con Dios.— No hay accion que me suceda Bien, Rodrigo. Si una dama Veo airosa, y conocerla Solicito, me detienen Un necio y una pendencia; Que no sé cuál es peor: Si riño, y mi hermano llega, Es mi enemigo su amigo: Si por disculpa me deja De una dama, es una dama Que mil pesares me cuesta: De suerte que una tapada Me huye, un necio me atormenta, Un forastero me mata, Y un hermano me le lleva A ser mi huésped á casa, Y otra dama me desprecia. ¡De mal anda mi fortuna! RODRIGO. De todas aquesas penas ¿Qué sé la que sientes más? D. LUIS. No sabes. RODRIGO. ¿Que la que llegas A sentir más, son los celos De tu hermano y Beatriz bella? D. LUIS. Engáñaste. RODRIGO. ¿Pues cuál es? D. LUIS. Si tengo de hablar de véras, (De tí sólo me fiara) Lo que más siento es que sea Mi hermano tan poco atento, Que llevar á casa quiera Un hombre mozo, teniendo, Rodrigo, una hermana bella, Viuda y moza, y como sabes, Tan de secreto, que apénas Sabe el sol que vive en casa; Porque, Beatriz, por ser deuda, Solamente la visita. RODRIGO. Ya sé que su esposo era Administrador en puerto De mar de unas reales rentas Y quedó debiendo al Rey Grande cantidad de hacienda, Y ella á la corte se vino De secreto, donde intenta, Escondida y retirada, Componer mejor sus deudas: Y esto disculpa á tu hermano; Pues, si mejor consideras Que su estado no la da Ni permision, ni licencia De que nadie la visite, Y que, aunque tu huésped sea Don Manuel, no ha de saber Que en casa, señor, se encierra Tal mujer, ¿qué inconveniente Hay en admitirle en ella? Y más habiendo tenido Tal recato y advertencia, Que para su cuarto ha dado Por otra calle la puerta, Y la que salia á la casa, Por desmentir la sospecha, De que el cuidado la habia Cerrado, ó porque pudiera Con facilidad abrirse Otra vez, fabricó en ella Una alacena de vidrios, Labrada de tal manera, Que parece que jamás En tal parte ha habido puerta. D. LUIS. ¿Ves con lo que me aseguras? Pues con eso mismo intentas Darme muerte; pues ya dices Que no ha puesto por defensa De su honor más que unos vidrios, Que al primer golpe se quiebran. _(Vanse.)_ * * * * * Habitacion de Doña Ángela en casa de Don Juan. ESCENA VII. DOÑA ÁNGELA, ISABEL. D.ª ÁNG. Vuélveme á dar, Isabel, Esas tocas (¡pena esquiva!), Vuelve á amortajarme viva, Ya que mi suerte cruel Lo quiere así. ISABEL. Toma presto; Porque si tu hermano viene Y alguna sospecha tiene, No la confirme con esto, De hallarte de la manera Que hoy en Palacio te vió. D.ª ÁNG. ¡Válgame el cielo! Que yo Entre dos paredes muera, Donde apénas el sol sabe Quién soy, pues la pena mia En el término del dia Ni se contiene, ni cabe: Donde inconstante la luna, Que aprende influjos de mí, No puede decir: «Ya ví Que lloraba su fortuna.» Donde en efecto encerrada Sin libertad he vivido, Porque enviudé de un marido, Con dos hermanos casada: ¡Y luego delito sea, Sin que toque en liviandad, Depuesta la autoridad, Ir donde tapada vea Un teatro en quien la fama, Para su aplauso inmortal, Con acentos de metal A voces de bronce llama! ¡Suerte injusta, dura estrella! ISABEL. Señora, no tiene duda El que mirándote viuda, Tan moza, bizarra y bella, Tus hermanos cuidadosos Te celen; porque este estado Es el más ocasionado A delitos amorosos; Y más en la corte hoy, Donde se han dado en usar Unas viuditas de azar, Que al cielo mil gracias doy Cuando en la calle las veo Tan honestas, tan fruncidas, Tan beatas, y aturdidas; Y en quedándose en manteo Es el mirarlas contento; Pues sin toca y devocion, Saltan más á cualquier són, Que una pelota de viento. Y este discurso doblado Para otro tiempo, señora, ¿Cómo no habemos agora En el forastero hablado, A quien tu honor encargaste, Y tu galan hoy le hiciste? D.ª ÁNG. Parece que me leiste El alma en eso que hablaste. Cuidadosa me ha tenido, No por él, sino por mí; Porque despues, cuando oí De las cuchilladas ruido, Me puse (mas son quimeras), Isabel, á imaginar Que él habia de tomar Mi disgusto tan de véras, Que habia de sacar la espada En mi defensa. Yo fuí Necia en empeñarle así; Mas una mujer turbada ¿Qué mira ó qué considera? ISABEL. Yo no sé si lo estorbó; Mas sé que no nos siguió Tu hermano más. D.ª ÁNG. Oye, espera. ESCENA VIII. DON LUIS. — DOÑA ÁNGELA, ISABEL. D. LUIS. ¡Ángela! D.ª ÁNG. Hermano y señor, Turbado y confuso vienes. ¿Qué ha sucedido, qué tienes? D. LUIS. Harto tengo, tengo honor. D.ª ÁNG. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! sin duda es Que Don Luis me conoció. D. LUIS. Y así siento mucho yo Que te estimen poco. D.ª ÁNG. Pues ¿Has tenido algun disgusto? D. LUIS. Lo peor es que cuando vengo A verte, el disgusto tengo Que tuve, Ángela. ISABEL. _(Ap.)_ ¿Otro susto? D.ª ÁNG. Pues yo, ¿en qué te puedo dar, Hermano, disgusto? Advierte... D. LUIS. Tú eres la causa; y el verte... D.ª ÁNG. ¡Ay de mí! D. LUIS. Ángela, estimar Tan poco de nuestro hermano... D.ª ÁNG. _(Ap.)_ Eso sí. D. LUIS. Pues cuando vienes Con los disgustos que tienes, Cuidado te da. No en vano El enojo que tenía Con él, el huésped pagó; Pues sin conocerle yo, Hoy le he herido en profecía. D.ª ÁNG. Pues ¿cómo fué? D. LUIS. Entré en la plaza De Palacio, hermana, á pié, Hasta el palenque; porqué Toda la desembaraza De coches y caballeros La guardia. A un corro me fuí De amigos, adonde ví Que alegres y lisonjeros Los tenía una tapada, A quien todos celebraron Lo que dijo, y alabaron De entendida y sazonada. Desde el punto que llegué, Otra palabra no habló, Tanto que á alguno obligó A preguntarla por qué Porque yo llegaba, habia Con tanto extremo callado. Todo me puso en cuidado. Miré si la conocia, Y no pude; porque ella Le puso más en taparse, En esconderse y guardarse. Viendo que no pude vella, Seguirla determiné: Ella siempre atras volvia A ver si yo la seguia, Cuyo gran cuidado fué Espuela de mi cuidado. Yendo desta suerte pues, Llegó un hidalgo, que es De nuestro huésped criado, A decir que le leyese Una carta; respondí Que iba de prisa, y creí Que detenerme quisiese Con este intento, porqué La mujer le habló al pasar; Y tanto dió en porfiar, Que le dije no sé qué. Llegó en aquella ocasion, En defensa del criado, Nuestro huésped, muy soldado. Sacamos en conclusion Las espadas. Todo es esto; Pero más pudiera ser. D.ª ÁNG. ¡Miren la mala mujer En qué ocasion te habia puesto! Que hay mujeres tramoyeras. Pondré, que no conocia Quién eras y que lo hacía Sólo porque la siguieras. Por eso estoy harta yo De decir (si bien te acuerdas) Que mires que no te pierdas Por mujercillas, que no Saben más que aventurar Los hombres. D. LUIS. ¿En qué has pasado La tarde? D.ª ÁNG. En casa me he estado, Entretenida en llorar. D. LUIS. ¿Hate nuestro hermano visto? D.ª ÁNG. Desde esta mañana no Ha entrado aquí. D. LUIS. ¡Qué mal yo Estos descuidos resisto! D.ª ÁNG. Pues deja los sentimientos; Que al fin sufrirle es mejor; Que es nuestro hermano mayor, Y comemos de alimentos. D. LUIS. Si tú estás tan consolada, Yo tambien; que yo por tí Lo sentia. Y porque así Veas no dárseme nada, A verle voy, y áun con él Haré una galantería. _(Vase.)_ ESCENA IX. DOÑA ÁNGELA, ISABEL. ISABEL. ¿Qué dirás, señora mia, Despues del susto cruel, De lo que en casa nos pasa? Pues el que hoy ha defendido Tu vida, huésped y herido Le tienes dentro de casa. D.ª ÁNG. Yo, Isabel, lo sospeché Cuando de mi hermano oí La pendencia, y cuando ví Que el herido el huésped fué. Pero áun bien no lo he creido; Porque caso extraño fuera Que un hombre á Madrid viniera, Y hallase recien venido, Una dama que rogase Que su vida defendiese, Un hermano que le hiriese Y otro que le aposentase. Fuera notable suceso; Y aunque todo puede ser, No lo tengo de creer Sin verlo. ISABEL. Y si para eso Te dispones, yo bien sé Por dónde verle podrás, Y áun más que verle. D.ª ÁNG. Tú estás Loca. ¿Cómo, si se ve De mi cuarto tan distante, El suyo? ISABEL. Parte hay por donde Este cuarto corresponde Al otro: esto no te espante. D.ª ÁNG. No porque verlo deseo, Sino sólo por saber, Díme, ¿cómo puede ser? Que lo escucho y no lo creo. ISABEL. ¿No has oido que labró En la puerta una alacena Tu hermano? D.ª ÁNG. Ya lo que ordena Tu ingenio he entendido yo. Dirás que pues es de tabla, Algun agujero hagamos Por donde al huésped veamos. ISABEL. Más que eso mi ingenio entabla. D.ª ÁNG. Dí. ISABEL. Por cerrar y encubrir La puerta que se tenía, Y que á este jardin salia, Y poder volverla á abrir, Hizo tu hermano poner Portátil una alacena. Esta (aunque de vidrios llena) Se puede muy bien mover. Yo lo sé bien; porque, cuando La alacena aderecé, La escalera la arrimé, Y ella se fué desclavando Poco á poco: de manera, Que todo junto cayó, Y dimos en tierra yo, Alacena y escalera; De suerte, que en falso agora La tal alacena está, Y, apartándose, podrá Cualquiera pasar, señora. D.ª ÁNG. Esto no es determinar, Sino prevenir primero. Ves aquí, Isabel, que quiero A esotro cuarto pasar, Y he quitado la alacena. Por allá, ¿no se podrá Quitar tambien? ISABEL. Claro está; Y para hacerla más buena, En falso se han de poner Dos clavos, para advertir Que sólo la sepa abrir El que lo llega á saber. D.ª ÁNG. Al criado que viniere Por luz y por ropa, dí Que vuelva á avisarte á tí, Si acaso el huésped saliere De casa; que, segun creo, No le obligará la herida A hacer cama. ISABEL. ¿Y, por tu vida, Irás? D.ª ÁNG. Un necio deseo Tengo de saber si es él El que mi vida guardó: Porque, si le cuesto yo Sangre y cuidado, Isabel, Es bien mirar por su herida, Si es que segura del miedo De ser conocida, puedo Ser con él agradecida. Vamos, que tengo de ver La alacena; y si pasar Puedo al cuarto, he de cuidar, Sin que él lo llegue á entender, Desde aquí de su regalo. ISABEL. Notable cuento será. Mas ¿si lo cuenta? D.ª ÁNG. No hará, Que hombre, que su esfuerzo igualo A su gala y discrecion, Puesto que de todo ha hecho Noble experiencia en mi pecho En la primera ocasion, De valiente en lo arrestado, De galan en lo lucido, En el modo de entendido, No me ha de causar cuidado Que diga suceso igual; Que fuera notable mengua Que echara una mala lengua Tan buenas partes á mal. _(Vanse.)_ * * * * * Cuarto de Don Manuel. — Una alacena movible, hecha con anaqueles; vidrios en ella. Un brasero, etc. ESCENA X. DON JUAN, DON MANUEL, UN CRIADO _con luz; despues_ DON LUIS, Y OTRO CRIADO. D. JUAN. Acostaos, por mi vida. D. MAN. Es tan poca la herida, Que ántes, Don Juan, sospecho Que parece melindre el haber hecho Caso ninguno della. D. JUAN. Harta ventura ha sido de mi estrella; Que no me consolara Jamás, si este contento me costara El pesar de teneros En mi casa indispuesto, y el de veros Herido por la mano (Si bien no ha sido culpa) de mi hermano. D. MAN. Él es buen caballero, Y me tiene envidioso de su acero, De su estilo admirado, Y he de ser muy su amigo y su criado. _(Llega Don Luis y un criado con un azafate cubierto, y en él un aderezo de espada.)_ D. LUIS. Yo, señor, lo soy vuestro, Como en la pena que recibo muestro, Ofreciéndôs mi vida; Y porque el instrumento de la herida En mi poder no quede, Pues ya agradarme ni servirme puede, Bien como aquel criado Que á su señor algun disgusto ha dado, Hoy de mí lo despido. Esta es, señor, la espada que os ha herido; A vuestras plantas viene A pediros perdon, si culpa tiene. Tome vuestra querella Con ella en mí venganza de mí y della. D. MAN. Sois valiente y discreto: En todo me venceis. La espada aceto, Porque siempre á mi lado Me enseñe á ser valiente. Confiado Desde hoy vivir procuro; Porque ¿de quién no vivirá seguro Quien vuestro acero ciñe generoso? Que él solo me tuviera temeroso. D. JUAN. Pues Don Luis me ha enseñado A lo que estoy por huésped obligado, Otro regalo quiero Que recibais de mí. D. MAN. ¡Qué tarde espero Pagar tantos favores! Los dos os competís en darme honores. ESCENA XI. COSME, _cargado de maletas y cojines_. — DICHOS. COSME. Docientos mil demonios De su furia infernal den testimonios, Volviéndose inclementes Docientas mil serpientes, Que, asiéndome, de un vuelo Den conmigo de patas en el cielo, Del mandato oprimidos De Dios, por justos juicios compelidos; Si vivir no quisiera sin injurias En Galicia ó Asturias, Antes que en esta corte. D. MAN. Reporta... COSME. El repertorio se reporte. D. JUAN. ¿Qué dices? COSME. Lo que digo; Que es traidor quien da paso á su enemigo. D. LUIS. ¿Qué enemigo? Detente. COSME. El agua de una fuente y otra fuente. D. MAN. ¿Y por eso te inquietas? COSME. Venía de cojines y maletas Por la calle cargado, Y en una zanja de una fuente he dado, Y así lo traigo todo (Como dice el refran) puesto de lodo. ¿Quién esto en casa mete? D. MAN. Véte de aquí, que estás borracho. Véte. COSME. Si borracho estuviera, Ménos mi enojo con el agua fuera. Cuando en un libro leo de mil fuentes Que vuelven várias cosas sus corrientes, No me espanto, si aquí ver determino, Que nace el agua á convertirse en vino. D. MAN. Si él empieza, en un año No acabará. D. JUAN. Él tiene humor extraño. D. LUIS. Sólo de tí queria Saber (si sabes lêr, como este dia En el libro citado Muestras) ¿por qué pediste tan pesado Que una carta leyese? ¿Qué te apartas? COSME. Porque sé lêr en libros y no en cartas. D. LUIS. Está bien respondido. D. MAN. Que no hagais caso dél, por Dios os pido. Ya le ireis conociendo, Y sabreis que es burlon. COSME. Hacer pretendo De mis burlas alarde. Para alguna os convido. D. MAN. Pues no es tarde, Porque me importa, hoy quiero Hacer una visita. D. JUAN. Yo os espero Para cenar. D. MAN. Tú, Cosme, esas maletas Abre, y saca la ropa; no las metas Hasta limpiarlas harto. D. JUAN. Si quisieres cerrar, esta es del cuarto La llave; que aunque tengo Llave maestra, por si acaso vengo Tarde, más que las dos, otra no tiene, Ni otra puerta tampoco, (_Ap._ Así conviene.) Y en el cuarto la deja, y cada dia Vendrán á aderezarle. _(Vanse todos, ménos Cosme.)_ ESCENA XII. COSME. Hacienda mia, Ven acá; que yo quiero Visitarte primero; Porque ver determino Cuánto habemos sisado en el camino; Que, como en las posadas No se hilan las cuentas tan delgadas Como en casa, que vive en sus porfías La cuenta y la razon por lacerías, Hay mayor aparejo de provecho, Para meter la mano, no en mi pecho, Sino en la bolsa ajena. _(Abre la maleta, y saca una bolsa.)_ Hallé la propia; buena está y rebuena, Pues aquesta jornada Subió doncella, y se apeó preñada. Contarlo quiero, aunque es tiempo perdido, Porque yo ¿qué borregos he vendido A mi señor para que mire y vea Si está cabal? Lo que ello fuere sea. Su maleta es aquesta: Ropa quiero sacar, por si se acuesta Tan presto; que él mandó que hiciese esto. ¿Mas porque él lo mandó, se ha de hacer presto? Por haberlo él mandado Antes no lo he de hacer, que soy criado. Salirme un rato es justo A rezar á una ermita. ¿Tendrás gusto Desto, Cosme?—Tendré.—Pues, Cosme, vamos Que ántes son nuestros gustos que los amos. _(Vase.)_ ESCENA XIII. DOÑA ÁNGELA, ISABEL, _que salen por la puerta disimulada con la alacena_. ISABEL. Que está el cuarto solo dijo Rodrigo, porque el tal huésped Y tus hermanos se fueron. D.ª ÁNG. Por eso pude atreverme A hacer sola esta experiencia. ISABEL. ¿Ves que no hay inconveniente Para pasar hasta aquí? D.ª ÁNG. Antes, Isabel, parece Que todo cuanto previne Yo, fué muy impertinente, Pues con ninguno encontramos; Que la puerta fácilmente Se abre y se vuelve á cerrar, Sin ser posible que se eche De ver. ISABEL. ¿Y á qué hemos venido? D.ª ÁNG. A volvernos solamente; Que, para hacer sola una Travesura dos mujeres, Basta haberla imaginado; Porque al fin esto no tiene Más fundamento que haber Hablado en ello dos veces, Y estar yo determinada (Siendo verdad que es aqueste Caballero el que por mí Se empeñó osado y valiente, Como te he dicho) á mirar Por su regalo. ISABEL. Aquí tiene El que le trajo tu hermano, Y una espada en un bufete. D.ª ÁNG. Ven acá. ¿Mi escribanía Trajeron aquí? ISABEL. Dió en ese Desvarío mi señor. Dijo que aquí la pusiese Con recado de escribir, Y mil libros diferentes. D.ª ÁNG. En el suelo hay dos maletas. ISABEL. Y abiertas. Señora, ¿quieres Que veamos lo que hay en ellas? D.ª ÁNG. Sí, que quiero neciamente Mirar qué ropas y alhajas Trae. ISABEL. Soldado y pretendiente, Vendrá muy mal alhajado. _(Sacan todo cuanto van diciendo, y lo esparcen por la sala.)_ D.ª ÁNG. ¿Qué es eso? ISABEL. Muchos papeles. D.ª ÁNG. ¿Son de mujer? ISABEL. No, señora, Sino procesos que vienen Cosidos, y pesan mucho. D.ª ÁNG. Pues si fueran de mujeres, Ellos fueran más livianos. Mal en eso te detienes. ISABEL. Ropa blanca hay aquí alguna. D.ª ÁNG. ¿Huele bien? ISABEL. Sí, á limpia huele. D.ª ÁNG. Ese es el mejor perfume. ISABEL. Las tres calidades tiene De blanca, blanda y delgada. Mas, señora, ¿qué es aqueste Pellejo con unos hierros De herramientas diferentes? D.ª ÁNG. Muestra á ver. Hasta aquí hierro De sacamuelas parece; Mas estas son tenacillas, Y el alzador del copete Y los bigotes esotras. ISABEL. Item, escobilla y peine. Oye, que, más prevenido, No le faltará al tal huésped La horma de su zapato. D.ª ÁNG. ¿Por qué? ISABEL. Porque aquí la tiene. D.ª ÁNG. ¿Hay más? ISABEL. Sí, señora. Item, Como á forma de billetes, Legajo segundo. D.ª ÁNG. Muestra. De mujer son, y contienen Más que papel. Un retrato Está aquí. ISABEL. ¿Qué te suspende? D.ª ÁNG. El verle; que una hermosura, Si está pintada, divierte. ISABEL. Parece que te ha pesado De hallarle. D.ª ÁNG. ¡Qué necia eres! No mires más. ISABEL. ¿Y qué intentas? D.ª ÁNG. Dejarle escrito un billete. Toma el retrato. _(Pónese á escribir.)_ ISABEL. Entre tanto La maleta del sirviente He de ver. Esto es dinero; Cuartazos son insolentes, Que en la república donde Son los príncipes y reyes Las doblas y patacones, Ellos son la comun plebe. Una burla le he de hacer, Y ha de ser de aquesta suerte: Quitarle de aquí el dinero Al tal lacayo, y ponerle Unos carbones. Dirán: ¿Dónde demonios los tiene Esta mujer? no advirtiendo Que esto sucedió en Noviembre, Y que hay brasero en el cuarto. _(Quita el dinero de la bolsa, y pone carbon.)_ D.ª ÁNG. Ya escribí. ¿Qué te parece Adónde deje el papel, Porque, si mi hermano viene, No le vea? ISABEL. Allí, debajo De la toalla que tienen Las almohadas; que al quitarla, Se verá forzosamente, Y no es parte que hasta entónces Se ha de andar. D.ª ÁNG. Muy bien adviertes. Ponle allí, y ve recogiendo Todo esto. ISABEL. Mira que tuercen Ya la llave. D.ª ÁNG. Pues dejallo Todo, esté como estuviere, Y á escondernos, Isabel, Ven. ISABEL. Alacena _me fecit_. _(Vanse por la alacena.)_ ESCENA XIV. COSME. Ya que me he servido á mí, De barato quiero hacerle A mi amo otro servicio.— Mas ¿quién nuestra hacienda vende Que así hace almoneda della? ¡Vive Cristo, que parece Plazuela de la Cebada La sala con nuestros bienes! ¿Quién está aquí? No está nadie, Por Dios; y si está, no quiere Responder. No me responda, Que me huelgo de que eche De ver que soy enemigo De respondones. Con este Humor, sea bueno, ó sea malo (Si he de hablar discretamente), Estoy temblando de miedo: Pero como á mí me deje El revoltoso de alhajas Libre mi dinero, llegue Y revuelva las maletas Una y cuatrocientas veces. Mas ¿qué veo? ¡Vive Dios, _(Registra la bolsa.)_ Que en carbones lo convierten! Duendecillo, duendecillo, Quienquiera que seas ó fueres, El dinero que tú das En lo que mandares vuelve, ¿Mas lo que yo hurto, por qué? ESCENA XV. DON MANUEL, DON JUAN, DON LUIS. — COSME. D. JUAN. ¿De qué das voces? D. LUIS. ¿Qué tienes? D. MAN. ¿Qué te ha sucedido? Habla. COSME. ¡Lindo desenfado es ese! Si tienes por inquilino, Señor, en tu casa un duende, ¿Para qué nos recebiste En ella? Un instante breve Que falté de aquí, la ropa De tal modo y de tal suerte Hallé, que, toda esparcida, Una almoneda parece. D. JUAN. ¿Falta algo? COSME. No falta nada. El dinero solamente Que en esta bolsa tenía, Que era mio, me convierte En carbones. D. LUIS. Sí, ya entiendo. D. MAN. ¡Qué necia burla previenes! ¡Qué fria y qué sin donaire! D. JUAN. ¡Qué mala y qué impertinente! COSME. No es burla esta, ¡vive Dios! D. MAN. Calla, que estás como sueles. COSME. Es verdad; mas suelo estar En mi juicio algunas veces. D. JUAN. Quedaos con Dios, y acostaos, Don Manuel, sin que os desvele El duende de la posada; Y aconsejadle que intente Otras burlas, al criado. _(Vase.)_ D. LUIS. No en vano sois tan valiente Como sois, si habeis de andar, Desnuda la espada siempre, Saliendo de los disgustos El que este loco os pusiere. _(Vase.)_ ESCENA XVI. DON MANUEL, COSME. D. MAN. ¿Ves cuál me tratan por tí? Todos por loco me tienen Porque te sufro. A cualquiera Parte que voy, me suceden Mil desaires por tu causa. COSME. Ya estás solo, y no he de hacerte Burla mano á mano yo; Porque sólo en tercio puede Tirarse uno con su padre. Dos mil demonios me lleven Si no es verdad que salí; Y álguien, fuese quien se fuese, Hizo este estrago. D. MAN. Con eso Ahora disculparte quieres De la necedad. Recoge Esto que esparcido tienes, Y entra á acostarte. COSME. Señor, En una galera reme... D. MAN. Calla, calla, ó vive Dios Que la cabeza te quiebre. _(Entra en la alcoba.)_ COSME. Pesárame con extremo Que lo tal me sucediese. Ahora bien, vuelvo á envasar Otra vez los adherentes De mis maletas. ¡Oh cielos, Quién la trompeta tuviese Del juicio de las alhajas, Porque á una voz solamente Viniesen todas! _(Vuelve Don Manuel con un papel.)_ D. MAN. Alumbra, Cosme. COSME. Pues ¿qué te sucede, Señor? ¿Has hallado acaso Allá dentro alguna gente? D. MAN. Descubrí la cama, Cosme, Para acostarme, y halléme Debajo de la toalla De la cama, este billete Cerrado; y ya el sobrescrito Me admira más. COSME. ¿A quién viene? D. MAN. A mí; mas de modo extraño. COSME. ¿Cómo dice? D. MAN. Desta suerte. _(Lee.)_ «Nadie me abra, porque soy »De Don Manuel solamente.» COSME. ¡Plegue á Dios, que no me creas Por fuerza! No le abras, tente, Sin conjurarle primero. D. MAN. Cosme, lo que me suspende Es la novedad, no el miedo; Que quien admira no teme. _(Lee.)_ «Con cuidado me tiene vuestra salud, como á quien fué la causa de su riesgo. Y así, agradecida y lastimada, os suplico me aviseis della, y os sirvais de mí; que para lo uno y lo otro habrá ocasion, dejando la respuesta donde hallasteis éste: advirtiendo que el secreto importa, porque el dia que lo sepa alguno de los amigos, perderé yo el honor y la vida.» COSME. ¡Extraño caso! D. MAN. ¿Qué extraño? COSME. ¿Eso no te admira? D. MAN. No; Antes con esto llegó A mi vista el desengaño. COSME. ¿Cómo? D. MAN. Bien claro se ve Que aquella dama tapada, Que tan ciega y tan turbada De Don Luis huyendo fué, Era su dama, supuesto, Cosme, que no puede ser, Si es soltero, su mujer. Y dando por cierto esto, ¿Qué dificultad tendrá Que en la casa de su amante, Tenga ella mano bastante Para entrar? COSME. Muy bien está Pensado; mas mi temor Pasa adelante. Confieso Que es su dama, y el suceso Te doy por bueno, señor; ¿Pero ella cómo podia Desde la calle, saber Lo que habia de suceder, Para tener este dia Ya prevenido el papel? D. MAN. Despues de haberme pasado, Pudo dársele á un criado. COSME. Y aunque se le diera, ¿él Cómo aquí ha de haberle puesto? Pues nadie en el cuarto entró Desde que en él quedé yo. D. MAN. Bien pudo ser ántes de esto. COSME. Sí; mas hallar trabucadas Las maletas y la ropa, Y el papel escrito, topa En más. D. MAN. Mira si cerradas Esas ventanas están. COSME. Y con aldabas y rejas. D. MAN. Con mayor duda me dejas, Y mil sospechas me dan. COSME. ¿De qué? D. MAN. No sabré explicallo. COSME. En efecto, ¿qué has de hacer? D. MAN. Escribir y responder Pretendo, hasta averiguallo, Con estilo que parezca Que no ha hallado en mi valor, Ni admiracion ni temor; Que no dudo que se ofrezca Una ocasion en que demos, Viendo que papeles hay, Con quien los lleva y los tray. COSME. ¿Y de aquesto no daremos Cuenta á los huéspedes? D. MAN. No, Porque no tengo de hacer Mal alguno á una mujer, Que así de mí se fió. COSME. ¿Luego ya ofendes á quien Su galan juzgas? D. MAN. No tal, Pues sin hacerla á ella mal, Puedo yo proceder bien. COSME. No, señor; más hay aquí De lo que á tí te parece: Con cada discurso crece Mi sospecha. D. MAN. ¿Cómo así? COSME. Ves aquí que van y vienen Papeles, y que jamás Aunque lo examines más, Ciertos desengaños tienen: ¿Qué crêrás? D. MAN. Que ingenio y arte Hay para entrar y salir, Para cerrar, para abrir, Y que el cuarto tiene parte Por dónde. Y en duda tal, El juicio podré perder: Pero no, Cosme, creer Cosa sobrenatural. COSME. ¿No hay duendes? D. MAN. Nadie los vió. COSME. ¿Familiares? D. MAN. Son quimeras. COSME. ¿Brujas? D. MAN. Ménos. COSME. ¿Hechiceras? D. MAN. ¡Qué error! COSME. ¿Hay súcubos? D. MAN. No. COSME. ¿Encantadoras? D. MAN. Tampoco. COSME. ¿Mágicas? D. MAN. Es necedad. COSME. ¿Nigromantes? D. MAN. Liviandad. COSME. ¿Energúmenos? D. MAN. ¡Qué loco! COSME. ¡Vive Dios que te cogí! ¿Diablos? D. MAN. Sin poder notorio. COSME. ¿Hay almas del purgatorio? D. MAN. ¿Que me enamoren á mí? ¡Hay más necia bobería! Déjame; que estás cansado. COSME. En fin, ¿qué has determinado? D. MAN. Asistir de noche y dia Con cuidados singulares (Aquí el desengaño fundo) Sin creer que hay en el mundo Ni duendes ni familiares. COSME. Pues yo en efecto presumo Que algun demonio los tray, Que esto y más habrá, donde hay Quien tome tabaco de humo. JORNADA SEGUNDA. Habitacion de Doña Ángela. ESCENA PRIMERA. DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL. D.ª BEAT. Notables cosas me cuentas. D.ª ÁNG. No te parezcan notables, Hasta que sepas el fin. ¿En qué quedamos? D.ª BEAT. Quedaste En que por el alacena Hasta su cuarto pasastes, Que es tan difícil de verse Como fué de abrirse fácil; Que le escribiste un papel, Y que al otro dia hallaste La respuesta. D.ª ÁNG. Digo pues Que tan cortés y galante Estilo no ví jamás, Mezclando entre lo admirable Del suceso, lo gracioso, Imitando los andantes Caballeros, á quien pasan Aventuras semejantes. El papel, Beatriz, es éste: Holgaréme que te agrade. _(Lee.)_ «Fermosa dueña, cualquier que vos seais la condolida deste afanado caballero, y asaz piadosa minorais sus cuitas, ruégovos me querais facer sabidor del follon mezquino, ó pagano malandrin, que en este encanto vos amancilla, para que segunda vegada en vueso nombre, sano ya de las pasadas feridas, éntre en descomunal batalla, magüer que finque muerto en ella; que non es la vida de más pro que la muerte, tenudo á su deber un caballero. El dador de la luz vos mampare, é á mí non olvide. »_El caballero de la Dama Duende._» D.ª BEAT. ¡Buen estilo por mi vida, Y á propósito el lenguaje, Del encanto y la aventura! D.ª ÁNG. Cuando esperé que con graves Admiraciones viniera El papel, ví semejante Desenfado, cuyo estilo Quise llevar adelante, Y respondiéndole así, Pasé... ISABEL. Detente, no pases, Que viene D. Juan, tu hermano. D.ª ÁNG. Vendrá muy firme y amante A agradecerte la dicha De verte, Beatriz, y hablarte En su casa. D.ª BEAT. No me pesa, Si hemos de decir verdades. ESCENA II. DON JUAN. — DICHAS. D. JUAN. No hay mal que por bien no venga, Dicen adagios vulgares, Y en mí se ve, pues que vienen Por mis bienes vuestros males. He sabido, Beatriz bella, Que un pesar, que vuestro padre Con vos tuvo, á nuestra casa Sin gusto y contento os trae. Pésame que hayan de ser Lisonjeros y agradables, Como para vos mis gustos, Para mí vuestros pesares; Pues es fuerza que no sienta Desdichas que han sido parte De veros: porque hoy amor Diversos efectos hace, En vos de pena, y en mí De gloria, bien como el áspid, De quien, si sale el veneno, Tambien la triaca sale. Vos seais muy bien venida; Que aunque es corto el hospedaje, Bien se podrá hallar un sol En compañía de un ángel. D.ª BEAT. Pésames y parabienes Tan cortésmente mezclasteis, Que no sé á qué responderos. Disgustada con mi padre Vengo: la culpa tuvisteis; Pues aunque el galan no sabe, Sabe que por el balcon Hablé anoche, y miéntras pase El enojo, con mi prima Quiere que esté, porque hace De su virtud confianza. Sólo os diré, y esto baste, Que los disgustos estimo; Porque tambien en mí cause Amor efectos diversos, Bien como el sol, cuando esparce Bellos rayos, que una flor Se marchita y otra nace. Hiere el amor en mi pecho, Y es sólo un rayo bastante A que se muera el pesar, Y nazca el gusto de hallarme En vuestra casa, que ha sido Una esfera de diamante, Hermosa envidia de un sol, Y capaz dosel de un ángel. D.ª ÁNG. Bien se ve que de ganancia Andais hoy los dos amantes, Pues que me dais de barato Tantos favores. D. JUAN. ¿No sabes, Hermana, lo que he pensado? Que tú sola, por vengarte Del cuidado que te da Mi huésped, cuerda buscaste Huéspeda, que á mí me ponga En cuidado semejante. D.ª ÁNG. Dices bien, y yo lo he hecho Sólo porque la regales. D. JUAN. Yo me doy por muy contento De la venganza. _(Quiere irse.)_ D.ª BEAT. ¿Qué haces, Don Juan? ¿dónde vas? D. JUAN. Beatriz, A servirte; que dejarte, Sólo á tí por tí pudiera. D.ª ÁNG. Déjale ir. D. JUAN. Dios os guarde. ESCENA III. DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL. D.ª ÁNG. Sí, cuidado con su huésped Me dió, y cuidado tan grande, Que apénas sé de mi vida, Y él de la suya no sabe. Viéndote á tí, con el mismo Cuidado he de desquitarme; Porque de huésped á huésped Estemos los dos iguales. D.ª BEAT. El deseo de saber Tu suceso, fuera parte Solamente á no sentir Su ausencia. D.ª ÁNG. Por no cansarte, Papeles suyos y mios Fueron y vinieron, tales (Los suyos digo) que pueden Admitirse y celebrarse; Porque mezclando las véras Y las burlas, no ví iguales Discursos. D.ª BEAT. Y él, en efecto, ¿Qué es á lo que se persuade? D.ª ÁNG. A que debo de ser dama De Don Luis, juntando partes De haberme escondido dél Y de tener otra llave Del cuarto. D.ª BEAT. Sola una cosa Dificultad se me hace. D.ª ÁNG. ¿Dí cuál es? D.ª BEAT. ¿Cómo este hombre Viendo que hay quien lleva y trae Papeles, no te ha espiado, Y te ha cogido en el lance? D.ª ÁNG. No está eso por prevenir; Porque tengo á sus umbrales Un hombre yo, que me avisa De quién entra y de quién sale; Y así no pasa Isabel Hasta saber que no hay nadie. Que ya ha sucedido, amiga, Un dia entero quedarse Un criado para verlo, Y haberle salido en balde La diligencia y cuidado. Y porque no se me pase De la memoria, Isabel, Llévate aquel azafate En siendo tiempo. D.ª BEAT. Otra duda. ¿Cómo es posible que alabes De tan entendido, un hombre Que no ha dado en casos tales En el secreto comun De la alacena? D.ª ÁNG. ¿Ahora sabes Lo del huevo de Juanelo, Que los ingenios más grandes Trabajaron en hacer Que en un bufete de jaspe Se tuviese en pié, y Juanelo Con sólo llegar y darle Un golpecito, le tuvo? Las grandes dificultades, Hasta saberse lo son; Que sabido, todo es fácil. D.ª BEAT. Otra pregunta. D.ª ÁNG. Dí cuál. D.ª BEAT. ¿De tan locos disparates Qué piensas sacar? D.ª ÁNG. No sé. Dijérate que mostrarme Agradecida, y pasar Mis penas y soledades, Si ya no fuera más que esto, Porque necia y ignorante, He llegado á tener celos De ver que el retrato guarde De una dama, y áun estoy Dispuesta á entrar y tomarle En la primera ocasion; Y no sé cómo declare Que estoy ya determinada A que me vea y me hable. D.ª BEAT. ¿Descubierta por quién eres? D.ª ÁNG. ¡Jesus, el cielo me guarde! Ni él, pienso yo, que á un amigo Y huésped traicion tan grande Hiciera; pues el pensar Que soy dama suya, hace Que me escriba temeroso, Cortés, turbado y cobarde; Y en efecto, yo no tengo De ponerme á ese desaire. D.ª BEAT. ¿Pues cómo ha de verte? D.ª ÁNG. Escucha, Y sabrás la más notable Traza, sin que yo al peligro De verme en su cuarto pase, Y él venga, sin saber dónde. ISABEL. Pon otro hermano á la márgen, Que viene Don Luis. D.ª ÁNG. Despues Lo sabrás. D.ª BEAT. ¡Qué desiguales Son los influjos! ¡Que el cielo En igual mérito y partes Ponga tantas diferencias Y tantas distancias halle, Que, con un mismo deseo, Uno obligue y otro canse! Vamos de aquí, que no quiero Que llegue Don Luis á hablarme. _(Quiere irse.)_ ESCENA IV. DON LUIS. — DICHAS. D. LUIS. ¿Por qué os ausentais así? D.ª BEAT. Sólo porque vos llegasteis. D. LUIS. La luz más hermosura y pura, De quien el sol la aprendió, ¿Huye porque llego yo? ¿Soy la noche por ventura? Pues perdone tu hermosura Si atrevido y descortés En detenerte me ves; Que yo, en esta contingencia, No quiero pedir licencia, Porque tú no me la des. Que, estimando tu rigor, No quiere la suerte mia Que áun esto, que es cortesía, Tenga nombre de favor. Ya sé que mi loco amor En tus desprecios no alcanza Un átomo de esperanza; Pero yo, viendo tan fuerte Rigor, tengo que quererte, Por sólo tomar venganza. Mayor gloria me darás, Cuando más penas me ofrezcas; Pues cuando más me aborrezcas, Tengo de quererte más. Si desto quejosa estás, Porque con solo un querer Los dos vengamos á ser, Entre el placer y el pesar, Extremos, aprende á amar O enséñame á aborrecer; Enséñame tú rigores, Yo te enseñaré finezas; Enséñame tú asperezas, Yo te enseñaré favores; Tú desprecios, y yo amores; Tú olvido, y yo firme fe; Aunque es mejor, porque dé Gloria al amor, siendo dios, Que olvides tú por los dos; Que yo por los dos querré. D.ª BEAT. Tan cortésmente os quejais, Que, aunque agradecer quisiera Vuestras penas, no lo hiciera, Sólo porque las digais. D. LUIS. Como tan mal me tratais, El idioma del desden Aprendí. D.ª BEAT. Pues ese es bien Que sigais; que en caso tal, Hará soledad el mal A quien le dice tan bien. _(Quiere irse, y detiénela Don Luis.)_ D. LUIS. Oye, si acaso te vengas, Y padezcamos los dos. D.ª BEAT. No he de escucharos. Por Dios, Amiga, que le detengas. _(Vase.)_ D.ª ÁNG. ¡Que tan poco valor tengas Que esto quieras oir y ver! D. LUIS. ¡Ay hermana! ¿qué he de hacer? D.ª ÁNG. Dar tus penas al olvido; Que querer aborrecido Es morir, y no querer. D. LUIS. Quejoso, ¿cómo podré Olvidarla? ¡Que es error! Díla que me haga un favor, Y obligado olvidaré; Ofendido no; porqué El más prudente, el más sabio Da su sentimiento al labio; Si olvidarse el favor suele, Es porque el favor no duele De la suerte que el agravio. _(Vanse.)_ ESCENA V. RODRIGO. — DON LUIS. RODRIGO. ¿De dónde vienes? D. LUIS. No sé. RODRIGO. Triste parece que estás: ¿La causa no me dirás? D. LUIS. Con Doña Beatriz hablé. RODRIGO. No digas más; ya se ve En tí lo que respondió. Pero ¿dónde está, que yo No la he visto? D. LUIS. La tirana Es huéspeda de mi hermana Unos dias, porque no Me falte un enfado así De un huésped; que cada dia Mis hermanos á porfía Se conjuran contra mí; Pues cualquiera tiene aquí Uno que pesar me dé: De Don Manuel, ya se ve, Y de Beatriz; pues los cielos, Me traen á casa mis celos, Porque sin ellos no esté. RODRIGO. Mira que Don Manuel puede Oirte, que viene allí. ESCENA VI. DON MANUEL. — DICHOS. D. MAN. _(Ap.)_ ¡Sólo en el mundo por mí Tan gran prodigio sucede! ¿Qué haré, cielos, con que quede Desengañado, y saber De una vez si esta mujer Dama de Don Luis ha sido, O cómo mano ha tenido Y cautela, para hacer Tantos engaños? D. LUIS. Señor Don Manuel. D. MAN. Señor Don Luis. D. LUIS. ¿De dónde bueno venís? D. MAN. De Palacio. D. LUIS. Grande error El mio fué en preguntar, A quien pretensiones tiene, Dónde va, ni dónde viene; Porque es fuerza que ha de dar Cualquiera línea en Palacio, Como centro de su esfera. D. MAN. Si sólo á Palacio fuera, Estuviera más despacio; Pero mi afan inmortal Mayor término ha pedido. Su Majestad ha salido Esta tarde al Escorial, Y es fuerza esta noche ir Con mis despachos allá, Que de importancia será. D. LUIS. Si ayudaros á servir Puedo en algo, ya sabeis Que soy, en cualquier suceso, Vuestro. D. MAN. Las manos os beso Por la merced que me haceis. D. LUIS. Ved, que no es lisonja esto. D. MAN. Ya veo que es voluntad De mi aumento. D. LUIS. _(Ap.)_ Así es verdad, Porque negocies más presto. D. MAN. Pero á un galan cortesano Tanto como vos, no es justo Divertirle de su gusto; Porque yo tengo por llano Que estareis entretenido, Y gran desacuerdo fuera Que ausentaros pretendiera. D. LUIS. Aunque hubiérades oido Lo que con Rodrigo hablaba, No respondiérais así. D. MAN. ¿Luego bien he dicho? D. LUIS. Sí, Que aunque es verdad que lloraba De una hermosura el rigor, A la firme voluntad, La hace tanta soledad El desden como el favor. D. MAN. ¡Qué desvalido os pintais! D. LUIS. Amo una grande hermosura Sin estrella y sin ventura. D. MAN. ¿Conmigo disimulais Agora? D. LUIS. ¡Pluguiera al cielo! Mas tan infeliz nací, Que huye esta beldad de mí Como de la noche el velo De la hermosa luz del dia, A cuyos rayos me quemo. ¿Quereis ver con cuánto extremo Es la triste suerte mia? Pues porque no la siguiera Amante y celoso yo, A una persona pidió Que mis pasos detuviera. Ved si hay rigores más fieros, Pues todos suelen buscar Terceros para alcanzar, Y ella huye por terceros. _(Vanse Don Luis y Rodrigo.)_ ESCENA VII. DON MANUEL. ¿Qué más se ha de declarar? ¡Mujer que su vista huyó, Y á otra persona pidió Que le llegase á estorbar! Por mí lo dice y por ella. Ya por lo ménos vencí Una duda, pues ya ví Que, aunque es verdad que es aquella, No es su dama; porque él Despreciado no viviera, Si en su casa la tuviera. Ya es mi duda más cruel, Si no es su dama, ni vive En su casa, ¿cómo así Escribe y responde? Aquí Muere un engaño, y concibe Otro engaño. ¿Qué he de hacer? Que soy en mis opiniones Confusion de confusiones. ¡Válgate Dios por mujer! ESCENA VIII. COSME. — DON MANUEL. COSME. Señor, ¿qué hay de duende? ¿acaso Hasle visto por acá? Que de saber que no está Allá, me holgaré. D. MAN. Habla paso. COSME. Que tengo mucho que hacer En nuestro cuarto, y no puedo Entrar. D. MAN. Pues ¿qué tienes? COSME. Miedo. D. MAN. ¿Miedo un hombre ha de tener? COSME. No le ha de tener, señor. Pero ve aquí que le tiene, Porque al suceso conviene. D. MAN. Deja aquese necio humor, Y lleva luz, porque tengo Que disponer y escribir, Y esta noche he de salir De Madrid. COSME. A eso me atengo, Pues dices con eso aquí Que tienes miedo al suceso. D. MAN. Antes te he dicho con eso Que no hago caso de tí; Pues de otras cosas me acuerdo, Que son diferentes, cuando En estas me estás hablando. El tiempo en efecto pierdo. En tanto que me despido De Don Juan, ten luz. _(Vase.)_ COSME. Sí haré. Luz al duende llevaré, Que es hora que sea servido, Y no esté á escuras. Aquí Ha de haber una cerilla; En aquella lamparilla, Que se está muriendo allí, Encenderla agora puedo. ¡Oh qué prevenido soy! Y entre estas y estotras voy Titiritando de miedo. _(Vase.)_ * * * * * Cuarto de Don Manuel ESCENA IX. ISABEL, _que sale por la alacena con un azafate cubierto_. Fuera están, que así el criado Me lo dijo. Agora es tiempo De poner este azafate De ropa blanca en el puesto Señalado.—¡Ay de mí triste! Que como es de noche, tengo, Con la grande oscuridad, De mí misma, asombro y miedo. ¡Válgame Dios, que temblando Estoy! El duende primero Soy que se encomienda á Dios. No hallo el bufete. ¿Qué es esto? Con la turbacion y espanto Perdí de la sala el tiento. No sé dónde estoy, ni hallo La mesa. ¿Qué he de hacer? ¡Cielos! Si no acertase á salir, Y me hallasen aquí dentro, Dábamos con todo el caso Al traste. Gran temor tengo, Y más agora, que abrir La puerta del cuarto siento, Y trae luz el que la abre. Aquí dió fin el suceso; Que ya ni puedo esconderme, Ni volver á salir puedo. ESCENA X. COSME, _con luz_. — ISABEL. COSME. Duende, mi señor, si acaso Obligan los rendimientos A los duendes bien nacidos, Humildemente le ruego Que no se acuerde de mí En sus muchos embelecos, Y esto por cuatro razones: La primera, yo me entiendo; _(Va andando, é Isabel detras de él, huyendo de que la vea.)_ La segunda, usted lo sabe. La tercera, por aquello De que al buen entendedor... La cuarta, por estos versos: Señora Dama Duende, Duélase de mí, Que soy niño y solo, Y nunca en tal me ví. ISABEL. _(Ap.)_ Ya con la luz he cobrado El tino del aposento, Y él no me ha visto; si aquí Se la mato, será cierto Que, miéntras la va á encender, Salir á mi cuarto puedo; Que cuando sienta el rüido, No me verá por lo ménos, Y á dos daños el menor. COSME. ¡Qué gran músico es el miedo! ISABEL. _(Ap.)_ Esto ha de ser desta suerte. _(Dale un golpe, y mátale la luz.)_ COSME. ¡Ay infeliz que me han muerto! ¡Confesion! ISABEL. Ahora podré Escaparme. ESCENA XI. DON MANUEL. — ISABEL, COSME. D. MAN. ¿Qué es aquesto, Cosme? ¿cómo estás sin luz? COSME. Como á los dos nos ha muerto El duende: á la luz, de un soplo, Y á mí de un golpe. D. MAN. Tu miedo Te hará creer esas cosas. COSME. Bien á mi costa las creo. ISABEL. _(Ap.)_ ¡Oh si la puerta encontrase! D. MAN. ¿Quién está aquí? _(Encuentra Isabel con Don Manuel, y él la tiene del azafate.)_ ISABEL. _(Ap.)_ Peor es esto; Que con el amo he encontrado. D. MAN. Trae luz, Cosme, que ya tengo A quien es. COSME. Pues no le sueltes. D. MAN. No haré; ve por ella presto. COSME. Tenle bien. _(Vase.)_ ISABEL. _(Ap.)_ Del azafate Asió; en sus manos le dejo. Hallé la alacena. ¡Adios! _(Vase, dejándole el azafate en la mano.)_ D. MAN. Cualquiera que es, se esté quedo Hasta que traigan la luz; Porque si no, ¡vive el cielo, Que le dé de puñaladas!— Pero sólo abrazo el viento, Y encuentro sólo una cosa De ropa y de poco peso. ¿Qué será? ¡Válgame Dios, Que en más confusion me ha puesto! ESCENA XII. COSME, _con la luz_. — DON MANUEL. COSME. Téngase el duende á la luz. Pues ¿qué es dél? ¿no estaba preso? ¿Qué es esto, señor? D. MAN. No acierto A responder. Esta ropa Me ha dejado, y se fué huyendo. COSME. ¿Y qué dices deste lance? Aun bien, que agora tú mesmo Dijiste que le tenías, Y se te fué por el viento. D. MAN. Diré que aquesta persona, Que con arte y con ingenio Entra y sale aquí, esta noche Estaba encerrada dentro; Que, para poder salir, Te mató la luz, y luego Me dejó á mí el azafate, Y se me ha escapado huyendo. COSME. ¿Por dónde? D. MAN. Por esa puerta. COSME. Harásme que pierda el seso. ¡Vive Dios, que yo le ví A los últimos reflejos, Que la pavesa dejó De la luz, que me habia muerto! D. MAN. ¿Qué forma tenía? COSME. Era un fraile Tamañito, y tenía puesto Un cucurucho tamaño; Que por estas señas creo Que era duende capuchino. D. MAN. ¡Qué de cosas hace el miedo! Alumbra aquí, y lo que trajo El frailecito veremos. Ten este azafate tú. COSME. ¿Yo azafates del infierno? D. MAN. Tenle pues. COSME. Tengo las manos Sucias, señor, con el sebo De la vela, y mancharé El tafetan que cubierto Le tiene; mejor será Que le pongas en el suelo. D. MAN. Ropa blanca es, y un papel. Veamos si el fraile es discreto. _(Lee.)_ «En el poco tiempo que ha que vivís en esa casa, no se ha podido hacer más ropa; como se fuere haciendo, se irá llevando. A lo que decís del amigo, persuadido á que soy dama de D. Luis, os aseguro que no sólo no lo soy, pero que no puedo serlo; y esto dejo para la vista que será presto. Dios os guarde.» Bautizado está este duende, Pues de Dios se acuerda. COSME. ¿Veslo, Cómo hay duende religioso? D. MAN. Muy tarde es; ve componiendo Las maletas y cojines, Y en una bolsa pon estos Papeles, que son el todo A que vamos; que yo entiendo En tanto dejar respuesta A mi duende. _(Da unos papeles á Cosme, pónelos él sobre una silla, y Don Manuel escribe.)_ COSME. Aquí yo quiero, Para que no se me olviden Y estén á mano, ponerlos, Miéntras me detengo un rato, Solamente á decir esto: ¿Has creido ya que hay duendes? D. MAN. ¡Qué disparate tan necio! COSME. ¿Esto es disparate? ¿Ves Tú mismo tantos efectos, Como venirse á tus manos Un regalo por el viento, Y áun dudas? Pero bien haces Si á tí te va bien con eso; Mas déjame á mí, que yo, Que peor partido tengo, Lo crea. D. MAN. ¿De qué manera? COSME. Desta manera lo pruebo: Si nos revuelven la ropa, Te ries mucho de verlo; Y yo soy quien la compone, Que no es trabajo pequeño. Si á tí te dejan papeles, Y te llevan los conceptos; A mí me dejan carbones, Y se llevan mi dinero. Si traen dulces, tú te huelgas Como un padre de comerlos; Y yo ayuno como un puto, Pues ni los toco ni veo. Si á tí te dan las camisas, Las valonas y pañuelos; A mí los sustos me dan De escucharlo y de saberlo. Si, cuando los dos venimos Aquí, casi á un mismo tiempo, Te dan á tí un azafate Tan aseado y compuesto; A mí un mojicon me dan En aquestos pestorejos, Tan descomunal, tan grande, Que me hace escupir los sesos. Para tí sólo, señor, Es el gusto y el provecho, Para mí el susto y el daño; Y tiene el duende en efecto, Para tí mano de lana, Para mí mano de hierro. Pues déjame que lo crea; Que se apura el sufrimiento, Queriendo negarle á un hombre lo que está pasando y viendo. D. MAN. Haz las maletas, y vamos; Que allá en el cuarto te espero De Don Juan. COSME. ¿Pues qué hay que hacer Si allá vestido de negro Has de andar, y esto se hace Con tomar un ferreruelo? D. MAN. Deja cerrado, y la llave Lleva; que si en este tiempo Hiciera falta, otra tiene Don Juan.—Confuso me ausento Por no llevar ya sabido Esto, que ha de ser tan presto Pero uno importa al honor De mi casa y de mi aumento, Y otro solamente á un gusto; Y así entre los dos extremos, Donde el honor es lo más, Todo lo demas es ménos. _(Vanse.)_ * * * * * Cuarto de Doña Ángela. ESCENA XIII. DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL. D.ª ÁNG. ¿Eso te ha sucedido? ISABEL. Ya todo el embeleco ví perdido, Porque, si allí me viera, Fuerza, señora, fuera El descubrirse todo; Pero en efecto, me escapé del modo Que te dije. D.ª ÁNG. Fué extraño Suceso. D.ª BEAT. Y ha de dar fuerza al engaño, Sin haber visto gente, Ver que dé un azafate, y que se ausente. D.ª ÁNG. Si tras desto consigo Que me vea del modo que te digo, Ni dudo de que pierda El juicio. D.ª BEAT. La atencion más grave y cuerda Es fuerza que se espante, Ángela, con suceso semejante; Porque querer llamalle Sin saber donde viene, y que se halle Luego con una dama Tan hermosa, tan rica y de tal fama, Sin que sepa quién es, ni dónde vive (Que esto es lo que tu ingenio le apercibe) Y haya, vendado y ciego, De volver á salir y dudar luego, ¿A quién no ha de admirar? D.ª ÁNG. Todo advertido Está ya, y por estar tú aquí no ha sido Hoy la noche primera Que ha de venir á verme. D.ª BEAT. ¿No supiera Yo callar el suceso De tu amor? D.ª ÁNG. Que no, prima, no es por eso Sino que estando en casa Tú, como á mis hermanos les abrasa Tu amor, no salen della, Adorando los rayos de tu estrella; Y fuera aventurarme, No ausentándose ellos, empeñarme. ESCENA XIV. DON LUIS, _al paño_. — DICHOS. D. LUIS. _(Ap.)_ ¡Oh cielos, quién pudiera Disimular su afecto, quién pusiera Límite al pensamiento, Freno á la voz y ley al sentimiento! Pero ya que conmigo Tan poco puedo, que esto no consigo, Desde aquí he de ensayarme A vencer mi pasion, y reportarme. D.ª BEAT. Yo diré de qué suerte Se podrá disponer, para no hacerte Mal tercio, y para hallarme Aquí; porque sintiera el ausentarme, Sin que el efecto viera Que deseo. D.ª ÁNG. Pues dí de qué manera. D. LUIS. _(Ap.)_ ¿Qué es lo que las dos tratan, Que de su mismo aliento se recatan? D.ª BEAT. Las dos publicaremos Que mi padre envió por mí, y haremos La deshecha con modos, Que creyendo que estoy ya ausente todos Vuelva á quedarme en casa... D. LUIS. _(Ap.)_ ¿Qué es esto, cielos, que en mi agravio pasa? D.ª BEAT. Y oculta con secreto Sin estorbos podré ver el efeto... D. LUIS. _(Ap.)_ ¿Qué es lo que oigo, hado injusto? D.ª BEAT. Que ha de ser para mí de tanto gusto. D.ª ÁNG. Y luégo, ¿qué diremos De verte aquí otra vez? D.ª BEAT. ¿Pues no tendremos (¡Qué mal eso te admira!) Ingenio para hacer otra mentira? D. LUIS. _(Ap.)_ Sí tendreis. ¡Que esto escucho! Con nuevas penas y tormentos lucho. D.ª BEAT. Con esto, sin testigos y en secreto, Deste notable amor veré el efeto; Pues estando escondida Yo, y estando la casa recogida, Sin escándalo arguyo Que pasar pueda de su cuarto al tuyo. D. LUIS. _(Ap.)_ Bien claramente infiero (Cobarde vivo, y atrevido muero) Su intencion. Mas dichoso Mi hermano la merece: ¡estoy celoso! A darle se prefiere La ocasion que desea; y así quiere Que de su cuarto pase Sin que nadie lo sepa, y yo me abrase; Y porque sin testigos Se logren (¡oh enemigos!) Mintiendo mi sospecha, Hacer quiere conmigo la deshecha. Pues si esto es así, cielo, Para el estorbo de su amor apelo: Y cuando esté escondida, Buscando otra ocasion, con atrevida Resolucion veré toda la casa, Hasta hallarle; que el fuego que me abrasa, Ya no tiene otro medio; Que el estorbar es último remedio De un celoso. Valedme, ¡santos cielos! Que abrasado de amor, muero de celos. _(Vase.)_ D.ª ÁNG. Está bien prevenido, Y mañana diremos que te has ido. ESCENA XV. DON JUAN. — DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, ISABEL. D. JUAN. ¡Hermana! ¡Beatriz bella! D.ª BEAT. Ya te echábamos ménos. D. JUAN. Si mi estrella Tantas dichas mejora, Que me eche ménos vuestro sol, señora, De mí mismo envidioso, Tendré mi mismo bien por sospechoso Que posible no ha sido Que os haya merecido Mi amor ese cuidado; Y así, de mí envidioso y envidiado Tendré en tan dulce abismo Yo lástima y envidia de mí mismo. D.ª BEAT. Contradecir no quiero Argumento, Don Juan, tan lisonjero, Que quien ha dilatado Tanto el venirme á ver, y me ha olvidado ¿Quién duda que estaria Bien divertido, sí, y allí tendría Envidia á su ventura Y lástima, perdiendo la hermosura Que tanto le divierte? Luego claro se prueba desta suerte Con cierto silogismo La lástima y envidia de sí mismo. D. JUAN. Si no fuera ofenderme y ofenderos, Intentara, Beatriz, satisfaceros Con deciros que he estado Con Don Manuel, mi huésped, ocupado Agora en su partida, Porque se fué esta noche. D.ª ÁNG. ¡Ay de mi vida! D. JUAN. ¿De qué, hermana, es el susto? D.ª ÁNG. Sobresalta un placer como un disgusto. D. JUAN. Pésame que no sea Placer cumplido el que tu pecho vea; Pues volverá mañana. D.ª ÁNG. (_Ap._ Vuelva á vivir una esperanza vana.) Ya yo me habia espantado, Que tan de paso nos venía el enfado, Que fué siempre importuno. D. JUAN. Yo no sospecho que te dé ninguno, Sino que tú y Don Luis mostrais disgusto, Por ser cosa en que yo he tenido gusto. D.ª ÁNG. No quiero responderte, Aunque tengo bien qué; y es por no hacerte Mal juego, siendo agora Tercero de tu amor, pues nadie ignora Que ejerce amor las flores de fullero Mano á mano, mejor que con tercero.— Vénte, Isabel, conmigo; _(Ap. á ella.)_ Que aquesta noche misma á traer me obligo El retrato; pues puedo Pasar con más espacio y ménos miedo. Tenme tú prevenida Una luz, y en que pueda ir escondida; Porque no ha de tener, contra mi fama, Quien me escribe, retrato de otra dama. _(Vanse Doña Ángela é Isabel.)_ ESCENA XVI. DOÑA BEATRIZ, DON JUAN. D.ª BEAT. No creo que te debo Tantas finezas. D. JUAN. Los quilates pruebo De mi fe (porque es mucha) En un discurso. D.ª BEAT. Díle. D. JUAN. Pues escucha. Bella Beatriz, mi fe es tan verdadera, Mi amor tan firme, mi aficion tan rara, Que, aunque yo no quererte deseara, Contra mi mismo afecto te quisiera. Estímate mi vida de manera, Que, á poder olvidarte, te olvidara, Porque despues por eleccion te amara: Fuera gusto mi amor, y no ley fuera. Quien quiere á una mujer, porque no puede Olvidalla, no obliga con querella, Pues nada el albedrío le concede. Yo no puedo olvidarte, Beatriz bella, Y siento el ver que tan ufana quede, Con la victoria de tu amor mi estrella. D.ª BEAT. Si la eleccion se debe al albedrío, Y la fuerza al impulso de una estrella, Voluntad más segura será aquella Que no vive sujeta á un desvarío. Y así de tus finezas desconfío, Pues mi fe, que imposibles atropella, Si viera á mi albedrío andar sin ella, Negara, vive el cielo, que era mio. Pues aquel breve instante que gastara En olvidar, para volver á amarte, Sintiera que mi afecto me faltara. Y huélgome de ver que no soy parte Para olvidarte, pues que no te amara El rato que tratara de olvidarte. _(Vanse.)_ * * * * * Calle. ESCENA XVII. COSME, _huyendo de_ DON MANUEL, _que le sigue_. D. MAN. ¡Vive Dios, si no mirara... COSME. Por eso miras. D. MAN. Que fuera Infamia mia, que hiciera Un desatino! COSME. Repara En que te he servido bien, Y un descuido no está en mano, De un católico cristiano. D. MAN. ¿Quién ha de sufrirte, quién, Si lo que más importó, Y lo que más te he encargado Es lo que más se ha olvidado? COSME. Pues por eso se olvidó, Por ser lo que me importaba; Que si importante no fuera, ¿En olvidarse, qué hiciera? ¡Viven los cielos! que estaba Tan cuidadoso en traer Los papeles, que por eso Los puse aparte, y confieso Que el cuidado vino á ser El mismo que me dañó; Pues si aparte no estuvieran, Con los demas se vinieran. D. MAN. Harto es que se te acordó En la mitad del camino. COSME. Un gran cuidado llevaba, Sin saber qué le causaba; Que le juzgué desatino, Hasta que en el caso dí, Y supe que era el cuidado El habérseme olvidado Los papeles. D. MAN. Dí que allí El mozo espere, teniendo Las mulas; porque tambien Llegar con ruido no es bien, Despertando á quien durmiendo Está ya; pues puedo entrar, Supuesto que llave tengo, Y el despacho, por quien vengo, Sin ser sentido sacar. _(Vase Cosme, y vuelve.)_ COSME. Ya el mozo queda advertido, Mas considera, señor, Que sin luz es grande error Querer hallarlos, y el ruido Excusarse no es posible; Porque si luz no nos dan En el cuarto de Don Juan, ¿Cómo hemos de ver? D. MAN. ¡Terrible Es tu enfado! ¿Agora quieres Que le alborote y le llame? ¿Pues no sabrás (díme, infame, Que causa de todo eres) Por el tiento, dónde fué Dónde quedaron? COSME. No es esa La duda; que yo á la mesa, Donde sé que los dejé, Iré á ciegas. D. MAN. Abre presto. COSME. Lo que á mi temor responde Es que no sabré yo adónde El duende los habrá puesto; Porque ¿qué cosa he dejado, Que haya vuelto á hallarla yo En la parte que quedó? D. MAN. Si los hubiere mudado, Luz entónces pediremos; Pero hasta verlo, no es bien Que alborotemos, á quien Buen hospedaje debemos. _(Vanse.)_ * * * * * Cuarto de Don Manuel. ESCENA XVIII. DOÑA ÁNGELA É ISABEL, _que salen de la alacena_. D.ª ÁNG. Isabel, pues recogida Está la casa, y es dueño De los sentidos el sueño, Ladron de la media vida, Y sé que el huésped se ha ido, Robarle el retrato quiero Que ví en el lance primero. ISABEL. Entra quedo, y no hagas ruido. D.ª ÁNG. Cierra tú por allá fuera, Y hasta venirme á avisar No saldré yo, por no dar En más riesgo. ISABEL. Aquí me espera. _(Vase Isabel, cerrando la alacena.)_ ESCENA XIX. DON MANUEL, COSME, _á oscuras_. — DOÑA ÁNGELA. COSME. _(Hablando bajo con su amo junto á la puerta.)_ Ya está abierto. D. MAN. Pisa quedo; Que, si aquí sienten rumor, Será alboroto mayor. COSME. ¿Crêrásme que tengo miedo? Este duende bien pudiera Tenernos luz encendida. D.ª ÁNG. La luz que traje escondida, Porque de aquesta manera No se viese, es tiempo ya De descubrir. _(Saca una luz que trajo encubierta en una linterna.)_ COSME. _(Ap. á su amo.)_ Nunca ha andado El duende tan bien mandado. ¡Qué presto la luz nos da! Considera agora aquí Si te quiere bien el duende, Pues que para tí la enciende, Y la apaga para mí. D. MAN. ¡Válgame el cielo! Ya es Esto sobrenatural; Que traer con priesa tal Luz, no es obra humana. COSME. ¿Ves Como á confesar viniste Que es verdad? D. MAN. ¡De mármol soy! Por volver atras estoy. COSME. Mortal eres: ya temiste. D.ª ÁNG. Hácia aquí la mesa veo, Y con papeles está. COSME. Hácia la mesa se va. D. MAN. ¡Vive Dios, que dudo y creo Una admiracion tan nueva! COSME. ¿Ves cómo nos va guiando, Lo que venimos buscando, Sin que veamos quién la lleva? _(Doña Ángela pone la luz en un candelero que habrá en la mesa, y toma una silla y siéntase de espaldas á los dos.)_ D.ª ÁNG. Pongo aquí la luz, y agora La escribanía veré. D. MAN. Aguarda, que á los reflejos De la luz todo se ve; Y no ví en toda mi vida Tan soberana mujer. ¡Válgame el cielo! ¿qué es esto? Hidras á mi parecer, Son los prodigios, pues de uno Nacen mil. ¡Cielos! ¿qué haré? COSME. Despacio lo va tomando. Silla arrastra. D. MAN. Imágen es De la más rara beldad, Que el soberano pincel Ha obrado. COSME. Así es verdad; Porque solo la hizo él. D. MAN. Más que la luz resplandecen Sus ojos. COSME. Lo cierto es, Que son sus ojos luceros Del cielo de Lucifer. D. MAN. Cada cabello es un rayo Del sol. COSME. Hurtáronlos dél. D. MAN. Una estrella es cada rizo. COSME. Sí será; porque tambien Se las trajeron acá, O una parte de las tres. D. MAN. ¡No ví más rara hermosura! COSME. No dijeras eso á fe, Si el pié la vieras; porque estos Son malditos por el pié. D. MAN. ¡Un asombro de belleza, Un ángel hermoso es! COSME. Es verdad, pero patudo. D. MAN. ¿Qué es esto, qué intenta hacer Con mis papeles? COSME. Yo apuesto Que querrá mirar y ver Lo que buscas, porque aquí Tengamos ménos que hacer; Que es duende muy servicial. D. MAN. ¡Válgame el cielo! ¿qué haré? Nunca me he visto cobarde, Sino solo aquesta vez. COSME. Yo sí, muchas. D. MAN. Y calzado De prision de hielo el pié, Tengo el cabello erizado, Y cada suspiro es, Para mi pecho un puñal, Para mi cuello un cordel. Mas ¿yo he de tener temor? ¡Vive el cielo que he de ver Si sé vencer un encanto! _(Llega, y cógela de un brazo.)_ Ángel, demonio, ó mujer, A fe que no has de librarte De mis manos esta vez. D.ª ÁNG. _(Ap.)_ ¡Ay infeliz de mí! Fingida su ausencia fué: Más ha sabido que yo. COSME. De parte de Dios (aquí es Troya del diablo) nos dí... D.ª ÁNG. _(Ap.)_ Mas yo disimularé. COSME. ¿Quién eres, y qué nos quieres? D.ª ÁNG. Generoso Don Manuel Enriquez, á quien está Guardado un inmenso bien, No me toques, no me llegues Que llegarás á perder La mayor dicha que el cielo Te previno, por merced Del hado que te apadrina Por decretos de su ley. Yo te escribí aquesta tarde En el último papel, Que nos veríamos presto, Y anteviendo aquesto fué. Y pues cumplí mi palabra Supuesto que ya me ves, En la más humana forma Que he podido elegir, ve En paz, y déjame aquí; Porque aun cumplido no es El tiempo en que mis sucesos Has de alcanzar y saber. Mañana lo sabrás todo; Y mira, que á nadie des Parte desto, si no quieres Una gran suerte perder. Ve en paz. COSME. Pues que con la paz Nos convida, señor, ¿qué Esperamos? D. MAN. (_Ap._ ¡Vive Dios, Que corrido de temer Vanos asombros estoy! Y puesto que no los crê Mi valor, he de apurar Todo el caso de una vez.) Mujer, quien quiera que seas, (Que no tengo de creer Que eres otra cosa nunca) Vive Dios, que he de saber Quién eres, cómo has entrado Aquí, con qué fin, y á qué. Sin esperar á mañana Esta dicha gozaré; Si demonio, por demonio, Y si mujer, por mujer; Que á mi esfuerzo no le da Que recelar ni temer Tu amenaza, cuando fueras Demonio; aunque yo bien sé Que teniendo cuerpo tú, Demonio no puedes ser, Sino mujer. COSME. Todo es uno. D.ª ÁNG. No me toques, que á perder Echas una dicha. COSME. Dice El señor diablo muy bien; No la toques, pues no ha sido Arpa, laúd ni rabel. D. MAN. Si eres espíritu agora Con la espada lo veré; _(Saca la espada.)_ Pues aunque te hiera aquí, No he de poderte ofender. D.ª ÁNG. ¡Ay de mí! ¡deten la espada, Sangriento el brazo deten! Que no es bien que des la muerte A una infelice mujer. Yo confieso que lo soy; Y aunque es delito el querer, No delito que merezca Morir mal, por querer bien. No manches pues, no desdores Con mi sangre el rosicler De ese acero. D. MAN. Dí, ¿quién eres? D.ª ÁNG. Fuerza el decirlo ha de ser; Porque no puedo llevar Tan al fin como pensé Este amor, este deseo. Esta verdad, esta fe. Pero estamos á peligro, Si nos oyen, ó nos ven, De la muerte; porque soy Mucho más de lo que ves; Y así es fuerza, por quitar Estorbos que puede haber, Cerrar, señor, esa puerta, Y áun la del portal tambien; Porque no puedan ver luz, Si acaso vienen á ver Quién anda aquí. D. MAN. Alumbra, Cosme, Cerremos las puertas. ¿Ves Cómo es mujer, y no duende? COSME. Yo ¿no lo dije tambien? _(Vanse los dos.)_ ESCENA XX. DOÑA ÁNGELA, _y luego_ ISABEL. D.ª ÁNG. Cerrada estoy por defuera. Ya ¡cielos! fuerza ha de ser Decir la verdad, supuesto Que me ha cerrado Isabel, Y que el huésped me ha cogido Aquí. _(Sale Isabel por la alacena.)_ ISABEL. Ce, señora, ce. Tu hermano por tí pregunta. D.ª ÁNG. Bien sucede. Echa el cancel De la alacena. ¡Ay amor! La duda se queda en pié. _(Vanse y cierran la alacena.)_ ESCENA XXI. DON MANUEL, COSME. D. MAN. Ya están cerradas las puertas, Proseguid, señora; haced Relacion... pero, ¿qué es esto? ¿Dónde está? COSME. Pues yo ¿qué sé? D. MAN. ¿Si se ha entrado en el alcoba? Ve delante. COSME. Yendo á pié, Es, señor, descortesía Ir yo delante. D. MAN. Veré Todo el cuarto. Suelta, digo. COSME. Digo que suelto. _(Quítale Don Manuel la luz, entra en el cuarto y vuelve á salir.)_ D. MAN. ¡Cruel Es mi suerte! COSME. Aun bien que agora Por la puerta no se fué. D. MAN. ¿Pues por dónde pudo irse? COSME. Eso no alcanzo yo. ¿Ves (Siempre te lo he dicho yo) Cómo es diablo, y no mujer? D. MAN. ¡Vive Dios, que he de mirar Todo este cuarto, hasta ver Si debajo de los cuadros Rota está alguna pared, Si encubren estas alfombras Alguna cueva, y tambien Las bovedillas del techo! COSME. Solamente aquí se ve Esta alacena. D. MAN. Por ella No hay que dudar ni temer, Siempre compuesta de vidrios. A mirar lo demas ven. COSME. Yo no soy nada miron. D. MAN. Pues no tengo de creer Que es fantástica su forma, Puesto que llegó á temer La muerte. COSME. Tambien llegó A adivinar y saber Que, á sólo verla esta noche, Habíamos de volver. D. MAN. Como sombra se mostró, Fantástica su luz fué; Pero como cosa humana, Se dejó tocar y ver: Como mortal se temió, Receló como mujer, Como ilusion se deshizo, Como fantasma se fué. Si doy la rienda al discurso, No sé, ¡vive Dios! no sé, Ni qué tengo de dudar, Ni qué tengo de creer. COSME. Yo sí. D. MAN. ¿Qué? COSME. Que es mujer-diablo; Pues que novedad no es, Si la mujer es demonio Todo el año, que una vez, Por desquitarse de tantas, Sea el demonio mujer. JORNADA TERCERA. Cuarto de Doña Ángela. ESCENA PRIMERA. DON MANUEL, _á oscuras_; ISABEL, _guiándole_. ISABEL. Espérame en esta sala: Luégo saldrá á verte aquí Mi señora. _(Vase, cerrando.)_ D. MAN. No está mala La tramoya. ¿Cerró? Sí. ¡Qué pena á mi pena iguala! Yo volví del Escorial, Y este encanto peregrino, Este pasmo celestial Que á traerme la luz vino Y me deja en duda igual, Me tiene escrito un papel, Diciendo muy tierna en él: «Si os atreveis á venir A verme, habeis de salir Esta noche con aquel Criado que os acompaña. Dos hombres esperarán En el cementerio (¡extraña Parte!) de San Sebastian, Y una silla.» Y no me engaña. En ella entré y discurrí, Hasta que el tino perdí. Y al fin á un portal de horror Lleno, de sombra y temor, Solo y á oscuras salí. Aquí llegó una mujer, (Al oir y al parecer) Y á oscuras y por el tiento, De aposento en aposento, Sin oir, hablar, ni ver, Me guió. Pero ya veo Luz; por el resquicio es De una puerta. Tu deseo Lograste, amor, pues ya ves La dama; aventuras creo. _(Acecha por la cerradura.)_ ¡Qué casa tan alhajada! ¡Qué mujeres tan lucidas! ¡Qué sala tan adornada! ¡Qué damas tan bien prendidas! ¡Qué beldad tan extremada! _(Abren la puerta, y salen várias criadas trayendo toallas, conservas y agua, haciendo reverencias todas al pasar, y detras de todas, Doña Ángela, ricamente vestida.)_ ESCENA II. DOÑA ÁNGELA, CRIADAS, DOÑA BEATRIZ. — DON MANUEL. D.ª ÁNG. _(Ap. á Doña Beatriz.)_ Pues presumen que eres ida A tu casa mis hermanos, Quedándote aquí escondida, Los recelos serán vanos; Porque una vez recogida, Ya no habrá que temer nada. D.ª BEAT. ¿Y qué ha de ser mi papel? D.ª ÁNG. Agora el de mi criada; Luego el de ver, retirada, Lo que me pasa con él.— ¿Estareis muy disgustado _(A Don Manuel.)_ De esperarme? D. MAN. No, señora; Que quien espera la aurora, Bien sabe que su cuidado, En las sombras sepultado De la noche oscura y fria, Ha de tener; y así hacía Gusto el pesar que pasaba; Pues cuanto más se alargaba, Tanto más llamaba al dia. Si bien no era menester Pasar noche tan oscura, Si el sol de vuestra hermosura Me habia de amanecer; Que para resplandecer Vos, soberano arrebol, La sombra ni el tornasol De la noche no os habia De estorbar; que sois el dia Que amanece sin el sol. Huye la noche, señora, Y pasa á la dulce salva La risa bella del alba, Que ilumina, mas no dora; Despues del alba la aurora, De rayos y luz escasa, Dora, mas no abrasa. Pasa La aurora, y tras su arrebol Pasa el sol; y sólo el sol Dora, ilumina y abrasa. El alba, para brillar, Quiso á la noche seguir; La aurora, para lucir, Al alba quiso imitar; El sol, deidad singular, A la aurora desafía, Vos al sol: luego la fria Noche no era menester, Si podeis amanecer Sol del sol despues del dia. D.ª ÁNG. Aunque agradecer debiera Discurso tan cortesano, Quejarme quiero (no en vano), De ofensa tan lisonjera; Pues no siendo esta la esfera, A cuyo noble ardimiento Fatigas padece el viento, Sino un albergue piadoso, Os viene á hacer sospechoso El mismo encarecimiento. No soy alba, pues la risa Me falta en contento tanto; Ni aurora, pues que mi llanto De mi dolor no os avisa; No soy sol, pues no divisa Mi luz la verdad que adoro, Y así lo que soy ignoro; Que sólo sé que no soy Alba, aurora ó sol; pues hoy No alumbro, rio, ni lloro. Y así os ruego que digais, Señor Don Manuel, de mí Que una mujer soy y fuí, A quien vos sólo obligais Al extremo que mirais. D. MAN. Muy poco debe de ser; Pues aunque me llego á ver Aquí, os pudiera argüir Que tengo más que sentir, Señora, que agradecer. Y así, me doy por sentido. D.ª ÁNG. ¿Vos de mí sentido? D. MAN. Sí, Pues que no fiais de mí Quién sois. D.ª ÁNG. Solamente os pido Que eso no mandeis; que ha sido Imposible de contar. Si quereis venirme á hablar, Con calidad ha de ser Que no lo habeis de saber, Ni lo habeis de preguntar; Porque para con vos hoy Un enigma á ser me ofrezco, Que ni soy lo que parezco, Ni parezco lo que soy. Miéntras encubierta estoy, Podreis verme y podré veros; Porque si á satisfaceros Llegais, y quien soy sabeis, Vos quererme no querreis, Aunque yo quiera quereros. Pincel que lo muerto informa, Tal vez un cuadro previene, Que una forma á una luz tiene, Y á otra luz tiene otra forma. Amor, que es pintor, conforma Dos luces, que en mí teneis; Si hoy á aquesta luz me veis, Y por eso me estimais, Cuando á otra luz me veais, Quizá me aborrecereis. Lo que deciros me importa Es en cuanto á haber creido Que de Don Luis dama he sido; Que esta sospecha reporta Mi juramento, y la acorta. D. MAN. ¿Pues qué, señora, os moviera A encubriros dél? D.ª ÁNG. Pudiera Ser tan principal mujer, Que tuviera que perder, Si Don Luis me conociera. D. MAN. Pues decidme solamente, ¿Cómo á mi casa pasais? D.ª ÁNG. Ni eso es tiempo que sepais; Que es el mismo inconveniente. D.ª BEAT. (_Ap._ Aquí entro yo lindamente.) Ya el agua y dulce está aquí; Vuexcelencia mire si... _(Llegan todas con las toallas, agua y algunas cajas de dulce.)_ D.ª ÁNG. ¡Qué error y qué impertinencia! Necia, ¿quién es excelencia? ¿Quieres engañar así Ahora al señor Don Manuel, Para que con eso crea Que yo gran señora sea? D.ª BEAT. Advierte... D. MAN. _(Ap.)_ De mi cruel Duda salí con aquel Descuido; agora he creido Que una gran señora ha sido, Que, por serlo, se encubrió, Y que con el oro vió Su secreto conseguido. ESCENA III. DON JUAN. — DICHOS. D. JUAN. _(Dentro.)_ Abre, Isabel, esta puerta. D.ª ÁNG. _(Ap.)_ ¡Ay cielos! ¿qué ruido es este? ISABEL. ¡Yo soy muerta! D.ª BEAT. _(Ap.)_ ¡Helada estoy! D. MAN. _(Ap.)_ ¿Aun no cesan mis crueles Fortunas? ¡Válgame el cielo! D.ª ÁNG. Señor, mi padre es aqueste. D. MAN. ¿Qué he de hacer? D.ª ÁNG. Fuerza es que vais A esconderos á un retrete. Isabel, llévale tú, Hasta que oculto le dejes En aquel cuarto que sabes, Apartado; ya me entiendes. ISABEL. Vamos presto. D. JUAN. _(Dentro.)_ ¿No acabais De abrir la puerta? D. MAN. ¡Valedme, Cielos, que vida y honor Van jugadas á una suerte! _(Vase Don Manuel con Isabel.)_ D. JUAN. _(Dentro.)_ La puerta echaré en el suelo. D.ª ÁNG. Retírate tú, pues puedes, En esa cuadra, Beatriz; No te hallen aquí. _(Vase Doña Beatriz, y sale Don Juan.)_ D.ª ÁNG. ¿Qué quieres A estas horas en mi cuarto, Que así á alborotarnos vienes? D. JUAN. Respóndeme tú primero, Ángela, ¿qué traje es ese? D.ª ÁNG. De mis penas y tristezas Es causa el mirarme siempre Llena de luto, y vestíme, Por ver si hay con qué me alegre Estas galas. D. JUAN. No lo dudo; Que tristezas de mujeres Bien con galas se remedian, Bien con joyas convalecen; Si bien me parece que es Tu cuidado impertinente. D.ª ÁNG. ¿Qué importa el vestirme así, Donde nadie llegue á verme? D. JUAN. Díme, ¿volvióse Beatriz A su casa? D.ª ÁNG. Y cuerdamente Su padre, por mejor medio, En paz su enojo convierte. D. JUAN. Yo no quise saber más, Para ir á ver si pudiese Verla y hablarla esta noche. Quédate con Dios, y advierte Que ya no es tuyo ese traje. _(Vase.)_ D.ª ÁNG. Vaya Dios contigo, y véte. _(Vase Don Juan, y vuelve Doña Beatriz.)_ D.ª ÁNG. Cierra esa puerta, Beatriz. D.ª BEAT. Bien hemos salido deste Susto. A buscarme tu hermano Va. D.ª ÁNG. Ya hasta que se sosiegue Más la casa, y Don Manuel Vuelva de su cuarto á verme, Para ser ménos sentidas, Entremos á este retrete. D.ª BEAT. Si eso te sucede bien, Te llaman la Dama Duende. _(Vanse.)_ * * * * * Cuarto de Don Manuel. ESCENA IV. DON MANUEL É ISABEL, _que salen á oscuras de la alacena_. ISABEL. Aquí has de quedarte, y mira Que no hagas ruido; que pueden Sentirte. D. MAN. Un mármol seré. ISABEL. Quieran los cielos que acierte A cerrar, que estoy turbada. _(Vase.)_ D. MAN. ¡Oh, á cuánto, cielos, se atreve Quien se atreve á entrar en parte Donde ni alcanza ni entiende Qué daños se le aperciben, Qué riesgos se le previenen! Véme aquí á mí en una casa, Que dueño tan noble tiene (De excelencia por lo ménos), Lleno de asombros crueles, Y tan léjos de la mia. Pero ¿qué es esto? Parece Que á esta parte alguna puerta Abren. Sí, y ha entrado gente. ESCENA V. COSME. — DON MANUEL. COSME. Gracias á Dios que esta noche Entrar podré libremente _(A tientas.)_ En mi aposento sin miedo, Aunque sin luz salga y entre; Porque el duende mi señor Puesto que á mi amo tiene, ¿Para qué me quiere á mí? _(Encuentra con Don Manuel.)_ Pero para algo me quiere. ¿Quién va? ¿quién es? D. MAN. Calle, digo, Quienquiera que es, si no quiere Que le mate á puñaladas. COSME. No hablaré más que un pariente Pobre en la casa de un rico. D. MAN. (_Ap._ Criado sin duda es este, Que acaso ha entrado hasta aquí. Dél informarme conviene Dónde estoy.) Díme, ¿qué casa Es esta, y qué dueño tiene? COSME. Señor, el dueño y la casa Son del diablo que me lleve; Porque aquí vive una dama, Que llaman la Dama Duende, Que es un demonio en figura De mujer. D. MAN. Y tú, ¿quién eres? COSME. Soy un fámulo ó criado, Soy un súbdito, un sirviente, Que, sin qué ni para qué, Estos encantos padece. D. MAN. Y ¿quién es tu amo? COSME. Es Un loco, un impertinente, Un tonto, un simple, un menguado, Que por tal dama se pierde. D. MAN. Y ¿es su nombre? COSME. Don Manuel Enriquez. D. MAN. ¡Jesus mil veces! COSME. Yo Cosme Catiboratos Me llamo. D. MAN. Cosme, ¿tú eres? ¿Pues cómo has entrado aquí? Tu señor soy. Díme, ¿vienes Siguiéndome tras la silla? ¿Entraste tras mí á esconderte Tambien en este aposento? COSME. ¡Lindo desenfado es ese! Díme, ¿cómo estás aquí? ¿No te fuiste muy valiente, Solo, donde te esperaban? Pues ¿cómo tan presto vuelves? ¿Y cómo, en fin, has entrado Aquí, trayendo yo siempre La llave de aqueste cuarto? D. MAN. Pues díme, ¿qué cuarto es este? COSME. El tuyo, ó el del demonio. D. MAN. ¡Viven los cielos, que mientes! Porque léjos de mi casa, Y en otra bien diferente Estaba en aqueste instante. COSME. Pues cosas serán del duende, Sin duda; porque te he dicho La verdad pura. D. MAN. Tú quieres Que pierda el juicio. COSME. ¿Hay más De desengañarte? Véte Por esa puerta, y saldrás Al portal, adonde puedes Desengañarte. D. MAN. Bien dices; Iré á examinarle y verle. _(Vase.)_ COSME. Señores, ¿cuándo saldremos De tanto embuste aparente? _(Sale Isabel por la alacena.)_ ESCENA VI. ISABEL. — COSME; _despues_ DON MANUEL. ISABEL. (_Ap._ Volvióse á salir Don Juan, Y porque á saber no llegue Don Manuel adónde está, Sacarle de aquí conviene.) Ce, señor, ce. COSME. _(Ap.)_ Esto es peor; Ceáticas son estas cees. ISABEL. Ya mi señor recogido Queda. COSME. _(Ap.)_ ¿Qué señor es este? _(Vuelve Don Manuel.)_ D. MAN. Este es mi cuarto en efecto. ISABEL. ¿Eres tú? COSME. Sí, yo soy. ISABEL. Vénte Conmigo. D. MAN. Tú dices bien. ISABEL. No hay que temer; nada esperes. COSME. ¡Señor, que el duende me lleva! _(Toma Isabel á Cosme de la mano, y llévale por la alacena.)_ ESCENA VII. DON MANUEL. ¿No sabremos finalmente De dónde nace este engaño? ¿No respondes? ¡Qué necio eres! ¡Cosme, Cosme!—¡Vive el cielo, Que toco con las paredes! ¿Yo no hablaba aquí con él? ¿Dónde se desaparece Tan presto? ¿No estaba aquí? Yo he de perder dignamente El juicio. Mas pues es fuerza Que aquí otro cualquiera entre, He de averiguar por dónde; Porque tengo de esconderme En esta alcoba, y estar Esperando atentamente, Hasta averiguar quién es Esta hermosa Dama Duende. _(Vase.)_ * * * * * Sala de Doña Ángela. ESCENA VIII. DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, CRIADAS; _despues_ COSME, ISABEL. D.ª ÁNG. Pues á buscarte ha salido _(A Doña Beatriz.)_ Mi hermano, y pues Isabel A su mismo cuarto ha ido A traer á Don Manuel, Esté todo apercibido: Halle, cuando llegue aquí, La colacion prevenida. Todas le esperad así. D.ª BEAT. No he visto en toda mi vida Igual cuento. D.ª ÁNG. ¿Viene? CRIADA. Sí, Que ya siento sus pisadas. _(Sale Isabel, trayendo de la mano á Cosme.)_ COSME. ¡Triste de mí! ¿dónde voy? Ya estas son burlas pesadas. Mas no, pues mirando estoy Bellezas tan extremadas. ¿Yo soy Cosme, ó Amadis? ¿Soy Cosmillo, ó Belianis? ISABEL. Ya viene aquí. Mas ¿qué veo? ¡Señor!... COSME. _(Ap.)_ Ya mi engaño creo, Pues tengo el alma en un tris. D.ª ÁNG. ¿Qué es esto, Isabel? ISABEL. _(Ap. á su ama.)_ Señora, Donde á Don Manuel dejé, Volviendo por él agora, A su criado encontré. D.ª BEAT. Mal tu descuido se dora. ISABEL. Está sin luz. D.ª ÁNG. ¡Ay de mí! Todo está ya declarado. D.ª BEAT. (_Ap._ Más vale engañarle así.) Cosme. COSME. Damiana. D.ª BEAT. A este lado Llegad. COSME. Bien estoy aquí. D.ª ÁNG. Llegad; no tengais temor. COSME. ¿Un hombre de mi valor, Temor? D.ª ÁNG. ¿Pues qué es no llegar? _(Llégase á ellas.)_ COSME. (_Ap._ Ya no se puede excusar, En llegando al pundonor.) Respeto no puede ser Sin ser espanto ni miedo, Porque al mismo Lucifer, Temerle muy poco puedo En hábito de mujer. Alguna vez lo intentó, Y para el ardid que fragua, Cota y nagua se vistió; Que esto de cotilla y nagua El demonio lo inventó. En forma de una doncella Aseada, rica y bella A un pastor se apareció; Y él, así como la vió, Se encendió en amores della. Gozó á la diabla, y despues Con su forma horrible y fea Le dijo á voces: «¿No ves, Mísero de tí, cuál sea, Desde el copete á los piés, La hermosura que has amado? Desespera, pues has sido Agresor de tal pecado.» Y él, ménos arrepentido Que ántes de haberla gozado, La dijo: «Si pretendiste, Oh sombra fingida y vana, Que desesperase un triste, Vénte por acá mañana En la forma que trajiste; Verásme amante y cortés No ménos que ántes despues; Y aguárdate, en testimonio De que áun horrible no es En traje de hembra, un demonio.» D.ª ÁNG. Volved en vos, y tomad Una conserva y bebed; Que los sustos causan sed. COSME. Yo no la tengo. D.ª BEAT. Llegad; Que habeis de volver, mirad, Doscientas leguas de aquí. COSME. ¡Cielos! ¿qué oigo? _(Llaman.)_ D.ª ÁNG. ¿Llaman? D.ª BEAT. Sí. ISABEL. _(Ap.)_ ¡Hay tormento más cruel! D.ª ÁNG. _(Ap.)_ ¡Ay de mí triste! ESCENA IX. DON LUIS. — DICHOS. D. LUIS. _(Dentro.)_ Isabel. D.ª BEAT. _(Ap.)_ ¡Válgame el cielo! D. LUIS. _(Dentro.)_ Abre aquí. D.ª ÁNG. _(Ap.)_ Para cada susto tengo Un hermano. ISABEL. ¡Trance fuerte! D.ª BEAT. Yo me escondo. _(Vase.)_ COSME. _(Ap.)_ Este sin duda Es el verdadero duende. ISABEL. _(A Cosme.)_ Vénte conmigo. COSME. Sí haré. _(Vanse.)_ _(Abren la puerta, y sale Don Luis.)_ D.ª ÁNG. ¿Qué es lo que en mi cuarto quieres? D. LUIS. Pesares mios me traen A estorbar otros placeres. Ví ya tarde en ese cuarto Una silla, donde vuelve Beatriz, y ví que mi hermano Entró. D.ª ÁNG. Y en fin, ¿qué pretendes? D. LUIS. Como pisa sobre el mio, Me pareció que habia gente, Y para desengañarme Solo he de mirarle y verle. _(Alza una antepuerta, y encuentra á Doña Beatriz.)_ Beatriz, ¿aquí estás? _(Sale Doña Beatriz.)_ D.ª BEAT. Aquí Estoy: que hube de volverme, Porque al disgusto volvió Mi padre, enojado siempre. D. LUIS. Turbadas estais las dos. ¿Qué notable estrago es este De platos, dulces y vidrios? D.ª ÁNG. ¿Para qué informarte quieres De lo en que, en estando solas, Se entretienen las mujeres? _(Hacen ruido en la alacena Isabel y Cosme.)_ D. LUIS. Y aquel ruido, ¿qué es? D.ª ÁNG. _(Ap.)_ ¡Yo muero! D. LUIS. ¡Vive Dios, que allí anda gente! Ya no puede ser mi hermano Quien se guarda desta suerte. _(Toma una luz.)_ ¡Ay de mí! ¡Cielos piadosos, Que queriendo neciamente Estorbar aquí los celos Que amor en mi pecho enciende, Celos de honor averiguo! Luz tomaré, aunque imprudente, Pues todo se halla con luz, Y el honor con luz se pierde. _(Vase.)_ ESCENA X. DOÑA ÁNGELA, DOÑA BEATRIZ, CRIADOS. D.ª ÁNG. ¡Ay, Beatriz, perdidas somos, Si le encuentra! D.ª BEAT. Si le tiene En su cuarto ya Isabel, En vano dudas y temes, Pues te asegura el secreto De la alacena. D.ª ÁNG. ¿Y si fuese Tal mi desdicha, que allí, Con la turbacion, no hubiese Cerrado bien Isabel, Y él entrase allá? D.ª BEAT. Ponerte En salvo será importante. D.ª ÁNG. De tu padre iré á valerme Como él se valió de mí; Porque trocada la suerte, Si á tí te trajo un pesar, A mí otro pesar me lleve. _(Vanse.)_ * * * * * Cuarto de Don Manuel. ESCENA XI. ISABEL, COSME, DON MANUEL; _despues_ DON LUIS. ISABEL. Entra presto. _(Vase.)_ D. MAN. Ya otra vez En la cuadra siento gente. _(Sale Don Luis con luz.)_ D. LUIS. _(Ap.)_ Yo ví un hombre ¡vive Dios! COSME. Malo es esto. D. LUIS. ¿Cómo tienen Desviada esta alacena? COSME. Ya se ve luz; un bufete, Que he encontrado aquí, me valga. _(Escóndese debajo del bufete.)_ D. MAN. Esto ha de ser desta suerte. _(Mete mano á la espada.)_ D. LUIS. ¡Don Manuel! D. MAN. ¡Don Luis! ¿qué es esto? ¿Quién vió confusion más fuerte? COSME. _(Ap.)_ ¡Oigan por donde se entró! Decirlo quise mil veces. D. LUIS. Mal caballero, villano, Traidor, fementido huésped, Que al honor de quien te estima, Te ampara y te favorece, Sin recato te aventuras, _(Saca la espada.)_ Y sin decoro te atreves, Esgrime ese infame acero. D. MAN. Sólo para defenderme Le esgrimiré, tan confuso De oirte, escucharte y verte, De oirme, verme y escucharme, Que, aunque á matarme te ofreces, No podrás, porque mi vida, Hecha á prueba de crueles Fortunas, es inmortal; Ni podrás, aunque lo intentes, Darme la muerte, supuesto Que el dolor no me da muerte; Que, aunque eres valiente tú, Es el dolor más valiente. D. LUIS. No con razones me venzas, Sino con obras. D. MAN. Detente, Sólo hasta pensar si puedo Yo, Don Luis, satisfacerte. D. LUIS. ¿Qué satisfacciones hay, Si así agraviarme pretendes? Si en el cuarto de esa fiera Por esa puerta que tiene Entras, ¿hay satisfacciones A tanto agravio? D. MAN. Mil veces Rompa esa espada mi pecho, Don Luis, si yo eternamente Supe desta puerta, ó supe Que paso á otro cuarto tiene. D. LUIS. ¿Pues qué haces aquí encerrado Sin luz? D. MAN. (_Ap._ ¿Qué he de responderle?) Al criado espero. D. LUIS. Cuando Yo te he visto esconder, ¿quieres Que mientan mis ojos? D. MAN. Sí, Que ellos engaño padecen Más que otro sentido. D. LUIS. Y cuando Los ojos mientan, ¿pretendes Que tambien mienta el oido? D. MAN. Tambien. D. LUIS. Todos al fin mienten; Tú sólo dices verdad, Y eres tú solo el que... D. MAN. Tente, Porque áun ántes que lo digas, Que lo imagines y pienses, Te habré quitado la vida; Y, ya arrestada la suerte, Primero soy yo. Perdonen De amistad honrosas leyes. Y pues ya es fuerza reñir, Riñamos como se debe: Parte entre los dos la luz, Que nos alumbre igualmente; Cierra despues esa puerta, Por donde entraste imprudente, Miéntras que yo cierro estotra; Y agora en el suelo se eche La llave, para que salga El que con la vida quede. D. LUIS. Yo cerraré la alacena Por aquí con un bufete, Porque no puedan abrirla Por allá cuando lo intenten. _(Levanta el bufete y halla á Cosme.)_ COSME. _(Ap.)_ Descubrióse la tramoya. D. LUIS. ¿Quién está aquí? D. MAN. ¡Dura suerte Es la mia! COSME. No está nadie. D. LUIS. Díme, Don Manuel, ¿no es éste El criado que esperabas? D. MAN. Ya no es tiempo de hablar este. Yo sé que tengo razon; Crêd de mí lo que quisiereis, Que, con la espada en la mano, Sólo ha de vivir quien vence. D. LUIS. Ea pues, reñid los dos. ¿Qué esperais? D. MAN. Mucho me ofendes, Si eso presumes de mí. Pensando estoy qué ha de hacerse Del criado, porque echarle Es enviar quien lo cuente, Y tenerle aquí, ventaja, Pues es cierto ha de ponerse A mi lado. COSME. No haré tal, Si ese es el inconveniente. D. LUIS. Puerta tiene aquesa alcoba A ese pequeño retrete; Ciérrale en él, y estaremos Así iguales. D. MAN. Bien adviertes. COSME. Para que yo riña, haced Diligencias tan urgentes; Que para que yo no riña, Ocioso cuidado es ese. _(Vase.)_ ESCENA XII. DON MANUEL, DON LUIS. D. MAN. Ya estamos solos los dos. D. LUIS. Pues nuestro duelo comience. _(Riñen.)_ D. MAN. ¡No ví más templado pulso! D. LUIS. ¡No ví pujanza más fuerte! _(Desguarnécesele la espada.)_ Sin armas estoy; mi espada Se desarma y desguarnece. D. MAN. No es defecto del valor; De la fortuna accidente Sí: busca otra espada pues. D. LUIS. Eres cortés y valiente. (_Ap._ Fortuna, ¿qué debo hacer En una ocasion tan fuerte, Pues cuando el honor me quita Me da la vida y me vence? Yo he de buscar ocasion, Verdadera ó aparente, Para que pueda en tal duda Pensar lo que debe hacerse.) D. MAN. ¿No vas por la espada? D. LUIS. Sí, Y como á que venga esperes, Presto volveré con ella. D. MAN. Presto ó tarde, aquí estoy siempre. D. LUIS. Adios, Don Manuel, que os guarde. D. MAN. Adios, que con bien os lleve. _(Vase Don Luis.)_ ESCENA XIII. DON MANUEL; COSME, _encerrado_. D. MAN. Cierro la puerta, y la llave Quito porque no se eche De ver que está gente aquí. ¡Qué confusos pareceres Mi pensamiento combaten, Y mi discurso revuelven! ¡Qué bien predije que habia Puerta que paso la hiciese, Y que era de Don Luis dama! Todo, en efecto, sucede Como yo lo imaginé. ¿Mas cuándo desdichas mienten? COSME. _(Dentro.)_ ¡Ah señor! por vida tuya, Que lo que solo estuvieres, Me eches allá, porque temo Que venga á buscarme el duende Con sus dares y tomares, Con sus dimes y diretes, En un retrete que apénas Se divisan las paredes. D. MAN. Yo te abriré, porque estoy Tan rendido á los desdenes Del discurso, que no hay Cosa que más me atormente. _(Entra Don Manuel donde entró Cosme.)_ ESCENA XIV. DOÑA ÁNGELA, _con manto_; DON JUAN, _que se queda á la puerta del cuarto_. — DON MANUEL, COSME, _dentro_. D. JUAN. Aquí quedarás en tanto Que me informe y me aconseje De la causa que á estas horas Te ha sacado de esta suerte De casa; porque no quiero Que en tu cuarto, ingrata, entres, Por informarme sin tí De lo que á tí te sucede. (_Ap._ De Don Manuel en el cuarto La dejo, y por si él viniere, Pondré á la puerta un criado Que le diga que no éntre.) _(Vase.)_ D.ª ÁNG. ¡Ay infelice de mí! Unas á otras suceden Mis desdichas. ¡Muerta soy! _(Salen Don Manuel y Cosme.)_ COSME. Salgamos presto. D. MAN. ¿Qué temes? COSME. Que es demonio esta mujer, Y que áun allí no me deje. D. MAN. Si ya sabemos quién es, Y en una puerta un bufete Y en otra la llave está, ¿Por dónde quieres que éntre? COSME. Por donde se le antojare. D. MAN. Necio estás. _(Ve Cosme á Doña Ángela.)_ COSME. ¡Jesus mil veces! D. MAN. ¿Pues qué es eso? COSME. El _verbi gratia_ Encaja aquí lindamente. D. MAN. ¿Eres ilusion ó sombra, Mujer, que á matarme vienes? Dí, ¿cómo has entrado aquí? D.ª ÁNG. Don Manuel... D. MAN. Dí. D.ª ÁNG. Escucha, atiende. Llamó Don Luis turbado, Entró atrevido, reportóse osado, Prevínose prudente, Pensó discreto y resistió valiente; Miró la casa ciego, Recorrióla advertido, hallóte, y luégo Ruido de cuchilladas Habló, siendo las lenguas las espadas. Yo, viendo que era fuerza Que dos hombres cerrados, á quien fuerza Su valor y su agravio, Retórico el acero, mudo el labio, No acaban de otra suerte Que con sola una vida y una muerte; Sin ser vida ni alma, Mi casa dejo, y á la oscura calma De la tiniebla fria, Pálida imágen de la dicha mia, A caminar empiezo: Aquí yerro, allí caigo, aquí tropiezo; Y torpes mis sentidos, Prision hallan de seda en mis vestidos. Sola, triste y turbada, Llego de mi discurso mal guiada Al umbral de una esfera, Que fué mi cárcel cuando ser debiera Mi puerto ó mi sagrado. ¿Mas dónde le ha de hallar un desdichado? Estaba á sus umbrales (¡Cómo eslabona el cielo nuestros males!) Don Juan, Don Juan mi hermano... Que ya resisto, ya defiendo en vano Decir quien soy, supuesto Que el haberlo callado nos ha puesto En riesgo tan extraño. ¿Quién crêrá que el callarme haya hecho daño Siendo mujer? Y es cierto, Siendo mujer, que por callar me he muerto. En fin, él esperando A esta puerta estaba ¡ay cielo! cuando Yo á sus umbrales llego, Hecha volcan de nieve, Alpe de fuego. Él á la luz escasa Con que la luna mansamente abrasa, Vió brillar los adornos de mi pecho, (No es la primera traicion que nos han hecho) Y escuchó de las ropas el ruido, (No es la primera que nos han vendido.) Pensó que era su dama, Y llegó mariposa de su llama, Para abrasarse en ella, Y hallóme á mí por sombra de su estrella. ¿Quién de un galan creyera Que, buscando sus celos, conociera Tan contrarios los cielos, Que ya se contentara con sus celos? Quiso hablarme, y no pudo; Que siempre ha sido el sentimiento mudo. En fin, en tristes voces, Que mal formadas anegó veloces Desde la lengua al labio, La causa solicita de su agravio. Yo responderle intento, (Ya he dicho como es mudo el sentimiento.) Y aunque quise, no pude; Que mal al miedo la razon acude, Si bien busqué colores á mi culpa; Mas cuando anda á buscarse la disculpa, O tarde ó nunca llega; Más el delito afirma que le niega. «Ven, dijo, hermana fiera, De nuestro antiguo honor mancha primera; Dejaréte encerrada Donde segura estés y retirada, Hasta que cuerdo y sabio De la ocasion me informe de mi agravio.» Entré donde los cielos Mejoraron, con verte, mis desvelos. Por haberte querido, Fingida sombra de mi casa he sido; Por haberte estimado, Sepulcro vivo fuí de mi cuidado; Porque no te quisiera Quien el respeto á tu valor perdiera; Porque no te estimara Quien su pasion dijera cara á cara. Mi intento fué el quererte, Mi fin amarte, mi temor perderte, Mi miedo asegurarte, Mi vida obedecerte, mi alma hallarte, Mi deseo servirte, Y mi llanto en efecto persuadirte Que mi daño repares, Que me valgas, me ayudes y me ampares. D. MAN. (_Ap._ Hidras parecen las desdichas mias Al renacer de sus cenizas frias. ¿Qué haré en tan ciego abismo, Humano laberinto de mí mismo? Hermana es de Don Luis, cuando creia Que era dama. Si tanto (¡ay Dios!) sentia Ofenderle en el gusto, ¿Qué será en el honor? ¡Tormento injusto! Su hermana es: si pretendo Librarla, y con mi sangre la defiendo, Remitiendo á mi acero su disculpa, Es ya mayor mi culpa, Pues es decir que he sido Traidor, y que á su casa he ofendido, Pues en ella me halla. Pues querer disculparme con culpalla, Es decir que ella tiene La culpa, y á mi honor no le conviene. ¿Pues qué es lo que pretendo, Si es hacerme traidor si la defiendo; Si la dejo, villano; Si la guardo, mal huésped; inhumano, Si á su hermano la entrego? Soy mal amigo si á guardarla llego; Ingrato, si la libro, á un noble trato; Si no la libro, á un noble amor ingrato. Pues de cualquier manera Mal puesto he de quedar, matando muera.) No receles, señora; _(A Doña Ángela.)_ Noble soy, y conmigo estás agora. _(Llaman á la puerta.)_ COSME. Que llaman, señor. D. MAN. Don Luis Será, que fué por espada. Abre pues. D.ª ÁNG. ¡Ay de mí triste! Mi hermano es. D. MAN. No temas nada, Pues mi valor te defiende. Ponte luego á mis espaldas. _(Pónese Doña Ángela detras de Don Manuel, y abre la puerta Cosme.)_ ESCENA XV. DON LUIS. — DOÑA ÁNGELA, DON MANUEL, COSME. D. LUIS. Ya vuelvo.—¿Pero qué miro? ¡Traidora!... _(Ve á Doña Ángela, y saca la espada.)_ D. MAN. Tened la espada, Señor Don Luis. Yo os he estado Esperando en esta sala Desde que os fuisteis; y aquí (Sin saber cómo) esta dama Entró, que es hermana vuestra, Segun dice; que palabra Os doy, como caballero, Que no la conozco; y basta Decir que engañado pude, Sin saber á quién hablarla. Yo la he de poner en salvo A riesgo de vida y alma: De suerte que nuestro duelo, Que habia á puerta cerrada De acabarse entre los dos, A ser escándalo pasa. En habiéndola librado, Yo volveré á la demanda De nuestra pendencia; y pues En quien sustenta su fama, Espada y honor han sido Armas de más importancia, Dejadme ir vos por honor, Pues yo os dejé ir por espada. D. LUIS. Yo fuí por ella; mas sólo Para volver á postrarla A vuestros piés; y cumpliendo Con la obligacion pasada En que entónces me pusisteis, Pues que me dais nueva causa, Puedo ya reñir de nuevo. Esa mujer es mi hermana: No la ha de llevar ninguno A mis ojos de su casa, Sin ser su marido; así, Si os empeñais á llevarla, Con la mano podrá ser; Pues con aquesa palabra Podeis llevarla y volver, Si quereis, á la demanda. D. MAN. Volveré; pero advertido De tu prudencia y constancia, A sólo echarme á esos piés. D. LUIS. Alza del suelo; levanta. D. MAN. Y para cumplir mejor Con la obligacion jurada, A tu hermana doy la mano. ESCENA XVI. DOÑA BEATRIZ, ISABEL, DON JUAN. — DICHOS. D. JUAN. Si sólo el padrino falta, Aquí estoy yo; que viniendo Adonde dejé á mi hermana, El oiros me detuvo No salir á las desgracias, Como he salido á los gustos. D.ª BEAT. Y pues con ellos se acaban, No se acaben sin terceros. D. JUAN. ¿Pues tú, Beatriz, en mi casa? D.ª BEAT. Nunca salí della; luégo Te podré decir la causa. D. JUAN. Logremos esta ocasion, Pues tan á voces nos llama. COSME. ¡Gracias á Dios que ya el duende Se declaró!—Díme, ¿estaba Borracho? _(A Don Manuel.)_ D. MAN. Si no lo estás, Hoy con Isabel te casas. COSME. Para estarlo fuera eso; Mas no puedo. ISABEL. ¿Por qué causa? COSME. Por no malograr el tiempo Que en estas cosas se gasta, Pudiéndolo aprovechar En pedir de nuestras faltas Perdon; y humilde el autor Os le pide á vuestras plantas. NO HAY BURLAS CON EL AMOR. PERSONAS. D. ALONSO DE LUNA. D. JUAN DE MENDOZA. D. LUIS OSORIO. D. DIEGO. MOSCATEL, _gracioso_. D. PEDRO ENRIQUEZ, _viejo_. DOÑA BEATRIZ, _dama_. DOÑA LEONOR, _dama_. INÉS, _criada_. La accion pasa en Madrid. JORNADA PRIMERA. Sala en casa de Don Alonso. ESCENA PRIMERA. DON ALONSO; MOSCATEL, _muy triste_. D. ALON. ¡Válgate el diablo! ¿qué tienes, Que andas todos estos dias Con mil necias fantasías? Ni á tiempo á servirme vienes, Ni á propósito respondes; Y por errarlo dos veces, Si no te llamo, pareces, Y si te llamo, te escondes. ¿Qué es esto? Dílo. MOSCAT. ¡Ay de mí! Suspiros que el alma debe. D. ALON. ¿Pues un pícaro se atreve A suspirar hoy así? MOSCAT. Los pícaros ¿no tenemos Alma? D. ALON. Sí, para sentir, Y con rudeza decir De su pena los extremos; Mas no para suspirar; Que suspirar es accion Digna de noble pasion. MOSCAT. ¿Y quién me puede quitar La noble pasion á mí? D. ALON. ¡Qué locuras! MOSCAT. ¿Hay, señor Más noble pasion que amor? D. ALON. Pudiera decir que sí; Mas para ahorrar la cuestion, Que no, digo. MOSCAT. ¿Que no? Luego Si yo á tener amor llego, Noble será mi pasion. D. ALON. ¿Tú amor? MOSCAT. Yo amor. D. ALON. Bien podia, Si aquí tu locura empieza, Reirme hoy de tu tristeza Más que ayer de tu alegría. MOSCAT. Como tú nunca has sabido Qué es estar enamorado; Como siempre has estimado La libertad que has tenido Tanto, que á los dulces nombres De amor, fueron tus placeres Burlarte de las mujeres Y reirte de los hombres, De mí te ries, que estoy De véras enamorado. D. ALON. Pues yo no quiero criado Tan afectüoso. Hoy De casa te has de ir. MOSCAT. Advierte... D. ALON. No hay ahora que advertir. MOSCAT. Mira... D. ALON. ¿Qué querrás decir? MOSCAT. Que se ha trocado la suerte Al paso, pues siempre dió El teatro, enamorado Al amo, y libre al criado. No tengo la culpa yo Desta mudanza; y así, Deja que hoy el mundo vea Esta novedad, y sea Yo el galan, tú el libre. D. ALON. Aquí Hoy no has de quedar. MOSCAT. ¿Tan presto, Que áun de buscar, no me das, Otro amo, tiempo? D. ALON. No hay más De irte al instante. ESCENA II. DON JUAN. — DON ALONSO, MOSCATEL. D. JUAN. ¿Qué es esto? D. ALON. Es un pícaro, que ha hecho La mayor bellaquería, Bajeza y alevosía Que cupo en humano pecho, La más enorme traicion, Que haber pudo imaginado. D. JUAN. ¿Qué ha sido? D. ALON. Hase enamorado. Mirad si tengo razon De darle tan bajo nombre; Pues no hace alevosía, Traicion ni bellaquería Como enamorarse, un hombre. D. JUAN. Amor es quien da valor Y hace al hombre liberal, Cuerdo y galan. D. ALON. ¡Pese á tal! De _Los milagros de amor_ La comedia me habeis hecho, Que fué un engaño culpable; Pues nadie hizo miserable, De avaro y cobarde pecho Al hombre, sino el amor. D. JUAN. ¿Qué es lo que decís? D. ALON. Oid, Y este discurso advertid: Vereis cuál prueba mejor. El hombre que enamorado Está, todo cuanto adquiere, Para su dama lo quiere, Sin que á amigo ni criado Acuda, por acudir A su gusto: luego es Miserable amando, pues No es ni se puede decir Virtud, la que no es igual: Y miserable no ha habido Mayor, que el que solo ha sido Con su gusto liberal. D. JUAN. A vuestra sofistería Nada quiero responder, Don Alonso, por no hacer Agravio á la pena mia, Que es de amor; y si en su historia Discurro, temo quedar Vencido, y no quiero dar Yo contra mí la victoria. A buscaros he venido Para consultar con vos Un pesar; mas viendo (¡ay Dios!) Que de mi amor ha nacido, Le callaré, porque quien Da á un criado tal castigo, Mal escuchará á un amigo. D. ALON. No escuchará sino bien; Que no es todo uno, Don Juan, Ser vos el enamorado, O el bergante de un criado; Que vos sois noble, galan, Rico, discreto, y en fin, Vuestro es amar y querer; Mas ¿por qué ha de encarecer El amor la gente ruin? Y porque sepais de mí Que trato de un mismo modo Burlas y véras, á todo Me teneis, Don Juan, aquí.— Salte allá fuera. D. JUAN. Dejad Que me oiga Moscatel; Que á vos os busco y á él. D. ALON. Pues proseguid. D. JUAN. Escuchad. Ya, Don Alonso, sabeis Cuán rendido prisionero De la coyunda de amor, El carro tiré de Vénus: Tan fácil victoria suya, Que no sé cuál fué primero, Querer vencer ó vencerme; Que un tiempo sobró á otro tiempo. Ya sabeis que la disculpa De tan noble rendimiento Fué la beldad soberana, Fué el soberano sujeto De Doña Leonor Enriquez, Hija del noble Don Pedro Enriquez, de quien mi padre Amigo fué muy estrecho. Este, pues, milagro hermoso, Este, pues, prodigio bello, Es la dicha que conquisto, Es la gloria que deseo. No os digo que venturoso Amante (¡ay de mí!) merezco Favores suyos; que fuera Descortés atrevimiento Que los merezco decir: Que aunque es verdad que los tengo, Tenerlos es una cosa, Y otra cosa merecerlos: Y así, que los tengo, digo, Que los merezco, no puedo; Que es conseguir lo imposible, Dicha, y no merecimiento. Con este engaño, llevado En las alas del deseo, Lisonjeado de la noche, Aplaudido del silencio, Festejado de las sombras, A quien más favores debo Que al sol, que á la luz, que al dia, Vivo de saber que muero, Hasta que más declarado Pueda á rostro descubierto Pedirla á su noble padre, De quien no dudo, ni temo Que me la dé, porque iguales Haciendas y nacimientos, No hay que esperar, donde amor Tiene hechos los conciertos. La causa de no pedirla Y casarme desde luego Con ella, es (aquí entra ahora La pension deste contento, El subsidio desta dicha Y el azar de aqueste encuentro) Tener Leonor una hermana Mayor; y como no es cuerdo Discurso querer que case A la segunda primero, No me declaro con él: Porque si á pedirle llego Alguna de sus dos hijas (Que claro está que no tengo De decir á la que adoro), Por ser la mayor, es cierto Que me ha de dar á Beatriz; Y si digo que no quiero Sino á Leonor, es hacer Sospechoso mi deseo, Despertando la malicia Que hoy yace en profundo sueño, Y quizá perder la entrada Que ahora en su casa tengo... Si no es ya que está perdida Con el más triste suceso De amor, que me pasó anoche; Pues la pena con que vengo Buscándôs... Oidme, que aquí Os he menester atento. Beatriz, de Leonor hermana, Es el más raro sujeto Que vió Madrid, porque en él, Siendo bellísima y siendo Entendida, están echados A perder, por los extremos De una extraña condicion, Belleza y entendimiento. Es Doña Beatriz tan vana De su persona, que creo Que jamás á ningun hombre Miró á la cara, teniendo Por cierto que allí no hay más De verle ella y caerse muerto. De su ingenio es tan amante, Que por galantear su ingenio, Estudió latinidad Y hizo castellanos versos. Tan afectada en vestirse, Que en todos los usos nuevos Entra, y de ninguno sale. Cada dia por lo ménos Se riza dos ó tres veces, Y ninguna á su contento. Los melindres de Belisa, Que fingió con tanto acierto Lope de Vega, con ella Son melindres muy pequeños; Y con ser tan enfadosa En estas cosas, no es esto Lo peor, sino el hablar Con tan estudiado afecto, Que, crítica impertinente, Varios poetas leyendo, No habla palabra jamás Sin frases y sin rodeos, Tanto, que ninguno puede Entenderla sin comento. La lisonja y el aplauso Que la dan algunos necios, Tan soberbia, tan ufana La tienen, que con desprecio De la deidad del Amor, Comunera es de su imperio. Esta tema á todas horas, Este enfado á todos tiempos, Aborrecible la hacen Tanto, que no hay dos opuestos Tan contrarios, como son Las dos hermanas, haciendo Por instantes el estrado La campaña de su duelo. Ha dado pues (yo no sé Si es necia envidia ó si celo) En asistir á Leonor De suerte, que no hay momento Que no ande en alcance suyo Sus acciones inquiriendo, Tanto que al sol de sus ojos Es la sombra de su cuerpo. Anoche pues, en su calle Entré embozado y secreto; Y haciendo al balcon la seña, Donde hablar con Leonor suelo, La ventana abrió Leonor, Y yo á la ocasion atento, Llegué á hablarla; pero apénas La voz explicó el concepto Que estudiado y no sabido No me cabia en el pecho, Cuando tras ella Beatriz Salió, y con notable estruendo La quitó de la ventana, Dos mil locuras diciendo, Que si yo entendí el estilo Con que las dijo, sospecho Que fueron que ella á su padre Diria el atrevimiento. No sé si me conoció; Y así, cuidadoso, temo El saber ó no saber En qué ha parado el suceso, Por cuya causa no voy A visitarla, temiendo Su enojo; pero tampoco A dejar de ir me resuelvo, Porque si acaso ha llegado A su noticia mi intento, La vida del dueño mio No dudo que corra riesgo. Y así, porque en ir ó estarme Hay peligro, elijo un medio, Que es enviar este papel Disimulado y secreto, Que áun no va de letra mia: Para cuyo efecto quiero A Moscatel, que le lleve, Valiéndose de su ingenio, Y se le dé á Inés, criada De Leonor; porque no siendo Conocido por criado Mio, no hay que tener miedo. Y así, que le deis licencia, Don Alonso, es lo que os ruego, Y que conmigo en la calle Os halleis; porque si llego A saber que está Leonor En peligro, estoy resuelto A sacarla de su casa, Aunque todo el mundo entero Lo estorbe; y para esta accion He elegido el valor vuestro. Mi amigo sois, Don Alonso, Y bien conocido tengo Que las burlas del buen gusto Son las véras del acero. D. ALON. Moscatel, ese papel Toma; en casa de Don Pedro Enriquez, con la invencion Que te ofreciere tu ingenio, Entra, y dale á esa criada Que dice Don Juan. D. JUAN. ¿Tan presto Lo disponeis? D. ALON. Si ha de ser, ¿Cuánto es mejor que sea luego?— Toma el papel, con nosotros Ven. MOSCAT. _(Ap.)_ Aunque temer no puedo El peligro, pues Inés, Que es de mis sentidos dueño, Es la que voy á buscar, Amor me dé atrevimiento. D. ALON. Guiad ahora hácia la calle. D. JUAN. ¡Qué amigo tan verdadero! D. ALON. ¡Qué amores tan enfadosos! Si me oyeron, no me oyeron... ¡Bien haya yo, que en mi vida He enamorado con riesgo Sino dama á todo trance, Sino moza á todo ruedo, Que á la primera visita Llamo recio y hablo recio! Y el haber en mí ó no haber, Ó temor ó atrevimiento, No consiste en otra cosa Que haber ó no haber dinero. _(Vanse.)_ * * * * * Calle. ESCENA III. DON ALONSO, DON JUAN, MOSCATEL; _y despues_, DON LUIS Y DON DIEGO. D. JUAN. Esta es la calle. Porque No nos vean, estaremos En algun portal metidos. D. ALON. Decís bien. _(Salen Don Luis y Don Diego, y cruzan la calle, quitándose los sombreros.)_ Mas ¿quién son éstos Que parece que á la casa De Leonor miran atentos? D. JUAN. Este es un Don Luis Osorio, A quien muy continuo veo En la calle aquestos dias, Y ha dado, viven los cielos, En cansarme. D. ALON. Pues ¿hay más De que tambien le cansemos Nosotros á él? D. JUAN. Dejadlo, Que no es destas cosas tiempo. Pasemos de largo, y no Demos qué decir. D. ALON. Pasemos, Aunque con tantas figuras, Pueda ser hombre. D. JUAN. _(A Moscatel.)_ Tú luego Darás la vuelta, y darás El papel á Inés. MOSCAT. Me temo... D. JUAN. No hay que temer. Aquí estamos A la vista: éntrate presto. _(Vanse.)_ ESCENA IV. DON LUIS, DON DIEGO. D. LUIS. Esta es la capaz esfera, Este el abreviado cielo De la más bella deidad Y del planeta más bello Que vió el sol desde que nace En jóven golfo de fuego, Hasta que abrasado muere En canas ondas de hielo; Y con ser tal su hermosura En ella ha sido lo ménos, Porque pudiera ser fea, En fe de su entendimiento. D. DIEGO. Y en fin, ¿mujer tan discreta Servís para casamiento? D. LUIS. Por conveniencia y amor La sirvo y la galanteo, Para cuyo efecto, ya Han de tratarlo mis deudos. D. DIEGO. Pues no sé si lo acertais. D. LUIS. ¿Por qué no, si en ella veo Virtud, nobleza y hacienda, Gran beldad y grande ingenio? D. DIEGO. Porque el ingenio la sobra; Que yo no quisiera, es cierto, Que supiera mi mujer Más que yo, sino ántes ménos. D. LUIS. Pues ¿cuándo el saber es malo? D. DIEGO. Cuando fué el saber sin tiempo. Sepa una mujer hilar, Coser y echar un remiendo; Que no ha menester saber Gramática ni hacer versos. D. LUIS. No es ejercicio culpable, Donde es tan noble el exceso, Que no tiene inconveniente. D. DIEGO. Ni yo que le tenga creo; Pues ántes sé lo contrario Del rigor y del desprecio Con que os trata. D. LUIS. Ese desden Adoro. La vuelta demos A la calle: no otra vez Pasen estos caballeros, Que ya miro con cuidado. D. DIEGO. Vamos, pues. D. LUIS. ¡Hermoso centro De la ingratitud que adoro, Presto á tus umbrales vuelvo! _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Don Pedro. ESCENA V. DOÑA LEONOR, INÉS. D.ª LEON. ¿Está mi hermana vestida? INÉS. Tocándose ahora quedó; Y por no pudrirme yo De ver cuán desvanecida Pide uno y otro consejo A su espejo, la dejé. D.ª LEON. Tan necio es como ella fué A todas horas, su espejo. INÉS. ¿Cómo necio? D.ª LEON. ¿No lo es Quien á gusto, en un pesar, No sabe un consejo dar A quien se le pide, Inés? Pues si á Beatriz la he pedido Mil consejos cada dia, Y á tan continua porfía Nunca á gusto ha respondido, Muy necia es. INÉS. Ahora reparo La causa. D.ª LEON. ¿Cuál puede ser? INÉS. Que no os debeis de entender; Que ella habla culto, tú claro, Y así os estais todo el dia Porfiando las dos. D.ª LEON. ¡Quién fuera Tan feliz que no tuviera Más cuidado! ¡Ay, Inés mia! ¡Con cuánto temor estoy De que aquesta melindrosa, Esta crítica enfadosa, A mi padre cuente hoy Lo que anoche me escuchó Al balcon hablar! INÉS. Supuesto Que haber salido tan presto Mi señor de casa, dió Lugar para prevenir El lance, y que no ha tenido Tiempo de haberlo sabido, Procuremos desmentir Su malicia con alguna Invencion. D.ª LEON. Ya he imaginado, Y digo que no he hallado A propósito ninguna; Porque ¿cómo la he de hallar, Si ella misma quien vió, fué, A Don Juan? INÉS. Lo que se ve, Es lo que se ha de negar Con brío y con desenfado, Procurando deshacello; Lo que no llegan á vello, Señora, se está negado. D.ª LEON. El medio (¡ay de mí!) mejor Que me ofrece el pensamiento, Es, Inés, con rendimiento Dueño hacerla de mi amor, De mi empleo y mi esperanza; Pues es hacer en efeto Puerta de hierro á un secreto El hacer dél confianza. ¿Qué puedo hacer (¡ay de mí!), Inés, si esta industria sola Es la que me queda? ESCENA VI. DOÑA BEATRIZ. — DOÑA LEONOR, INÉS. D.ª BEAT. _(Dentro.)_ ¡Hola! ¿No hay una fámula aquí? _(Sale con un espejo en la mano, mirándose en él.)_ INÉS. ¿Qué es lo que mandas? D.ª BEAT. Que abstraigas De mi diestra liberal Este hechizo de cristal, Y las quirotecas traigas. INÉS. ¿Qué son _quirotecas_? D.ª BEAT. ¿Qué? Los guantes. ¡Que haya de hablar Por fuerza en frase vulgar! INÉS. Para otra vez lo sabré. Ya están aquí. D.ª BEAT. ¡Cuánto lidio Con la ignorancia que hay! Hola, Inés. INÉS. Señora. D.ª BEAT. Tray De mi biblioteca á Ovidio: No el _Metamorfosis_, no, Ni el _Arte Amandi_ pedí; El _Remedio Amoris_, sí, Que es el que investigo yo. INÉS. Pues ¿cómo he de conocer Libro (si es que eso has pedido), Si áun el cartel no he sabido De una comedia leer? D.ª BEAT. Oscura, idïota y lega, ¿No te medra cada dia La concomitancia mia? D.ª LEON. (_Ap._ Ahora mi papel llega.) Hermana... D.ª BEAT. ¿Quién me habla así? D.ª LEON. Quien á tus piés obediente Viene á arrojarse. D.ª BEAT. Detente: No te apropincues á mí; Que empañarás el candor De mi castísimo bulto, Y profanarás el culto De las aras de mi honor. Porque mujer que fió Del caos de la sombra fria, Y en descrédito del dia Nocturno amor aceptó, No mirar consiga atento Mi semblante á voz profana, Pues víbora será humana, Que con su, inficione, aliento. D.ª LEON. Beatriz discreta y hermosa, Mi hermana eres. D.ª BEAT. Eso no; Que tener no puedo yo Hermana libidinosa. D.ª LEON. ¿Qué es _libidinosa_, hermana? D.ª BEAT. Una hermana, que al farol Trémulo, virey del sol, Osa abrir una ventana, Y susurrando por ella A voz media y labio entero, Da que decir á un lucero, Da que callar á una estrella. Pero yo minoraré El escándalo que has hecho, Diciendo al paterno pecho Sacrilegios de tu fe. Un devoto anoche ví... D.ª LEON. ¿Y conocístele? D.ª BEAT. No, Ni pudo ser, porque yo ¿Qué másculo conocí? D.ª LEON. Pues yo te quiero decir Quién era, y con el intento Que me habló. D.ª BEAT. ¡Qué atrevimiento! ¿Tal insulto habia de oir? D.ª LEON. Pues aunque oirlo no quieras, Lo has de oir; porque tambien No está á mi decoro bien Que tú con locas quimeras Te persuadas á que ha sido Liviandad lo que honor fué. D.ª BEAT. ¿Honor? D.ª LEON. Oye. D.ª BEAT. No daré Directo á tu voz mi oido. D.ª LEON. Pues directo ó no dirêto, Todo has de escucharlo ya. D.ª BEAT. Oido por fuerza, será Clandestino tu secreto, Y no puedo error tan mucho Cometer. D.ª LEON. Si hablando estoy... D.ª BEAT. Aspid al conjuro soy: No lo escucho, no lo escucho. _(Vase.)_ D.ª LEON. Oye. Mas ¿quién ahí ha entrado? INÉS. A mi señor buscará. D.ª LEON. Mira quién es, miéntras va Mi desdicha y mi cuidado Siguiendo una fiera. _(Vase.)_ ESCENA VII. MOSCATEL. — INÉS. MOSCAT. _(Ap.)_ Amor, ¡Qué cobarde eres conmigo, Pues áun no valen contigo Las leyes de embajador! INÉS. ¿Es posible que has tenido, Moscatel, atrevimiento De entrar hasta este aposento? MOSCAT. Sin saber qué me ha movido A haber entrado hasta aquí, Rigor es anticipado... INÉS. Pues ¿no basta haber entrado? MOSCAT. Sí y no. INÉS. Pues ¿cómo no y sí? MOSCAT. No, pues no sabes á qué; Sí, pues enojada estás; No, pues presto lo sabrás; Sí, pues tarde lo diré. Y aunque pude haber venido De tu hermosura llamado, Traido de mi cuidado Y del tuyo distraido; A darte aqueste papel Vengo, que Don Juan envía, Que de mi cuidado fía Lo que á Leonor dice en él. Que por no ser conocido Por criado suyo yo, Con el papel me envió; Si ya la causa no ha sido Conocer de mi dolor, Saber de mi mal severo, Que de amor no es buen tercero El que no sabe de amor. INÉS. Pues dí que el papel me diste, Y que á Leonor le daré: Y véte presto, porque Temerosa (¡ay de mí triste!) De que Beatriz... MOSCAT. Yo me iré; Que aunque adoro tu presencia, Las leyes de tu obediencia Tan constante observaré, Que á precio de tu rigor Compraré el desprecio mio, Y á costa de tu desvío Mereceré tu favor. INÉS. Bien pudiera responderte Que tan ingrata no he sido Como te habré parecido; Pero tiéneme de suerte El temor de verte aquí, Que dejo para despues La respuesta. Véte, pues; Que tiempo... Mas ¡ay de mí! Mi señor por la escalera Sube. Aquí no me ha de hallar, Viéndote contigo hablar. _(Vase.)_ MOSCAT. Oye, aguarda, escucha, espera. ESCENA VIII. DON PEDRO. — MOSCATEL. D. PED. ¿Quién ha de esperar y oir? ¿Quién aguardar y escuchar? MOSCAT. Quien me tuviere que hablar, O yo tenga que decir. D. PED. ¿Qué haceis aquí? MOSCAT. ¿Qué he de hacer? ¿Ya vos no lo estais mirando? D. PED. ¿No hablais? MOSCAT. Estaba pensando Lo que os he de responder. D. PED. ¿Qué buscais? MOSCAT. (_Ap._ ¿Que aquesto pase?) A quien sea mi homicida. D. PED. ¿Por qué? MOSCAT. Porque yo en mi vida Hallé cosa que buscase. D. PED. ¿Quién sois? MOSCAT. Habeis preguntado En propios términos. Soy Un criado honrado, si hoy Hay un honrado criado. D. PED. ¿A quién servís? MOSCAT. No serví, Aunque criado me llamo. D. PED. ¿Cómo no? MOSCAT. Como mi amo Es el que me sirve á mí. D. PED. Ya es mucha bellaquería Hablarme desa manera, Y ya más plazo no espera La justa cólera mia. MOSCAT. _(Ap.)_ ¡Malo va esto, vive Dios! Si me da con algo aquí, ¡Miren qué se me da á mí Que en la calle estén los dos! D. PED. Quién sois me habeis de decir, Qué quereis y qué buscais, Y á qué en esta casa entrais, O en ella habeis de morir A mis manos. MOSCAT. Si firmado Habeis la sentencia ciego Con «ejecútese luégo», Yo soy Moscatel, criado De un Don Alonso de Luna... ESCENA IX. DON JUAN, DON ALONSO. — DON PEDRO, MOSCATEL. D. JUAN. _(Ap. á Don Alonso á la puerta.)_ Pues está aquí Moscatel, Y vimos entrar tras de él A Don Pedro, mi fortuna No espera más. D. ALON. Yo dispuesto A cuanto suceda estoy. A tomar la puerta voy. _(Vase.)_ D. PED. _(A Moscatel.)_ Proseguid. _(Llega Don Juan.)_ D. JUAN. Señor, ¿qué es esto? MOSCAT. _(Ap.)_ Eso sí. D. PED. (_Ap._ Forzoso es ya Reportarme.) Este hombre hallé Aquí: qué busca, no sé. D. JUAN. ¿No? Pues él nos lo dirá, O á aqueste acero rendido Morirá. (_Ap. á Moscatel._ Miente algo aquí, Moscatel, que importa así.) MOSCAT. (_Ap._ ¡Buen socorro me ha venido!) Un hombre busco; y no hallando Nadie que me respondiera, De escalera en escalera Me fuí poco á poco entrando, Sin ver á quién preguntar. Hasta esta parte llegué, Donde una doncella hallé, (La verdad en su lugar). Pensando que era ladron, Huyó de mí; y á ella era El «escucha, aguarda, espera». D. JUAN. Bien puede tener razon. D. PED. (_Ap._ Aunque no estoy satisfecho De que me diga verdad, Fuera necia liviandad De mi espada y de mi pecho Saber Don Juan que he tenido Otra sospecha; y así Fingir me conviene aquí Que su disculpa he creido, Porque ménos recatado Le pueda despues seguir, Saber quién es, y salir De una vez deste cuidado.) Pues si venís á buscar Un hombre, ¿por qué os turbais De verme á mí? MOSCAT. Porque dais, Y soy fácil de turbar. D. JUAN. Id con Dios. MOSCAT. Que á los dos guarde. D. JUAN. _(Ap. á Moscatel.)_ A Don Alonso le di Se quite luego de ahí. _(Vase Moscatel.)_ D. PED. Luégo vuelvo. Adios, que es tarde. D. JUAN. ¿Dónde vais? D. PED. Vuelvo á buscar Unas cartas que perdí. D. JUAN. No habeis de salir de aquí, U os tengo de acompañar. D. PED. (_Ap._ Algo sin duda ha entendido De mi enojo: fuerza es Deslumbrarle.) Venid, pues. D. JUAN. _(Ap.)_ Bien hasta aquí ha sucedido, Pues sin sospechar en mí Asistirle á todo puedo. _(Vanse.)_ ESCENA X. INÉS, _y luego_, DOÑA LEONOR. INÉS. Confusa de mirar quedo Lo que ha sucedido aquí. Informarse tan severo, Cobrarse tan recatado, Hablar con él tan pesado, Y seguirle tan ligero, Muchos efectos han sido. No sé qué ha de suceder. _(Sale Doña Leonor.)_ D.ª LEON. ¡Válgate Dios por mujer, Qué temeraria has nacido! INÉS. Señora, ¿qué te ha pasado, Que tan colérica vienes? D.ª LEON. Que no me escuchó Beatriz, Porque ha estado impertinente, Con más soberbia que nunca, Tan cansada como siempre. Dice que dirá á mi padre El suceso. INÉS. Cuando vienen Los pesares, nunca (¡ay triste!) Vienen solos; pues de suerte Se eslabonan unos de otros, Que enredándose crueles, Es víspera del segundo El primero que sucede. Aquel hombre que dejaste Aquí, para que supiese Yo quién era, te buscaba A tí, señora, con este Papel; que Don Juan no quiso, Por el riesgo, que viniese Criado suyo. El papel Me dió apénas, cuando quiere El cielo que éntre tu padre, Y que con el hombre encuentre. Llegó al empeño Don Juan, Y hizo que el hombre le diese No sé qué necias disculpas. Pero aunque quiso prudente Disimular mi señor, No pudo, y tras él se vuelve. D.ª LEON. ¡Qué bien dicen que los males Son, si hay uno, como el fénix, Pues cuna es en que uno nace, La tumba donde otro muere! Dame el papel, porque quiero Al instante responderle A Don Juan, en el peligro Que estoy. INÉS. No le guardes, lêle; Que quizá advertirá algo Que en tu cuidado aproveche. D.ª LEON. Dices bien, abrirle quiero; Que nada en ello se pierde. _(Lee.)_ _¡Qué mal podré, hermoso dueño, Decirte ni encarecerte...!_ INÉS. Tu hermana viene. D.ª LEON. ¡Ay de mí! ESCENA XI. BEATRIZ. — LEONOR, INÉS. D.ª BEAT. ¿Qué misivo idioma es ese Que, ajado, ocultas? D.ª LEON. ¿Yo? D.ª BEAT. Sí. D.ª LEON. No entiendo lo que me quieres Decir. D.ª BEAT. Con vulgar disculpa Me has obstinado dos veces. Ese manchado papel En quien cifró líneas breves Cálamo ansarino, dando Cornerino vaso débil El etíope licor, Ver tengo. D.ª LEON. En vano pretendes Ver el papel, porque fuera Tambien ser necia dos veces No querer saber de mí, Cuando de oirme te ofendes, Lo que yo quiero decir, Y querer saber aleve Lo que pretendo callarte. D.ª BEAT. Mi fraternidad no atiende A tu lengua, sí á tu accion, Porque aquella mentir puede, Y esta ha de decir verdad: Y así, en la ocasion urgente, Si oir lo que quieres no quiero, Saber sí lo que no quieres. D.ª LEON. ¿De qué suerte, si no quiero, Lo has de saber? D.ª BEAT. Desta suerte. _(Ase del papel, y porfían las dos.)_ Suelta la epístola. INÉS. No es Sino evangelio. D.ª LEON. Aunque intentes Por fuerza verle, tirana, Poco podré, ó no has de verle. D.ª BEAT. Deja el papel. _(Sale Don Pedro á tiempo que rompen el papel, quedándose con la mitad cada una.)_ ESCENA XII. DON PEDRO. — DOÑA BEATRIZ, DOÑA LEONOR, INÉS. D. PED. ¿Qué papel Es? ¿Por qué reñís, aleves? INÉS. _(Ap.)_ Cayóse la casa, como Dice el fullero que pierde. D. PED. Suelta ese pedazo tú, Y tú suelta esotro. D.ª LEON. _(Ap.)_ Déme Ingenio amor. D.ª BEAT. El que abstraes Fragmento á mi mano débil, Te referirá baldones Que tu pundonor padece. D.ª LEON. El papel, señor, que miras, Yo no sé lo que contiene; Y pues que Beatriz lo sabe, ¿Quién duda que suyo fuese? Leyéndole estaba, cuando Llegué... D.ª BEAT. ¿Yo? D. PED. _(A Doña Beatriz.)_ Calla. D.ª LEON. Y al verme, Le ocultó con tal cuidado, Que me le puso de verle. Quise quitársele, y ella Me le defendió. No pienses Que fué atrevimiento en mí, Que despues que sé que tiene Beatriz quien la escriba, y quien La hable de noche por ese Balcon, mi virtud me ha dado Disculpa para atreverme, Aunque soy menor hermana, A tratarla desta suerte. INÉS. _(Ap.)_ De mano gana Leonor, Cuando un mismo punto tienen. D. PED. ¡Por cierto, Beatriz!... D.ª BEAT. Ignoro, Atónita, responderte; Que me construyó su acento Estatua de fuego y nieve; Porque cuanto me acumula Delito es suyo _in specie_. D.ª LEON. ¿Pues aquí no estaba Inés, Que decir la verdad puede? D.ª BEAT. ¿Pues Inés no estaba aquí, Que dirá lo que sucede? INÉS. _(Ap.)_ Yo soy, en fin, la presencia De todo el hecho presente. D. PED. (_Ap._ ¡Ay de mí, que combatido De uno y otro mal tan fuerte, Ambos me están mal, pues ambos Armados contra mí vienen! Que al averiguar (¡ay triste!) Cúya es la culpa evidente, No es excusarme la pena; Pues cuando á saberla llegue, Tan sitiado mi dolor, Tan acosado mi suerte, Tan cercado mi desdicha En este lance me tienen, Que habiendo (¡ay de mí!), que habiendo De morir precisamente, Quien me dé muerte sabré, Mas no excusaré la muerte.) Véte tú, Beatriz, de aquí; Y tú, Leonor, de aquí véte. D.ª BEAT. Señor, yo... D. PED. Nada digais. D.ª LEON. _(Ap.)_ Quiera amor que no confiese El papel lo que yo niego. _(Vase.)_ D.ª BEAT. Tú, mentil hermana, tienes La culpa de todo. _(Vase.)_ ESCENA XIII. DON PEDRO, INÉS. D. PED. Inés. INÉS. _(Ap.)_ Aquí entro ahora. D. PED. Detente. INÉS. _(Ap.)_ Honor, con quien vengo, vengo. D. PED. Pues sola el testigo eres, ¿Quién leia el papel? INÉS. _(Ap.)_ Yo Ni quito ni pongo leyes; Pero hago lo que debo... D. PED. ¿Qué es lo que dudas, qué temes? INÉS. (_Ap._ Al oficio de criada Es ayudar á quien miente.) Señor, poco ántes que tú Llegué yo, sin que pudiese De la accion ni de las voces Saber cúyo el papel fuese. Esta es la verdad, so cargo Del juramento que tiene Fecho cualquiera criada En el pleito que refiere. D. PED. ¡Aun este pequeño alivio Del desengaño, no quiere Darme el dolor!—Véte, Inés... INÉS. _(Ap.)_ Viva á toda ley quien vence. _(Vase.)_ ESCENA XIV. DON PEDRO. Que el papel confesará Cuanto tú y ellas me nieguen. Juntar quiero los pedazos De esta víbora, esta sierpe, Que dividido el veneno En dos mitades contiene. _(Lee.)_ _¡Qué mal podré, hermoso dueño,_ _Decirte ni encarecerte_ _El cuidado con que estoy_ _De que anoche nos oyese_ _Tu hermana! Avísame, al punto_ _Que á tu padre se lo cuente,_ _Para que te ponga en salvo._ A entrambas á dos conviene El papel, para que sea Hoy mi desdicha más fuerte, Pues si supiera de una Que con liviandad procede, Supiera tambien de otra La virtud; y desta suerte, Templado estuviera el daño. Mas para que no se temple, Quiere el cielo que á ninguna Crea, y que en las dos sospeche. Hallar un criado aquí, Turbarse (¡ay de mí!) de verme, Llegar Don Juan y dejarle, Salir tras él y perderle, Volver á casa y hallar La confusion que me vence, Cosas son que han menester Atenciones más prudentes. Y así, pues sé que el criado Es, si su temor no miente, De Don Alonso de Luna, Saber quién es me conviene, Y atender á sus acciones; Y hasta que á mis manos llegue, Ó desengaño ó venganza, ¡Valedme, cielos, valedme! JORNADA SEGUNDA. Calle. ESCENA PRIMERA. DON ALONSO, DON JUAN, MOSCATEL. D. ALON. De buena salimos. MOSCAT. Yo Soy el que salí de buena Y entré en mala, pues me ví Ya de la muerte tan cerca. D. JUAN. Determinarme yo á entrar (Viendo la ocasion tan cerca) Tras Don Pedro, fué tu dicha. MOSCAT. Y áun la tuya, pues si dejas De entrar, confieso de plano. D. ALON. ¿Eso dices? MOSCAT. Y áun lo hiciera Mejor que lo digo. D. ALON. Mira, Don Juan, si amando, hay quien tema. D. JUAN. Pues ¿un amante es cobarde? MOSCAT. Mucho más, por ver que arriesga Una vida que no es suya, Sino de su hermosa prenda. Y si es deuda de un amante En su servicio perderla, Ya es de amor estelionato Hipotecarla á otra deuda. ESCENA II. INÉS, _tapada_. — DICHOS. INÉS. Señor Don Juan. D. JUAN. ¿Quién me llama? INÉS. Yo soy. D. JUAN. Vengas norabuena, Inés. INÉS. Para haberte hallado He dado á Madrid mil vueltas. D. JUAN. ¿Qué ha sucedido, que así Vienes? MOSCAT. _(Ap.)_ Inesilla es esta. ¡Quiera el cielo que mi amo Ni la atisbe ni la vea! INÉS. A darte aqueste papel He venido. Adios. D. JUAN. Espera, Le lêré. _(Lee Don Juan, y entre tanto se pone Moscatel en medio de Don Alonso y de Inés.)_ D. ALON. No tiene, á fe, Mala cara la mozuela. MOSCAT. _(Ap.)_ Vióla: no daré un ochavo Por mi honra toda entera. D. ALON. Oye, Moscatel. _(Ap. á él.)_ MOSCAT. Señor. D. ALON. Si como esta moza, fuera La tuya, te disculpara, Si hay disculpa que amor tenga. MOSCAT. (_Ap._ Celos, vamos poco á poco, No mateis con tal violencia.) ¿Esta te parece bien? D. ALON. Pues ¿no es bien hermosa esta Para fregona? MOSCAT. No es Sino muy mala y muy fea. Si vieras, señor, la mia, Pondré un brazo que dijeras Que era pecado nefando Si entraba en su competencia. D. ALON. Viven los cielos, que mientes. D. JUAN. Ya he leido. D. ALON. ¿Y qué hay? D. JUAN. Mil quejas De Leonor; y en fin, me avisa Que bien puedo ir á verla, Que no hay sospecha de mí, Por una industria: cuál sea No dice. Despues, de todo Yo volveré á daros cuenta.— Vamos, Inés. _(Vase.)_ D. ALON. Moscatel, No la dejes ir, detenla. MOSCAT. _(Ap.)_ ¡Esto más, celos! D. ALON. ¡Ah, hermosa! INÉS. ¿Qué quereis? D. ALON. Veros quisiera Esa buena cara. MOSCAT. _(Ap.)_ ¡Ay cielos! INÉS. Hay mucho que ver en ella, Y no vengo tan despacio. D. ALON. Yo la sabré ver apriesa. MOSCAT. _(Ap.)_ Y áun dejar de verla y todo. ESCENA III. DON LUIS, DON DIEGO. — DON ALONSO, INÉS, MOSCATEL. D. DIEGO. _(Ap. á Don Luis.)_ La criada suya es esta. D. LUIS. _(Ap. á Don Diego.)_ Desde su casa la he visto Salir, y vengo tras ella, Por ver si para Beatriz Darla un recado pudiera. INÉS. _(Ap.)_ No sé lo que Moscatel Me quiere decir por señas. D. DIEGO. Con Don Alonso de Luna Habla. D. LUIS. Cierta es mi sospecha; Que venir una criada De Beatriz desta manera A buscarle, estar él siempre En su calle y á su reja Con el otro amigo suyo, Mirar que cuando se aleja Se quedan los dos hablando, No es posible que no sean Lances de amor. D. DIEGO. ¿Qué quereis Hacer? D. LUIS. Que aquí no me vea; Que no tengo yo favores Para que empeñarme pueda: Y reñir un desvalido Es valentía muy necia. D. DIEGO. Decís bien... y quizá mienten Los viles celos que os cercan. D. LUIS. Nunca son viles los celos, Don Diego. D. DIEGO. Opinion es nueva. D. LUIS. ¿Hay más nobleza que hablar Verdad? Pues esta nobleza Solos los celos la tienen, Porque no hay celos que mientan. _(Vanse Don Luis y Don Diego.)_ ESCENA IV. DON ALONSO, MOSCATEL, INÉS. INÉS. Bien está. Adios, que es muy tarde. D. ALON. Dejad que vaya siquiera Con vos aqueste criado: No vais sola. INÉS. Norabuena, Venga el criado conmigo. MOSCAT. _(Ap.)_ ¿Que esto escuche? ¿Que esto vea? D. ALON. Moscatel. MOSCAT. Señor. D. ALON. Escucha. Inés me ha dado licencia Para que en mi nombre vayas Hasta su casa con ella: Ve, y dirásla en el camino Que como tal vez se venga A casa, no faltará Algun regalo que hacerla. MOSCAT. ¿Es posible que tal dices? D. ALON. Sí, que si en su amor ya es fuerza Acompañar á Don Juan, No es muy mala conveniencia Tener quien aquel instante Tambien á mí me entretenga. MOSCAT. Yo se lo diré. D. ALON. En los trucos Te aguardo con la respuesta. _(Vase.)_ MOSCAT. _(Ap.)_ ¡Quedamos buenos, honor! INÉS. Moscatel, vamos. ¿Qué esperas? MOSCAT. Vamos, Inés. _(Vanse.)_ * * * * * Otra calle. ESCENA V. MOSCATEL, INÉS. INÉS. Pues ¡tan triste Conmigo vas, que áun apénas Alzas á verme la cara! ¿Qué es aquesto? MOSCAT. ¡Ay, Inés bella! ¡Ay dulce hechizo del alma, Qué de cuidados me cuestas! INÉS. ¿Qué tienes? MOSCAT. Amor y honor. Quiero y sirvo, y hoy es fuerza Entre mi dama y mi amo, Que no sirva ó que no quiera. INÉS. No entiendo tus disparates. MOSCAT. Pues yo haré que los entiendas. Don Alonso mi señor Te vió Inés... y ¡á Dios pluguiera, Que ántes cegase, aunque yo El mozo del ciego fuera! Vióte, Inés ¡ay Dios! y al verte, Fué precisa consecuencia Quererte; no tanto, Inés, Por tu infinita belleza, Como por su amor finito, Que eres en fin cara nueva. Conmigo á decir te envía... —Aquí se turba mi lengua.— Dice que si vas, Inés, A verle, tendrás (¡qué pena!) Si es por la mañana, almuerzo; Si es por la tarde, merienda. INÉS. Grosero, descortés, loco, Suspende la aleve lengua; Que no sé, no sé qué has visto En mí para que te atrevas A hablar con tal libertad A una mujer de mis prendas. Díle á tu amo, villano, Que soy quien soy, y no tenga Prevenciones para mí; Que de cualquiera manera Iré á servirle á su casa, Porque yo no soy de aquellas Mujercillas que se pagan De almuerzos y de meriendas; Que soy moza de capricho, Y esto le doy por respuesta. MOSCAT. ¿Eso dices? INÉS. Esto digo, Y presto de aquí te ausenta, No te vean en mi casa: Mira que ya estamos cerca. MOSCAT. En fin, ¿te vas enojada? INÉS. No me sigas, no me veas. MOSCAT. Obedecerte es forzoso. Pues tan triste Inés me deja, Bien podeis, ojos, llorar, No lo dejeis de vergüenza. _(Vase.)_ INÉS. Aquesta es mi casa. El manto Me he de quitar á la puerta; Que para esto solamente Creo que en las faldas nuestras Usamos los guardainfantes. Ahora, aunque mi ama la necia Me haya echado un rato ménos, No sabrá que he estado fuera. Nadie de ustedes lo diga, Que les cargo la conciencia. _(Vase.)_ * * * * * Sala en casa de Don Pedro. ESCENA VI. DON JUAN, DOÑA LEONOR. D.ª LEON. Esta mentira ha sido La que nuestro cuidado ha divertido. D. JUAN. Fué del ingenio tuyo, Que con eso que fué sutil arguyo. D.ª LEON. Ya del todo perdida La vida, restauré en parte la vida; Que lo que era evidencia, Puse con el engaño en contingencia; Que no es pequeño aviso Saber hacer dudoso lo preciso. D. JUAN. Tu padre en fin, ¿de entrambas sospechoso Quedó? D.ª LEON. Tanto, que anda cuidadoso, Yendo á casa y viniendo, Escuchando á la una, á la otra oyendo; Que hasta aquí no ha sabido Cúyo el papel ni para quién ha sido: Porque Inés, que tenía Sola noticia de la culpa mia, Sin que á decirlo acuda, Dejó en su fuerza la primera duda. INÉS. Yo no dije que era El papel de Beatriz, porque pudiera El papel desmentirme; Y así en lo que dijiste estuve firme. D. JUAN. Dicha fué que viniera El papel de manera Que á entrambas convenia; Que bien se acuerda la memoria mia De que no te nombraba Y de que escrito de otra letra estaba. Pero díme, ¿qué ha hecho Beatriz al testimonio? D.ª LEON. Yo sospecho Que, sujeta al indicio, Si juicio tiene, ha de perder el juicio. Pues, sobre su melindre y su locura, Tan vana de su ingenio y hermosura, Verse indiciada tanto De una sospecha, la convierte en llanto. Y estoy, Don Juan, gustosa de manera De verla así, que diera Porque fuera verdad y no fingido El amor que en su culpa he introducido, La vida. INÉS. Piensa tú, señor, qué haremos Por llevar adelante sus extremos. D.ª LEON. De nuestro amor industria lisonjera El divertirla y el culparla fuera, Pues con eso dejara De perseguirme á mí, y ella callara. D. JUAN. Ahora bien, pues yo quiero Desta venganza tuya ser tercero, Y trayendo conmigo Para que la entretenga, un cierto amigo, Haré... Pero ella viene. Despues lo oirás, que aquí callar conviene. D.ª LEON. Pues véte, no te vea; Que aunque aquesta sospecha en tí no sea A toda ley, bien creo Que es mejor desvelar nuestro deseo. D. JUAN. Pues adios, Leonor bella. INÉS. ¡Santiago, cierra España! ¡A ella, á ella! _(Vanse Don Juan é Inés.)_ ESCENA VII. DOÑA BEATRIZ. — DOÑA LEONOR. D.ª BEAT. _(Para sí.)_ Aquí, que fénix estoy (Porque al fin la fantasía Hace y no hace compañía), Soliloquiar quiero hoy Por qué tan infeliz soy, Y en qué horóscopo nací; Pues siendo mi honor en mí Sol que el dia iluminó, El eclipse padeció, Y yo el efecto sentí. Entre mi luz y mi ardor, Con epiciclo confuso El cuerpo opaco me puso La mentira de Leonor. D.ª LEON. ¿Qué me quieres? D.ª BEAT. Es error, Aunque á solas te he nombrado, Fantasiar que te he llamado; Que si el nombrar es llamar, Hoy desvia con llamar, Al contrario, mi cuidado. D.ª LEON. Pues ¿por qué, cruel conmigo, Tu voz á solas se emplea? D.ª BEAT. Pues que me interrogas, sea Tu mendacio tu castigo. ¿Tú no fuiste, amor testigo, La escrita? D.ª LEON. Sí. D.ª BEAT. ¿Tú no fuiste La que, al paterno, dijiste, Orden, que era para mí El lineado papel? D.ª LEON. Sí. D.ª BEAT. ¿Tú no fuiste quien hiciste Tan válida la mentira, Que embelecó la verdad, Acuada su puridad? D.ª LEON. Sí, Beatriz. D.ª BEAT. Pues ¿qué te admira Lamentar tu fraude? D.ª LEON. Mira Lo que tu enfado causó; Que no lo intentara, no, Si tú ayudaras mi engaño; Mas ya sucedido el daño, Beatriz, primero era yo. Negarte á solas no quiero Que mia la culpa fué; Pero tampoco querré Confesársela á un tercero.— Yo amo, yo adoro, yo muero De amor... _(Sale Don Pedro al paño á espaldas de Doña Beatriz, y de cara á Doña Leonor: esta le ve y él se recata.)_ ESCENA VIII. DON PEDRO. — DICHAS. D.ª LEON. _(Ap.)_ Mi padre. ¡Ay de mí! D. PED. _(Ap.)_ «Yo muero de amor» oí A Leonor. D.ª LEON. _(Ap. Cure mi error Mi voz.)_ ¡Yo muero de amor, Dices delante de mí! ¡Yo quiero! D. PED. _(Ap.)_ ¿Esto llego á ver? D.ª LEON. ¡Yo amo! D. PED. _(Ap.)_ ¿Aquesto llego á oir? D.ª LEON. ¡_De amor muero_, ha de decir Una principal mujer! Mi padre lo ha de saber; Que aunque tú me has dicho aquí Que á él no, pero á mí sí Lo confiesas, brevemente Lo sabrá. D.ª BEAT. ¿Qué dices? D.ª LEON. Tente, No te apropincues á mí. D.ª BEAT. El concepto dificulto De tus extremos, Leonor. D.ª LEON. No me empañes el candor De mi castísimo bulto. D.ª BEAT. ¿Qué mudanza?... D.ª LEON. ¿Tal insulto Pronunciar tu lengua osa? D. PED. _(Ap.)_ Leonor es la virtüosa. D.ª BEAT. Oye, hermana. D.ª LEON. Aqueso no, Que tener no puedo yo Hermana libidinosa. _(Vase.)_ ESCENA IX. DON PEDRO, DOÑA BEATRIZ. D.ª BEAT. ¿Quién tales extremos vió? ¿Quién vió tales sentimientos? ¿Quién vió tales fingimientos De un instante á otro? D. PED. Yo, Yo los ví, Beatriz, y no En vano el cuidado ha sido Que con las dos he tenido. D.ª BEAT. Señor, ¿tú estabas aquí? D. PED. Sí, sí, Beatriz, aquí estaba. D.ª BEAT. ¿Oiste á Leonor lo que hablaba? D. PED. Lo que habló Leonor oí. D.ª BEAT. ¿Luego ya estarás de mí Desengañado? D. PED. Sí estoy, Pues he llegado á ver hoy Que una hermana menor pueda Reñirte. D.ª BEAT. ¡Que tal suceda! Infausta y crinita soy. D. PED. ¿Qué crinita, ni qué infausta? D.ª BEAT. Señor... D. PED. Beatriz, bueno está; Basta lo afectado ya, Lo enfadoso basta, basta; Que es lo que más te contrasta Para que vencida quede Tu opinion: bien verse puede, Si á hablar así te acomodas, Que quien no habla como todas, No como todas procede. Yo sé que el cuidado ha sido Y el papel de un caballero, Bachiller y chocarrero, Libre y mal entretenido: Y que le quieres he oido, Cuando Leonor te reñia. Culpa ha sido tuya y mia; Mas remediarélo yo. Aquí el estudio acabó, Aquí dió fin la poesía. Libro en casa no ha de haber De latin, que yo le alcance. Unas _Horas_ en romance Le bastan á una mujer. Bordar, labrar y coser Sepa sólo: deje al hombre El estudio... Y no te asombre Esto; que te he de matar, Si algo te escucho nombrar Que no sea por su nombre. D.ª BEAT. Subordinaba al respeto, Girasol de tu semblante, En estilo relevante No frasificar prometo. Deja empero á tu conceto Desvanecer la apariencia, Que el engaño hizo evidencia, Que hizo caso la malicia, Queriendo con su injusticia Captar tu benevolencia. D. PED. ¡Beatriz! D.ª BEAT. Ausculta propicio... D. PED. ¡Bien enmendada te veo! D.ª BEAT. Por tu anticipata... D. PED. Creo Que hoy me has de quitar el juicio. _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Don Alonso. ESCENA X. DON ALONSO, MOSCATEL. D. ALON. ¿Eso la pícara dijo? MOSCAT. De tu amor tan ofendida, Como si fuera hija Inés Del Preste Juan de las Indias: «Decid, dijo, á vuestro dueño Que mi valor no conquista, Que soy grande para dama, Y para esposa soy chica». D. ALON. Eso á reyes de comedia No hay condesa que no diga De Amalfi, Mantua ó Milan, Mas no las de Picardía. ¡Válgate el diablo, picaña! ¿Cómo no tienes á dicha Que te hable un hombre que al fin Una camisa trae limpia? MOSCAT. Señor, cada ropa blanca Su semejante codicia. D. ALON. ¿Y qué te pasó con Celia? MOSCAT. Estaba á su celosía Asomada, y áun borracha, Pues dijo, ¿por qué no ibas A verla? Y esto, señor, En juicio no lo diria, Porque ¿cómo has de ir á verla, Si ya la viste ha tres dias? D. ALON. Mi firmeza me destruye; Porque todas imaginan, Siendo galan al quitar, Que lo he de ser de por vida. Pues ¡mejor es lo que á mi Me ha pasado! Como iba En un coche Doña Clara, Llamóme, lleguéme á oirla, Y díjome que á la tarde (Ahí es una niñería) La enviase veinte varas De lana, porque queria Hacer en mi nombre una Pollera. Y á media risa Pregunté de qué color: Respondió que de la mia, Y así al propósito hice De repente esta quintilla: «De mi color, bien mi amor Dar la pollera quisiera; Mas es tanto mi temor, Que no me dejas color De que hacerte la pollera.» Con esto me descarté De la lama. MOSCAT. Linda finca Es un desenfado. D. ALON. ¿Cómo? MOSCAT. Como paga á chanza vista. D. ALON. ¿No sabes lo que en aquesto Más me mata, más me admira? Que usándose hombres que nieguen, Se usen mujeres que pidan. MOSCAT. Piden por su devocion. (_Ap._ ¡Qué presto de Inés se olvida! Celos, adios.) D. ALON. Moscatel. MOSCAT. Señor. D. ALON. ¿Quieres que te diga Una verdad? MOSCAT. Si contigo Lo puedes acabar, díla. D. ALON. La Inesilla me ha picado. MOSCAT. ¿Tan aguda es la Inesilla? D. ALON. Y por hacer burla della Solamente, he de rendilla. Allá has de volver. MOSCAT. ¿Yo? D. ALON. Sí. MOSCAT. _(Ap.)_ Celos, no adios tan aprisa. D. ALON. La dirás... ESCENA XI. DON JUAN. — DON ALONSO, MOSCATEL. D. JUAN. ¡Gracias al cielo Que os traigo nuevas un dia De contento! porque amor No siempre ha de ser desdichas. Ya cesaron sus disgustos, Sus pesares, sus rencillas; Que como es niño, el semblante Que ayer fué llanto, hoy es risa. Ayer de vuestro valor Me valí, cuando tenía Empeños de honor; y ahora Que han mejorado de dicha, Me he de valer, Don Alonso, De vuestra cortesanía, Buen gusto y sutil ingenio, Porque en dos iguales líneas Los dos extremos toqueis Del pesar y la alegría. D. ALON. Pues bien, ¿qué os ha sucedido? D. JUAN. De cuanta culpa tenía Leonor, hizo á Beatriz dueño, Cautelosa y prevenida. Dudó el padre entre las dos Cúya fuese la malicia, Y quedó por fe dudosa La que era culpa precisa. Para ayudar este engaño Con Beatriz y divertirla (Que si hay envidia entre hermanos Es la más cruel envidia), Me ha pedido que con ella Algun nuevo amante finja, Porque la importa en extremo, O culparla ó divertirla. Y aqueste habeis de ser vos, Ayudandôs ella misma A la entrada de su casa; Y así, desde aqueste dia La habeis de asistir, pasear, Adorar su celosía. Solicitar sus criadas. Donde saliere seguirla, Escribirla... D. ALON. Deteneos; Que ni hablarla ni servirla, Ni pasearla ni mirarla Sabré yo hacer en mi vida. ¿Yo mirar á una ventana Embobado todo el dia, Haciendo el amor ardiente A un cántaro de agua fria? ¿Yo sobornar á una moza, Porque mis penas la diga? ¿Yo abrazar un escudero Con la barba hasta la cinta? ¿Yo seguir á una mujer, Ni saber dónde va á misa Ni si la oye? (Que al fin yo, Don Juan, en toda mi vida He averiguado á mi dama Si tiene ó no tiene crisma: Y ellas se alegran, pues todas Niegan donde se bautizan.) ¿Yo escribir papel tan cuerdo Que mil locuras no diga, Donde ande el razonamiento Entre el afecto y la dicha? ¿Yo parlar á una ventana, Dos horas de noche fria, Para pedir una mano A quien siempre que la pida Me responda, «es de mi esposo», Y con aquesta porfía Me ande con su doncellez Dando en rostro cada dia? Vive Dios, que ántes me deje Morir, que á una mujer siga, Ni solicite ni ronde, Ni mire ni hable ni escriba. Porque en no teniendo yo Libre entrada á mis visitas, Donde tome mi despejo A la primera vez silla, La segunda taburete, Y la tercera tarima, Siendo mi lecho el estrado, Y mi almohada una rodilla, Y haciendo así que me rasquen La cabeza, si me pica; No daré por cuanto amor Hay en el mundo, dos higas. Y ¡mirad, pues, qué mujer Tan chistosa y entendida Traeis! sino una mujer Que habla siempre algarabía, Y sin calepino no Puede un hombre entrar á oirla. Y así, mirad si teneis Algun disgusto en que os sirva; Que, vive Dios, que primero Con diez hombres legos riña, Que con una mujer culta; Que ha de ser la dama mia, Como fianza, abonada, Sobre lega, llana y lisa. D. JUAN. En la corte, D. Alonso, ¿Cada dia no se mira Por hacer tercio á un amigo, Enamorar á una amiga? D. ALON. Tambien se mira, Don Juan, En la corte cada dia Perder uno su dinero Por hacer tercio á una rifa. D. JUAN. Yo no quiero que tu amor Sea, sino que lo finjas; Que esto todo ha de ser burla. D. ALON. Mucho lo fingido obliga, Y ¡hacer burla de una loca Tan vana y tan presumida!... MOSCAT. _(Ap.)_ ¡Qué presto hizo la razon A la ocasion que le brinda! Tan loco nos venga el año. D. ALON. Cuanto sea engaño y mentira, Vaya; mas pensar que tengo De obligarla ni sufrirla, Es pensar un imposible. D. JUAN. Ni nadie á aqueso os obliga. D. ALON. Desde aquí empezaré á hablarla. D. JUAN. Vamos á su casa misma, Y en el camino os diré Destas cosas conocidas Que importan, y haré que entreis A hablarla. D. ALON. Vamos aprisa; Que ya de pensar, Don Juan, Lo que hoy á las burlas mias Han de responder sus véras, Me estoy muriendo de risa. MOSCAT. Quiera amor no pare en llanto. D. ALON. ¿Qué llanto, necio, si miras Que todo es burla? pues solo Mi libertad solicita Hacer buen tercio á Don Juan, Vengar á Leonor divina, Burlar á Beatriz hermosa, Y retozar á Inesilla. MOSCAT. _(Ap.)_ No será, no, sino echarse Con la carga de mis dichas. * * * * * Cuarto de Beatriz con una alacena. ESCENA XII. BEATRIZ, INÉS. INÉS. Grande, señora, es tu melancolía. D.ª BEAT. ¿Cómo no ha de ser grande, siendo mia? Y ¿harta razon no tengo? Pues por Leonor, con mi ascendente vengo[2] A padecer calumnias de que amo, Cuando la misma ingratitud me llamo. ¡Yo, pensar que he escuchado á un hombre amores, Que un papel admití, que dí favores, Que entró en mi cuarto abriendo una fenestra, Que fué el tacto la nube de mi diestra! Cosas son, que el escrúpulo más leve, Dentro de mí ni áun á pensar se atreve. Y así, aqueste retiro Donde la luz del sol apénas miro, Lúgubre será esfera, Donde equívoca yo que vivo, muera: Estancia será esquiva, En que burlando lo que muero, viva. El sol, Narciso de jazmin y grana, Desde el primer fulgor de la mañana Al parasismo de la noche fria Adonde espera el parangon del dia, No me ha de ver la cara; Si ya con luz no penetrase avara A esta mansion, en donde Mi profanado pundonor se esconde. Lloren aquí mis ojos Sinónomos neutrales... digo, enojos De torpes desvaríos, Que son ajenos, y parecen mios. —Inés, ¿no me he quejado En bien humilde estilo, en bien templado? Si mi padre me oyera, ¡Oh cuánta enmienda en mis discursos viera! [2] Mi padre. INÉS. Mucha, bien que del tema reformado Algunas palabrillas te han sobrado. D.ª BEAT. Díme, ¿cuáles han sido? INÉS. _Lúgubres_ y _crepúsculos_ he oido, _Equívocos, sinónomos neutrales,_ _Fenestras, parasismos_, y otras tales De que yo no me acuerdo. D.ª BEAT. Con la estulticia que hay, el juicio pierdo. Pues esas ¿no son voces de cartilla, Que un portero las sabe de la villa? Mas desde aquí prometo Que calce mi conceto, A pesar de Saturno, Vil zueco, en vez de trágico coturno. INÉS. _(Ap.)_ Enmendándose va. D.ª BEAT. Y si tú me oyeres Frase negada á bárbaras mujeres, Por ver si en esto topa, Tírame de la manga de la ropa. INÉS. La concesion aceto, Y ser fiscala de tu voz prometo. ESCENA XIII. DOÑA LEONOR, DON ALONSO, MOSCATEL. — DOÑA BEATRIZ, INÉS. D.ª LEON. _(Ap. á Don Alonso.)_ Esta es Beatriz, y puesto que has venido A divertirla, su galan fingido, Hablarla aquí podrás seguramente: Yo atenta á que no haya inconveniente, Con Don Juan allí hablando, Hoy las espaldas te estaré guardando. _(Vase.)_ D. ALON. _(Ap.)_ ¿Quién crêrá que he tenido Mudo el amor, áun siendo amor fingido? INÉS. Moscatel, ¿qué es aquesto? _(Ap. á él.)_ MOSCAT. La droga introducir, que se ha dispuesto. INÉS. ¿Por qué entras acá tú? MOSCAT. Porque te amo, Y no has de estar á tiro de mi amo Sin escucha. D.ª BEAT. _(Viendo á Don Alonso.)_ ¿Qué es esto? INÉS. Un hombre osado, Que hasta aquí se ha entrado. D.ª BEAT. ¡Un hombre en mi cubículo!... ... [3] ... _(Ap. á Inés.)_ ¿Qué haces? [3] El sentido y el verso están cabales uniendo las palabras _¿Qué haces?_ con las anteriores; pero el consonante falta, quizá por efecto de alguna breve supresion. INÉS. Tirarte de la manga. D.ª BEAT. ¡Necio intento! Deten, que sólo digo en mi aposento. D. ALON. Hermosa Beatriz, la voz No des al aire, no des Al cielo quejas, huidas De la prision de clavel. Oye piadosa mi pena Sin enojarte, porque No siempre fué de lo hermoso Patrimonio lo cruel. D.ª BEAT. ¡Andas por antonomasia! INÉS. _(Ap. á su ama.)_ Dos veces tiro. D.ª BEAT. Está bien. Atrevido caballero, (Que has sido osado á romper La clausura, donde el sol, Que fénix y hoguera es, Si tal vez entra atrevido, Sale cobarde tal vez; Y á no traer por disculpa Que me viene el dia á traer, No osara donde yo estoy A entrar en átomos él), ¿Qué atrevimiento, qué audacia Rige tu alevoso pié? INÉS. _(Ap.)_ Aquí empiezan sus engaños. MOSCAT. _(Ap.)_ Él mismo vaya con él. D. ALON. Peritísima Beatriz, Beatriz, dulce enigma, en quien Vive de más el hablar Ó de más el parecer: Yo soy aquel que dos años Viviente girasol fué De la luz de tu beldad, Fragrante al llegarte á ver, Cuanto mustio al ausentarte, Que entre el morir y el nacer, No hubo más distancia, que entre Si se ve, ó si no se ve. INÉS. _(Ap.)_ Atencion, señoras mias; Entre mentir ó querer, ¿Cuál será lo verdadero, Si esto lo fingido es? D. ALON. La causa hoy de tanto absurdo Es haber hallado ayer Tu padre el criado mio, Que te traia un papel; Y viendo la obligacion Que tengo á quien soy, osé, Temeroso de tu riesgo, Ahora que ocasion hallé, Entrar hasta aquí. D.ª BEAT. Detente, Que ya me incumbe saber, Aunque mi riesgo derogue La más inviolable ley, Qué papel, ó qué criado, Aquese que dices fué. D. ALON. El criado, este criado; El papel, aquel papel Que abrió Leonor, siendo tuyo, Porque á ella se le dió Inés. INÉS. Yo no se le dí, que ella Me le quitó sin querer. D.ª BEAT. ¿Tuyo era el criado? D. ALON. Sí. D.ª BEAT. ¿Y tuyo el papel? D. ALON. Tambien. D.ª BEAT. ¿Y para mí? D. ALON. Pues ¿qué dudas? D.ª BEAT. Antes no dudo, pues sé Que mi muerte y homicida Fuiste de mi paz, cruel, Tirano, que introdujiste Escrúpulos en mi fe. Vuelve, vuelve las espaldas De piadoso y de cortés; Que solicitas mi muerte Si aquí mi hermana te ve, Porque hará verdades hoy Los fingimientos de ayer. INÉS. _(Ap.)_ ¡Qué fácilmente creyó Lo que él contó y yo afirmé! MOSCAT. _(Ap.)_ En fin, no hay cosa más fácil Que engañar una mujer. D.ª BEAT. Y no quieras más victoria De mi vanidad, que ver Que por tí lloran mis ojos; Que puede en efecto hacer Costar lágrimas un hombre, Sin quererle una mujer; Que no las lágrimas siempre Señas son de querer bien. Véte. D. ALON. _(Ap.)_ Más lo deseo yo; Que estoy ya para perder El juicio, buscando modos Para responder. D.ª BEAT. No des Más escándalo en mi casa; Que basta el primero ser Que concupiscible oí.— _(Tírale Inés de la manga.)_ No tires más, déjame; Que tienes traza, por Dios, De dejarme manca. D. ALON. En fe De amante humilde, será Opuesto planeta quien Ausentándose, sabrá Obedeceros cortés; Pero en sabiendo mi amor. D.ª BEAT. Pues adios, que ya lo sé. D. ALON. _(Ap. á Moscatel.)_ No se ha empezado muy mal. MOSCAT. Ni se ha acabado muy bien, Que viene gente. INÉS. ¡Ay, señora! Ir no le dejes. D.ª BEAT. ¿Por qué? INÉS. Porque al paso están hablando Leonor, Don Juan, y tambien Tu padre. MOSCAT. El padre es el diablo Destos enemigos tres. D.ª BEAT. Mi climatérico dia Es hoy (¡ay de mí!) si os ven, Porque contra mí los cielos Han sabido disponer Evidencias que acrediten Culpas, que no imaginé. Para el cuarto de mi padre El paso esta cuadra es: No podeis salir de aquí, Ni allá dentro entrar podeis; Y así, ántes que aquí entren, Fuerza el esconderos es. D. ALON. ¿Es comedia de Don Pedro Calderon, donde ha de haber Por fuerza amante escondido, O rebozada mujer? D.ª BEAT. Esto conviene á mi honor. D. ALON. ¿Yo me tengo de esconder? MOSCAT. Inés, mala burla es esta. _(Ap. á ella.)_ INÉS. Y muy mala, Moscatel. D.ª BEAT. Esto he de deberos. D. ALON. _(Ap.)_ ¡Cielos! Considerad que no es bien Darme tan fino el pesar, Siendo tan falso el placer. D.ª BEAT. ¿Qué esperais? D. ALON. ¿Qué he de esperar? Saber adónde ha de ser Donde tengo de esconderme. INÉS. Donde estar mejor podeis, Es en aquella alacena De vidrios. D.ª BEAT. Has dicho bien. D. ALON. ¡Lindo búcaro del Duque, O de la Maya seré! ¿Yo en alacena de vidrios? ¡Vive Dios!... D.ª BEAT. Preciso es. INÉS. Entrad. D. ALON. Sin un calzador, No es posible. INÉS. Entra tambien. MOSCAT. ¿Es alacena de dos, Como mula de alquier? _(Al entrar en la alacena, quiébranse vidrios.)_ INÉS. Mirad que quebrais los vidrios. ESCENA XIV. DON PEDRO, DOÑA LEONOR, DON JUAN. — DOÑA BEATRIZ, INÉS. D. PED. Hola, unas luces traed A esta sala. D. JUAN. _(Ap.)_ ¡Vive Dios, Que no sé lo que he de hacer, Si halla á Don Alonso aquí Don Pedro! que yo bien sé Que no tiene el cuarto puerta Por donde salir; y en fe De haberle empeñado yo, Y ser mi amigo tambien, No sé, como llegue á verle, Qué remedio puede haber. D.ª LEON. _(Ap.)_ ¡Oh nunca hubiera inventado La venganza que busqué, Pues empezando de burlas, Tan de véras viene á ser! D. PED. Aquestas noches, Don Juan, ¿A qué hora os recogeis? D. JUAN. Temprano. (_Ap._ Aquesto es decirme Que me vaya, y fuerza es. En grande peligro dejo A Don Alonso, por ser Mi amigo. El estarme aquí No es posible. Lo que haré, Será estar siempre á la mira De lo que ha de suceder.) Queda adios. D. PED. Adios.—Alumbra Al señor Don Juan, Inés. D. JUAN. No habeis de salir de aquí. D. PED. Yo sé bien lo que he de hacer. _(Va Inés alumbrando, y Don Pedro acompañando á Don Juan.)_ D.ª LEON. _(Ap.)_ ¿Adónde Beatriz habrá, Pues yo no lo puedo ver, A Don Alonso escondido? D.ª BEAT. _(Ap.)_ ¡Que tantos sustos me dé Un hombre que no conozco! _(Vuelve Don Pedro, y Inés con la luz.)_ D. PED. Entra aquesa luz, Inés, En mi cuarto. D.ª LEON. _(Ap.)_ Ahora sin duda Da en su aposento con él. D. PED. Entrad conmigo las dos, Que os tengo que hablar. _(Suenan en la alacena vidrios rotos; Inés, al oirlo, deja caer la luz.)_ Mas ¿qué Es aquello? INÉS. El candelero Se me cayó. D. PED. ¡Que no estés Nunca, Inés, en lo que haces! INÉS. Sí estoy, señor. _(Vanse Don Pedro y Doña Leonor.)_ ESCENA XV. BEATRIZ, INÉS. D.ª BEAT. Oye, Inés. Pues mi padre se recoge Tan presto, haz al punto que Salgan de ahí aquesos hombres, Sin que lo llegue á entender Leonor. INÉS. No lo entenderá. Mas díme, ¿cómo ha de ser? Que mi señor no bajó Con Don Juan por ser cortés, Tanto como por cerrar Las puertas. D.ª BEAT. Procura hacer Que salgan como pudieren. _(Vase.)_ INÉS. Ya por donde salgan sé. _(Abre la alacena.)_ Mis aprensados señores, Bien desdoblaros podeis. ESCENA XVI. DON ALONSO, MOSCATEL. — INÉS. D. ALON. ¡Vive Dios, que si no fuera, Pícaro, por no sé qué, Que te matara! MOSCAT. No pude Más, si los vidrios quebré, Que eran vidrios en efecto. INÉS. Venid conmigo. D. ALON. ¡Ay, Inés! Si fuera el susto por tí, Fuera empleado más bien. MOSCAT. No fuera sino muy mal. ¿Que ahora de humor estés? D. ALON. No puedo conmigo más. Vamos... Mas por no perder Ocasion, toma un abrazo. MOSCAT. _(Ap.)_ Cordero en brazos de Inés, El hombre le vió mil veces; Pero sola aquesta vez Es el abrazado el hombre, Y el cordero el que lo ve. INÉS. Salgamos presto de aquí. D. ALON. ¿Quién dice que no? INÉS. Que aunque Mi señor cerró las puertas, Bien salir los dos podeis. Arrojáos, sin que os sientan, Por este balcon. Ea, pues. D. ALON. ¿Eso tenemos ahora, Inés? ¡Balconear, despues De una alacena! INÉS. Es forzoso. MOSCAT. Y diga la tal Inés, ¿Es muy alto? INÉS. Del segundo Cuarto no más. No aguardeis. D. ALON. ¿Mas que me quiebro una pierna? Hombres que enamorais, ved, Si estos lances en quien ama Se dejan aborrecer, En quien no ama, ¿qué será? ¡Mal haya quien quiere bien! JORNADA TERCERA. ESCENA PRIMERA. DOÑA BEATRIZ. — INÉS. D.ª BEAT. ¿Qué dices? INÉS. Digo que habiendo... D.ª BEAT. ¡Ay Dios! ¿Cómo, Inés, ha sido? INÉS. Los dos Luzbeles caido, Llegaron con mucho estruendo Unos hombres, pretendiendo Conocerlos; y despues Repararon (tanta es De amo y mozo la destreza) El uno con la cabeza Lo que el otro con los piés. D.ª BEAT. ¿Quién, Inés, te lo contó? INÉS. Relacion es de un criado Del galan de pié quebrado Cuanto he referido yo; Que como cojo partió Del salto del balcon, fuí A verle á su casa. D.ª BEAT. Y dí, ¿Quién le vulneró, ó le ha herido? INÉS. Aqueso no se ha sabido. D.ª BEAT. ¿Doliente, en fin, yace? INÉS. Sí. Pierna y cabeza llevó Quebradas; aunque ya está Mucho mejor. D.ª BEAT. ¿Quedará Claudicante? INÉS. ¿Qué sé yo Que es claudicante? ¡Que no Has de perder vicio tal! D.ª BEAT. ¿Hay demencia? ¿Hay tosca igual? El claudicante no es Hombre de alternados piés, Sí el que ambula desigual. INÉS. No sé lo que es, ni qué no; Solo sé, de temor llena, Que ha estado herido. D.ª BEAT. Su pena, ¡Ay de mí! padezco yo. Un hombre en mi cuarto entró, De mis ánsias informado, Resuelto y determinado: Accion fué que me obligó Al compas que me ofendió; Pues si ofensa el amor piensa Ser, la accion en mi defensa La construye obligacion: Luego compatibles son La obligacion y la ofensa. Vino mi padre; y aquí Trágica mi historia fuera, Si cortés no obedeciera Los preceptos que le dí. Por mí escondido, por mí Precipitado y caido, De otra mano quedó herido: Pues si iguales llego á ver Qué sentir y agradecer, ¿Cuál será lo preferido? INÉS. Pues ¿qué pena es esta ahora? ¿Qué tienes, que triste estás? D.ª BEAT. ¿Qué quieres que tenga más? INÉS. No le gastes á la aurora Las blancas perlas ahora Que ha de echar ménos despues. D.ª BEAT. ¡Ay, Inés mia! ¡Ay, Inés! Si tú guardarme quisieras Un secreto, tú supieras Mi tormento. INÉS. Díle pues, Que aunque siempre en mi lugar San Secreto esclarecido Dia de trabajo ha sido, Le quiero canonizar Y hacer fiesta de guardar. D.ª BEAT. Pues si eso ha de ser así, Yo he de fiarme de tí. A este galan caballero Agradecer, Inés, quiero Lo que ha pasado por mí; Pero no quisiera que él Sepa que lo siento yo, Porque ser piadosa hoy, no Es dejar de ser cruel. A mi obligacion fïel Y fiel á mi honor, que intente Saber dél mi fe consiente, No por él, sino por mí. INÉS. Claro está que será así. (_Ap._ ¡Ay, señores! que ya siente.) D.ª BEAT. Quisiera que te llegaras, Como que de tí salia, A visitarle, Inés mia, Y de su mal te informaras. INÉS. ¿Y qué más? D.ª BEAT. Que le llevaras Una banda, y le dijeras Que tú la ladrona eras Del favor. INÉS. Está muy bien, Y haré este papel tan bien, Como tú misma le hicieras. Dame la banda, y verás Cuál mi chinelita anda. D.ª BEAT. Yo voy, Inés, por la banda, Pero mira que jamás Nada á Leonor le dirás. INÉS. Nada le diré á Leonor. _(Vase Beatriz.)_ ESCENA II. DOÑA LEONOR. — INÉS. INÉS. ¡Victoria por el amor! D.ª LEON. ¿De qué es el contento, Inés? INÉS. Yo te lo diré despues... Pero primero es mejor, Que reviento (te prometo), Porque en Dios y mi conciencia Que hizo nuestra diligencia En Beatriz un grande efeto. D.ª LEON. ¿Qué fué? INÉS. Encargóme un secreto, Y fué haberme encomendado Que le cuente de contado: Claro es, pues cuando no fuera Por decirlo, lo dijera Por habérmelo encargado. De Beatriz la fantasía Ya Don Alonso rindió: En tal lenguaje la habló, Que á pesar de su porfía, Conmigo una banda envía. En fin, en fin ha de ser Mujer cualquiera mujer. Por la banda quiero ir...— Y aunque te lo he de decir Yo, tú no lo has de saber. D.ª LEON. Digo que no lo sabré. _(Vase Inés.)_ ESCENA III. DON JUAN. — DOÑA LEONOR. D. JUAN. Pues ya yo lo tengo oido: Con esto quedo advertido De cuán en vano esperé La firmeza de tu fe. Ahora veo que en amor Número hay; pues en rigor, Por no dejarte infeliz, Crece un afecto en Beatriz, Cuando ha faltado en Leonor. D.ª LEON. Pues ¿en mí ha faltado? dí. D. JUAN. En tí, Leonor, ha faltado; Que aunque he sufrido y callado Mis desdichas hasta aquí, Fué porque pensé hoy de tí Que averiguarlas pudiera, Sin que á tí te lo dijera; Mas siendo fuerza sentirlas, No muera yo sin decirlas, Ya que sin vengarlas muera. Don Alonso, por tu gusto, A hablar á Beatriz entró. Ni arguyo ni pruebo yo Si fué justo ó no fué justo. Por excusar su disgusto A costa de su opinion, Se arrojó por un balcon, Cuando yo en la calle estaba A esperar en qué paraba Su empeño. Fué en ocasion El bajar, que habian entrado Dos hombres en ella; y yo Me desvié, porque no Les diese el verme cuidado. Estando pues apartado, Las cuchilladas oí, Y á ellas al punto acudí; Y por presto que llegué, Ya los dos hombres no hallé, Y herido á mi amigo ví. Mira si de mis recelos Puede haber causa mayor, Pues en su fingido amor Ví mis verdaderos celos. Testigos hago á los cielos Del dolor que sentí allí. Quien acuchilla (¡ay de mí!) A quien sale de tu casa, Bien dice que en ella pasa Mi agravio. Por tí y por mí Disimular he querido, Como he dicho, hasta llegar (¡Ay Leonor!) á averiguar Quién ese galan ha sido: Y viendo que no he podido Y que son intentos vanos, Porque mis celos villanos No murmuren en mi mengua Quiero que diga la lengua Lo que no han hecho las manos. Quédate, ingrata, que no, Pues que ya me he declarado, Me has de ver desengañado. D.ª LEON. ¿No tengo una hermana yo Que pueda ser causa?... D. JUAN. No, Que si tú hermana tuvieras De quien amores supieras, No culparla procuraras, Pues no era bien la acusaras Ni de burlas ni de véras. Y supuesto que has querido Fingirla un galan, infiero Que á tenerle verdadero, No se le dieras fingido. D.ª LEON. Plegue al cielo... D. JUAN. No te pido Satisfacciones, Leonor. D.ª LEON. Ni estas lo son, que es error, Cuando nunca te he ofendido. D. JUAN. Pues que tú la causa has sido, Deja que muera mi amor. _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Don Alonso. ESCENA IV. DON ALONSO, MOSCATEL. MOSCAT. Señor, ¿qué tienes? ¿Qué es eso? ¿En qué piensas? ¿En qué tratas? ¿En qué discurres? ¿En qué Imaginas? Dí, ¿en qué andas? ¡Tú melancólico! ¡Tú Divertido! ¿Qué mudanza Es aquesta? ¿Tan válida Ha sido una cuchillada Contigo, tanto consigue Una herida, tanto alcanza Un balcon, que han acabado Contigo no hablar de chanza? D. ALON. ¡Ay de mí! que no sé, no, Qué es lo que siento en el alma, Que es bien y parece mal, Que es gusto y parece ánsia. MOSCAT. ¿Tú, señor, no me dijiste Que no era tan afectada, Como Don Juan te habia dicho? D. ALON. Es verdad. MOSCAT. ¿Tú no la alabas De hermosa? D. ALON. Sí. MOSCAT. ¿Tú no sientes Que hombres en su calle haya Que acuchillen? D. ALON. No lo niego; Pero tal tengo la causa. MOSCAT. Luego son celos. D. ALON. No son, Que no se me diera nada Que hubiera hombres, como dieran Celos, y no cuchilladas. Fuera de que si yo fuí A verla, fué por burlarla, De Don Juan apadrinado; Y fuera historia muy mala Haberme llevado á ser El burlado yo. MOSCAT. En la plaza Un toricantano un dia Entró á dar una lanzada, De un su amigo apadrinado. Airoso terció la capa, Galan requirió el sombrero, Y osado tomó la lanza Veinte pasos del toril. Salió un toro, y cara á cara Hácia el caballo se vino, Aunque pareció anca á anca, Porque el caballo y el toro, Murmurando á las espaldas Se echaron dos melecinas Con el cuerpo y con el asta. Cayó el caballero encima Del toro, sacó la espada El tal padrino, y por dar Al toro una cuchillada, A su ahijado se la dió; Y siendo de buena marca, Levantóse el caballero, Preguntando en voces altas: «¿Saben ustedes á quién Este hidalgo apadrinaba? ¿A mí, ó al toro?» Y ninguno Le supo decir palabra. Aplica ahora: apadrinado De Don Juan, fuiste á la casa De Beatriz, la suerte erraste, Y nadie á saber alcanza Si era Don Juan tu padrino, U de Beatriz. D. ALON. Calla, calla. ¡Qué mal aplicado cuento! MOSCAT. Bien ó mal, á Dios doy gracias De que ya no reñirás Mi amor; pues que ya en la danza Entras tambien. D. ALON. Si es así, Díme, ya que desta dama Esté un hombre enamorado, ¿De qué servicio es guardarla? MOSCAT. Eso no, que no se pierde Tan presto una mala maña. _(Llaman dentro.)_ D. ALON. Mira quién llama á esa puerta. MOSCAT. ¿Quién es? ESCENA V. INÉS. — DON ALONSO, MOSCATEL. INÉS. ¿Está tu amo en casa, Moscatel? MOSCAT. (_Ap._ ¡Cielos! ¿qué miro? Inés es ésta.) ¡Ay ingrata! _(Hablan los dos junto á la puerta.)_ ¡Viven los cielos, que vienes A verle! INÉS. Pues ¿qué pensabas? (_Ap._ Quiero decir que es verdad, Porque lo que más me agrada Es dar celos de poquito.) Sí, que le importa á mi fama Que Don Alonso conozca Que sé cumplir mi palabra. MOSCAT. ¡Bien honrado pundonor! INÉS. Quita. MOSCAT. No has de entrar. INÉS. Aparta. D. ALON. ¿Quién habla contigo? MOSCAT. Nadie. INÉS. Mientes, que álguien es quien habla. D. ALON. Y muy álguien. ¡Inés mia! Una y mil veces me abraza. INÉS. Mil veces te abrazo y una, Por pagarte en otras tantas. _(Pellízcala Moscatel.)_ ¡Ay! D. ALON. ¿Qué es eso? INÉS. Dióme un golpe La guarnicion de tu daga. D. ALON. No dudo que tu venida Sea á darme vida y alma; Que aunque tú con Moscatel Me respondiste enojada, En fin, sabes que te quiero, Y no has de ser siempre ingrata. INÉS. Nunca lo fuí yo contigo; Que á la primera palabra Dije que á verte vendria. D. ALON. ¡Pícaro! ¿Pues tú me engañas? MOSCAT. ¿Yo, señor? D. ALON. ¡Viven los cielos, Que he de matarte á patadas! MOSCAT. _(Ap.)_ Cumplióse el refran; mas no, Que mandarme bailar falta. INÉS. _(Ap.)_ En sabiendo á lo que vengo, Moscatel se desengaña. Duren los celos un poco. MOSCAT. ¡Vive Dios! ¿De una picaña?... INÉS. Pícaro, hablad con respeto: Mirad que soy vuestra ama.— A solas quisiera hablarte. _(A Don Alonso.)_ MOSCAT. _(Ap.)_ ¡A solas! D. ALON. Salte allá, y guarda Esa puerta. MOSCAT. _(Ap.)_ ¡Yo la puerta! ¡Viven los cielos! D. ALON. ¿Qué hablas? MOSCAT. Que soy leal, y no tengo De consentir tal infamia, Que por una picarona Exceso ninguno hagas, Y se aventure tu vida. D. ALON. ¿De cuándo acá tanto guardas Mi salud? Salte allá fuera. MOSCAT. No me saldré, si me matas; Que esto conviene á tu vida. D. ALON. Nunca te he visto con tanta Lealtad. MOSCAT. Guardéla otras veces Para esta ocasion. D. ALON. Ya basta. _(Échale á empellones.)_ ESCENA VI. DON ALONSO. — INÉS. D. ALON. Ya estás sola: vuelve, Inés, A abrazarme. INÉS. Aunque culpada Me has hecho en venir á verte, Por la opinion de mi ama Ha sido, no porque vengo, Como dije, por tu causa. D. ALON. No sé qué quieras decirme. INÉS. Dirélo en breves palabras. Beatriz, habiendo sabido Como hubo unas cuchilladas, De donde herido saliste, A la puerta de su casa; De tu herida condolida, De tu término obligada, Y de tu salud dudosa, Te envía toda esa banda. Favor es suyo, aunque ella Me mandó que no llegaras A saber que te la envía. Con esto, adios. D. ALON. Oye, aguarda. ¿Beatriz se acuerda de mí? ¿Beatriz siente mis desgracias? ¿Beatriz me envía favores? Novedad se me hace extraña. INÉS. A mí no, porque en sabiendo Que era tu voluntad falsa, Supe que sería dichosa; Que por no acertar en nada, Más con nosotras merece Quien finge, que no quien ama. ESCENA VII. MOSCATEL. — DICHOS. MOSCAT. _(Ap. al paño.)_ ¡Qué mal descansa un celoso! ¡Qué mal un triste descansa! Mis penas veré; que ménos Es verlas, que imaginarlas. D. ALON. Inés bella, pues Beatriz Hoy de extremo á extremo pasa, Pase yo de extremo á extremo; Que aunque fineza no haga De enamorado, de noble La he de hacer. Aquí te aguarda A que la escriba un papel. _(Vase.)_ MOSCAT. (_Ap._ Él se entra en esotra cuadra: Descanse mi corazon.) Tigre fregatriz de Hircania, Vil cocodrilo de Egipto, Sierpe vil, leon de Albania, ¿Tendrá mi lengua razones, Tendrán mis labios palabras Para quejarse de tí? INÉS. No. MOSCAT. Pues si voces me faltan, Tenga mi mano licencia De darte de bofetadas Siquiera. INÉS. No quiera hacer Tu mano tal; que ya bastan Las burlas, que todo ha sido Por sólo tomar venganza. Picon fué. MOSCAT. Pues los picones Si juegan, muden baraja O truequen la suerte. Dame Los brazos. INÉS. De buena gana. _(Sale Don Alonso.)_ D. ALON. ¿Qué es esto? INÉS. Esto es abrazar En mi tierra. MOSCAT. Ha sido tanta La alegría de haber visto Que ya esa fiera se ablanda (La curiosidad perdona, Si he escuchado cuanto hablas), Que le dí á Inés este abrazo, En albricias de la banda. D. ALON. Toma, Inés, este papel Que le has de dar á tu ama, Y para tí este diamante. INÉS. Vivas edades más largas Que claro está que es el fénix Suegra mentira de Arabia. _(Vase.)_ MOSCAT. Ea, hagamos, señor, cuentas, Que no he de quedar en casa. D. ALON. ¿Por qué, Moscatel? MOSCAT. Porque Amo no quiero que ama, Y que no me acude á mí Por acudir á su dama. D. ALON. ¡Bien el haberte sufrido Tantas locuras, me pagas! MOSCAT. Esto ha de ser. ESCENA VIII. DON JUAN. — DON ALONSO, MOSCATEL. D. JUAN. ¿Qué ha de ser? D. ALON. Irse quiere de mi casa. D. JUAN. ¿Por qué, Moscatel? MOSCAT. Porque Ha hecho la mayor infamia, La mayor ruindad, mayor Bajeza, mayor... D. JUAN. Acaba, ¿Qué ha sido? MOSCAT. Hase enamorado. Mira si tengo harta causa. D. ALON. En esta locura ha dado, Por haber visto con cuánta Fineza sirvo á Beatriz Por vos. D. JUAN. Al amor doy gracias Que ese cuidado dió fin, Y han cesado ya mis ánsias. D. ALON. Pues ¿cómo de aquese empeño Libre estais? D. JUAN. Como se acaba Hoy mi amor. D. ALON. Pues ¿y Leonor? D. JUAN. Leonor de mi pecho falta; Que como amor es fortuna, Sujeto vive á mudanzas. D. ALON. Habeis de ir allá conmigo. D. JUAN. Yo no he verla ni hablarla En mi vida. D. ALON. Por Beatriz He de volver á su casa, Y á su calle á hablarla y verla Por la tarde y la mañana, Siendo yo el descalabrado, Y vos la cabeza sana; ¿Y no ireis? D. JUAN. No, porque herida Más penetrante y tirana Son mis celos, porque son Mortal herida del alma. D. ALON. Pues troquemos las heridas; Que yo primero tomara Sea mortal ó venial, Tener hoy descalabrada El alma, que la cabeza. Y esto bien claro se saca Del efecto, pues si curan En falso una herida, mata; Y á los celosos da vida Cualquier cura, aunque sea falsa. D. JUAN. En fin, Don Alfonso, sea Con poca ó con mucha causa, No he de volver á poneros En la confusion pasada. D. ALON. Ni por mí habeis de dejarlo, Que á mí no se me da nada. D. JUAN. Por mí lo dejo y por vos, Porque vuestra herida basta. D. ALON. De una herida no escarmientan Caballos de buena casta. D. JUAN. Yo no he de volver allá, Ni á su calle, ni á su casa. D. ALON. Pues cuando por vos no sea, Por ver si á saber se alcanza Quién me ha herido, he de volver. D. JUAN. Cuando importe á vuestra fama, Desde acá fuera podremos Hacer diligencias várias. D. ALON. Yo más pretendo, Don Juan, Buena opinion con las damas Que con los hombres; y no Es bien que mujer tan vana Como Beatriz, de mí piense... D. JUAN. Yo sabré desengañarla De todo. D. ALON. Don Juan, Don Juan, Hablemos verdades claras. Yo he de ir á ver á Beatriz. MOSCAT. _(Ap.)_ ¡Hablara para mañana! Y dirá que miento yo. D. JUAN. Si eso os importa, ¿qué os falta? Id vos muy en hora buena. D. ALON. ¿Cómo, sin que las espaldas Me guardeis vos y Leonor? D. JUAN. Yo no he de volver á hablarla. D. ALON. Esto habeis de hacer por mí; Que no es cosa tan extraña, Por hacer tercio á un amigo, Volver á hablar una dama. D. JUAN. Por vos, Don Alonso, haré Lo que en mi vida pensaba. Ahora bien, por vos iré, Mas mirad ántes que vaya, Que hay alacena. D. ALON. ¿Qué importa? MOSCAT. Que hay balconazo. D. ALON. Que haya. MOSCAT. Que hay cuchillada. D. ALON. Eso no: Fuera de que si amor traza Que por sola una mentira Me sucedan cosas tantas, Vengan ya, por ser verdades, Alacena y cuchilladas. _(Vanse.)_ * * * * * Calle. ESCENA IX. DON DIEGO, DON LUIS. D. DIEGO. Ya sabeis la voluntad Con que siempre os he servido. D. LUIS. Conozco vuestra amistad Y sé, Don Diego, que ha sido Con fineza y con verdad. D. DIEGO. Pues no me tengais á exceso Una reprension. D. LUIS. No haré. D. DIEGO. Aquel pasado suceso... D. LUIS. ¿Quereisme decir que fué Locura? Yo lo confieso; Porque haber á un hombre herido, Que conmigo no ha tenido Lances de competidor, No trae disculpa mejor. Fuerza es remediarlo, pues Quien lleva ya en sus recelos Perdido el miedo á los celos, No se le tendrá despues. D. DIEGO. Y ahora ¿qué habeis de hacer De lo que ya se trató? Pues es cierto que á saber Vuestros intentos llegó Don Pedro. D. LUIS. ¿Qué hay que temer? Deshácese un casamiento, Siendo santo sacramento, Despues que se efectuó, ¿Y no le desharé yo, Sin efectuarle? ESCENA X. DON PEDRO. — DON DIEGO, DON LUIS. D. PED. _(Ap.)_ Atento A este hielo que me abrasa, A este, que me hiela, ardor, A lo que en mi agravio pasa Y al respeto de mi honor, Tan tarde salgo de casa. A Don Luis pretendo hablar; Que mejor es acabar De una vez con mi recelo, Que no esperar que un mozuelo, Que es fábula del lugar, Se me atreva. Él viene aquí. ¡Cuánto de verle me alegro Galan y noble! Este sí. D. DIEGO. Vuestro suegro viene allí. D. LUIS. Pues huyamos de mi suegro. D. PED. Señor Don Luis, informado De vuestros deudos he estado De que honrar habeis querido Mi casa; y agradecido, Como es justo, os he buscado Para mostrar cuánto estoy Ufano de merecer... D. LUIS. Señor Don Pedro, yo soy El que las dichas de ayer Tiene por disculpas hoy. Confieso que me atreví A tanto empeño, y que fuí Venturoso en tanto empeño, Pues ser destas honras dueño Por lo ménos merecí. Pero fuí tan desdichado En estas dichas, señor, Que para tomar estado, Un nuevo empeño de honor Lo ha deshecho y lo ha estorbado. D. PED. ¿De honor empeño (_Ap._ ¡Ay de mí!) Os retira desto? D. LUIS. Sí. D. PED. Pues ¿cómo? ¿En qué (_Ap._ Estoy mortal.) Puede á Beatriz estar mal? D. LUIS. Que no lo entendeis así; Que de vuestro enojo, no De mis disculpas ha sido El honor bien entendido. D. PED. ¿De qué suerte? D. LUIS. Porque yo, Señor, habiendo sabido Que su Majestad (que el cielo Guarde por sol desta esfera, Por planeta deste suelo) Con su católico celo Sale aquesta primavera; Y sabiendo como hacía Gente un señor, de quien fuí Deudo por ventura mia; Que me honrase le pedí Con alguna compañía. Hámela dado: este ha sido El empeño que he tenido Para no tomar estado; Que el que es marido y soldado, No es soldado ó no es marido. Si yo volviere, señor, Entónces con más valor Me podeis hacer feliz; Porque hoy casar con Beatriz No le está bien á mi honor. _(Vanse Don Luis y Don Diego.)_ ESCENA XI. DON PEDRO. «¡Porque hoy casar con Beatriz No le está bien á mi honor!» ¡Válgame el cielo! ¿Qué ha sido Lo que he visto y lo que he oido? Poco siento (¡ay infeliz!)... —Pero afligirme es error: Si en aquel caso consiste Su honor, miente mi temor. ¿Que en fin, cuanto piense un triste, Siempre ha de ser lo peor? _(Vase.)_ * * * * * Sala en casa de Don Pedro. ESCENA XII. BEATRIZ, INÉS. D.ª BEAT. Inés, ¿cómo el papel tomaste? INÉS. Como Todo cuanto me dan, señora, tomo. D.ª BEAT. ¡Sin duda le dirias Que de mi parte ibas! INÉS. Desconfías De mí sin causa, porque yo he callado Que era tuya la banda, y el recado Callé por tu respeto, Como suelo callar cualquier secreto. D.ª BEAT. Pues Inés, ¿á qué efeto, Si es así, me has traido Papel? INÉS. (_Ap._ ¡Vive el Señor, que me ha cogido! Mas yo me soltaré.) Que le trajera, Me dijo, y que si acaso hallar pudiera Ocasion, te le diese. Yo le tomé, porque de mí creyese Cuán de su parte estaba; Que puesto que una banda le llevaba Hurtada, que era tuya, bien crêria Que un papel, que es más fácil, te traeria. D.ª BEAT. Esa satisfaccion algo me agrada. INÉS. Aquesto es dar satisfaccion honrada. Leonor, señora, viene. D.ª BEAT. Pues que el papel me vea no conviene. ESCENA XIII. DOÑA LEONOR. — DOÑA BEATRIZ, INÉS. D.ª LEON. Bien pudiera yo ahora Decir con mayor causa (¿quién lo ignora?) «¿Qué idioma fué misivo el que en lineado Papel ocultas en tu manga ajado?» D.ª BEAT. Y yo tambien pudiera Decir que en vano preguntarlo fuera: Pues quien saber no quiere Lo que quiero decir, saber no espere Lo que callarle quiero. _(Retírase, quedándose oculta detras de una puerta.)_ D.ª LEON. Inés, ¿qué es esto? INÉS. Por hablarte muero. D.ª LEON. Díme presto, ¿qué ha sido Este papel? INÉS. ¡Qué poco te he debido! ¿No aguardaras siquiera A que sin preguntar te lo dijera? Que se me hace conciencia, te prometo, La pregunta llevar por un secreto. _(Entreabre la puerta Doña Beatriz.)_ D.ª BEAT. _(Ap.)_ Mal segura, escuchar desde aquí quiero Qué hablan las dos. INÉS. Fuí á verle, y lo primero Le dije que Beatriz me lo mandaba. D.ª LEON. Bien hiciste. D.ª BEAT. _(Ap.)_ Y yo mal, pues me fiaba De quien con Leonor en chismes anda. INÉS. Lo segundo, en su nombre dí la banda. D.ª BEAT. _(Ap.)_ ¡Ay infeliz! ¡Qué he oido! D.ª LEON. En esa cuadra hay ruido. INÉS. Don Juan es el que ha entrado. D.ª LEON. Pues ¿cómo, si de aquí se fué enojado, Diciendo que en su vida no me habia De ver? INÉS. ¿Que estés tan nueva todavía, Que no sepas que cuando está un amante Diciendo, más furioso y arrogante: «No he de volver á verte, ingrata bella», Es cuando muere por volver á vella? D.ª BEAT. _(Ap.)_ Ya que á escuchar mis penas he empezado, Acabe de escucharlas mi cuidado. ESCENA XIV. DON JUAN, DON ALONSO, MOSCATEL. — DOÑA LEONOR, INÉS; DOÑA BEATRIZ, _oculta_. D. JUAN. Pensarás que me han traido A verte, Leonor, y hablarte Mis celos, porque los celos (Perdona el civil lenguaje) Son ordinarios de amor, Que así llevan como traen. Pues no, Leonor, no he venido Para que me desengañes; Porque el desaire de amor Es hablar en el desaire. Con otra ocasion he vuelto A pisar estos umbrales, Porque nunca les faltó Ocasion á los pesares. Don Alonso, á quien tú hiciste De Beatriz fingido amante, Sucediéndole en tu casa Con desaire el primer lance; Pero atento á que no piensen De Beatriz las vanidades Que el no volver aquí es De escarmentado y cobarde, Me ha pedido que le traiga A verla. ¿Cómo negarle Puedo yo lo mismo á él, Que él no me negó á mí ántes? D.ª LEON. En notable obligacion Le estais: forzoso es pagarle. D. JUAN. Él viene, Leonor, á esto; Y porque en aquesta parte Nunca piensen mis desdichas, Nunca sospechen mis males, Nunca imaginen mis penas Que fué gana de buscarte, En la calle me estaré En tanto que á Beatriz hable, Y deste escrúpulo leve, Y desta materia fácil Desempeñe su opinion, Su crédito desengañe.— Don Alonso, entrad; y pues Ya el sol, helado cadáver, Agonizando entre sombras, De la noche en brazos yace, Hablad á Beatriz, y ved Que aquí Don Pedro no os halle. D.ª LEON. Aguarda, Don Juan, espera. D. JUAN. ¿Qué quieres, Leonor, que aguarde? D.ª LEON. Disculpas. D. JUAN. Serán en vano. D.ª LEON. Desengaños. D. JUAN. Son en balde. _(Vase.)_ D.ª LEON. Tras él iré.—Don Alonso, Luégo vuelvo. Perdonadme, Que Don Juan está celoso, Y es fuerza desengañarle. _(Vase.)_ D. ALON. ¿Mas que me voy sin hablar A Beatriz? MOSCAT. No dirás ántes: ¿Mas que entramos en aprieto Al pasado semejante? D. ALON. Inés, díme, ¿donde está, Para que en tanto la hable, Beatriz? ESCENA XV. DOÑA BEATRIZ. — DON ALONSO, MOSCATEL, INÉS. D.ª BEAT. Aquí está Beatriz, Escuchando los ultrajes De una vil hermana, de un Falso amigo, de un infame Criado, una criada aleve, Y de un cauteloso amante. ¡Que entre Leonor y Don Juan, Inés y Moscatel, no halle, Si no consuelo á mis penas, Disculpa á mis disparates! Sólo en esta parte intento, Sólo quiero en esta parte, Como quejosa ofenderme, Como ofendida quejarme Del mayor de mis agravios, Y no el menor de mis males. ¿Tan pocas las partes son De mi hacienda y de mi sangre, Tan pocas de mi persona (Decirlo tengo) las partes Que hay, que si un hombre hubiera Que atrevido me mirase, Fuese, con fingido amor, Quererme á mí por burlarme? ¡A mí por...! D. ALON. Beatriz hermosa, Si de tus pesares sales Tan airosa como ahora, Con pagar finezas tales, Fácil es el desengaño. D.ª BEAT. ¿Cómo el desengaño es fácil, Cuando el quererme es por burla? D. ALON. Si atiendes, con escucharme. Tal vez por burla se atreve Uno al mar, sin que presuma (Viéndole jardin de espuma, Viéndole selva de nieve) Que hay peligro en él; y en breve Selva y jardin con horror Le anegan; y así es amor: Luego en placer y pesar, Si no hay burlas con el mar, _No hay burlas con el amor_. Tal vez por burla ó ensayo Polvorista artificial Hace un rayo material, Y forja contra sí el rayo, Cuando con mortal desmayo Muere á su violento ardor. Rayo es amor en rigor Contra su artífice: luego, Si no hay burlas con el fuego, _No hay burlas con el amor_. Tal vez desnuda un amigo La espada para esgrimir Con otro, y le viene á herir Como si fuera enemigo. Su destreza es su castigo; Y así, usar della es error. Espada amor en rigor Es: luego desenvainada, Si no hay burlas con la espada, _No hay burlas con el amor_. Tal vez por burla, mirando Doméstica y mansa ya Una fiera, un hombre está Con ella, Beatriz, jugando. Cuando más la halaga blando, Volver suele á su furor. Fiera es amor en rigor: Luego si, ya lisonjera, No hay burlas con una fiera, _No hay burlas con el amor_. Por burla al mar me entregué, Por burla el rayo encendí, Con blanca espada esgrimí, Con brava fiera jugué; Y así, en el mar me anegué, Del rayo sentí el ardor, De acero y fiera el furor: Luego si saben matar Fiera, acero, rayo y mar, _No hay burlas con el amor_. D.ª BEAT. A ese argumento... ESCENA XVI. DOÑA LEONOR, _alborotada_. — DOÑA BEATRIZ, INÉS, MOSCATEL. D.ª LEON. ¡Ay de mí! Huyendo salió á la calle Don Juan: y miéntras le daba Voces, ví entrar á mi padre. Esconder importa ahora... D.ª BEAT. No, Leonor, porque ya es tarde... D.ª LEON. A Don Alonso... D.ª BEAT. Que hoy Ha de saber cuanto pase, Mi padre, aquí, y tus engaños Se han de saber. D.ª LEON. Cuando trates Tú decirlo, yo sabré Culparte á tí y disculparme. Y así, puesto que las dos Corremos el riesgo iguales, Iguales, Beatriz, busquemos El remedio. D.ª BEAT. Por mostrarte A proceder bien, lo haré; Que es fuerza estar de tu parte. MOSCAT. Alacena como iglesia Pido. D. ALON. Eso no haré yo, que ántes... INÉS. Él entra ya. D.ª BEAT. Este aposento Hoy de su vista te guarde. MOSCAT. Y á mí me guarde tambien. D. ALON. _(Ap.)_ ¡Qué pesados son los lances De amor hijo de familias! MOSCAT. Inés, avisa en la calle Que ya estamos escondidos: Que haya quien nos descalabre. _(Escóndense los dos.)_ ESCENA XVII. DON PEDRO. — DOÑA BEATRIZ, DOÑA LEONOR, INÉS; DON ALONSO Y MOSCATEL, _ocultos_. D. PED. ¡Tan tarde, y no han encendido! Haz tú que unas luces saquen. INÉS. Ya las tengo prevenidas. D. PED. _(Ap.)_ ¡En mi cara tal desaire! ¡A mis ojos tal afrenta! Cielos piadosos, ó dadme Paciencia, ó dadme la muerte. D.ª BEAT. Señor, ¿qué tienes? D.ª LEON. ¿Qué traes? D. PED. Tengo honor, y traigo agravios... Aunque miento en esta parte; Que yo no soy quien los traigo: Ellos vienen á buscarme Dentro de mi casa misma. D.ª LEON. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! todo se sabe. D.ª BEAT. Pues ¿no me dirás, señor, De qué esos extremos nacen? D. PED. De tus locuras, Beatriz; Que ya es fuerza declararme, Viendo que por tí se atreve Hoy un mozuelo arrogante Al honor de aquesta casa. D.ª LEON. _(Ap.)_ Ya no hay cosa que no alcance. D.ª BEAT. ¿Yo, señor? MOSCAT. _(Ap. al paño.)_ Malo va esto. D. PED. Sí, pues por tí Don Luis hace Desprecios della y de mí. D.ª BEAT. _(Ap.)_ Convaleciendo va el lance. D.ª LEON. _(Ap.)_ Eso sí, cobre mi aliento. ESCENA XVIII. DON JUAN. — DON PEDRO, DOÑA BEATRIZ, DOÑA LEONOR, INÉS; DON ALONSO Y MOSCATEL, _ocultos_. D. JUAN. (_Ap._ Un caso bien puede errarse De una vez; pero de dos La una, no le yerra nadie. No he de esperar á que cierren Las puertas, y despues baje Por el balcon Don Alonso: Remediarlo pienso ántes.) Señor Don Pedro, si en vos Hoy la amistad de mis padres Hereda la obligacion De mi casa y de mi sangre... D.ª LEON. _(Ap.)_ ¿Qué es lo que intenta Don Juan? D.ª BEAT. _(Ap.)_ Muerta estoy hasta escucharle. D. JUAN. Os obliga en un aprieto A valerme y ampararme. De vuestra casa á las puertas Me ha sucedido un desaire Con tres hombres, y me importa No volver solo á buscarles. Muy bien sé que puedo á vos Atreverme y declararme, Porque sé que es vuestro pecho El Etna, que dentro arde, Aunque cubierto de nieve. D. PED. No paseis más adelante; Que ya sé que es ley precisa De mi honor y de mi sangre En esta edad, no dejar A hombre que de mí se vale. Vamos. D. JUAN. En fin, sois quien sois.— En llevando yo á tu padre, Leonor, echa á Don Alonso. _(Ap. á ella.)_ D. ALON. _(Ap. asomándose á la puerta del cuarto donde entró.)_ Estos son los que matarme Quisieron. No me está bien Ir con ellos ni quedarme. D. PED. Esperad, pues ya es de noche, Que de aquesta sala saque Un broquel, prenda olvidada De mi mocedad. D. JUAN. Sacadle Presto. _(Don Pedro entra en el cuarto donde está Don Alonso.)_ D.ª BEAT. Él se ha empeñado más, Por donde pensó librarse. D. PED. _(Dentro.)_ ¿Quién está aquí dentro? D. ALON. _(Dentro.)_ Un hombre. _(Salen del cuarto Don Pedro, Don Alonso y Moscatel.)_ MOSCAT. Dice bien, porque no es nadie El otro que está con él. D. PED. Don Juan, pues que yo á ayudarte Iba contra tu enemigo, Obligacion es más grande El ayudarme tú á mí, Cuando la causa es más grave. Este hombre ofende mi honor, Y á mí me importa matarle. D. ALON. Don Juan, en tan grande empeño La obligacion tuya sabes. Mi vida y la destas damas Es preciso que yo ampare. D.ª LEON. ¡Ay de mí! D.ª BEAT. ¡Infelice soy! D. JUAN. _(Ap.)_ ¿Quién vió empeño semejante? D. PED. _(A Don Juan.)_ ¿Te suspendes? D. ALON. _(A Don Juan.)_ ¿Ahora dudas? D. PED. Mas soy bastante á vengarme Sin tí. _(Riñen, y Don Juan se pone en medio.)_ D. JUAN. Tente, Don Alonso.— Tente, señor. D. PED. Pues ¿tú paces Pones? D. ALON. Pues ¿tú contra mí Tan viles extremos haces? ESCENA XIX. DON LUIS, DON DIEGO. — DICHOS. D. LUIS. _(Dentro.)_ Cuchilladas hay en casa De Don Pedro. D. DIEGO. _(Dentro.)_ Más no aguardes. Entremos, Don Luis. D. LUIS. _(Dentro.)_ Tenéos. D. PED. Gente viene. D. ALON. ¡Duro trance! _(Salen Don Luis y Don Diego.)_ D. LUIS. ¿Qué es esto? D. PED. Esto es, Don Luis, Satisfacer el ultraje Que te oí; pues si no está Bien á tu honor el casarte Con Beatriz, al mio está bien Satisfacer y vengarme. D. LUIS. Ahí verás que no sin causa Traté yo de disculparme, Quizá por haber tenido Algun empeño en la calle. D. ALON. Sin duda, que tú me heriste. D. LUIS. Es verdad. D. ALON. Yo he de vengarme. D. JUAN. Pues quiere el cielo que así Hoy mis celos desengañe, Viva Leonor en mi pecho: Ya es forzoso que la guarde Contra tí. D. PED. Don Juan, Don Juan, En aquesta casa nadie Ha de defender mis hijas, Sino quien con ellas case. D. ALON. Esa palabra te tomo. D. JUAN. Pues el remedio es tan fácil, Yo soy de Leonor. D. ALON. Y yo De Beatriz. D. PED. Fuerza es que calle; Que ya sucedido el daño, Nada puede remediarse. MOSCAT. En fin, el hombre más libre, De las burlas de amor sale Herido, cojo, y casado, Que es el mayor de sus males. INÉS. En fin, la mujer más loca, Más vana y más arrogante, De las burlas del amor, Contra gusto suyo sale Enamorada, y rendida, Que es lo peor. MOSCAT. Inés, dame Esa mano: si ha de ser, No lo pensemos, y acaben Burlas de amor, que son véras. D. ALON. No se burle con él nadie, Sino escarmentad en mí. Todos del amor se guarden, Y perdonad al poeta, Que humilde á esas plantas yace. MAÑANAS DE ABRIL Y MAYO. PERSONAS. DON JUAN. DON PEDRO. DON HIPÓLITO. DON LUIS. ARCEO, _gracioso_. PERNÍA, _escudero vejete_. DOÑA CLARA. DOÑA ANA. DOÑA LUCÍA, _dueña_. INÉS, _criada_. La escena pasa en Madrid. JORNADA PRIMERA. Sala en casa de Don Pedro. ESCENA PRIMERA. DON JUAN _embozado_; ARCEO, _con una luz en un candelero_. ARCEO. Ya he dicho que no está en casa Mi señor, y es, caballero O fantasma, ó lo que sois, En vano esperarle, puesto Que no sé á qué hora vendrá A acostarse. D. JUAN. Yo no puedo Irme de aquí sin hablarle. ARCEO. Pues en el portal, sospecho Que estareis mucho mejor. D. JUAN. Mejor estaré aquí dentro. ARCEO. Muerto de capa y espada, Que tan pesado y tan necio Has dado en andar tras mí Rebozado y encubierto, Agradécele al Señor Que te tengo mucho miedo; Que si no, yo te pusiera A cuchilladas muy presto En la calle. D. JUAN. No lo dudo; Mas no os turbeis: de paz vengo. De Don Pedro soy amigo, Sosegaos... ARCEO. ¡Lindo sosiego! D. JUAN. Y sentaos aquí. ARCEO. Yo estoy En mi casa, y si yo quiero Me sentaré. D. JUAN. Pues estad Como quisiéredes. ARCEO. Cierto Que sois fantasma apacible Y que teneis mil respetos Del Convidado de piedra. D. JUAN. Decidme, ¿qué hace Don Pedro Fuera de casa á estas horas? ¿Diviértele amor ó juego? ARCEO. Juego ó amor le divierte. D. JUAN. Todo es uno, á lo que pienso, Pues amor y juego, en fin, Son de la fortuna imperios. ¿Anda de ganancia ahora? ARCEO. Yo de pérdida me veo. D. JUAN. ¿Está desfavorecido? ARCEO. No lo sé. D. JUAN. ¿Pues sus secretos No fía de vos? ARCEO. No fía, Sino presta algunos dellos. (_Ap._ ¿No bastaba entremetido Sino pregunton?) ESCENA II. DON PEDRO. — DON JUAN, ARCEO. D. PED. ¿Qué es esto? ARCEO. _(A D. Juan.)_ Esperad en hora mala En la calle ó el infierno, Si no quereis... D. PED. Díme, loco, ¿Qué ha sido? ARCEO. Vienes á tiempo; Que si un poco más tardaras, A ese embozado, sospecho Que le echo por la ventana Tan alto, que deste vuelo, Ya que no siete-durmiente, Uno-volante, primero Que volviera, se mudaran Los trajes y los dineros, Y se hablaran otras lenguas. D. PED. ¿Quién es? ARCEO. No lo sé; mas pienso Que es algun hombre casado Que viene á verte encubierto, Pues no se ha dejado ver La cara. D. PED. Pues, caballero, ¿A quién buscais así? D. JUAN. A vos. D. PED. Decid, ¿qué quereis? D. JUAN. Dirélo En quedando solos. ARCEO. ¿Ves, Si digo bien? D. PED. Majadero, Salte allá fuera. ARCEO. En buen hora. (_Ap._ Porque aunque ir á parlar tengo Con Doña Lucía, la dueña De mi vecina, más quiero Ser hoy criado que amante, Y he de estarme aquí, por serlo, Escuchando cuanto digan.) _(Vase.)_ ESCENA III. DON JUAN, DON PEDRO. D. PED. Ya estoy solo, y sólo espero Que me digais, qué quereis. D. JUAN. Cerrad la puerta. D. PED. Suspenso Me teneis. Ya está cerrada. D. JUAN. _(Desembózase.)_ Pues ahora, á esos piés puesto, Me dad, Don Pedro, los brazos. D. PED. ¡Don Juan, amigo! ¿Qué es esto? ¿Cómo os atreveis á entrar Así en Madrid, sin que el riesgo De vuestra vida mireis? D. JUAN. Como la muerte no temo: Así no guardo la vida; Que ya, de tratarlas, tengo Con la compañía perdido A mis desdichas el miedo. Ya sabeis (como quien fué Por la vecindad, tercero De mi desdichado amor) Aquel venturoso tiempo Que amé á Doña Ana de Lara, Cuyo divino sujeto Se coronó de hermosura, Se laureó de entendimiento. Ufano con mi esperanza, Y con su favor soberbio, Viví. En esto no me alabo, Antes me desluzco en esto; Que en materias de favores Es tan desdichado el premio. Que es el que los goza más, El que los merece ménos. Ya sabeis que viento en popa Este amor, este deseo, En el mar de la fortuna Tuvo de su parte al cielo, Hasta que, alterado el mar, El bajel del pensamiento En piélagos de desdichas Corrió tormenta de celos. Una noche... Ciegamente Lo que vos sabeis os cuento; Pero dejad que lo diga, Ya que es el pesar tan necio, Que repetirle el dolor Es repetirle el consuelo. Una noche pues salí De su casa yo, creyendo Que para mí solo estaba El falso postigo abierto De un jardin, cuando, llegando A abrirle (¡ay Dios!) por de dentro, Hácia la parte de afuera Torcer otra llave siento. Suspendo la accion, y á un lado Me retiro, por si puedo Mis celos averiguar, Si es que han menester los celos, Para estar averiguados, Más diligencia que serlo. Entreabrieron el postigo, Y á la poca luz que dieron Las estrellas en la calle, Entrar solo un hombre veo Que sin luz y sin razon, Andaba dos veces ciego. Bien le pudiera matar A mi salvo entónces; pero Quise apurar la malicia A mis desdichas, y quedo Me estuve un rato. ¡Mal haya Tan curioso sufrimiento! Él, tentando las paredes (Que no estaba, no, tan diestro Como yo en ellas, que habia Estudiádolas más tiempo), Llegó á tropezar en mí; Y desalumbrado, viendo Que habia gente en el portal, Dijo atrevido y resuelto: «No puede haber aquí nadie, Que matarlo ó conocerlo No me importe: otro no tenga Las dichas que yo no tengo». No sé qué le respondí, Y los dos con un esfuerzo Hasta la calle salimos, Donde los dos cuerpo á cuerpo Reñimos, hasta que igual Partió la fortuna el duelo Entre los dos (¡ay de mí!); Pues á quien me dió primero Celos, le dí yo la muerte, Como quien dice: «Hoy intento Que sea paz de nuestra lid, O morir, ó tener celos;» Y dándome lo peor, Quedé celoso, y él muerto. Al ruido de las espadas Llegó la justicia luégo, Y yo, apelando á los piés De la ejecucion que hicieron Las manos, me puse en salvo; Mas no tanto, que cogiendo Un criado, que esperaba Con un rocin en el puesto, No dijese á la justicia Quién era. Sólo por esto Son señores los señores, Que al fin se sirven de buenos. Con esta declaracion Me ausenté; mas no pudiendo Vivir ausente y celoso, Desta manera me he vuelto A Madrid, y confiado En vuestra amistad, me atrevo A venirme á vuestra casa; Y escarmentado en efecto De la lengua de un criado, Me he recatado del vuestro. Aquí estaré algunos dias, Sólo hasta saber si puedo Ver á Doña Ana, por quien Tantas desdichas padezco; Que aunque es verdad que ofendido Estoy, la estimo y la quiero Tanto, que sólo á quejarme Hoy á la corte me vuelvo, Por ver si acaso (¡ay de mí!) Se disculpa; que si llego (Hablándola alguna noche, Siendo vos sólo el tercero) A oir satisfaccion (que ántes Que ella la diga, la creo), Me iré á Flándes, consolado De que sus disculpas llevo, Que haciendo amistades, sean Camaradas de mis celos. Porque así estaré seguro, Que ni el pesar ni el contento Me maten: bien como aquel Que está herido de un veneno, Y otro veneno le cura; Que este es el último extremo De un hombre celoso, pues No puede, ni yo lo creo, Hacer de su parte más Que decir: «Quejoso vengo A creer cuanto digais; Y pues que vivir no puedo, Hacer que muera del gozo, Si he de morir del tormento.» D. PED. En dos empeños me pone La merced que me habeis hecho De valeros desta casa Y de mí, y es el primero El ampararos en ella; Y así cortésmente ofrezco Casa, hacienda, honor y vida, Don Juan, al servicio vuestro. El segundo es ayudaros En vuestro amor. Para esto Y para todo, es forzoso (Supuesto que él ha de veros) Fiaros dese criado; Que aunque ha poco que le tengo, Tengo dél satisfaccion. No hablo ahora en vuestro pleito; Que ya sabeis que un Don Luis De Medrano, que era deudo Del muerto, es quien se ha mostrado Parte. D. JUAN. Ya nos conocemos Los dos. D. PED. Pues esto dejado (Porque en efecto no quiero Hablaros en penas hoy), De Doña Ana lo que puedo Deciros es que ni el rostro La he visto desde el suceso Desa noche, ni en ventana, Ni en iglesia, ni en paseo De Prado y calle Mayor; Que es mucho para mí, siendo, Como soy, vecino suyo. D. JUAN. Fineza es, Don Pedro. Pero ¿Quién puede á mí asegurarme Que es por mí, y no por el muerto Ese luto que ha vestido Su hermosura? D. PED. Mas ¡qué presto A lo que le está peor Discurre el entendimiento! D. JUAN. ¿Qué quereis? Es más honrado El mal que el bien. D. PED. No lo entiendo. D. JUAN. Yo sí, pues dudo del bien Cuanto dice, y del mal creo Cuanto imagina; y mirad Cuál es más honrado, puesto Que uno siempre está tratando Verdad, y otro está mintiendo. Pero lo que de la noche Restaba al nocturno velo Se ha desvanecido ya, De la hermosa luz huyendo Del sol. Recogeos, y haced Del dia noche. D. PED. No puedo, Porque tengo á aquestas horas Que hacer, y ántes agradezco Haberme hallado vestido. D. JUAN. Desvelado galanteo Teneis, pues os recogeis Tan tarde y volveis tan presto. D. PED. Ando por averiguar, Don Juan amigo, unos celos, Por dejar desengañada Una pretension que tengo; Y he de ir al Parque, porque Su apacible sitio ameno De las flores y las damas Es el cortesano imperio Estas _mañanas de Abril_ _Y Mayo_, y he de ir siguiendo Esta dama. Vos podeis Descansar en tanto.—Arceo. ESCENA IV. ARCEO. — DON JUAN, DON PEDRO. ARCEO. Señor. D. PED. Haz que luego al punto Se haga en aqueste aposento Una cama, y esto sea Con recato y con silencio; Que importa que nadie sepa Que al señor Don Juan tenemos En casa: y de tí lo fío Solamente.—Adios. _(Vase.)_ ARCEO. Tú has hecho Conmigo lo que se suele Con los galeotes; y es cierto, Pues dellos nada hay seguro Sino lo que se fía dellos. D. JUAN. Yo me recaté de vos, Arceo, hasta conoceros. _(Vanse.)_ * * * * * Calle. ESCENA V. DOÑA CLARA É INÉS, _con mantos y sombreros_. INÉS. ¿En fin, has dado en que has de ir Al Parque? D.ª CLAR. ¿Quieres saber Si puede dejar de ser, Inés? Pues has de advertir Que me ha dicho que no vaya A él Don Hipólito; y creo Que fué alentar mi deseo Para que más presto le haya; Pues si ayer, cuando me habló, Que viniera me dijera, Presumo que no viniera; Y sólo porque llegó A persuadirse que habia De obedecerle, me ha dado Tal gana, que he madrugado Dos horas ántes del dia. INÉS. No es en nosotras hoy nueva Esa culpa, ese pecado; Que pecar en lo vedado Es el patrimonio de Eva. Pero no sé lo que diga Deste amor, deste deseo De los dos, porque no creo Lo que á los dos os obliga. Don Hipólito es un hombre, Por loco y por maldiciente Conocido de la gente Más que por su propio nombre; Tú (perdona que lo diga), Mujer, en justo ó injusto Muy amiga de tu gusto, De tu libertad amiga. Él á todos quiso bien, Tú á todos quisiste mal: Díme, ¿amor tan desigual, Cómo ha de parar en bien? D.ª CLAR. Pensarás que me he enojado, Inés, por haberme dicho Su capricho y mi capricho, Y ántes gran gusto me has dado; Porque no hay para mí cosa Como hombres de extraños modos; Y que al fin me tengan todos Por vana y por caprichosa. ¡Qué! ¿quisieras que estuviera Muy firme yo y muy constante, Sujeta sólo á un amante, Que mil desaires me hiciera Porque se viera querido? Eso no: el que he de querer, Con sobresalto ha de ser, Miéntras que no es mi marido. Y así por dársele hoy A Don Hipólito, quiero Ir al Parque, donde espero, Porque disfrazada voy, Pasear, hablar, reir, Preguntar y responder, Ser vista en efecto y ver; Porque no se ha de admitir Al amante más fïel Por el gusto que ha de dar... INÉS. Pues ¿por qué? D.ª CLAR. Por el pesar Que yo le he de dar á él. INÉS. Y tienes mucha razon; Con lo cual hemos llegado A la calle, que fué prado, En virtud del azadon. D.ª CLAR. Pues bajemos por aquí A la de Álamos, que es Arrendajo del Pajés. INÉS. Parece que cantan. D.ª CLAR. Sí. _(Cantan dentro.)_ _Mañanicas floridas_ _De Abril y Mayo,_ _Despertad á mi niña,_ _No duerma tanto._ * * * * * Parque del palacio de Madrid. ESCENA VI. DON LUIS, DON HIPÓLITO. D. LUIS. Sólo haceros compañía, Don Hipólito, pudiera Vencer de mi pena fiera La grave melancolía. D. HIPÓL. Por divertiros yo á vos De vuestro primo en la muerte, Os traigo de aquesta suerte Al Parque, donde los dos Divirtamos la mañana. D. LUIS. Más hermoso el sol parece, Porque embozado amanece Entre nubes de oro y grana. D. HIPÓL. Desde aquí podemos ver La gente que va bajando. ¡Qué tierno va enamorando Don Sancho allí á la mujer De aquel letrado, su amigo! D. LUIS. Que es amistad, no se ignore, Porque otro no la enamore. D. HIPÓL. A un pleito está aquí, y yo digo Que parecer tomará De los dos, pues le conviene Verla á ella por el que tiene, Como á él por el que dará. D. LUIS. Maldiciente estais. ¿Que no Os reduzca yo? D. HIPÓL. Advertid Que no hay hombre hoy en Madrid De mejor lengua que yo. Aquella ¿no es Flora? D. LUIS. Sí. D. HIPÓL. Harto es que á fiesta de á pié Haya venido. D. LUIS. ¿Por qué? D. HIPÓL. Porque en mi vida la ví Sino en coche. Por aquesta Fué por quien se ha presumido Que le dijo á su marido: «Con lo que la casa cuesta De alquiler, echemos coche.» Y volviéndola á decir: «¿Pues dónde hemos de vivir Y estar el dia y la noche?» Dijo: «Si el coche tuviera, Sin casa vivir podia, En el coche todo el dia, Y de noche en la cochera.» D. LUIS. Eso es como lo que pasa A Doña Clara de Ovalle; Pues viviendo hácia la calle, La sobra toda la casa. D. HIPÓL. Es verdad; y cierto dia, Cumpliendo el plazo, el casero Vino á pedirle el dinero De la casa en que vivia. Y ella dijo: «¿Hay tal traicion? ¿Esta desvergüenza pasa? Aunque yo alquilo la casa, No vivo sino el balcon.» D. LUIS. ¡Qué diera porque os oyera! D. HIPÓL. Por eso no lo oirá, no; Que anoche la dije yo Que de casa no saliera. ESCENA VII. DOÑA CLARA, INÉS. — DON LUIS, DON HIPÓLITO. D.ª CLAR. Mejor mañana no ví En mi vida. INÉS. Ni yo, á fe. Pero tápate. D.ª CLAR. ¿Por qué? INÉS. Don Hipólito está allí. D. LUIS. ¿Habeis visto en vuestra vida Mujer más airosa? D. HIPÓL. No, Ni al Parque jamás salió Más aseada y bien prendida. D. LUIS. Pues la donada, por Dios, Que no es muy mala. D. HIPÓL. Embistamos Esta empresa, pues estamos En el campo dos á dos. INÉS. _(Ap. á su ama.)_ Don Hipólito y Don Luis Llegan á hablarnos. D.ª CLAR. Repara En que de ninguna suerte Respondas una palabra; Que no quiero que los dos Me conozcan. INÉS. Si tapadas Estamos, y en este traje, Que es en el que todas andan, ¿Cómo te han de conocer? D.ª CLAR. Si le respondo, en el habla; Que persuadirse que puede Estar segura una dama Solamente con taparse, Es bueno para la farsa, Mas no para sucedido. D. HIPÓL. _(A Doña Clara.)_ Señora Doña tapada, Que á honrar el festin alegre Que hoy la primavera traza En este verde salon (Donde vivas flores danzan Al són del agua en las piedras Y al són del viento en las ramas) De rebozo habeis venido, Dad licencia cortesana A un hombre para que os diga Que ha sido accion excusada Madrugar tanto, supuesto Que árbitro del sol y el alba Esa negra sutil nube Trae consigo la mañana; Y á cualquier hora que vos Descubriérades la llama, Amaneciera, y tuviera Luz el dia, aliento el aura. ¿No me respondeis? ¡Por señas Me hablais! No me desagrada. ¿Ni áun para pedir no hablais? ¿No? Pues sois la mejor dama Que he visto en toda mi vida. Albricias me pide el alma De que me ha deparado una Mujer que no pide, y calla. D. LUIS. _(A Inés.)_ ¿Y vos tambien profesais La religion cartujana? ¡Linda cosa! ¡Vive Dios, Que ha dos mil años que andaba Buscándôs! Mas que seais Tuerta, zurda, coja ó manca, Pedigüeña, melindrosa, Contrahecha, roma ó calva, Desde aquí por vos me muero. D. HIPÓL. _(A D.ª Clara.)_ Ya que me negais el habla, Como si hubiera reñido Con vos, mostradme la cara. ¿Ni eso tampoco? Mirad Que dais á entender que es mala. ¿Es verdad? Yo no lo dudo: Mas mujer tan extremada No ha menester perfeccion Mayor, que no hablar palabra. Mas si yo no entiendo mal, Eso es decir que me vaya. Pero veis aquí que yo No quiero entenderos nada; Que en mi vida he sido mudo, Y muy poco se me alcanza Desto de hablar por la mano. ¿Qué haceis? ¡Volverme la espalda! Arte de enseñar á hablar A los mudos, oye, aguarda. _(Vanse las dos.)_ D. LUIS. No ví mujer en mi vida De mejor gusto. D. HIPÓL. Su casa Sepamos; que vive el cielo, Que he de verla y he de hablarla Hoy en ella, hasta saber En qué este embeleco pára. D. LUIS. Sigámosla pues. D. HIPÓL. Sigamos; Que ya veis cuánto me arrastra Una mujer tramoyera, Pues el serlo sólo es causa De que á Doña Clara ame; Y aquesta, si no me engaña La pinta, lo es mucho más Que la misma Doña Clara. _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Doña Ana. ESCENA VIII. ARCEO, DOÑA LUCÍA. D.ª LUC. No me tienes que decir; Que no te has de disculpar De hacerme anoche esperar. ARCEO. No pude anoche venir, Vive Dios, Doña Lucía. D.ª LUC. Pues ¿qué tuviste que hacer? ARCEO. Si eso pudieras saber, Supieras que la fe mia Te trata verdad. D.ª LUC. ¿Pues qué es, Que yo saberlo no puedo? ARCEO. No es nada. D.ª LUC. Ofendida quedo Dos veces de tí, porque No venir anoche á verme, Hoy venir y no fiarme Un secreto, es agraviarme, Arceo. ARCEO. No sé qué hacerme. ¡Eh! no haya secreto entero, Que eres dueña y soy criado. Anoche entró rebozado En mi casa un caballero, Por mi señor preguntando (Mas que has de callar advierte). Éste pues, por una muerte Ausente está, y aguardando A mi señor, me detuvo (Nadie en fin lo ha de saber), Pues hasta el amanecer Hablando con él estuvo. Luégo en casa se quedó, Donde dice que ha de estar (Mira que lo has de callar) Escondido, y sólo yo Lo sé; que en fin soy secreto. Don Juan de Guzman se llama. De la casa de una dama (Que esto no oí bien en efeto), Saliendo una noche, dió A un caballero la muerte. Y en fin está desta suerte Retirado, donde no Lo saben más que los dos. Y pues me fío de tí, Esto no salga de aquí. ¡Bendito sea mi Dios, Que salí deste cuidado! D.ª LUC. Y yo por él, darte quiero Los brazos. _(Abrázale.)_ ARCEO. Más bien espero. ESCENA IX. PERNÍA. — DOÑA LUCÍA, ARCEO. PERNÍA. _(Ap.)_ A muy mal tiempo he llegado. ¿Hay tan gran bellaquería? ARCEO. Pernía á los dos nos vió. D.ª LUC. Poco importa, porque no Es muy celoso Pernía. Mas véte de aquí. ARCEO. Sí haré, Y corriendo como un potro. _(Vase.)_ PERNÍA. Doña Lucía, si otro Entrara, como yo entré, ¡Estaba bueno el honor Desta casa! A mi señora He de contar cuanto ahora Pasa, pues de tu rigor Vengarme, ingrata, hoy espero. Hecho estoy un fuego, un rayo. ¿De cuándo acá así un lacayo Se prefiere á un escudero? D.ª LUC. Unas cartas me ha traido Este hombre de un hermano Que está en las Indias; y es llano Que el abrazo el porte ha sido, Pues sólo te quiero á tí. PERNÍA. Pues trueca el modo, cruel, Y desde hoy quiérele á él, Y dame el abrazo á mí. D.ª LUC. _(Abrazándole.)_ Sí abrazaré (_Ap._ Procurando Hacer que calles.) supuesto... Mas ¡mi señora! ESCENA X. DOÑA ANA, _con manto_. — DOÑA LUCÍA, PERNÍA. D.ª ANA. ¿Qué es esto? PERNÍA. Es que andan aquí abrazando. D.ª LUC. Hame traido Pernía Nuevas de un hermano mio, Y gozoso mi albedrío Tales extremos hacía. PERNÍA. Es, señora, caso llano, Y creerla te conviene. (_Ap._ Para cada abrazo tiene Doña Lucía un hermano.) D.ª ANA. _(A Pernía.)_ Salga, y mire si está puesto El coche; que es hora ya _(Vase á espacio Pernía.)_ De ir á misa. ¿Pues no va Presto? PERNÍA. Aquesto ¿no es ir presto? _(Vase.)_ ESCENA XI. DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. D.ª LUC. ¿Tú, señora, tan dejada Del aliño y la belleza, Que, fuera de la tristeza, Vives de tí descuidada? D.ª ANA. No hay consuelo para mí, Ni me has de ver en tu vida Sino triste y afligida. D.ª LUC. Pues ¿qué remedias así? D.ª ANA. ¿Quién te ha dicho que yo quiero Remediar, sino sentir? Aunque si llego á advertir Que es el remedio primero Del mal el sentir el mal; Por sentirle más, no sé Si el sentirle dejaré; Pues es mi desdicha tal. Que apeteciendo el morir Sin pretender resistirle, Por no dejar de sentirle Le dejara de sentir. Desde el dia que á Don Juan En mi casa sucedió Aquella desdicha (y yo Veo que todos me dan La culpa sin merecella), Tan muerta y tan otra estoy, Que áun sombra mia no soy. D.ª LUC. Si tan noble como bella, Tu perfeccion me asegura De callarlo, yo diré Que adónde está Don Juan, sé. D.ª ANA. ¡Qué neciamente procura Tu lisonja divertir Mi mal! D.ª LUC. Yo sé dónde está; Y aunque tú no lo oigas, ya Lo tengo yo de decir. Don Juan á Madrid llegó (Mas que lo calles te pido), Y está en la casa escondido De nuestro vecino. Yo Lo sé, porque una criada Me lo ha dicho ahora á mí. Pero no salga de aquí: Ya ves que es cosa pesada. D.ª ANA. ¡Qué dices! D.ª LUC. Lo que es verdad. D.ª ANA. Siendo dicha mia, no sé Si algun crédito la dé, Siendo esa temeridad. ESCENA XII. DOÑA CLARA É INÉS, _con mantos y sombreros_. — DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. INÉS. _(Hablando aparte con su ama á la puerta.)_ ¿Qué es lo que tu pasion hacer procura? D.ª CLAR. ¿Qué? Llevar adelante una locura; Que aunque nada importara El verme Don Hipólito de Lara, Por lo que se ha picado, No ha de salir hoy, no, deste cuidado. INÉS. Que hay aquí gente, mira. D.ª CLAR. ¿Faltará á una mujer una mentira Que la saque de otra?—Dama hermosa, _(A Doña Ana.)_ Si quien dice mujer, dice piadosa, Un rato (mal mi pena significo) Que me dejeis entrar aquí, os suplico, Miéntras un hombre pasa Esa calle: sagrado vuestra casa Sea de mi cuidado, Pues casa de deidad siempre es sagrado. D.ª ANA. Holgaréme por cierto Que sea, no sagrado, sino puerto, Pues la congoja vuestra Bien que os importa el ocultaros muestra. D.ª LUC. Un hombre aquí se ha entrado. D.ª CLAR. ¡Ay Dios, que es mi marido! Y pues me ha dado Vuestra piedad licencia, Aquí he de retirarme. Con prudencia Haced que una criada le despida, Porque me va la fama, honor y vida. D.ª ANA. Pues decid... D.ª CLAR. Nada espero. _(Éntranse Doña Clara é Inés, dejando aquella su sombrero á Doña Ana.)_ D.ª ANA. Turbada me dejó con su sombrero. D.ª LUC. Yo voy tras ella, porque no sea ganga, Y se eche alguna sábana en la manga. _(Vase.)_ ESCENA XIII. DON HIPÓLITO. — DOÑA ANA. D. HIPÓL. Perdonad que la esfera, Dosel florido de la primavera, Donde son vuestros bellos resplandores La primera oficina de las flores, Pisar mi pié presuma, Calzado más de plomo que de pluma. D.ª ANA. (_Ap._ Disimular, fingiendo enojo, intento.) ¿Quién os dió para tanto atrevimiento, Caballero, osadía? D. HIPÓL. Yo la tomé de la ventura mia; Que hasta veros, divina Deidad, vencer la nube que, cortina De humo, ocultaba el fuego, Descanso no tuviera; y así ciego Con el humo pasado, Y ahora desos rayos abrasado, Llorar y arder presumo: Arder del fuego, pues lloré del humo. D.ª ANA. No entiendo, caballero, Estilo tan cortés y lisonjero, Ni sé qué causa he dado Para que desta suerte hayais entrado En mi casa. Si esfera La llamais de la hermosa primavera, No introduzcais en ella tal desmayo, Que espire su esplendor ántes del rayo. Si humo seguís, que en sombras se resuelve, No lo espereis; que el humo nunca vuelve. Y si buscais el fuego, No os acerqueis á él, y volveos luego; Que no vive enseñado á acciones tales El antiguo blason destos umbrales. D. HIPÓL. Vos, ni veros ni oiros En el Parque dejasteis, y el seguiros A riesgo de ofenderos, Tambien fué por oiros y por veros. Y ahora advierto que fuera accion piadosa Oiros discreta, cuando os miro hermosa; Porque si allí, sin veros os oyera, A la dulce armonía suspendiera El alma y el sentido Desa voz, que es veneno del oído; Y si hermosa os mirara Sin oiros discreta, aquí postrara Alma y vida en despojos Desa luz, que es veneno de los ojos. Y así, porque no muera al advertiros Tan hermosa, me da la vida oiros; Y así, porque no muera al conoceros Tan discreta, me da la vida el veros: De suerte que mi vida Está de un daño en otro defendida. Quedad con Dios, en fin; porque no quiero, Ya que he sido atrevido, ser grosero; Pues ser grosero culpa mia habrá sido, Y vuestra lo ha de ser ser atrevido. _(Vase.)_ D.ª ANA. ¿Hay cosa semejante? ¡Que éntre un hombre marido y salga amante, Y de sus mismas penas descuidado, Llegue celoso y vuelva enamorado! ESCENA XIV. DOÑA LUCÍA, DOÑA CLARA, INÉS. — DOÑA ANA. D.ª CLAR. ¿Fuése? D.ª ANA. Sí. D.ª CLAR. Tus piés pido. D.ª ANA. Vos teneis un finísimo marido. D.ª CLAR. Harto á Dios lo que paso en eso ofrezco, Pues sabe Dios lo que con él padezco. D.ª ANA. Creyó en fin que era yo (¡raro suceso!) La dama que siguió; que áun para eso Sirvió el sombrero y el estar con manto, Y el ser los trajes parecidos tanto; Que, como en los conceptos repetidos, Se encuentran tambien dos en los vestidos. ESCENA XV. PERNÍA. — DICHAS. PERNÍA. Ya está el coche esperándote, señora. D.ª ANA. Lucía, mira ahora La calle. D.ª LUC. Bien podrás seguramente Salir. D.ª CLAR. Aquesa vida el cielo aumente. D.ª ANA. Ved si serviros puedo En otra cosa. D.ª CLAR. Yo obligada quedo... (_Ap. á Inés._ Y no sé si ofendida, Pues lo que no pensé en toda mi vida Que suceder pudiera, Que es tener celos yo (¿quién tal creyera?), Acaso ha sucedido.) INÉS. Pues díme, ¿qué has sentido? D.ª CLAR. Que haya este hombre á otra parte enamorado, Y en mi misma presencia requebrado. _(Vanse Doña Clara é Inés.)_ D.ª ANA. Nada oigo, nada miro, nada siento Que para mí no sea otro tormento. D.ª LUC. ¿Pues qué tienes ahora? D.ª ANA. Ver que en todos la suerte se mejora, En todos convalece, Y sólo en mí de cualquier mal fallece. Cuando es culpada, halla esta la salida; Así inocente pierdo yo la vida; Porque no está la culpa en que la culpa Se cometa, sino en no hallar disculpa. _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Don Pedro. ESCENA XVI. DON PEDRO, _por la puerta derecha_, Y DON JUAN _por la izquierda_, _que es la de su aposento_. D. PED. Seais, Don Juan, bien hallado. D. JUAN. Vos, Don Pedro, bien venido. ¿Cómo en el Parque os ha ido? D. PED. Mal. D. JUAN. ¿Cómo? D. PED. Como no he hallado La dama que iba á buscar; Y creo que son desvelos De otro amante, cuyos celos Ando por averiguar, Para que desengañado Cure con dolor al pecho; Que es mi amigo el que sospecho Y está ya desconfiado. D. JUAN. ¿Es Doña Clara la dama? D. PED. Sí. D. JUAN. ¿Y el galan? D. PED. Es un hombre De buena opinion y nombre: Don Hipólito se llama. Y, esto para otro lugar, Vos, ¿qué habeis hecho? D. JUAN. Sentir, Desesperarme, morir, Sin poderlo remediar. Decid, ¿qué traza daremos Para que logre mi fe Ver á Doña Ana? D. PED. No sé; Que no hay verla. Mas pensemos Si habrá por dónde. ESCENA XVII. ARCEO. — DON JUAN, DON PEDRO. ARCEO. Señor, Don Hipólito, un tu amigo, Te busca ahí fuera. Testigo No puede venir peor, Que él dirá cuanto supiere. D. JUAN. Por lo que puede pasar, Presente tengo de estar A cuanto aquí sucediere, A vuestro lado. D. PED. No es justo Que os vea: á vuestro aposento Os retirad. D. JUAN. Mucho siento... D. PED. Don Juan, hacedme este gusto. _(Retíranse Don Juan y Arceo.)_ ESCENA XVIII. DON HIPÓLITO. — DON PEDRO; _despues_ DON JUAN Y ARCEO. D. HIPÓL. ¿Qué hay, Don Pedro? ¿Cómo estais? D. PED. A vuestro servicio. ¿Y vos? D. HIPÓL. Al vuestro. D. PED. Pues ¿qué mirais? D. HIPÓL. Si hay aquí más que los dos. D. PED. No. ¿Qué quereis? D. HIPÓL. Que me oigais. Esta mañana salí A ese verde hermoso sitio, A esa divina maleza, A ese ameno paraíso, A ese Parque, rica alfombra Del más supremo edificio, Dosel del cuarto planeta, Con privilegios de quinto, Esfera en fin de los rayos De Isabel y de Filipo; Desde cuyo heroico asiento, Siempre bella, siempre invicto Están, católicas luces, Dando resplandor al indio, Siendo en el jardin del aire Ramilletes fugitivos. D. PED. _(Ap.)_ ¿En qué parará el venir A contar lo que yo he visto? _(Salen Don Juan y Arceo al paño.)_ D. JUAN. _(Ap.)_ Sin duda sabe que allí Hoy á su dama ha seguido, Y viene quejoso dél. De todo estaré advertido. D. HIPÓL. De cuantas al alba dieron Envidia, en varios corrillos Tejiendo corros sin órden, Dando vueltas sin aviso, Una embozada hermosura Tal ventaja á todas hizo, Que oscureció con su sombra Las demas luces. Yo he visto Salir al campo á traer rosas De sus jardines floridos, Pero á dejar rosas, no, Sino hoy, que al desperdicio De un pié debió el campo cuantas Fueron al contacto activo, Quedando blancos jazmines, Quedando marchitos lirios. Bajaba por una cuesta Una mujer (¡qué mal digo!), Un encanto, sí, embozado, Disfrazado, sí, un hechizo. El sutil manto en celajes, Ya oscuros y ya distintos, O negaba ó concedia El rostro. ¿Cuándo ha salido Más hermosa el alba, cuándo Se mostró el sol más lucido, Que cuando el alba entre sombras, Que cuando el sol entre visos Da recateada la luz, Y anda dudoso el sentido, Haciendo apuesta entre sí, Si lo ha visto ó no lo ha visto? D. PED. _(Ap.)_ Todo esto vendrá á parar En que Doña Clara ha sido, Por venir á hablar en ella. D. JUAN. _(Ap.)_ ¡Oh qué cansados estilos! D. HIPÓL. Coronaba sobre el manto Los bien descuidados rizos Airoso un blanco sombrero, Por una parte prendido De un corchete de diamantes Sobre un penacho, que hizo Lisonja al aire, diciendo A sus halagos rendido: «Pues inclinada la frente, Sí á cuanto me dicen digo, Mejor que mi dueño, yo Sé obligarme de suspiros.» El talle era bien sacado, Y de buen gusto el vestido Más que rico; pero si era De buen gusto, ¿qué más rico? Dejo aquí, por no cansaros, Lo que en el Parque tuvimos, Y voy á que la seguí A su casa, que atrevido Entré en ella, que ví al sol Cara á cara, que rendido, Lo que ántes diera por verla, Diera por no haberla visto Despues; porque de sus rayos Mariposa mi albedrío, Entró enamorando el riesgo, Salió halagando el peligro. Esta pues mal lisonjeada Beldad... Turbado lo digo. ARCEO. _(Ap.)_ ¡Aquí es ello! D. JUAN. _(Ap. á Arceo.)_ Escucha. D. PED. _(Ap.)_ Ahora Se va á declarar conmigo. D. HIPÓL. Es una vecina vuestra. Esa pared sola ha sido La que su esfera divide; Y pues que, como vecino, Es fuerza... D. JUAN. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! ¿Qué escucho? D. PED. _(Ap.)_ ¿Qué haré, si Don Juan lo ha oido? D. HIPÓL. Que sepais quién es, decidme Su nombre; porque atrevido Pienso adorar su belleza, Y para todo es arbitrio Entrar, Don Pedro, informado, Y más de tan buen amigo. D. JUAN. _(Ap. á Arceo.)_ Estaba por responderle Yo... ARCEO. Detente. D. PED. (_Ap._ ¿Quién se ha visto En igual duda? ¿Qué haré? Si es quién es, aquí le digo, Será alentar su esperanza; Si lo niego, es desvarío, Pues podrá saberlo de otro: Si el amor le significo De Don Juan, su honor ofendo. Mas queden con buen estilo Un amor desengañado, Un honor seguro y limpio Y atajados unos celos Con la verdad, sin peligro De no decir la verdad. Mucho haré si lo consigo.) Don Hipólito, pues ya Vuestra relacion he oido, Oidme á mí, y agradeced De que tan á los principios Os halle este desengaño. La dama que habeis seguido, Doña Ana de Lara es, Y más que por su apellido, Ilustre por su virtud; Que esa casa que habeis dicho, Es el templo de la fama. Paréceme desvarío Seguir este galanteo; Que os aseguro, os afirmo Que intentais un imposible. D. HIPÓL. Yo noticia os he pedido, No consejo; y pues la llevo, Quedad con Dios; que si altivo Muriere mi pensamiento, Osado y desvanecido De atrevimiento tan noble, ¿Qué más premio que el castigo? _(Vase.)_ ESCENA XIX. DON JUAN. — DON PEDRO. D. JUAN. Decidme ahora, Don Pedro, Que el sol apénas ha visto En esta ausencia á Doña Ana. Mas direis bien, si ha salido De su casa ántes que el sol, A ser del Parque prodigio. D. PED. No sé qué os diga. D. JUAN. Yo sí. D. PED. ¿Qué? D. JUAN. Que huyamos el peligro. Ya la he perdido dos veces, Ya verla ni hablarla estimo. Haced que me busquen postas; Que esta noche (¡ah cielo impío!) He de volver de una vez La espalda. D. PED. Mirad... D. JUAN. Ya miro Que en mi presencia hallo á otro En su casa (¡estoy sin juicio!), Y que en mi ausencia despues Sale (con razon me aflijo) A ser vista (¡qué rigor!), De donde trae (¡qué martirio!) Nuevo amor. ¡Oh quién quitara Del año este mes florido! Mas no tiene la culpa él; Yo sí, que una sombra sigo, Yo sí, que un áspid adoro, Yo sí, que amo un basilisco. Mañanas de Abril y Mayo, Noches para mí habeis sido. JORNADA SEGUNDA. Sala en casa de Doña Clara. ESCENA PRIMERA. DOÑA CLARA, _afligida_; INÉS. INÉS. ¡Tú triste, tú pensativa, Melancólica y suspensa, Tan bien perdida, y tan mal Hallada contigo mesma! ¿Dónde, señora, está el brío, El buen gusto, la belleza Y el despejo? D.ª CLAR. No lo sé, Y no es mucho (¡ay Dios!) que, necia, Pues que no sé de mi vida, De mis acciones no sepa. ¿Quién crêrá de mí (¡ay de mí!) Que yo llore y que yo sienta Desaires de un hombre? Yo, Que tan altiva y soberbia Me llamé la vengadora De las mujeres, ¡sujeta Tanto á un desaire me veo! INÉS. Yo no sé qué razon tengas Para tanto sentimiento; Pues si bien se considera, Él te siguió á tí, y tú fuiste La causa de la fineza. Luego si estás ofendida Y obligada tambien, sea Tu mal consuelo de otro, Supuesto que representas, Despreciada y pretendida, La celosa de tí mesma. Ya fué el cuidado por tí, Pues por tí en la casa entra De la otra; y si se halla Tan empeñado con ella, ¿Cómo se puede excusar De andar galan? Considera Que si has de olvidar á un hombre Porque á una hable y á otra vea, No hay que querer á ninguno; Que maldito de Dios sea, Señora, el que hay que no diga Lo mismo á cuantas encuentra. D.ª CLAR. Con todo eso, ya llegué (Confieso que anduve necia) A darme por entendida Deste agravio con mis penas, Y me tengo de vengar. INÉS. ¿De qué suerte? D.ª CLAR. Escucha atenta. Un papel le he de escribir (Disfrazándole mi letra, Y escribiéndomele tú) En nombre de la encubierta Dama, diciéndole en él Cuán obligada me deja Su cortesía, y que quiero Hablarle á solas, que tenga Una silla prevenida, Y una casa donde pueda Verle esta tarde. Él, muy vano, Creido de su soberbia, Pensará que tiene lance, Y para que no le tenga, Iré yo, y será buen paso Lo que hará cuando me vea. INÉS. ¿Y qué consigues con eso? D.ª CLAR. Dos cosas: es la primera Burlarme dél; la segunda Desengañarle, y que sepa Que fuí la tapada yo. Porque no se desvanezca Presumiendo que la otra Le dió ocasion de que fuera Tras ella, y su galanteo Prosiga. INÉS. Esta diligencia ¿No pudiera hacerse en casa? D.ª CLAR. Con venganza no pudiera. INÉS. No sé si aciertas en eso. D.ª CLAR. ¿Cómo? INÉS. Yo te lo dijera, Si él y aquel Don Luis no entraran. D.ª CLAR. Pues disimula: no entiendan, Hasta este lance, que fuimos Las tapadas. ESCENA II. DON HIPÓLITO, DON LUIS. — DOÑA CLARA, INÉS. D. HIPÓL. Considera, Don Luis, que importa sacarme Presto de aquí. D. LUIS. _(Ap. á él.)_ Sí haré. D.ª CLAR. ¿Era, Señor Don Hipólito, hora De veros? ¡Tan larga ausencia! Desde ayer no me habeis visto. D. HIPÓL. Sólo pudiera esa queja Hacer mi ausencia feliz; Que es sutil estratagema De amor, que una pena misma Hacerse lisonja sepa. Mas no vine esta mañana, Presumiendo que estuvieras En el Parque, como anoche Dijiste. D.ª CLAR. Deten la lengua; Pues si anoche me dijiste Que de casa no saliera, ¿Habia de salir de casa? ¡Jesus! de mí no se crea Tal desenvoltura, tal Liviandad de mi obediencia. D. LUIS. Harto le encarezco yo A Don Hipólito esa Verdad, y cuán obligado Debe estar desa fineza; Y áun él la conoce bien, Pues la paga con la mesma. D.ª CLAR. ¿Luego él al Parque no fué? D. HIPÓL. ¡Jesus! ¿Pues tal de mí piensas, Sabiendo que para mí No hay, Clara, holgura ni fiesta Donde tú no estás? D.ª CLAR. Y yo Lo creo como si lo viera; Pues si tú hubieras estado Hoy en el Parque, hoy hubiera Estado en el Parque yo, Claro está, y es cosa cierta; Pues si yo en tu pecho vivo, Y tú en el pecho me llevas, Contigo hubiera yo estado Disfrazada y encubierta. D. HIPÓL. _(Ap.)_ ¡Qué fácil es engañar A la mujer más discreta! D.ª CLAR. _(Ap.)_ ¿Que sea bobo el más bellaco De los hombres? INÉS. _(Ap.)_ Hombres y hembras Así unos á otros se engañan, Cuando que se quieren piensan. _(Hace señas Don Luis á Don Hipólito.)_ D. LUIS. Aunque es el primer precepto De amor no estorbar, licencia Me dareis para que os diga Que unos amigos me esperan, Donde es preciso llevar A Don Hipólito. Esta Ausencia os deba el ser yo Tan vuestro criado. D.ª CLAR. Cesa, Don Luis; que no es esta sala Donde hablar la parte es fuerza Por procurador. Si él quiere Hablar, hable, y no por señas.— Id, Don Hipólito, adios; Que esta casa es siempre vuestra Para iros y para estaros, Pues siempre de la manera Que abierta para que entreis, Para que os vais está abierta.— Pon esos hombres, Inés, En la calle, y luego cierra Las puertas. D. HIPÓL. Escucha. D.ª CLAR. ¿Yo Escucharte? D. LUIS. Considera Que si yo tuve la culpa, No ha de tener él la pena. D.ª CLAR. Yo no me enojo con él Ni con vos: doy la licencia Que me pedís. (_Ap._ Mucho hago En no declarar mis quejas, Porque estoy muy enfadada En verlos hablar por señas.) _(Vanse Doña Clara é Inés.)_ ESCENA III. DON HIPÓLITO, DON LUIS. D. HIPÓL. ¿Qué os parece, Don Luis, Deste amor, desta fineza? D. LUIS. Que vos habeis reducido A precepto y obediencia La condicion más rebelde De una mujer. ¿Quién creyera Que Doña Clara llegara Nunca á verse tan sujeta, Que no saliera de casa, Por decir que no saliera? En fin, vos lo rendís todo. D. HIPÓL. Yo tengo notable estrella Con mujeres. D. LUIS. Bien se ve, Pues habeis triunfado desta. Pero decidme, ¿á qué efecto Ha sido toda la priesa De que salgamos de aquí? D. HIPÓL. ¿Tan mal mi dolor lo muestra, Que há menester explicarlo Más que el efecto la lengua? ¿No os dije que la tapada Ví en su casa descubierta, Donde, porque entrara yo, Os quedasteis á la puerta? ¿No os dije como la hablé, Y que es entendida y bella, Sin que subsidios de hermosa Den excusados de necia? ¿No os dije como informado De Don Pedro, dijo que era Rica y noble? D. LUIS. Sí. D. HIPÓL. ¿Pues cómo Dudais dónde voy? ¿No es fuerza Que vaya á estarme en su calle, (No digo bien) en la esfera Luciente del mejor sol, A cuya dulce violencia Arde abrasada la pluma Y derretida la cera? D. LUIS. ¿No creeis al desengaño De decir Don Pedro que era La pretension imposible Por su virtud y sus prendas? D. HIPÓL. Si es esa otra parte más Para ser amada, esa Es hoy la que más me anima, Es hoy la que más me alienta. D. LUIS. Pues ¿y la comodidad? D. HIPÓL. Pues ¿no es comodidad esta, Si es rica, noble y hermosa, De buena opinion y honesta, Y puedo dentro de un mes Estar casado con ella? _(Vanse.)_ * * * * * Calle en que están las casas de Doña Ana y Don Pedro. ESCENA IV. INÉS, _con manto; despues_, DON HIPÓLITO Y DON LUIS. INÉS. Apriesa escribió mi ama El papel, y más apriesa Yo tras ellos me he venido, Y cogiéndoles las vueltas, Hasta la calle he llegado De la madama... y áun esta Es su casa: allí se paran. Yo no quiero que me vean Tras ellos, porque no echen De ver que los seguí: sea Otra vez, de mi delito, Sagrado su casa mesma. _(Entra en el portal de Doña Ana. Aparece en la calle Don Hipólito y Don Luis.)_ D. HIPÓL. Esta es la calle feliz... ¿Pero quién dudar pudiera Que habia de vivir Flora En la calle de las Huertas? Este es el balcon por donde, En tornasoles envuelta, Sale el alba á todas horas, De jazmines y azucenas Coronada, pues el dia En sus umbrales despierta. INÉS. _(Ap. Saliendo del portal.)_ Ya de que los he seguido, Desmentida la sospecha Está: daréle el papel Como mi ama lo ordena. Vuelvo á penar en lo mudo. D. LUIS. Una mujer encubierta Ha salido de su casa. D. HIPÓL. Y hácia nosotros se acerca. D. LUIS. De las dos debe de ser, Pues que vuelve á hablar por señas. D. HIPÓL. Estas mujeres sin duda En casa el hablar se dejan Cuando salen della, pues Sólo hablan dentro della.— ¿Es á mí? ¿Sí? Pues ya estoy _(A Inés.)_ Aquí: ¿qué quieres? Espera, Mujer. _(Da Inés un papel á Don Hipólito, y vase.)_ ESCENA V. DON HIPÓLITO, DON LUIS. D. LUIS. Aquello es decir Que no la sigais. D. HIPÓL. Ligera Volvió la espalda, avisando Que calle, y el papel lea. _(Lee.)_ _El mayor argumento de la nobleza fué siempre la cortesía. La vuestra me asegura la verdad de todo; y así os he menester para fiar de vos un secreto. Tened una silla para luego en San Sebastian, y una casa donde pueda hablaros. Dios os guarde._—LA DAMA MUDA. ¿Qué decís deste papel? Decid ahora que crea A Don Pedro, y que desista De la pretension. D. LUIS. Empresa Notable seguís. D. HIPÓL. ¿No os digo Que yo tengo linda estrella Con mujeres? D. LUIS. ¿Y qué habeis De hacer? D. HIPÓL. Todo cuanto ordena. Y así entre los dos partamos Ahora las diligencias; Que este es oficio de amigo. Id, Don Luis, por vida vuestra, Pues venimos sin cuidado, Por la silla, y esté puesta Al punto en San Sebastian, Como dice. Y cuando venga, Le direis que por no dar De aquesto á un criado cuenta, Os la dí á vos, porque hagamos La necesidad fineza; Que yo os espero en mi casa. D. LUIS. ¿Y si Doña Clara acierta A ir allá? D. HIPÓL. Habeis reparado Bien; que gran disgusto fuera Que ella llegara á saberlo. ¿Qué haremos? D. LUIS. Pues que es tan cerca La casa deste Don Pedro, Mejor es llevarla á ella. D. HIPÓL. Es verdad; prevenid vos La silla, por vida vuestra, Miéntras prevengo la casa. D. LUIS. Oid: de la suya mesma Otras dos salen. D. HIPÓL. Mirad Si lo han tomado de véras. No malogremos la dicha. Vámonos sin que nos vean; Que estando aquí, podrá ser Que ir á otra parte no quieran. D. LUIS. Voy á prevenir la silla. _(Vanse.)_ ESCENA VI. PERNÍA, DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. D.ª LUC. ¿Qué es, señora, lo que intentas? ¿En este traje, de casa Sales? D.ª ANA. A esto amor me fuerza. En la casa de Don Pedro He de entrar, ya estoy resuelta, Hasta saber si Don Juan En ella se oculta ó cierra. D.ª LUC. Pues ¿dónde vas? Esta es La casa. D.ª ANA. ¿No eres más necia? Pasa de largo, porque Deslumbremos las sospechas, Si acaso me ha visto alguno Salir de casa; no entienda Que á esotra voy.—¡Ay Don Juan! ¡Ay, amor, lo que me cuestas! _(Vanse.)_ * * * * * Sala en casa de Don Pedro. ESCENA VII. DON JUAN, DON PEDRO. D. PED. Notable sois, por cierto. D. JUAN. ¿No lo he de ser, Don Pedro, si estoy muerto De celos y de agravios, Las manos sin accion, la voz sin labios? D. PED. Si yo de vuestros celos Hoy traigo averiguados los recelos Y deshecho el engaño, ¿Qué os quejais? D. JUAN. Para mí no hay desengaño. D. PED. Pues yo puedo deciros Que solo por serviros, Ahora cauteloso Y con vuestro poder, Don Juan, celoso, De uno y otro criado En casa de Doña Ana me he informado Si salió esta mañana Al Parque, y dicen todos que Doña Ana Sólo á misa ha salido En su coche á las once, y nadie ha habido Que lo contrario diga. D. JUAN. ¿Pues quién á Don Hipólito le obliga, Don Pedro, á haber mentido? D. PED. Asegurad vos bien vuestro partido; Pero no averigüeis tan neciamente, Puesto que mienta el otro, por qué miente. D. JUAN. ¿Quereis ver cuán atento Estoy á mi dolor y mi tormento? Pues con creer el daño como daño, Me ha sosegado en parte el desengaño. Y así, aunque no queria Ver á Doña Ana, al espirar el dia Verla y hablarla quiero Y decir, ya que muero, por qué muero, Quejándome de todo. D. PED. Pues yo os diré, ya que así estais, el modo Que me parece que hay de prevenilla. Vos habeis de escribilla Un papel que ha de darle ese criado... —Mas luego lo diré, porque han llamado. ESCENA VIII. ARCEO. — DON JUAN, DON PEDRO. ARCEO. Hasta aquí Don Hipólito se entra. D. PED. Ya veis lo que perdeis si aquí os encuentra. Yo saldré á recibille. D. JUAN. Eso no, porque yo tengo de oille. D. PED. Pues ¿no os fiais de mí? D. JUAN. Yo sí me fío; Mas es desconfiado el amor mio. D. PED. Yo estoy tan satisfecho Del honor de Doña Ana, que sospecho Que viene á retractarse; Y así muy poco llega á aventurarse. Retiraos. D. JUAN. Piedad ¡cielos! Escuche dichas quien escucha celos. _(Retírase.)_ ESCENA IX. DON HIPÓLITO. — DON PEDRO, ARCEO; DON JUAN, _en su cuarto_. D. HIPÓL. Don Pedro, siempre vengo A vos, ó con el mal ó el bien que tengo. Ya que de vos me fío, Amparadme, pues sois amigo mio. Doña Ana... D. PED. (_Ap._ ¿Hay semejante Confusion?) No paseis más adelante: No teneis que decirme Que á vuestra pretension constante y firme Está, que yo lo creo, como es justo. D. HIPÓL. Léjos dais de mi dicha y de mi gusto; Que es lo contrario lo que hablaros quiero. D. PED. _(Ap.)_ ¡Cielos! ¡qué es esto! D. JUAN. _(Ap. al paño.)_ Hasta escucharle espero. D. PED. _(Ap.)_ ¿Qué he de hacer? Porque temo Que pase este negocio á más extremo. D. HIPÓL. Doña Ana, en fin... D. JUAN. _(Ap.)_ ¿Quién mi desdicha ignora? D. PED. Esperad un instante. _(Cierra la puerta del aposento donde está Don Juan.)_ Hablad ahora. D. HIPÓL. ¿Por qué cerrais? D. PED. No quiero que esa puerta, Cuando fuera me voy, se quede abierta. (_Ap._ Con esto he asegurado Aquí, de dos cuidados, un cuidado. Celos y riesgo le han buscado: ¡cielos! Estorbe el riesgo, ya que no los celos.) D. HIPÓL. Doña Ana pues, este papel me escribe. Que busque donde hablarla me apercibe Y pues mi dicha pasa Tan adelante, dadme vuestra casa, Adonde pueda vella: Tapada vendrá á ella. Yo he menester á Arceo Que se venga conmigo; que deseo Miéntras llega, advertido, Tener algun regalo prevenido. Y pues que la respuesta Ha de ser ayudar dicha como esta, Quedad con Dios; que con el bien que toco, Loco debo de estar, si no voy loco. D. PED. Oid, mirad. D. HIPÓL. No me deja mi deseo, Ni lo espereis; que me llevo á Arceo. _(Vase con Arceo.)_ D. PED. ¿Qué haré de dos amigos empeñado, Si uno me busca, y otro está encerrado, Y ambos de mí se fían? Triste llego A abrir las puertas, y en las dudas ciego. _(Abre.)_ ESCENA X. DON JUAN, _que sale de donde estaba_. — DON PEDRO. D. PED. Don Juan, viendo que aquí (¡confusion brava!) Una desdicha y otra acá os buscaba En deshecha fortuna, Quise de dos embarazar la una, Y porque no saliérades restado, Ya que celoso... D. JUAN. Todo fué excusado; Que oyendo lo que oí, aunque estuviera, Abierto, no saliera; Pues á tal desengaño, cosa es clara Que esperara hasta verle cara á cara: Necedad en el mundo introducida, Solicitar lo que quitó la vida. D. PED. Esa ahora es mi duda; Yo no sé como á tanto empeño acuda. Don Hipólito (¡ay cielos!) este dia De mí su gusto y vuestra pena fía. Mi obligacion en vuestras manos dejo. ¿Qué hiciérades? ¡Ay Dios! Dadme consejo. D. JUAN. Yo no sé lo que hiciera, Si vos, Don Pedro, fuera, En un caso tan nuevo; Mas siendo yo, bien sé lo que hacer debo; Que es, aunque el alma en celos se me abrasa, El respeto guardar á vuestra casa. Mas fuera della le daré la muerte, Ya que el duelo de amor es ley tan fuerte, Que dispone severa Que ofenda la mujer, y el hombre muera. D. PED. Vos no habeis de salir de aquí. D. JUAN. Es en vano, Que he de salir. D. PED. Vuestro peligro es llano. D. JUAN. Y esotro ¿no lo es? ¿Quereis que vea Hoy mis desdichas yo? Pues así sea. Que aquí me estaré, digo, Y que de mi dolor seré testigo. Venga Doña Ana, de otro enamorada, Y... Mucho iba á decir; no digo nada. D. PED. Eso tampoco es justo. D. JUAN. Pues ni irme ni quedarme no os da gusto, (¡Estoy perdido y loco!) ¿Qué quereis? D. PED. No lo sé. D. JUAN. Ni yo tampoco. D. PED. Sólo deciros quiero Que, aunque como desdichas las espero, Estoy tan confiado Del honor de Doña Ana, que he pensado Que este se desvanece, O que su amor algun error padece. D. JUAN. Confianza tan vana ¿De qué os nace? D. PED. De ser quien es Doña Ana, Que es mujer principal. D. JUAN. Necio anduvisteis, Si ántes que _principal_, _mujer_ dijisteis, Y ved si engaño habrá, que ya han entrado Dos mujeres. D. PED. Yo estoy desesperado, Pues consultando extremos, Tratando mucho, nada resolvemos, Y ya el lance llegó. No sé qué hacerme. Escondeos. D. JUAN. Yo no tengo de esconderme. D. PED. ¿Pues quereis que aquí os vean? D. JUAN. ¿Habrá desdichas que mayores sean? D. PED. Haced esto por mí, hasta que sepamos La verdad, y despues los dos muramos En la defensa del agravio vuestro. D. JUAN. Mi amistad así os muestro; Pero con condicion (¡desdicha grave!) Que á aquesta puerta he de quitar la llave, Y ha de estar siempre abierta. _(Vase.)_ ESCENA XI. DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA Y PERNÍA. — DON PEDRO; DON JUAN, _en su cuarto_. D.ª LUC. Oye, Pernía, quédese á la puerta. _(Vase Pernía.)_ D.ª ANA. Señor Don Pedro Giron, Muy admirado estareis De ver hoy en vuestra casa Entrarse así una mujer. Galan y discreto sois, Y como todo, sabeis Que extremos de amor obligan A más extremos; y pues De alguno se han de fiar, ¿De quién, Don Pedro, de quién Mejor que de vos, que sois Noble, entendido y cortés? _(Descúbrese.)_ D. PED. _(Ap.)_ Ya no me queda esperanza: Doña Ana, vive Dios, es. D. JUAN. _(Ap. entreabriendo la puerta del cuarto donde está.)_ ¡Y querrán que calle yo! Mas puesto que así ha de ser, Arded, corazon, arded, Que yo no os puedo valer. D.ª ANA. Ya que con vos declarada Estoy, Don Pedro, sabed En lágrimas y suspiros Mis desdichas de una vez. Y pues sabeis que he venido A vuestra casa, entended (¡Cuánta vergüenza me cuesta!) Ya, señor Don Pedro, á qué. Un hombre vengo á buscar, Porque de muy cierto sé Que le puedo hallar en ella. _(Sale Don Juan.)_ D. JUAN. Adios, Don Pedro; porque Darme tormento de celos, Y querer que calle, es Nuevo rigor. Yo confieso Que es mi delito querer, Si eso pretendeis de mí... D.ª ANA. ¡Don Juan, mi señor, mi bien!... D. JUAN. ¡Doña Ana, mi mal, mi muerte! D.ª ANA. Dame los brazos. D. JUAN. Deten, No con los brazos añadas Al tormento otro cordel, Pues ya he dicho la verdad. D. PED. _(Ap.)_ No sé, vive Dios, qué hacer. Mas porque ni uno éntre, ni otro Salga, el paso cerraré. D. JUAN. No cerreis, porque he de irme. D.ª ANA. No has de irte.—Sí cerreis.— ¿Pues cómo tan rigoroso, Cómo tan tirano, pues Agradeces desa suerte Haberte venido á ver? D. JUAN. ¿A quién? D.ª ANA. A tí, porque supe Que aquí estabas. D. JUAN. ¡Bien á fe! Buena disculpa has hallado. ¡Ah fiera! ¡ah ingrata! ¡ah cruel! ¡Qué pronto vive á mentir El ingenio en la mujer! D.ª ANA. Don Juan, si de las pasadas Ofensas (al parecer Justas) te dura el enojo, Y huyes de mí (¡ay Dios!) porque Estás engañado, ya Te vengo á satisfacer. Aquel hombre, á quien le diste La muerte... D. JUAN. Yo no hablo dél ¡Mira, mira tus engaños, Cuáles han llegado á ser, Pues quejándome de uno, A otro respondes! Y pues Son tantos que unos á otros Se embarazan, no me des Satisfaccion de ninguno; Que mejor será tener Queja de todos; que al fin Está mejor puesto aquel Que, ántes que mal satisfecho, Se queda quejoso bien. D.ª ANA. No te entiendo; y si es la causa Que yo imagino que es La que tú sientes, señor, ¿De qué te quejas? ¿de qué? ¿Qué nueva causa te he dado? Pero si no puede ser Darla yo, ¿qué nueva causa Te ha dado mi estrella? Ten El paso, y díme, ¿qué es esto? D. JUAN. Traiciones tuyas; si bien No siento que sean traiciones, Porque te llego á perder; Pues lo que llego á sentir, Sólo (he de decirlo) es Que otro merezca en un dia Lo que en siglos no alcancé A merecer yo. Y en fin Me consuela en parte, que Él no te ha llegado á amar, Pues te llega á merecer. D.ª ANA. Si mi desdicha, Don Juan, Te ha sabido disponer Otra evidencia aparente Que yo no alcanzo ni sé, ¿Cómo he de desengañarte? ¿Cómo te he de responder? ¡Vive Dios, que te han mentido! D. JUAN. No, que es verdad cuanto hablé. D.ª ANA. ¿Quién te lo dijo? D. JUAN. El galan A quien tú vienes á ver. D.ª ANA. Yo á verte á tí, Don Juan, vengo... D. JUAN. ¡Es verdad, dices muy bien! D.ª ANA. Porque supe que aquí estabas. D. JUAN. ¿De quién pudiste? ¿de quién? D.ª ANA. Desta criada. D. JUAN. ¡Por cuánto Llegara el testigo á ser, Que no fuera tu criada! Que criadas y amas teneis Pacto explícito á mentir. D.ª ANA. Esta es verdad. D. JUAN. ¿Quién tal crê? D.ª ANA. Quien quiere bien. D. JUAN. Pues yo quiero Muy mal por aquesta vez. D.ª ANA. Pues muera de desdichada. D. JUAN. Y yo de infeliz tambien. ESCENA XII. ARCEO. — DICHOS. ARCEO. _(Dentro.)_ Abran aquí. D. PED. _(Ap.)_ Esto es peor. No sé ¡vive Dios! qué hacer, Que Don Hipólito viene. D. JUAN. ¿Quieres, ingrata, saber Si me han mentido? Pues éste El galan que buscas es. D.ª ANA. Yo me huelgo de que sea, Puesto que no puede ser El que busco, el que imaginas Abrid, Don Pedro. Entre pues, Y sepa Don Juan que miente El que contra mi altivez Bajo concepto ha formado. D. JUAN. ¡Plegue á Dios! Y aquesta vez, O por vivir ó morir, Escuchándote estaré, Supuesto que es ya mi vida El juego del esconder. _(Escóndese Don Juan y abre Don Pedro; sale Arceo con una fuente de dulces.)_ ARCEO. ¿Tanto tardan en abrir A quien llama con los piés, Que es señal que trae algo En las manos? ¡Vive diez, Que queda saqueada toda La tienda del Portugues!— Ya Don Hipólito viene, _(A doña Ana.)_ Señora.—¿Pero qué ven Mis ojos? ¿Doña Lucía En mi casa? D.ª LUC. _(Ap.)_ Aquesta vez, Por el chisme de una dueña, Muertes de hombres ha de haber. ESCENA XIII. DON HIPÓLITO. — DICHOS. D. HIPÓL. (_Ap._ ¿Si habrá ya Don Luis llegado Con la silla? Sí, pues ver Puedo la dama. ¡Ay amor! Todo ha sucedido bien.) Seais, señora, bien venida A este, aunque humilde dosel Del mayo y el sol, ya esfera De verdor y rosicler. D.ª ANA. _(Ap.)_ ¡Cielos! ¿Qué pasa por mí? ¿Este el marido no es De la que hoy se entró en mi casa? D. JUAN. _(Ap. entreabriendo la puerta.)_ ¡Quién vió lance más cruel! D. PED. _(Ap.)_ Mal se va poniendo todo. Lo que resuelva no sé. D. HIPÓL. Don Pedro, no tan penada Tengais á esta dama: ved Que por vos no se descubre. D. PED. Yo, por no estorbar, me iré. (_Ap._ Mas será á estar á la mira.) D.ª ANA. Don Pedro, no os ausenteis, Porque habeis de ser aquí, De cuanto pasare, juez.— Caballero, á quien apénas Ví, pues si os ví, á penas fué, _(A Don Hipólito.)_ Ya que por vos las padezco, ¿Conoceisme? D. HIPÓL. No y sí, pues En este instante os conozco, Y os desconozco tambien. Conózcôs, pues que quien sois, Muy bien informado, sé; Y desconózcôs, señora, Porque desa suerte hableis. Si os ví en el Parque primero, Y en vuestra casa despues; Si para venir á hablaros Llamado fuí de un papel; Y si habeis venido adonde Yo os traigo, ¿cómo ó por qué Así os extrañais de verme Donde me venís á ver? D. JUAN. _(Ap.)_ ¿Querrán Doña Ana y Don Pedro Que esto llegue á oir y ver, Y no salga? ¡Vive Dios, Que infamia del amor es! D.ª ANA. ¡Yo á veros á vos! Mirad Lo que decís: no busqueis Desengaños, que á vos solo Mal el saberlos esté. Yo en mi vida al Parque fuí; Ni en él os ví ni os hablé. Si os entrasteis en mi casa, No me pregunteis á qué; Que aunque lo puedo decir, Vos no lo podeis saber; Que habeis de ser el postrero Que el desengaño toqueis. Basta decir que engañado Estais, y que me dejeis; Que puede ser sea causa De todo vuestra mujer. D. HIPÓL. ¡Mi mujer! Ahora conozco De qué ha podido nacer Vuestro enojo. Yo hice mal En traeros aquí: haced La deshecha norabuena; Pero no me acumuleis Que soy casado, que es susto De que jamás sanaré. D. PED. _(Ap.)_ Ya ni áun á mentir acierta Doña Ana. D. JUAN. _(Ap.)_ Ni yo á tener Paciencia; pero si salgo, Rompo de amistad la ley, A Doña Ana la destruyo, Y á mí me pierdo tambien Sin efecto, pues en medio Han de estar su criado y él, Y es hacer ruido no más, Dejando la duda en pié. Pues sufrirlo, es imposible; Que ¿quién ha podido, quién, Oir requebrar á su dama? Haya un medio entre los tres, Como yo solo me pierda, Donde... Pero esto despues Ha de decir el suceso. Ya he visto cómo ha de ser. _(Vase.)_ D.ª ANA. Dejadme, señor, por Dios: Y porque mejor mireis Que huyo de vos, y lo más A que se puede atrever Una mujer como yo, A voces digo que quien En este aposento está, Mi dueño y mi amante es. Y es á quien vine á buscar, Y es á quien yo quiero bien; Porque á vos no os escribí, Ni os ví en mi vida, ni hablé, Desmintiendo desta suerte Su peligro y mi desden. _(Éntrase donde estaba Don Juan; Doña Lucía la sigue.)_ D. HIPÓL. Cerró la puerta. ¿Quién vió Mas tramoyera mujer? Desde el punto que la ví, Enredadora la hallé. D. PED. _(Ap.)_ Bien cuerda resolucion Tomó Doña Ana porque Con esto estorba que salga Don Juan, que es lo que á temer Llegué siempre. D. HIPÓL. Estoy confuso Y qué he de decir no sé. ESCENA XIV. DON LUIS. — DON HIPÓLITO, DON PEDRO. D. LUIS. Yo llego á muy buena hora. Don Hipólito, ahí está Aquella señora ya En la silla. D. HIPÓL. ¿Qué señora? D. LUIS. La que esperais. D. HIPÓL. ¿Qué decís? D. LUIS. Que tomó en San Sebastian La silla, y que ahí fuera están. D. HIPÓL. Engañado estais, Don Luis; Porque la dama, á quien yo Vengo á ver, ya estaba aquí Cuando vine. D. LUIS. ¿Cómo así, Si ahora conmigo llegó En la silla la mujer Que hoy en el Parque encontramos A quien seguimos y hablamos? D. HIPÓL. Eso ¿cómo puede ser, Si la misma, destapada, Aquí la he visto y hablado, Y en este aposento ha entrado? D. LUIS. No quiero deciros nada, Sino que entra ya. D. HIPÓL. ¡Por Dios, Que es rigorosa mi estrella! ESCENA XV. DOÑA CLARA É INÉS, _tapadas_. — DON HIPÓLITO, DON PEDRO, DON LUIS. D. LUIS. Ahora decid si es aquella. D. HIPÓL. O es ella, ó ellas son dos. D. PED. ¿Veis, Don Hipólito, veis Cómo la dama que estaba Hoy aquí, á vos no os buscaba? D. HIPÓL. Quitarme el juicio quereis.— Mujer, dos veces tapada, _(A doña Clara.)_ Que á mi deshecha fortuna, Por si se me pierde una, Se me envía duplicada, ¿No me hablaste en el Parque hoy? ¿No eres tú la que seguí, Y la que en tu casa ví? _(Hasta aquí á todas las preguntas ha respondido Doña Clara por señas, y ahora se descubre.)_ Confuso otra vez estoy. D.ª CLAR. Yo soy, el mi caballero, Ya que descubierta os hablo, Aquella habladora muda, Por las lecciones de un manto; Que viendo que era muy poca Victoria, muy poco aplauso De toda aquesta mujer Un hombre no más, buscando Ocasion de que alcanzara Sola una parte del lauro, Le quise dar de ventaja La discrecion á mi garbo. Bien pensó vuesa merced Muy necio y muy confiado Que tenía muerta al vuelo La hermosura de los campos; Pues no, señor Para-todas, Y conozca escarmentando Que ha dado vuesa merced, Por lo entendido ó lo raro, Mala cuenta de su amor, Pues deja este desengaño Vengada á la hermosa Filis De los desdenes de Fabio. Pues cuando fuera verdad Que yo le amara; pues cuando Fuera verdad que celosa Aquí le hubiera buscado, El verme vengada sólo Me hubiera el amor quitado. Yo lo estoy con que haya visto Que los celos que me ha dado, Han sido conmigo misma; Pues nadie pudiera darlos A este talle, que no fuera Su mismo desembarazo. Envaine vuesa merced Todo ese grande aparato De dulces de Portugal, Que le han salido tan agrios; Que no es la boda por hoy. Pero agradezca el cuidado Que en ella ha puesto el señor Casamentero del diablo; Que cierto que de su parte Nada faltó, porque ha estado Con mucha puntualidad Con la tal silla esperando, Y hizo muy bien el papel, Encareciendo el recato; Porque es amigo muy fino Del que es amante muy falso. Con esto adios, y ninguno Me siga; que si echo el manto, Si vuelvo la calle, si otro Embeleco desenvaino, Les haré creer que soy Otra dama, aunque al estrado Me entre de una mesurada, Como esta mañana, cuando Le hizo creer que era otra Sólo un sombrerillo blanco. _(Vase.)_ D. HIPÓL. Oye, aguarda, espera, escucha. D. LUIS. ¡En toda mi vida he hallado Hombre de tan buena estrella Con mujeres! D. HIPÓL. ¿Que burlando Esteis, cuando estoy muriendo?— Detente, Inés. INÉS. Será en vano; Que vamos muy enojadas. _(Vase.)_ D. HIPÓL. No sé qué hacer en tal caso. Mas sí sé, que es apelar De todo al desembarazo, Desengañando hoy la una, Y la otra despues amando. _(Vanse Don Hipólito y Don Luis.)_ D. PED. ¡Gracias á Dios, que con esto Ya los celos se acabaron De Doña Ana y de Don Juan, Pues todo lo han escuchado, Y mi amor, pues Doña Clara Viene á Hipólito buscando! ¡Cielos! sin querer, he visto Mis celos averiguados. ARCEO. Y si el galan y la dama Están ya desengañados, Aquí acaba la comedia. D. PED. ¿Oiste ya el desengaño, Don Juan? _(Llegándose á la puerta del cuarto donde estuvo.)_ ESCENA XVI. DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. — DON PEDRO, ARCEO. D.ª ANA. No soy tan dichosa Yo. D. PED. ¿Cómo así? D.ª ANA. Como cuando Yo entré, sólo ví un hombre, Que atrevido y temerario Se echaba por la ventana, Que hay, señor, á esos tejados. ARCEO. Pues no acaba la comedia. D. PED. ¡Qué rigoroso, qué extraño Afecto de amor y celos! (_Ap._ Él iba á salir al paso: Seguir á los dos importa, No suceda algun fracaso.) _(Vase.)_ D.ª ANA. Grande desdicha es la mia, Pues cuando vengo buscando Hoy, Don Juan, finezas tuyas, Solas mis desdichas hallo. Cuando te siguen sospechas, Tú las estás esperando Firme, ¡y vuelves las espaldas Si te siguen desengaños! ¿Qué mujer es esta ¡cielos! Que hoy en mi casa se ha entrado? ¿Qué hombre es este que asegura Que yo le vengo buscando? ¡Oh nunca en el tiempo hubiera, Oh nunca hubiera en el año, Si es que la culpa han tenido De enredos y enojos tantos, Las mañanas floridas De Abril y Mayo! JORNADA TERCERA. Sala en casa de Doña Ana. ESCENA PRIMERA. DON JUAN, _á oscuras_. Nada me sucede bien. ¿Qué roca habrá que contraste Tanta avenida de penas, Tantos golpes de pesares? Del aposento en que estaba Por testigo de mis males, Imposible de sufrirlos, E imposible de vengarme, Celoso y desesperado Salir pretendo á la calle A esperar aquel galan Tan feliz, que coronarse Pudo de tantos favores, De dichas que son tan grandes. Echéme por la ventana (Porque allí no me estorbasen La venganza de mis celos), Presumiendo que era fácil, Ganando desde el tejado De la puerta los umbrales; Y saltando dél á un patio, Donde la ventana sale, Perdí el tino, y dí á otra casa. Pero parece que abren Una puerta, y entra gente... Y con las luces que traen Percibo mejor las señas. ¿Hay suceso semejante? ¡Vive Dios, que esta es la casa De Doña Ana! ¡Si tomase Hoy puerto en el mismo golfo Esta derrotada nave! Ella es. ¿Qué he de hacer, cielos? Que no es bien que aquí me halle, Y presuma que he venido Cobardemente á quejarme De mis celos, sin vengarlos. ¿Hay confusion más notable? ¿Qué haré? Que no me está bien Ya ni el irme ni el quedarme. _(Escóndese.)_ ESCENA II. DOÑA ANA Y DOÑA LUCÍA, _con luz_. — DON JUAN, _escondido_. D.ª ANA. Quítame este manto. ¡Gracias A mi fortuna inconstante Que me ha dado (¡ay infelice!) Un solo punto, un instante De tiempo para llorar, De lugar para quejarme! Y así, ya que estoy á solas, Sean tormentas, sean mares Mis lágrimas y mis quejas Entre la tierra y el aire. D.ª LUC. Señora, si dese modo Tan justos extremos haces, Triunfará de amor la muerte. Consuelo tus penas hallen; Que para todo hay consuelo. Que si Don Juan (por guardarle A Don Pedro aquel decoro Que debió á sus amistades) Se arrojó por la ventana, Ya en su seguimiento parten Don Pedro, Arceo y Pernía, Porque los dos no se maten. D.ª ANA. Y cuando remedie (¡ay triste!) Mi temor, ¿para adelante Puede ya dejar de ser Lo que fué? ¿Pueden borrarse De la memoria los celos En que yo no tuve parte? D. JUAN. _(Ap. al paño.)_ De cuanto yo desde aquí Puedo á las dos escucharles, Nada entiendo; y sólo entiendo Que temo que me declaren Mis congojas, mis desdichas, Mis recelos, mis pesares; Porque no es posible, no, Que un celoso sufra y calle. D.ª LUC. Acuéstate, por tu vida, Porque en la cama descanses. D.ª ANA. No hay descanso para mí. Fuera de que he de esperarle A Don Pedro; que le dije Que con lo que le pasase En alcance de Don Juan (Pues todos van á buscarle), Viniese á avisarme; y ya Parece que llaman. Abre. ESCENA III. DON PEDRO, ARCEO, PERNÍA. — DICHOS. D.ª ANA. Señor Don Pedro, ¿qué hay? D. PED. Que todo ha salido en balde. D.ª ANA. ¿Cómo? D. PED. No habemos hallado A Don Juan, y es bien notable Suceso, porque de aquella Ventana, que al patio cae, Para salir al portal Hay una puerta, y la llave Está echada, de manera Que ha sido imposible hallarle, Cuando ni en mi casa está, Ni salir pudo á la calle. ARCEO. No le hemos buscado bien, Si va á decir las verdades; Porque á un celoso, señora, Le ha de buscar el que hallarle Quisiere, ahogado por los pozos, O ahorcado por los desvanes. PERNÍA. Ya le he dicho que se meta En juntar sus consonantes. No hable palabra donde Yo estoy. ARCEO. Quínola pasante, Tambien yo le tengo dicho Que de dar lanzadas trate, Y sacar, no para el toro, Para el lacayo el alfanje, Y no más. D.ª LUC. Entre dos ruines Sea mi mano el montante. D. PED. No es posible hallarle, en fin. D.ª ANA. Son mis penas, no os espante, Y bien dicen que son mias. Pues ellas disponer saben Tantas falsas apariencias, Que me culpen y le agravien. ¡Plegue á Dios, señor Don Pedro, Que él me destruya y me falte, Si á aquel hombre ví en mi vida, Sino hoy, que pudo entrarse Aquí tras una mujer, A quien siguió desde el Parque, Y vióme á mí! ¿Mas por qué Lo digo ¡ay Dios! si escucharme No puede Don Juan, y doy Satisfacciones al aire? D. PED. Quedad, señora, con Dios; Que por si vuelve á buscarme A mi casa, vuelvo á ella. ¿Qué mandais? D.ª ANA. No es bien que os mande, Que os ruegue sí, que volvais A la mañana á contarme Lo que hubiere sucedido. D. PED. Quedad con Dios. _(Vase.)_ D.ª ANA. Él os guarde.— Lucía, cierra esas puertas, Y entra despues á acostarme; Que he de madrugar mañana, Porque he de salir al Parque A hacer una diligencia.— ¡Oh si á este vivo cadáver Hoy ese lecho de pluma Sepulcro fuera de jaspe! _(Vase.)_ ESCENA IV. DON JUAN, _al paño_; ARCEO, DOÑA LUCÍA. D. JUAN. _(Ap.)_ ¿Al Parque mañana? ¡Ay cielos! No estos desengaños basten: Vuelvan atras mis desdichas, Pues pasa el riesgo adelante. ARCEO. De todos estos enredos, De todos estos debates, Vos teneis, Doña Lucía, La culpa, pues vos contasteis A vuestra ama que en mi casa Estaba Don Juan. D.ª LUC. De tales Sucesos, quien me lo dijo A mí, tiene mayor parte; Que ya sabe quien me cuenta A mí el suceso que sabe, Que es decirme que lo diga El decirme que lo calle. ARCEO. Eres tan dueña, que puedes Servir desde aquí adelante De molde de vaciar dueñas. D.ª LUC. Tú escudero vergonzante. ARCEO. Eres dueña. D.ª LUC. Tú eres loco. ARCEO. Eres dueña. D.ª LUC. Tú un bergante. ARCEO. Eres dueña. D.ª LUC. Tú un bufon. ARCEO. Eres dueña. D.ª LUC. Tú un infame. ARCEO. Eres dueña. D.ª LUC. Tú un bribon. ARCEO. Item más, dueña; y no trates De desquitarte, porque No has de poder desquitarte. D.ª LUC. ¿Cómo no? Eres un... ARCEO. Dí, dí. D.ª LUC. Mal poeta. ARCEO. ¡Tate, tate! ¿Poeta, dijiste? Adios, dueña; Que ya quedamos iguales. D.ª LUC. ¿Desa manera te vas? ARCEO. Pues ¿qué quieres? D.ª LUC. Que te aguardes Aquí, miéntras que mi ama Acaba de desnudarse, Y volveré á hablar contigo Un rato. ARCEO. Aquí espero. _(Vase Doña Lucía, llevándose la luz.)_ ESCENA V. DON JUAN, _al paño_; ARCEO. ARCEO. Madres Las que á los hijos parísteis Para nocturnos amantes De viejas, mirad en mí Las desdichas á que nacen. Esperando una estantigua Estoy, confuso y cobarde, Aquí donde mis suspiros Pueblan estas soledades. _(Sale Don Juan del cuarto en que estaba.)_ D. JUAN. _(Ap.)_ Ahora, desconfianzas, Es tiempo de aconsejarme, Si esto que pasa por mí Son mentiras ó verdades. El recatarme me importa De Doña Ana: ella no sabe Que la escucho, y en suspiros Que mal pronunciados salen Desde el corazon al labio, Me ha dado ciertas señales De que mi desdicha llora, De que siente mis pesares. Estos criados no pueden Engañarse ni engañarme, Puesto que Arceo á Lucía La contó cómo ocultarme Pude en casa de Don Pedro, Y ella á Doña Ana: bastante Desengaño de que fué Entónces ella á buscarme. Mas ¡ay de mí! si es aquesto Como dicen señas tales, ¿Don Hipólito á qué efecto Dijo que á él iba á buscarle? ¿O qué mujer es aquesta? Y en fin, ¿para qué ir al Parque Mañana quiere Doña Ana, Para que á mí no me falte Cuidado? ¡Pues vive Dios, Que tengo de averiguarle! Si aquí estoy, es imposible Que disimule y que calle; E imposible, si me ven, De que la ida del Parque Averigüe: luego irme Será lo más importante. Este criado á Lucía Espera: miéntras no sale, Pues no ha cerrado la puerta, Salir pretendo á la calle, Por seguirla donde fuere. Que me prendan ó me maten, Todo, todo importa ménos Que no que me desengañe. ARCEO. Ya siento pasos.—Lucía, Seas bien venida, dame Los brazos. _(Abraza á Don Juan.)_ ¡Barbada vienes! ¿Quién es? D. JUAN. Callad, que no es nadie. ARCEO. ¿Cómo no es nadie? Yo soy Tan cortés y tan galante, Que ántes crêré que sois muchos. ¡Ay, ay! D. JUAN. ¡Vive Dios, que os mate, Si no callais! ESCENA VI. DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. — DON JUAN, ARCEO. D.ª ANA. _(Dentro.)_ ¿Que rüido Es aquél? _(Sale Doña Lucía á oscuras y encuentra con Don Juan.)_ D.ª LUC. _(Bajo á Don Juan.)_ ¡Eres notable! ¿Es posible que tu miedo Tan grandes extremos hace, Que des voces? Salte presto, Para que aquí no te hallen. Vénte tras mí. D. JUAN. (_Bajo á ella._ Vamos.) (_Ap._ ¡Cielos! Hasta que me desengañe He de callar; que esta es Propia condicion de amantes.) _(Vanse Doña Lucía y Don Juan, que al entrarse, encuentra con Arceo.)_ ARCEO. ¿Otro diablo? ¡Vive Dios, Que tienen aquestos lances Cosas de la Dama Duende! ESCENA VII. DOÑA ANA, _medio desnuda, con luz_. — ARCEO; _despues_, DOÑA LUCÍA. D.ª ANA. ¡Hola! ¿No responde nadie? Mas ¡ay de mí! ARCEO. _(Ap.)_ Yo me embozo, Por ver si puedo excusarme De que me conozcan. _(Sale Doña Lucía.)_ D.ª LUC. _(Ap.)_ Ya No hay peligro que me espante, Pues ya en la calle está Arceo. ¿Mas no es el que está delante? ¿Quién era, si él está aquí, El que yo puse en la calle? ARCEO. _(Ap.)_ ¡Aquí muero! D.ª ANA. Caballero, Que, recatado el semblante, La noble clausura rompes Destos sagrados umbrales, Si necesidad acaso Te ha obligado á extremos tales, De mis joyas y vestidos Francas te daré las llaves: Ceba tu hidrópica sed En sus telas y diamantes. Pero si, más codicioso De honor que de hacienda, haces Estos extremos, te ruego (Estoy muerta) que no trates Con tal desprecio (¡ay de mí!) El honor (estoy cobarde) De una mujer infelice, Sujeta á desdichas tales. Porque si para mi afrenta A aqueste cuarto llegaste, Vive Dios, que ántes que intentes Hablarme palabra, y ántes Que ofenda al dueño que adoro, Yo con mis manos me mate; Porque si lágrimas solas No enternecen un diamante, Rompiéndome el pecho yo, Le sabré labrar con sangre. ARCEO. No labraréis, si yo puedo; Que fuera mucho desaire Ser pelícana una dama, Y ser labradora un ángel. Grandes casos de fortuna A vuestra casa me traen. No á hacer mella en vuestras joyas, Ni á vuestra opinion ultraje. Y porque os asegureis De mi término galante, Segura quedais de mí. A Dios, señora, que os guarde. _(Vase.)_ D.ª LUC. ¡Qué miro! D.ª ANA. ¿Fuése ya? D.ª LUC. Sí. D.ª ANA. Echa á esa puerta la llave; Y pues ya la blanca aurora Venciendo las sombras sale, No me quiero desnudar. ¡Ay, Don Juan, si esto mirases!... ¿Quién de que no es culpa mia Pudiera desengañarte? _(Vanse.)_ * * * * * El Parque. ESCENA VIII. DOÑA CLARA É INÉS, _en el traje corto, como primero_. INÉS. ¿Al Parque vuelves? D.ª CLAR. Rendida, Sin ley, razon ni sentido, Donde la vida he perdido, Vuelvo, Inés, á hallar la vida. INÉS. Bastante está lo sentido, Y si yo no me he engañado, Toda la gloria ha parado En que has, señora, advertido De ayer el raro suceso. D.ª CLAR. ¿De que sirviera negar Con la lengua mi pesar, Si con llanto lo confieso? Vana de que hallarse habia Don Hipólito burlado, Le llamé; y su desenfado Burló de la industria mia. Que aunque es verdad que me dió Satisfacciones que allí Por mi respeto creí, Inés, por mi gusto no; Pues no me pudo negar Que fué donde otra mujer Le llamaba, y mi placer Se convirtió en mi pesar. Yo misma (¡ay de mí!) encendí El fuego en que triste peno, Yo conficioné el veneno Que yo misma me bebí, Yo misma desperté, yo, La fiera que me ha deshecho, Yo crié dentro del pecho El áspid que me mordió. Arda, gima, pene y muera Quien sopló, conficionó, Alimentó, despertó, Veneno, ardor, áspid, fiera. INÉS. Bien en tantos pareceres Hoy dirán cuantos te ven, Que sólo queremos bien, Tratadas mal, las mujeres. ¿Para qué habemos venido Al Parque con tal cruel Pena? D.ª CLAR. A ver si viene á él Don Hipólito. INÉS. Él ha sido, Por cierto, muy lindo ensayo. D.ª CLAR. Si hoy doy tregua á mis temores, Yo os coronaré de flores, Mañanas de Abril y Mayo. _(Vanse.)_ ESCENA IX. DON HIPÓLITO, DON LUIS. D. HIPÓL. En efecto, hasta su casa A Doña Clara seguí Como visteis, y la dí Del engaño que me pasa Satisfacciones, diciendo ¿Qué ofensa era ir á ver, Llamado de una mujer, Lo que mandaba? Y haciendo Extremos de enamorado, Que supe fingir muy bien (Porque ya no hay, Don Luis, quien No haga el papel estudiado), La dejé desenojada, Atenta á mi desengaño; Y al fin, con su mismo daño Vino ella á ser la engañada, Pues mis extremos creyó; Siendo así, Don Luis, verdad Que alma, vida y voluntad La Doña Ana me robó; Porque una vez persuadido De que me llamaba á mí Y hallarla despues allí, Me empeñó en haber creido Que ella fué quien me llamó. D. LUIS. Vos teneis lindo despejo. D. HIPÓL. ¿Fuera más cuerdo consejo Darme por vencido? D. LUIS. No. Mas á haberme sucedido A mí lo que á vos con ellas, Jamás volviera yo á vellas De turbado y de corrido. D. HIPÓL. Fuera linda necedad. Puntualidades teneis Tan necias, que pareceis Caballero de ciudad. Mira, si aquesta fortuna A corrella te acomodas, Querer por tu gusto á todas, Por tu pesar á ninguna. ESCENA X. DOÑA ANA Y DOÑA LUCÍA, _vestidas como Doña Clara_. — DON HIPÓLITO, DON LUIS. D.ª LUC. Ya estás en el Parque, ya _(Ap. las dos.)_ Decirme, señora, puedes Con qué intento deste modo A su hermoso sitio vienes. D.ª ANA. Si has de verlo, ¿para qué Ahora que lo diga quieres? Que es retórica excusada Decir las cosas dos veces, Y más cuando están tan cerca De suceder, que presente Está el que vengo buscando. D.ª LUC. _(Ap. á ella.)_ El hombre, señora, es este De los engaños de ayer, Si mis ojos no me mienten. D.ª ANA. Por él lo digo; pues solo He salido á hablarle y verle, Donde por la obligacion Que á ser caballero tiene, Desengañe mi opinion; Pues los que son más corteses Caballeros, siempre amparan El honor de las mujeres. D.ª LUC. ¿Para aquesto de tu casa Al Parque, señora, vienes, Donde es una culpa más Si aquí acertaran á verte? D.ª ANA. Don Juan está retraido Donde quiera que estuviere, Y solo, á este sitio, donde Hay tal concurso de gente, No se atreverá á venir. Y así más seguramente Es donde le puedo hablar. D.ª LUC. ¡Plegue á Dios que no lo yerres! D.ª ANA. Tápate, y llega á llamarle. Dí que una mujer pretende Hablarle: que se retire Del amigo con quien viene. D.ª LUC. _(A Don Hipólito.)_ Caballero, una tapada A solas hablaros quiere, Que es la que mirais. Seguidnos. D. HIPÓL. (_Ap._ Doña Clara es, claramente Lo dice el traje. Otra vez Al engaño de ayer vuelve; Mas hoy no lo ha de lograr.) _(Llégase, y habla á Doña Ana.)_ Notable, vive Dios, eres, Pues que tan mal te aseguras De quien te estima y no ofende. Si buscas satisfacciones Mayores de las que tienes, No es menester que me sigas, Pues en el alma estás siempre. D.ª ANA. Por otra me habeis tenido: En vuestras voces se infiere, Y quiero desengañaros Desde luego. ¿Conoceisme? _(Descúbrese.)_ D. HIPÓL. Otra vez me preguntasteis En otra ocasion más fuerte Eso mismo, y respondí Que sí y que no; y me parece, Pues siempre es una la duda, Dar una respuesta siempre. Sí os conozco, pues que os miro; No os conozco, porque suelen Los bienes pasarse á males, Y hoy al revés me sucede. D.ª ANA. Seguidme hácia la Florida, Porque hablaros me conviene Donde estéis solo; y decidle A ese amigo que se quede. _(Vanse las dos.)_ D. HIPÓL. Don Luis, de nueva aventura Podeis darme parabienes. Doña Ana es esta tapada. Ahora no puedo hacerme Engaño, que yo la he visto Con mis ojos claramente. ¿Veis cómo fué la de ayer Esta misma? ¿Veis si vuelve A buscarme? Aquí os quedad, Y murmurad, si os parece, El haber dicho que tengo Buena estrella con mujeres. ESCENA XI. DOÑA CLARA É INÉS, _tapadas_. — DON HIPÓLITO, DON LUIS. INÉS. _(Ap. á D.ª Clara.)_ Don Hipólito está aquí. D.ª CLAR. Pues no andemos más, detente. _(Quédanse paradas Doña Clara é Inés; Don Hipólito, engañado por el traje, cree que son Doña Ana y Lucía, que esperan á que las siga, y se acerca y las habla.)_ D. HIPÓL. Ya os sigo. Guiad, señora Doña Ana, donde quisiereis; Que yendo con vos, hermosa Deidad de estos campos verdes, Cualquiera sitio será La Florida; que le deben A vuestros ojos de fuego Y á vuestra planta de nieve Púrpura y verde las flores, Cristal y aljófar las fuentes. D.ª CLAR. (_Ap._ Doña Ana dijo: ¡ay de mí! Mas ¿qué nuevo engaño es este? Mas no tarde en discurrillo Quien averiguarlo puede. La Florida es el lugar Citado, y á él me conviene Llevarle.) Venid. D. HIPÓL. _(Ap.)_ Fortuna, ¡Oh cuánto mi amor le debe, Pues seguro de los celos De Doña Clara, me ofreces A Doña Ana! Triunfo hermoso De tu gran deidad es este. _(Vanse todos, y queda solo Don Luis.)_ ESCENA XII. DON JUAN. — DON LUIS. D. JUAN. Hácia esta parte bajó Doña Ana; que entre la gente Que venía, la perdí De vista. Pero no puede Esconderse. Y es verdad; Pues cuando á mí me mintiesen Tantas señas, me dijera Verdad mi infelice suerte. Con Don Hipólito va Hablando. Ya no hay que espere. Muera de cólera y rabia Quien de amor y celos muere. D. LUIS. (_Ap._ ¡Válgame el cielo! ¡qué miro! Don Juan de Guzman ¿no es este?) ¡Señor Don Juan de Guzman! D. JUAN. ¿Quién llama? (_Ap._ ¿Quién vió más fuerte Confusion? Este es Don Luis.) D. LUIS. Donde quiera que yo viere A quien agravia mi sangre Y á quien mi opinion ofende, Primero que con la lengua, Sin ceremonias corteses Le saludo con la espada, Voz de honor más elocuente. Sacad la vuestra; porque Con más opinion me vengue. D. JUAN. Yo no he rehusado en mi vida Con la mia responderle A quien me habla con la suya. Y si matarme os conviene, Daos priesa; que si os tardais, Os podrá quitar la suerte Otra herida, y no es capaz Una vida de dos muertes. D. LUIS. No os respondo, porque ya Hablar el acero debe. _(Riñen.)_ D. JUAN. _(Ap.)_ Con Doña Ana entró en la huerta Don Hipólito. ¡Oh aleve Pena! ¿Quién crêrá que allí Me agravien, y aquí se venguen? D. LUIS. Desguarnecióse la espada. D. JUAN. Daros pudiera la muerte; Pero porque echeis de ver Cómo mi valor procede, Y como debí de darla A vuestro primo igualmente (Pues el que fuera una vez Traidor, lo fuera dos veces; Porque ser uno cobarde No es defecto que se pierde), Id por espada, que aquí Os espero. D. LUIS. (_Ap._ ¡Trance fuerte, Pues quien me agravia me obliga, Pues me halaga quien me ofende! Mas ya sé qué debo hacer.) Esperad, que brevemente Volveré. D. JUAN. Ya veis el riesgo A que estoy, si aquí me viesen. Y por quitarme del paso, Puesto que veis que lo es este, Dentro estoy de la Florida. D. LUIS. Antes de un instante breve A ella volveré á buscaros. _(Vase.)_ ESCENA XIII. DON JUAN. ¿Qué haré en penas tan crueles, Que un inconveniente es Sombra de otro inconveniente? Cuando sigo un daño, otro En mi seguimiento viene; Uno busco y otro hallo, Y en todos no sé qué hacerme; Que soy en un caso mismo Persona que hace y padece. Si á Don Hipólito sigo, Falto á Don Luis neciamente; Y si espero á Don Luis, falto A mis celos. ¿Mas qué teme Mi valor? ¿No es morir todo? Máteme el que ántes pudiere, Don Hipólito ó Don Luis: Pues cosa justa parece, Si me busca al que yo ofendo, Que busque yo el que me ofende. _(Vase.)_ * * * * * La Florida. ESCENA XIV. DOÑA CLARA, DON HIPÓLITO. D. HIPÓL. En aqueste hermoso márgen, En este florido albergue, Que la hermosa primavera A tanto estudio guarnece, Podeis decirme, señora Doña Ana, lo que á esto os mueve (Pues ya sabeis que he de estar A vuestro servicio siempre), Y no esa grosera nube Tan bellos rayos afrente. Amanezca vuestro sol, Pues ya el del cielo amanece. D.ª CLAR. Yo haré lo que me mandais; Que á conceptos tan corteses, Que á discursos tan galantes, Hace mal quien no obedece. _(Descúbrese.)_ D. HIPÓL. _(Ap.)_ ¡Doña Clara es, vive Dios! D.ª CLAR. ¿Qué os admira? ¿Qué os suspende? Yo soy: proseguid, que va El discursillo excelente. D. HIPÓL. Ni me suspendo ni admiro, Sino sólo de que pienses Que no te habia conocido, Y sabido que tú eres. Pero quíseme vengar De que salgas desta suerte De casa, trocando el nombre. D.ª CLAR. ¡Oh qué anciano chiste es ese! D. HIPÓL. ¡Vive Dios, que cuando dije A Don Luis que no viniese Tras mí, le dije quién eras! Venga él, y si no dijere Que es verdad, castiga entónces Mis culpas con tus desdenes. Yo voy por él, y dirá... D.ª CLAR. Todo cuanto tú quisieres. No le llames. D. HIPÓL. Pues ¿por qué? D.ª CLAR. Porque es el «Muñoz, que miente Más que vos» del refrancillo. D. HIPÓL. No, no: mejor es que éntre A desengañarte. (_Ap._ No es Sino que yo busco este Desahogo, con que pueda Admirarme y suspenderme De que de una mano á otra Así una mujer se trueque.) _(Vase.)_ ESCENA XV. DON JUAN. — DOÑA CLARA, _que al verle se echa el manto_. D. JUAN. (_Ap._ De toda la Florida La esfera, de matices guarnecida, Celoso he discurrido, Y hallar en ella ¡ay cielos! no he podido, Mis celos. ¿Cuándo ¡cielos! Se hicieron de rogar tanto los celos, Que se esconden buscados? Mas huyen porque están ya declarados. ¿No es aquella Doña Ana? Vano es mi enojo, y mi venganza vana, Pues sola la he encontrado. ¿Quién crêrá que es tan necio mi cuidado, Que me pesa de vella, No estando Don Hipólito con ella? Volverme quiero. Pero ¿cómo ¡cielos! Podré? que son mis rémoras los celos.) Fiera enemiga mia, _(A ella.)_ Falsa sirena y engañosa arpía, Esfinge mentirosa, Aspid de nieve y rosa, ¿Dónde está aquel amante Que tan firme te adora, tan constante, Porque me vengue en él de tí mi acero, Y no en tí dél mi lengua? D.ª CLAR. Caballero, Vos venís engañado Con tanta pena y tanto desenfado; Pues ocasion no ha habido, _(Descúbrese.)_ Para que á mí, tan necio y atrevido Me hableis, sin conocerme, con desprecio. D. JUAN. Decís bien: atrevido anduve y necio. Por otra dama os tuve; Que como á luna y sol guarda una nube, Con embozo de sol hallé una luna. Perdonad, mi señora, Que no hablaba con vos. ESCENA XVI. DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. — DOÑA CLARA, DON JUAN. D.ª ANA. Yo puedo ahora Serviros de testigo, Pues no hablaba con vos, sino conmigo. D.ª CLAR. Pues si con vos hablaba, Hable con vos, que aquí mi enojo acaba. _(Vase.)_ ESCENA XVII. DOÑA ANA, DON JUAN, DOÑA LUCÍA. D.ª ANA. Mucho me alegro, Don Juan, De que hayais llegado á tiempo Que os desengañen y engañen A vos vuestros ojos mesmos; Porque si vos padeceis A un mismo instante esos yerros, Ya es fuerza que lo creais, Como quien pasa por ellos; Pues pensar que lo que vos Crêis, no puede otro creerlo, Es hacer más advertido Al otro, y á vos más necio; Y no hay ninguno que quiera Tan mal á su entendimiento. D. JUAN. ¡Oh, qué necio desengaño, Doña Ana, pues cuando veo Que es verdad que me engañaron Mis ojos, tambien advierto Que el desengaño me ofende, Pues tú le traes á este puesto! Luego engaño y desengaño Todo ha sido engaño: luego No te puedes excusar Del agravio de mis celos; Pues hoy, como del engaño, Del desengaño me ofendo; Pues el engaño era agravio, Y el desengaño desprecio. D.ª ANA. En haber venido aquí, Ni te engaño ni te ofendo; Pues por tí sólo he venido. D. JUAN. ¿Pues pudiste tú saberlo? D.ª ANA. No; mas pude adivinarlo, Desta manera viniendo Para hacer que te buscara Don Hipólito. D. JUAN. ¿A qué efecto? D.ª ANA. A efecto de que te diese La satisfaccion él mesmo. D. JUAN. ¡Oh qué necia prevencion! Porque cuando da muy necio El que fué segundo amante Al que fué amante primero, De celos satisfacciones, Es cuando le da más celos. D.ª ANA. No hagas graduacion de amores; Que no soy mujer que puedo Tener primero y segundo. D. JUAN. Calla, calla, que me acuerdo De una noche... Pero aquí, Más que yo, dice el silencio. D.ª ANA. ¡Pluguiera á Dios, las disculpas Que yo desa noche tengo, Pudiera significarte! Pero puedo, si no puedo, Con decir que soy quien soy. D. JUAN. ¡Ojalá bastara eso! D.ª ANA. Sí bastara, si me amaras. D. JUAN. Porque te amo, no te creo. D.ª ANA. Pues ves aquí que en mi casa Anoche un hombre encubierto Estaba, que allí se entró... D. JUAN. Dí. D.ª ANA. De la justicia huyendo. Y en efecto, enternecido A mi llanto ó á su esfuerzo, Se fué. Y si le vieras tú Salir de mi casa, es cierto Que pagara yo la pena De la culpa que no tengo. D. JUAN. No hiciera, cuando aquel hombre Fuera un hombre como Arceo, Que es el que anoche en tu casa Escondido y encubierto Le tuvo Doña Lucía. D.ª LUC. _(Ap.)_ ¡Por Dios, que me ven el juego! D.ª ANA. ¿Qué dices? D. JUAN. Lo que es verdad. D.ª ANA. ¿Hay tan grande atrevimiento? D. JUAN. Pero siendo un hombre noble El que entónces quedó muerto, Y abriendo con llave, ¿no Entraba?... Pero no quiero Pronunciarlo, por no ser Víbora yo de mi aliento. Quédate á Dios, que le guarde, Doña Ana, para otro dueño; Que son muchos desengaños Para un hombre que va huyendo. (_Ap._ Por esperar á Don Luis Solo me voy y me quedo.) _(Vase.)_ D.ª ANA. ¡Tente, espera, escucha, aguarda! ¿Quién crêrá mis sentimientos? ESCENA XVIII. DON HIPÓLITO, _y tras él_ DOÑA CLARA, _siguiéndole_. — DOÑA ANA, DOÑA LUCÍA. D. HIPÓL. _(A Doña Ana.)_ No pude hallar á Don Luis En todo el Parque... D.ª CLAR. _(Ap.)_ Yo vuelvo Tras Don Hipólito, á ver En qué paran sus enredos. D.ª LUC. _(Ap.)_ ¡Que hubiese tan mala lengua! D. HIPÓL. _(A D.ª Ana.)_ Pero, vive Dios, que es cierto, Clara, que te conocí Desde el instante primero. D.ª ANA. No hicisteis, porque si hubierais Conocídome, sospecho Que no os debiera mi honor, Don Hipólito, estos riesgos: Advertid que hablais conmigo. _(Descúbrese.)_ D. HIPÓL. _(Ap.)_ ¿Qué tramoya es esta, cielos? D.ª CLAR. No hablaba sino conmigo, Como vos dijisteis, puedo Decir yo; que yo tambien Quien hable conmigo tengo. _(Descúbrese.)_ D. HIPÓL. _(Ap.)_ ¡Vive Dios, que me han cogido Por hambre las dos en medio! D.ª ANA. Pues aunque vos me imitais A mí, imitaros no puedo Yo á vos; que no he de dejaros Sin averiguar primero Un engaño con los dos. D.ª LUC. _(Ap.)_ ¡Que haya en el mundo parleros! D. HIPÓL. Pues ¿qué esperais? D.ª ANA. Un testigo Que ha de oirlo y ha de verlo... Y él viene ya; que esta sola Piedad al cielo le debo. ESCENA XIX. DON PEDRO, DON JUAN, ARCEO. — DICHOS. D. PED. No habeis de ir desa suerte, Ya que en el Parque os encuentro, Despues que toda la noche Os busqué. D. JUAN. Mirad que tengo Que hacer, y me va el honor. D. PED. Oid á Doña Ana primero. ARCEO. ¿Qué hay, Lucía? _(Ap. á ella.)_ D.ª LUC. Parlerías. Ya todo se sabe, Arceo. D.ª ANA. ¡Gracias á Dios que llegais, Don Juan, una vez á tiempo Que mi verdad conozcais!— Decid, Doña Clara, ¿es cierto Que ayer fuisteis á mi casa, De Don Hipólito huyendo, Y que él creyó que yo fuí La tapada? D.ª CLAR. Sí, y queriendo Cortesanamente hacerle Una burla, escribí luégo Un papel en vuestro nombre. Y en la casa de Don Pedro Le fuí á ver, donde pasó Lo que proseguirá él mesmo. D.ª ANA. Con esto, Don Juan, he dado Los desengaños que puedo. El cielo en los otros hable, Pues solo los sabe el cielo. ESCENA XX. DON LUIS. — DICHOS. D. LUIS. ¡Señor Don Juan de Guzman! D. PED. _(Ap.)_ Peor se va poniendo esto. ARCEO. _(Ap.)_ ¡Por Dios que le ha conocido Don Luis, el primo del muerto! D. HIPÓL. _(A Don Luis.)_ ¿Este es Don Juan de Guzman? El no conocerlo siento, Para haber en vuestra ausencia Hecho... D. LUIS. Esperad, deteneos; Que este duelo ha de vencer La hidalguía, y no el acero. D. JUAN. Pudiérades esperar A verme solo en el puesto. D. LUIS. Importa que haya testigos Para lo que hacer intento. A que fuese por espada, Que se me quebró riñendo Con vos, me disteis lugar: Si tardo, disculpa tengo, Pues por haberos escrito Este papel me detengo. De la causa en que soy parte, Este es el apartamiento; Que si deudor de una vida Erais mio, y noble y cuerdo Me la disteis, contra vos Derecho ninguno tengo. Y si entónces no lo hice, Fué porque allí, no teniendo Espada, no presumierais Que os daba el perdon de miedo; Y así os le entrego, Don Juan, Cuando en la cinta la tengo. D. JUAN. No sólo me dais la vida, Sino el honor; y pues viendo Estais la dama que fué La ocasion deste suceso, Ella os pague con los brazos Lo que con almas no puedo. D.ª ANA. Pues con vuestras amistades Todas las nuestras hacemos. D.ª CLAR. No hacemos; porque si ya No tengo quien me dé celos, No tengo á quien quiera bien. D. HIPÓL. Pues ¿hay más de no quereros? D.ª ANA. Arceo y Doña Lucía Se casen luégo al momento. ARCEO. ¿Mas que nace el Ante-Cristo De Lucías y de Arceos? D. JUAN. _Mañanas de Abril y Mayo_ Dan fin: perdonad sus yerros. ÍNDICE. Págs. Casa con dos puertas mala es de guardar 1 La dama duende 115 No hay burlas con el amor 235 Mañanas de Abril y Mayo 341 End of the Project Gutenberg EBook of Teatro selecto, tomo 3 de 4, by Pedro Calderón de la Barca *** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK TEATRO SELECTO, TOMO 3 DE 4 *** ***** This file should be named 58643-0.txt or 58643-0.zip ***** This and all associated files of various formats will be found in: http://www.gutenberg.org/5/8/6/4/58643/ Produced by Ramon Pajares Box, Josep Cols Canals and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries) Updated editions will replace the previous one--the old editions will be renamed. 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